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Cómo se hizo
Consideraciones Espirituales: Madrid (1932-1934). I

Consideraciones espirituales: Madrid (1932-1934). I

Pedro Rodríguez

 



La historia de la redacción de C tiene una fecha simbólica: «Diciembre de 1932». (1)

Con estas palabras cierra el Autor el primer anticipo –un pequeño fascículo, de tamaño cuartilla, apaisado– de lo que terminará siendo el libro cuya edición crítica nos proponemos realizar. Estas modestísimas cuartillas constituyen, como digo, el germen «público» de Camino.

A nadie extrañe que emprendamos esta historia de una manera tan inmediatamente documental.


Como tendremos ocasión de ver a lo largo del presente volumen, la documentación relativa a Camino y a su proceso redaccional es extraordinariamente abundante: en cierto sentido puede calificarse de excepcional, también en relación con otras obras del Autor. Y, sin embargo, he de decir acto seguido que será difícil encontrar un autor que haya hablado menos del libro que prepara que Josemaría Escrivá de Balaguer. Apenas queda un papel en el que hable de su proyecto, de sus ideas acerca del futuro libro, de su temática: esquemas, borradores, etc.

Esto que digo resulta llamativo, sobre todo si se tiene en cuenta que, como veremos enseguida, durante todo el período redaccional el Autor escribía unos Cuadernos de apuntes personales que, sin ser un diario en el sentido clásico, recogían numerosas noticias de su vida cotidiana: familiar, espiritual, intelectual, pastoral y apostólica. Pues bien, quien sólo tuviera como fuente dichos Cuadernos no podría concluir que el Autor había proyectado, preparado y escrito el libro en cuestión.

Y, sin embargo, en tales cuadernos está la matriz del libro que terminará publicándose en Cuenca el año 1934: Consideraciones Espirituales. Cec recoge y amplía el fascículo antes mencionado y sus textos proceden masivamente, como tendremos ocasión de analizar con mayor detenimiento, de esos Cuadernos. Éstos son la pieza fundamental de un conjunto de escritos autógrafos que el Autor dejó reunidos y preparados y que fueron anotados por Álvaro del Portillo, cumpliendo el encargo recibido, y, bajo el título de Apuntes íntimos, presentados a la Causa de Canonización de Josemaría Escrivá. Sin ellos, la génesis y la historia de C sería tarea ardua.

Hagámonos cargo, pues, de esta fuente de primer orden para nuestra investigación.

 

1. Los Apuntes íntimos (Apínt)

Estos Cuadernos, que el lector encontrará citados por todas partes a lo largo de la presente edición, son nueve, cada uno con su número –autógrafo– en romanos. Hoy disponemos sólo de ocho: el Cuaderno I fue destruido por el Autor y desconocemos su texto; no figura en consecuencia en los Apínt (2) . El Cuaderno VIII tiene dos fases literarias separadas por tres años: una antes de la guerra civil (Cuaderno VIII/1, hojas 1-62) y otra después (Cuaderno VIII/2, hojas 62v-74). En medio se intercala, cronológicamente, el último Cuaderno de la serie, que comenzó en Pamplona y al que dio, no el nº IX, sino el nº VIII duplicado (3) .


A la hora de la transcripción informática de estos Cuadernos y para respetar el orden cronológico, Álvaro del Portillo situó entre el VIII/1 y el VIII dpdo los restos de un pequeño Cuaderno, sin número, que el Autor escribió durante su estancia en la Legación de Honduras (4) . Además, Mons. del Portillo agregó, a continuación del texto de los Cuadernos, catorce Apéndices, que transcriben otros documentos con notas de la vida espiritual del Autor, de ordinario escritas para su Confesor. A nuestros efectos, son especialmente interesantes los cuatro Apéndices que recogen las Relaciones que escribió San Josemaría de sus EjEsp de 1932, 1933, 1934 y 1935 (5) .

