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El plano de tu santidad · Punto 399
Si, por salvar una vida terrena, |
Comentario
El original de este punto –en redacción extensa– lo escribió San Josemaría en su Cuaderno unos días después del anterior (24-VIII-1931, nº 241) y conectando con él:
Estamos, como dije, ante el «compelle intrare» del Evangelio (Lc 14, 23). La coacción de que habla este punto, como la palabra de San Lucas, se mueve en el plano del espíritu, del alma; en definitiva de la libertad liberada por la gracia. Precisamente por eso no es coacción «a secas» –como es la coacción física o moral–, sino «santa». Es el «argue, obsecra, increpa» del Apóstol (2 Tm 4, 2), que tiene precisamente como fin poner a la persona –un compañero, un colega, un amigo– ante el ejercicio de su propia libertad. San Josemaría La «santa coacción» de que habla San Josemaría Escrivá es el desvelo del hombre cristiano –ante los que se empeñan «en suicidar idiotamente su alma»–, que San Agustín ha descrito en el célebre Tu vis errare, tu vis perire, ego nolo del sermón sobre los pastores de Ez 34: «—Si estoy en el error, si estoy perdido, ¿por qué me buscas? ¿qué quieres de mí?
—Eso, precisamente: porque estás en el error, quiero que rectifiques; porque estás perdido, quiero encontrarte. —¡Pero yo quiero vivir en el error, quiero perderme! —¿Que quieres estar en el error y perderte? Pues yo no lo quiero. Es cierto que soy inoportuno y me atrevo a decir: Si tú quieres errar y perderte, yo no quiero. En última instancia no lo quiere Aquel que me dice: ‘No recuperaste a la que estaba descarriada, y a la que estaba perdida no la buscaste’. ¿Voy a temerte a ti más que a Él?» [1]. La analogía «espiritual» de esa acción de salvamento «corporal» que describe San Josemaría es sencillamente la Palabra de Dios, «más penetrante que una espada de dos filos» (Hb 4, 12), con su fuerza soberana, que es la fuerza del Amor de Dios. Del propio San Josemaría son estas palabras: Aunque San Josemaría no lo dice, lo que ha «golpeado» a esos corazones de los que habla es, evidentemente, la fuerza del Amor de Dios presente en su palabra de sacerdote amigo. El Amor, cuando se hace tangible, «golpea» por dentro y arrastra tras de sí. Es el «dejad eso y venid con nosotros tras el Amor» del p/790. |