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Capítulo
Punto 555
Devociones · Punto 555

¡Verdaderamente es amable la Santa Humanidad de nuestro Dios!

—Te «metiste»
en la Llaga santísima
de la mano derecha
de tu Señor,
y me preguntaste:

«Si una Herida
de Cristo
limpia,
sana,
aquieta,
fortalece
y enciende
y enamora,
¡qué no harán las cinco, abiertas en el madero?»

Oración En ego

¡Oh mi amado y buen Jesús!
postrado en tu santísima presencia;
te ruego con el mayor fervor
imprimas en mi corazón
vivos sentimientos
de fe, esperanza y caridad
verdadero dolor de mis pecados
y propósito firmísimo de enmendarme,
mientras que yo,
con todo el amor
y con toda compasión de mi alma,
voy considerando tus cinco llagas
teniendo presente aquello que dijo de Ti,
oh Buen Jesús, el santo Profeta David:
Han taladrado mis manos y mis pies,
y se pueden contar todos mis huesos.

Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén.

Oración anónima. Siglo XIV

 

Comentario

Este punto refleja un episodio místico de la vida de San Josemaría, aquí despersonalizado según su costumbre.

La redacción de este punto puede considerarse prototípica de la manera de narrar que le es propia a San Josemaría cuando se quiere esconder como sujeto del suceso y a la vez mantener el estilo dialógico del libro.

En este caso tenemos toda la documentación deseable. Era en Burgos, 6-VI-1938. Iba San Josemaría hacia el Monasterio de las Huelgas, donde investigaba su tesis doctoral. Caminaba despacio, por la mañana, haciendo oración. Y anotó telegráficamente aquella noche:

«Lunes 6 de junio. Mi oración de la mañana camino de las Huelgas: guiado por S. José, me he metido, con luz del Espíritu Santo, en la Llaga de la mano derecha de mi Señor» [1].

El acontecimiento le dejó transido todo el día. Cuando por la noche escribió este suceso íntimo en el Cuaderno seguía en la Llaga de Cristo.

Por la tarde San Josemaría escribió sobre el tema a Juan Jiménez Vargas, el más antiguo miembro del Opus Dei que estaba en aquella zona, con el que hablaba con extrema profundidad de muchas cosas (en Burgos no tenía a nadie «mayor» del Opus Dei con quien hablar y comunicar las cosas de Dios):

«Querido Juanito: esta mañana, camino de las Huelgas, a donde fui para hacer mi oración, he descubierto un Mediterráneo: la Llaga Santísima de la mano derecha de mi Señor. Y allí me tienes: todo el día entre besos y adoraciones. ¡Verdaderamente que es amable la Santa Humanidad de nuestro Dios!

Pídele tú que El me dé el verdadero Amor suyo: así quedarán bien purificadas todas mis otras afecciones. No vale decir: ¡corazón en la Cruz!: porque si una Herida de Cristo limpia, sana, aquieta, fortalece y enciende y enamora, ¡qué no harán las Cinco, abiertas en el madero?

¡Corazón, en la Cruz!: Jesús mío, ¡qué más querría yo! Entiendo que, si continúo por este modo de contemplar (me metió S. José, mi Padre y Señor, a quien pedí que me soplara) voy a volverme más chalao [2] que nunca lo estuve. ¡Prueba tú! [...] Un abrazo. Desde la Llaga de la mano derecha, te bendice tu Padre, Mariano» [3].

La gran tradición de la piedad cristiana, siguiendo a los grandes Santos, siempre ha «mirado» con amor a las llagas de Cristo y se ha «introducido» en ellas. Es inmensa la bibliografía sobre el tema.

San Josemaría, como tantos fieles cristianos a lo largo de siglos, recitaba cada día después de la Misa la oración En ego: «con gran amor y compasión voy considerando vuestras cinco Llagas», y pedía a Jesús: «dentro de tus Llagas ¡escóndeme!» [4].