Álvaro del Portillo, con ocasión de la transcripción informática, dio también a los párrafos o grupos de párrafos de todo el conjunto una numeración marginal consecutiva, que utilizaremos para la citación. He aquí un esquema del conjunto de Apínt:


Número del Cuaderno

Primera fecha

Última fecha

Numeración marginal

Número hojas

I

--------

--------

--------

 

II

11-III-1930

17-XI-1930

1-110

50 (6)

III

XI-30

20-V-31

111-203

41(7)

IV

15-VII-31

3-XII-31

204-447

99

V

3-XII-31

12-VIII-32

448-809

106

VI

12-VIII-32

30-XI-33

810-1082

98(8)

VII

14-XII-33

19-II-35

1083-1225

50

VIII/1ª

20-II-35

30-VI-36

1226-1373

1-62r

Cuadº de Honduras

5-V-37

28-V-37

1374-1394

3

VIII dpdo

11-XII-37

23-I-39

1395-1594

62(9)

VIII/2ª

13-IV-39

15-XI-40

 1595-1628

62v-74 (10)

Apéndices (Apd)

 

 

1629-1875

 

Apd I

X-32

EjEsp Segovia

1629-1701

40

Apd IV

VI-33

EjEsp Madrid

1704-1728

15

Apd VII

 VII-34

EjEsp Madrid

1736-1793

65

Apd IX

 VII-35

EjEsp Madrid

1807-1848

42


Una advertencia antes de seguir adelante. Los Apuntes íntimos, que acabamos de describir en su materialidad archivística, tienen, como ya se hace cargo el lector, un contenido mucho más amplio que C. Quiero decir que San Josemaría no escribe sus Cuadernos para «escribir» C, sino para anotar las inspiraciones de Dios y su experiencia cristiana en el marco de la fundación del Opus Dei.

La derivación de algunas anotaciones hacia lo que terminará siendo C es colateral a la dinámica de estos apuntes. Lo cual no obsta para que en Apínt esté la «matriz» de C y sin ellos se haga difícil situar el libro en su marco histórico-espiritual. De ahí que dediquemos a estos Cuadernos una tan detenida atención.

 

De las cuartillas a los cuadernos

Los textos de los Cuadernos I y II hasta la hoja 43 (Apínt, nº 95) proceden de una colección de papeles sueltos, de «cuartillas»(11) . En un determinado momento(dentro del año 1930), Escrivá decidió conservar sus notas espirituales y apuntes íntimos no en «cuartillas» (papeles sueltos) sino en «cuadernos», que dan más seguridad.

Pero no era aquélla una decisión sólo para el futuro, sino que implicaba la fatigosa tarea de comenzar trasladando a cuadernos todos los apuntes contenidos en la colección de cuartillas. Fue haciendo esa transcripción pacientemente. A la vez, seguía tomando sus notas diarias sobre «cuartillas», que –deduzco– se ponían «a la cola», esperando turno para ser pasadas al cuaderno (12) . Si no está claramente determinada la fecha en que comenzó a transcribir la colección de octavillas(13), es muy exacta en cambio la fecha en que termina esa operación: la última de las cuartillas acumuladas se pasa al cuaderno el 23 de octubre de 1930, como el propio Autor hace constar con estilo cuasi notarial:

«23 – octubre – 1930. –Terminan los apuntes. En lo sucesivo, todas las notas que, para mi provecho espiritual, escriba, las pondré en este cuaderno y en otros, porque no es práctico hacerlo en hojas sueltas»(14) .

La transcripción emprendida había ocupado todo el Cuaderno I y el Cuaderno II hasta su hoja 43. Allí, con fecha 25 de octubre, víspera de Cristo Rey, tenemos la primera anotación escrita al día, es decir, directamente en el Cuaderno: Apínt, nº 96. Datos procedentes de la misma transcripción nos permiten saber que eran más de 250 las cuartillas –en realidad octavillas, como hemos visto– en las que el Autor había anotado hasta entonces su experiencia sobrenatural y su empeño de Fundador(15) .

A partir de la víspera de Cristo Rey de 1930, San Josemaría sigue ya el estilo que podríamos llamar habitual en la composición de sus Cuadernos de apuntes: lleva siempre en el bolsillo de su sotana una cuartilla u octavilla –«mi cuartilla», escribe en alguna ocasión–, en la que toma breves notas, o bien apuntes más detenidos, que luego le sirven de guión o recordatorio para escribir los textos de su Cuaderno.
Un solo ejemplo de lo que digo, tomado del Cuaderno IV. El Autor está hablando de la oración que hacía «ayer, por la tarde, a las tres», en el «presbiterio de la Iglesia del Patronato»:


