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Cómo se hizo
Camino: cincuenta años de historia, por Josep Ignasi Saranyana

Camino: cincuenta años de historia
Josep Ignasi Saranyana*

 

Camino, fruto de la labor sacerdotal que San Josemaría Escrivá había iniciado en 1925, aparece publicado por primera vez en 1934 (en Cuenca, España) con el título de "Consideraciones Espirituales".

Josep Ignasi Saranyana describe en este análisis, publicado en el libro Estudios sobre Camino, la génesis del libro.



A finales de junio de 1939 salía de las prensas valencianas de Gráficas Turia la primera edición de Camino(1). Impreso a dos tintas (verde y negro) y en preciosos tipos, el colofón consignaba un dato muy importante: «Se acabó de escribir este libro, en Burgos, día de la Purificación de la Bienaventurada Virgen María, año 1939.»

Sin embargo, los orígenes de esta obra se remontaban a los primeros años treinta. «Escribí en 1934 una buena parte de ese libro —declaraba a «Le Figaro», en 1966, Mons. Escrivá de Balaguer—, resumiendo para todas las almas que trataba —del Opus Dei o no— mi experiencia sacerdotal. No sospeché que treinta años después alcanzaría una difusión tan amplia —millones de ejemplares— en tantos idiomas»(2).

El éxito editorial de Camino ha sido tan extraordinario, que le ha merecido el título de «Kempis de los tiempos modernos», por compararlo a un hito, hasta ahora único, en la historia de la espiritualidad. El De imitatione Christi, erróneamente atribuido a Tomás de Kempis (1471), porque se conservan manuscritos italianos de finales del siglo XIII, ha sido reimpreso más de 6.200 veces, en 65 lenguas y dialectos, con una tirada que se estima —al cabo de medio milenio de imprenta— en varios millones de ejemplares. No obstante, aunque los dos libros se asemejan en la acogida dispensada por los lectores, difieren notablemente. Camino ofrece la quintaesencia de la espiritualidad secular.

El Kempis, en cambio, es, en parte, la expresión más acabada del alejamiento del mundo, hasta el punto de que el primer capítulo de esa obra medieval se titula: «De imitatione Christi et contemptu omnium vanitatum mundi». No es casualidad, por consiguiente, que la edición castellana de S. Juan de Avila se titulara: Contemtus mundi, agora nuevamente romançado por muy mejor y mas apazible estilo que solía tener (Imprenta Juan Cromberger, Córdoba 1536).

Las fuentes de «Camino»

Camino
es fruto, como decíamos, de la labor sacerdotal de Mons. Escrivá de Balaguer, que había recibido la ordenación en Zaragoza, en 1925. «Reflexiones sobre pasajes de la Sagrada Escritura, retazos de conversaciones, experiencias personales, fragmentos de cartas, son el material con el que está hecho este libro», dice la nota editorial de la trigésima edición castellana (Madrid, 1976). En efecto, se han conservado cuadernos autógrafos que comienzan el 11 de marzo de 1930.

Eran apuntes íntimos que Mons. Escrivá de Balaguer escribía después de recibir una luz en su alma, durante el día, o al hacer su meditación, o en días de retiro, y reflejan aspectos del quehacer de Dios en su alma y de su lucha interior. Muchos de estos puntos, presentándolos despersonalizados, con un «me dicen», o «me escriben» u otra expresión por el estilo, aparecen en Camino. Así, puede decirse que casi todo Camino es autobiográfico: son sucesos de su vida espiritual(3).

Una primera parte de estos puntos de meditación fueron impresos en 1934 con el título Consideraciones Espirituales(4). Este opúsculo contenía 438 puntos de meditación no numerados. Todos fueron incorporados a Camino, a excepción del párrafo segundo de la página 80 (cfr. Camino n. 838), que fue suprimido, y de dos puntos que estaban repetidos (págs. 15 y 90, que pasaron al n. 101 de Camino; y págs. 36 y 40, que dieron lugar al n. 378). De los 436 textos recibidos, sólo 40 sufrieron retoques o fueron someramente ampliados, y 17 experimentaron ligeros cambios gramaticales.

Camino vio la luz en una sencilla y moderna edición de generoso formato, en junio de 1939. Su presentación rompía con los moldes tradicionales de los libros de espiritualidad, que por aquellos años solían ser de tapas negras y cantos rojos o dorados. Tal presentación supuso una verdadera revolución editorial y produjo asombro. Por ejemplo: la revista religiosa «Signo», órgano de las juventudes de Acción Católica española, publicó a los seis meses una elogiosa recensión; pero criticaba el «modernismo editorial» y abogaba por «otra edición más mesurada, más recogida», porque —decía— en ese formato y con tales características podía dificultar el recogimiento de la oración(5).