Impresiona la insistencia de San Josemaría en que era la Llaga de la mano derecha. Copio aquí este texto de Santa Teresa:

«Aparecióme como otras veces y comenzóme a mostrar la llaga de la mano izquierda, y con la otra sacaba un clavo grande que tenía metido. Parecíame que a vuelta del clavo sacaba la carne. Víase bien el gran dolor, que me lastimaba mucho» [5].

La unión e identificación de San Josemaría con Cristo en el misterio de la Cruz le lleva a esta expresión sorprendente: «¡Corazón, en la Cruz!: Jesús mío, ¡qué más querría yo!».

Perderse con Cristo en la Cruz es, pues, para él, la máxima felicidad. Para la inteligencia del texto es necesario, me parece, ponerlo en relación con el punto 163, escrito en la Legación de Honduras, y la exclamación allí contenida –como aquí–: «¡Corazón, en la Cruz!».

Estas palabras y su contexto espiritual eran evidentemente conocidos por Juan Jiménez Vargas, que estuvo refugiado en la Legación de Honduras junto con San Josemaría, donde habría meditado la octavilla del futuro punto163.

En la carta de 6 de junio hay un diálogo implícito con Jiménez Vargas a propósito de este punto, que tiene un fuerte contenido «ascético», a «contracorriente» de las pasiones, podríamos decir. Ahora, en cambio, San Josemaría ha tenido una renovada experiencia de la dulzura de la Cruz: tener el corazón en la Cruz no es «crucificarlo», sino meterlo en la alegría de Cristo.

Viene a decir a Juan Jiménez Vargas –que leerá la carta en el frente de Teruel– que ese «¡Corazón, en la Cruz!» del punto 163, en la entera Cruz de Cristo, es la cumbre de la «mística», la felicidad total en Cristo: «Jesús mío, ¡qué más querría yo!». Es puro don de Dios. La purificación del corazón, a la que aspiraba en el punto 163, es ahora una pura consecuencia.

La práctica de «meterse» en las llagas de Cristo venía de lejos en San Josemaría . De enero de 1934 es la consideración que da lugar al punto 288 de Camino. Y de julio de ese mismo año el deseo de cumplir el propósito «antiguo» de meterse cada día «en la Llaga del Costado de mi Señor».

Vid textos en el comentario al punto 288. Dentro del camino hacia la santidad que San Josemaría señalaba, la contemplación de las Llagas de Jesús ocupaba un lugar importante en la vida de oración [6].



[1] Cuaderno VIII dpdo, Apuntes íntimos, nº 1576; la cursiva es del original.

[2] Expresión popular que significa lo mismo que «loco», «chiflado», vocablos que ya hemos visto en boca del Autor.

[3] Carta de San Josemaría Escrivá a Juan Jiménez Vargas, Burgos 6-VI-1938; EF 380606-1.

[4] Missale Romanum, Gratiarum actio post Missam.

[5] Libro de la Vida, 39, 1; BAC 212, 8ª ed, 1986, pg 215; la cursiva es mía.

[6] Escribe San Josemaría:

«Si queréis aprender de la experiencia de un pobre sacerdote que no pretende hablar más que de Dios, os aconsejaré que cuando la carne intente recobrar sus fueros perdidos o la soberbia –que es peor– se rebele y se encabrite, os precipitéis a cobijaros en esas divinas hendiduras que, en el Cuerpo de Cristo, abrieron los clavos que le sujetaron a la Cruz, y la lanza que atravesó su pecho. Id como más os conmueva: descargad en las Llagas del Señor todo ese amor humano... y ese amor divino. Que esto es apetecer la unión, sentirse hermano de Cristo, consanguíneo suyo, hijo de la misma Madre, porque es Ella la que nos ha llevado hasta Jesús»

(Homilía «Hacia la santidad», 1967, en Amigos de Dios, 303).