«Mi imaginación andaba suelta, lejos del cuerpo y de la voluntad, lo mismo que el perro fiel, echado a los pies de su amo, dormita soñando con carreras y caza y amigotes (perros como él) y se agita y ladra bajito... pero sin apartarse de su dueño. Así yo, perro completamente estaba, cuando me di cuenta de que, sin querer, repetía unas palabras latinas, en las que nunca me fijé y que no tenía por qué guardar en la memoria (1):

Aún ahora, para recordarlas, necesitaré leerlas en la cuartilla, que siempre llevo en mi bolsillo para apuntar lo que Dios quiere: dicen así las palabras de la Escritura, que encontré en mis labios: ‘et fui tecum in omnibus ubicumque ambulasti, firmans regnum tuum in aeternum’: apliqué mi inteligencia al sentido de la frase, repitiéndola despacio»(16) .


Aquí vemos al Autor redactando directamente sobre el Cuaderno con el punto de partida de la frase latina escrita en la octavilla. El (1) que aparece en el texto es la señal que San Josemaría puso allí en una de sus relecturas del Cuaderno, en la que escribió en el margen inferior:


«(1) En esta cuartilla, de que hablo, instintivamente, llevado de la costumbre, anoté, allí mismo en el presbiterio, la frase, sin darle importancia»(17) .

Pero entre la cuartilla de la sotana y el texto del Cuaderno mediaba con frecuencia –al menos, para los temas más delicados– otro papel con el texto ya elaborado, que tiene una función de puente entre «la inspiración», «la idea» o la «experiencia» espiritual consignada en la pequeña nota del bolsillo, y la redacción final que se lee en el cuaderno (18) .

Por lo demás, la decisión de 23 de octubre nunca fue absoluta: hay cosas del mismo género que siguen en «cuartillas» y no pasan al «cuaderno», por ej, las notas de sus retiros espirituales (19) .

¿Qué hizo el Autor con aquellas «cuartillas primitivas», es decir aquellas 235 que mostró al Padre Sánchez (20) ? Lo dice él expresamente:


«El paquete de octavillas lo quemé hace unos años. Lo siento»(21 ) .


Eso dice en 1948; es decir, las conservó durante años. Las debió quemar junto con el Cuaderno I (22) –que se nutría totalmente de ellas–, pero esto fue bastante después (23) . En todo caso, y esto interesa subrayarlo, después de la publicación en 1934 de Cec.

La pregunta es igualmente válida –y a nosotros nos interesa más– para las cuartillas posteriores, es decir, las que recibían la anotación inmediata y pasaban después, periódicamente, a los Cuadernos. Se conservan poquísimos de estos papeles(24) . Lo normal es que los rompiera una vez utilizados para la redacción del Cuaderno: tenían una mera función vehicular. En cambio hay fundamento para pensar que las que podíamos llamar «cuartillas u octavillas de mediación» seguían con una vida propia después de ser pasadas al Cuaderno, hasta que, pasado el tiempo, eran destruidas. Lo veremos un poco más adelante.

Ahora una palabra sobre los Cuadernos en sí mismos y sobre el resto del material reunido en los Apínt. El Autor llamaba a aquellas primitivas cuartillas, y a las notas de los Cuadernos que las sustituyeron, las «catalinas»:

«Son notas ingenuas –catalinas las llamaba, por devoción a la Santa de Siena–, que escribí durante mucho tiempo de rodillas y que me servían de recuerdo y de despertador. Creo que, ordinariamente, mientras escribía con sencillez pueril, hacía oración» (25) .

Aparentemente los Cuadernos de Apínt tienen la estructura de un diario personal, y muchas veces lo son. Pero los Cuadernos tienen una variedad temática que no se ciñe al género «Diario». Lo explicaba el mismo Autor durante un coloquio en Caracas:


«No he hecho nunca un diario, porque no me gusta, pero he ido tomando apuntes, siempre por mandato de mi confesor. Ahí salen personas, relatos de sucesos concretos, apuntes de ejercicios de cuando yo era joven... Hay mucha historia de la Obra en esos apuntes. Pensaba que habían desaparecido […] Y un buen día aparecieron esos apuntes. De modo que hay mucho material, mucho, mucho. Algunos papeles los rompí»(26) .


