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Capítulo
Punto 761
La voluntad de Dios · Punto 761

 Hombre libre,
sujétate a voluntaria servidumbre
para que Jesús
no tenga que decir
por ti
aquello que cuentan que dijo por otros
a la Madre Teresa:
«Teresa, yo quise... Pero los hombres
no han querido».

Comentario

Texto escrito sobre una octavilla Bl. Juan Jiménez Vargas en su «Relato del 77», hablando de este punto, dice que el pasaje teresiano lo envió él al Autor en una de las cartas que le escribía:

«Teníamos muy clara la responsabilidad de corresponder a la vocación, y, en la formación que el Padre nos daba, inculcaba esa necesidad de corresponder. Y por eso uno podía pensar que, por fallos personales, se podía resentir el apostolado. Eso es sencillamente lo que escribí en una ficha que envié en una carta a Burgos [1]. Tengo que aclarar que leer a Santa Teresa a mí me costaba tanto como leer una cosa que necesitara diccionario, y quizá por leerlo despacio, se me ocurrió fijarme en eso. E1 Padre, como es bien sabido, conocía las obras de Santa Teresa como muy pocas personas, y no necesitaba que nadie le hiciera notas de este tipo» [2].

Esto último es muy verdadero y también lo es que el joven doctor no pudo leer ese texto en las obras de Santa Teresa, sencillamente porque no se encuentra en ellas. Lo más probable es que lo leyera en algún libro de espiritualidad o biografía de Santa Teresa, donde se citaran esas palabras como un «dicho» teresiano (en este caso, palabras de Cristo a Teresa), de los que hay diversas colecciones, no siempre bien identificadas y de diversa garantía histórico-crítica. De hecho, la investigación realizada sobre las fuentes no ha dado resultado [3]. El más antiguo testimonio literal que ha aparecido en esta investigación, identificado por una Carmelita de Teruel [4], es tardío: del P. Luis Coloma S.J., que cierra su conocida obra Jeromín precisamente con estas palabras de Cristo a Santa Teresa [5].

En todo caso, el Autor –al que sin duda gustó la expresión teresiana– toma sus cautelas al citarla: «aquello que cuentan que [Jesús] dijo…».

Las palabras de Jesús a Teresa parecen hacer eco a aquellas, dirigidas a Jerusalén, que se leen en San Lucas (19, 42-44): «¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos [...], y no has querido!». Quiero hacer notar que el ritmo y la secuencia de las ideas de este punto recuerdan lo que había escrito en 1934 en un documento dirigido a los fieles del Opus Dei:

«A no ser que, por nuestra cobardía, obliguemos al Maestro a pronunciar las palabras que El oyó del paralítico, en la piscina probática: hominem non habeo!, ¡no tengo hombre!... (Ioann. V, 7).

¡Qué vergüenza, si Jesús no encontrara hombres!» [6].

El punto de C que comentamos plantea de manera insoslayable la cuestión de la libertad del hombre a la hora de la entrega a Dios. El hombre tiene que querer... libremente, como aparece con toda su fuerza en el punto que sigue. Vid también p/324 y com.



[1] Ni la carta ni la ficha se conservan en el AGP.

[2] Relato del 77, pg 17.

[3] Debo agradecer a los PP. Tomás Álvarez y Julen Urkiza OCD, conocidos especialistas en Santa Teresa, el esfuerzo realizado para intentar localizar este «dicho». Especialmente entrañable es mi agradecimiento a los numerosos monasterios de Carmelitas Descalzas que han revuelto todos los papeles de sus archivos tratando de responder a mi consulta y han dado numerosas pistas. Su testimonio puede resumirse diciendo que, de forma claramente mayoritaria, aseguran que la expresión les es conocida y la reconocen como formando parte de las tradiciones teresianas recibidas. No obstante, la fuente de donde proceden estas palabras todavía no ha podido ser identificada.

[4] La M. Ana María de la Santísima Trinidad, del Monasterio de las Carmelitas Descalzas de Teruel, que me lo comunica en carta de 18-X-1999.

[5] La formulación del «dicho» en el P. Coloma –que lo cita como palabra conocida y tradicional, sin aportar fuentes– es ésta: «Teresa, yo he querido..., pero los hombres no han querido...» (Luis Coloma, Jeromín. Estudios históricos sobre el siglo XVI, vol II, libro III, cap XXV; Obras completas, t XIV, 4ª ed, Razón y Fe – El Mensajero del Corazón de Jesús, Madrid- Bilbao 1951, pg 197).

[6] Instrucción, 1-IV-1934, nn 96s; la cursiva es del original.