Su difusión fue lenta al principio. Los dos mil ejemplares tardaron en venderse y no hubo segunda edición hasta 1944, esta vez ya en Madrid, con una tirada de cinco mil, que se agotaron en un año. En 1946 llegó la primera traducción: la portuguesa, impresa en Coimbra. En 1949 salió a la luz, en Roma, la versión italiana. Y, poco a poco, el ritmo de ediciones creció vertiginosamente, hasta alcanzar, en 1986, al cabo de cuarenta y siete años, las cuarenta y cuatro ediciones castellanas y sobrepasar los tres millones de ejemplares, en treinta y seis idiomas. Un éxito sin precedentes en el mundo del libro religioso.

Historia de la redacción

A lo largo de cuarenta y cuatro ediciones castellanas, el texto de Camino se ha mantenido sustancialmente inalterado, salvo cuatro variaciones. Muy pocas, si se tiene en cuenta que el libro consta de 999 puntos.

La primera modificación se produjo en 1950 (6.' ed.). El punto 381, que se hallaba repetido en el número 940, fue sustituido por el texto que puede leerse actualmente: «No te importe si dicen que tienes espíritu de cuerpo. ¿Qué quieren? ¿Un instrumento delicuescente, que se haga pedazos a la hora de empuñarlo?»

El punto 115, tomado de la página 16 de Consideraciones, fue retocado, primero en 1957 (ed. 14.') y después en 1958 (ed. 15.a). Desde entonces reza así: «"Minutos de silencio". —Dejadlos para los que tienen el corazón seco. Los católicos, hijos de Dios, hablamos con el Padre nuestro que está en los cielos.»

En 1965 (ed. 23.a) se introdujo un inciso en el punto 750, porque habían cambiado las normas litúrgicas, y el sacerdote ya no recitaba, al pie del altar, la oración a San Miguel que compuso León XIII: «Óyeme, hombre metido en la ciencia hasta las cejas: tu ciencia no me puede negar la verdad de las actividades diabólicas. Mi Madre, la Santa Iglesia —durante muchos años: y es también una laudable devoción privada— ha hecho que los Sacerdotes al pie del altar invoquen cada día a San Miguel, "contra nequitiam et insidias diaboli" —contra la maldad y las insidias del enemigo.»

Finalmente, en 1974 (ed. 28.') fueron ligeramente modificados el primero y segundo párrafo del punto 145, quizá para evitar alusiones a la guerra civil española de 1936, que entonces podrían haber extrañado en algunas latitudes. Pero en 1983 (ed. 37.'), cambiadas ya las circunstancias que hicieron prudente la modificación, ha podido recuperarse el texto primitivo, mucho más expresivo y poético: «Frente de Madrid. Una veintena de oficiales en noble y alegre camaradería. Se oye una canción, y después otra y más. Aquel tenientillo del bigote moreno sólo oyó la primera: "Corazones partidos/ yo no los quiero;/ y si le doy el mío,/ lo doy entero". "¡Qué resistencia a dar mi corazón entero!" —Y la oración brotó, en cauce manso y ancho.»

Estructura del libro

Camino
consta de 999 puntos de meditación, divididos en 46 epígrafes o capítulos (Consideraciones espirituales tenía solamente 26). El número 999, que se hallaba impreso verticalmente en la portada de la edición príncipe, en grandes tipos de color verde —tres nueves de carácteres cuadrados, cruzados horizontalmente por el título del libro en tipos romanos—, expresaba la firme devoción del Autor a la Santísima Trinidad.

El número 999 es el resultado de multiplicar por 3 el 333. No cabe, por consiguiente, mayor homenaje al 3 que su múltiplo 999. Ni puede causar sorpresa o admiración el juego de los números, pues es frecuente en la Sagrada Escritura la apelación a su simbolismo. Así, por ejemplo, los números 7, 10 y 12, que son bases de numeración, significan algún tipo de plenitud; el 6 es frustración; el 3, 5 es una plenitud incompleta, camino de ella; el 1.000 significa multitud incontable. Y así, también los simbolismos se combinan con los múltiplos de las bases, verbigracia el 144.000.

El prólogo del Autor, que introduce a la lectura de Camino,es un bello exordio que subraya los objetivos que se propuso Mons. Escrivá de Balaguer al redactar el libro, y ofrece la vía para mejor aprovechar los puntos de meditación: «Lee despacio estos consejos./ Medita pausadamente estas consideraciones. (...).» Este prólogo, aunque reproduce algunas de las ideas que se hallaban ya en la brevísima presentación de Consideraciones, es nuevo. De la distribución de los puntos en epígrafes no deben deducirse consecuencias demasiado importantes.