En la base del texto encontramos, en efecto, una vida metida en Dios. La interacción entre la «cuartilla» y el Cuaderno, que hemos examinado con cierto detenimiento, refleja la gran atención que el Autor prestaba a las mociones de Dios en su vida. El movimiento de sacar la cuartilla y apuntar unas palabras era una forma de docilidad a «los toques del Paráclito», como dirá en p/130, acompañados con frecuencia de palabra y luz.

La cuartilla era manifestación de su fe en la presencia y en la providencia de Dios; una fe que le llevaba a la lectura sobrenatural de los acontecimientos, pequeños y grandes, de su alma y del mundo. Lugar central en este movimiento –y esto está sin duda en el origen de las «catalinas»– ocupa la llamada de Dios –conocida plenamente el día 2 de octubre de 1928– a promover el Opus Dei en el mundo y las luces sucesivas con las que el Señor le ilustra para comprender y realizar esa misión. Los Cuadernos son, ante todo, «recuerdo y despertador» para elpropio Autor, que los lee y los medita una vez y otra, como acabamos de ver: los anota y los glosa. Son fruto de su oración y son para su oración, es decir, para dirigir su acción y su vida.


En el Cuaderno no escribe todos los días. En el espacio de casi doce años que cubren estos Apuntes, hay ritmos y periodos muy diversos. Las anotaciones llevan siempre la fecha del día en que se transcriben, no la fecha de la anotación en la «cuartilla». Pero puede haber muchas cuartillas acumuladas y con frecuencia pasa el tiempo y el Autor no encuentra el momento oportuno y finalmente quedan sin transcribir. Así lo hace notar a veces.

Podemos distinguir, dentro de la unidad de origen del conjunto, cuatro tipos de anotaciones:

a) Un primer grupo estaría constituido por las «catalinas» que se refieren de manera directa al espíritu, misión y organización del Opus Dei. Toman unas veces la forma de una reflexión, otras tienen estilo de diálogo con el Señor –en este sentido se funden con las del segundo grupo–, otras una forma de expresión casi jurídica o normativa.

Un ejemplo:

«La Obra de Dios no nacerá perfecta. Nacerá como un niño. Débil, primero. Después, comienza a andar. Habla, luego, y obra por su cuenta. Se desarrollan todas sus facultades. La adolescencia. La virilidad. La madurez... Nunca tendrá la OD decrepitud: siempre viril en sus ímpetus, y prudente, audazmente prudente, vivirá en una eterna sazón, que le ha de dar el estar identificada con Jesús, cuyo apostolado va a hacer hasta el fin» (27) .




b) Un segundo grupo

tiene carácter de autobiografía espiritual: son experiencias íntimas del trato con Dios y con los hombres: en la Eucaristía, en la oración, en el trabajo, en la mortificación, en la acción sacerdotal y apostólica, en las contradicciones y en la pobreza, en la forma cotidiana de expresar la piedad filial. Un ejemplo:
«Jesús: que desde hoy nazca o renazca a la vida sobrenatural. Ut iumentum!... Te pido perdón de todas las infamias –innumerables– de mi vida. Que esta otra vida, a la que quiero nacer hoy, sea una continua infancia sobrenatural: vida de Fe, vida de Amor, vida de Abandono. Fiat.

Madre Inmaculada, ¡Tú lo harás!»(28) .


c) Un tercer grupo de anotaciones, en estrecha conexión con el anterior, está más en la línea de un Diario. Es la actividad de una jornada, o de unos días: visitas, trabajos, tareas, gestiones, estudio, predicación, atención a la familia, acción pastoral aquí y allá, planes apostólicos, caminatas de un lado para otro en Madrid. Autobiografía, como el anterior, pero más externa, aunque vista siempre y de manera temática en la perspectiva de Dios, de la acción de Dios en su alma y en las almas que le rodean. Una muestra de ese estilo:

«El día de la Asunción vino Pepe R. a ayudar mi Misa y, con ese motivo, fuimos a su casa. Bajó Guillermo Escribano –presidente de la Confederación de estudiantes católicos de España– y a vueltas de una pintoresca discusión, que tuvieron los muchachos, le animé a prepararse para cátedras»(29) .


d) Un cuarto y último grupo es de especial interés para nuestro trabajo: son textos que no tienen el estilo narrativo del grupo anterior, ni la formulación autobiográfica del grupo segundo. Son piezas autónomas, que se agregan a las anotaciones de los dos grupos anteriores: literariamente, «consideraciones» sobre el vivir en Cristo, sobre la vida cristiana de unión con Dios y en medio de las circunstancias ordinarias. Muchas de ellas pasarán literalmente a C. Tienen en común, desde el punto de vista literario, con muchas del grupo primero el carácter acabado y «autónomo» de cada anotación. El clima del grupo segundo es como el hogar, el horno en que se forjan estas «consideraciones» del grupo cuarto, que, una vez forjadas, se agregan, se yuxtaponen, se distribuyen dentro de la secuencia biográfica de los grupos segundo y tercero(30) .


Leyendo los Apínt se hace evidente que el Autor escribe en el cuaderno siguiendo lo que dicen las papeletas y cuartillas que tiene delante, y en cada una de ellas hay o puede haber contenidos que corresponden a estos diversos tipos y géneros literarios que se dan en los Cuadernos. Da la impresión de que el Autor lo que quiere es que las cosas que ha visto en diálogo con el Señor queden escritas, aunque eso implique cambios bruscos de género o estilo. Este modo de escribir presta a la secuencia del texto en los Cuadernos –es mi impresión– una indiscutible autenticidad.


De este patrimonio procede, como he dicho al comenzar, la práctica totalidad del contenido de Cem-Cec: muy principalmente de lo que he llamado cuarto grupo de textos, pero también de los demás, especialmente de los grupos segundo y tercero. El clima de C, como antes el de Cec, es el de los Apínt de Josemaría Escrivá. Ésa es la vivencia que tiene Sebastián Cirac (31) cuando lee la primera edición de C y escribe enseguida al Autor:
«Recibí tu abrazo espiritual con tu tarjeta y tu libro, que me ha llenado de satisfacción el alma. Enseguida corté sus hojas, leí sus pensamientos, que tan conocidos me son, desde aquellas papeletas primeras, que me enseñaste en Santa Engracia (Patronato)...» (32) .

La lectura de C le traslada de golpe a aquellas «papeletas» que leyó en Santa Engracia diez años antes. Con toda seguridad, a otros la lectura de C les pondría ante los ojos, de manera semejante, los fascículos a multicopista que enseguida vamos a estudiar. Pero no podemos salir todavía de los Cuadernos.

 

Cuando el Autor prepara el fascículo de 1932, al que nos referimos al comienzo, sus Apínt estaban rebosando doctrina espiritual y experiencia de almas, que clamaban por ser transmitidas a otros. Basta ver la cuádruple dimensión del fondo literario que acabamos de señalar, para comprobar cómo aumentan los textos que Escrivá puede seleccionar para darlos a conocer a un círculo más amplio (33) . No, ciertamente, que él los escribiera para eso:

«Los fines de estas catalinas son la Obra y mi alma» (34) .

Así escribe en septiembre del 31, y esto me parece de la máxima importancia para comprender la génesis de lo que terminará siendo C. Él escribe en sus cuartillas –había ya anotado en febrero de ese mismo año– porque se siente «impulsado a conservar, no sólo las inspiraciones de Dios –creo firmísimamente que son divinas inspiraciones– sino cosas de la vida que han servido y pueden servir para mi aprovechamiento espiritual y para que mi padre confesor me conozca mejor»(35) .

Es casi el «Deus et anima mea» de San Agustín. Es lo inverso a la publicidad. Los primeros Cuadernos se llenaron de inspiraciones de Dios sobre la Obra de Dios y su misión y, junto a ellas y en interna relación con ellas, de profundas experiencias místicas, que el Autor –cuando las apunta: otras muchas veces, deja correr o «despersonaliza»– querría retener en su intimidad orante y para su confesor: no son para «ponerlas a ventilar», como dirá en uno de esos Cuadernos (36) .

Al principio, todo estaba en los Cuadernos. En mayo del 32 constata que «no se ha hecho aparte una recopilación de lo referente a la Obra de Dios» y, por tanto, «si he de dar a conocer la Obra me expongo a que se enteren de lo demás» (de las intimidades de su alma y de las gracias místicas, que le avergonzaba que se supieran).

«Por eso, con la ayuda de Dios –concluye– trataré este verano de hacer ese trabajo, separando lo mío personal, que anoto para mi director y para mí» (37) .