El Autor conserva como pauta el índice temático de Consideraciones, que completa con nuevos epígrafes, intercalándolos donde le parece más oportuno, desdoblando los antiguos. Por ello, para investigar el espíritu de Camino, es muy importante la «Advertencia preliminar» de Consideraciones(6), donde Mons. Escrivá de Balaguer, al referirse a la estructura del libro, comenta: «No es fácil hacer una división de las notas que componen estos apuntes, escritos sin pretensiones literarias ni de publicidad, respondiendo a necesidades de jóvenes seglares universitarios dirigidos por el autor.»

Señala seguidamente que, no obstante la dificultad de encontrar un orden, es decir, un criterio para ordenar los puntos de meditación, se ha aventurado a distribuir las notas «para facilitar su lectura provechosa», aunque no ha conseguido que cada uno de los epígrafes sean totalmente homogéneos, pues «en general en cada una de las partes, por la índole misma de los puntos que se tocan, se trata de diversas materias».

Sin embargo, aunque algunos puntos no respondan exactamente al rótulo del capítulo, es indudable que Camino tiene un argumento que puede leerse en el índice temático. Describe, muy a grandes rasgos, el itinerario de un alma hacia Dios, y así lo entendió también la recensión ya citada de 1940. Los primeros capítulos describen las dificultades de una persona que comienza a andar el camino de la santidad (de ahí el título general del libro). Para lo cual, el Autor recomienda, como primera medida, la práctica de las virtudes que fortalecen el carácter, ponerse en manos de un director espiritual, iniciar el trato con Dios en la oración, cuidar la virtud de la castidad, ejercitarse en el examen diario de conciencia y trabajar seriamente. Esa alma que se ha iniciado así en el Amor de Dios, vive los medios para mantenerse cerca de Dios —sintiendo vivamente la filiación divina— y se pone en manos de la Virgen Santísima.

Empieza a sentirse dentro de la Iglesia, en la cual descubre la Santa Misa y la Comunión Eucarística, que son su centro cultual y fuente de las cuatro notas que la caracterizan. Con la ayuda de la gracia, pone especial empeño en vivir las virtudes sobrenaturales, especialmente las teologales, en la vida ordinaria, y comprende el alcance de su vida y de su destino eterno (postrimerías). Finalmente, como consecuencia de su trato con Dios, puede sentir la llamada a su servicio, y entender y practicar el apostolado. El Autor dedica el último epígrafe a la perseverancia en el camino emprendido, que es, sin duda, lo más arduo, imposible sin la gracia. Para facilitar la consulta temática, el libro cuenta actualmente con un índice de materias completísimo, que ya existía en la edición príncipe, aunque mucho más breve (págs. 329-335), y faltaba en Consideraciones.

Camino tiene una finalidad fundamentalmente práctica: conducir las almas hacia la contemplación, especialmente las que se encuentran en medio del mundo y quieren santificarse sin abandonar sus circunstancias ordinarias. Camino se inscribe, por tanto, en la más genuina literatura espiritual cristiana, de la que constituye un eslabón preclaro, como también lo son el Itinerarium mentis in Deum bonaventuriano, el anónimo Contemptus saeculi atribuido a Kempis, y el Ejercitatorio de García de Cisneros. Sólo que contrasta con estos tres clásicos por su orientación doctrinal, pues Camino muestra el modo de alcanzar la santidad, con la ayuda de la Gracia —que sin ella nada—, en el mundo y tomando ocasión de él, mientras que aquellas obras más bien enseñan cómo apartarse de la contaminación de lo terreno, para alcanzar también la santidad.

(1) Ediciones C.I.D., Valencia 1939, 336 pp., 17,5 x 25,5. 10 ptas.

(2) Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, n. 36.

(3) Cfr. RHF 20174, pp. 1052-1053.

(4) Imprenta Moderna, Cuenca 1934, 108 pp., 11 X 16.

(5) «Signo., 58 (7 de enero de 1940) 3, Madrid. La vigésima edición, publicada en Madrid, en 1962, se inspira en la edición príncipe e intenta reproducir su maqueta, las tintas y los caracteres tipográficos.

(6) Fechada en febrero de 1934 y firmada con las iniciales J. M.ª

*Josep-Ignasi Saranyana es profesor ordinario de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra,y miembro correspondiente de las Academias Nacionalesl de la Historia de Perú, de México y Colombia.