Se advierte en toda esta peripecia el esfuerzo titánico del Autor por separar lo que brota en él con una unidad existencial irrompible: «lo referente a la Obra de Dios» y «lo mío personal, que anoto para mi director y para mí». La idea de cuartillas para llevar al confesor se abre paso. No le lleva el Cuaderno, donde están muchas cosas de la Obra y en ellas el confesor no podía ni debía intervenir –no era su competencia (38) –, sino las cuartillas referentes a la vida de su alma, que deja, con ejemplar abandono, en manos del confesor. A la vez procura que en el Cuaderno queden las cosas que son más de la Obra, como tal, y de doctrina y praxis espiritual. Pero cuando se ve urgido, todo comunica: también en su vida admirable y santa se verifica aquello de que «lo que Dios ha unido, el hombre no lo separe». Por eso fracasa una vez y otra en su intento.

Lo que sí se percibe en la lectura de los Apínt es el creciente desarrollo –así lo subraya Álvaro del Portillo (39) – de los textos que recogen la «sabiduría» espiritual que Dios le va otorgando. Son palabras, consideraciones, invocaciones, forjadas en la oración, en las que se refleja su experiencia cotidiana de la Obra, su labor pastoral, los sufrimientos y alegrías de la vida en Dios, su diálogo apostólico con hombres y mujeres en aquellos años tan agitados de la vida española. Este tipo de textos son, sin duda, la fuente principal de los fascículos que vamos a describir.

 


1. Una sobria y acertada información sobre los ámbitos temáticos en que se mueve nuestra investigación se encuentra ya en Josep Ignasi Saranyana, «Cincuenta años de historia», en Estudios sobre ‘Camino’, 1988, pgs 59-65. Basta transcribir los títulos de los tres apartados del breve artículo: Las fuentes de ‘Camino’, Historia de la redacción, Estructura del libro.

2. Se encuentran estos Cuadernos en las carp 5 (cuad. II a V) y 6 (cuad. VI a VIII dpdo) de AGP, sec A, leg 47. El Cuaderno I llegaba hasta marzo de 1930. «La razón que le movió a destruirlo –escribe Álvaro del Portillo en la Nota preliminar a esos Apuntes– fue que ahí había consignado muchos sucesos de tipo sobrenatural y muchas gracias extraordinarias que le concedió el Señor» y «no quería que, basándonos en esos dones extraordinarios, le tuviésemos por santo, cuando no soy más que un pecador».

3. Los Cuadernos son todos apaisados, menos este VIII dpdo, que es prolongado o vertical; y todos son rayados, menos el V, que es cuadriculado. Todos tienen pastas de hule, menos el II y el III, que tienen las pastas de cartón. Las hojas están numeradas sólo en el anverso, ángulo superior derecho. Da la impresión de que el Autor va numerando conforme escribe las hojas; además, utiliza esa numeración, mientras escribe, para hacer remisiones.

4. Descripción infra § 4.

5. Estos cuatro documentos, de puño y letra del Autor, son las cuatro primeras relaciones de la carp 2 de AGP, sec A, leg 47. Las notas de los Ejercicios que hizo en Pamplona (1937) y en Silos (1938) las escribió sobre el Cuaderno VIII dpdo.

6. Cuaderno de 50 hojas rayadas y dos de respeto no rayadas, ni numeradas. En la hoja 1 el Autor recortó más de la mitad de la hoja, de manera que ahora sólo pueden leerse las cinco últimas líneas de hoja 1r y 1v.

7. Cuaderno de formato idéntico; parece que las hojas que le faltan en la parte anterior fueron arrancadas antes de empezar a escribir.

8. Más dos de respeto, no rayadas. La última de estas dos está escrita por el Autor, sin numerar.

9. Más una hoja escrita sin numerar. Siguen 21 hojas en blanco.

10. El Cuaderno VIII tiene 100 hojas, con las dos partes (1ª y 2ª) que hemos dicho. Quedan 26 hojas en blanco.

11. «Cuartillas» en un sentido genérico: escribir «unas cuartillas» no indica necesariamente «cuartillas» en sentido propio. Pueden ser, por ej, «octavillas», como el mismo Autor afirma

12. En 1948, en una rememoración manuscrita de su primer encuentro con el P. Sánchez, que sería su confesor y director espiritual durante todo el período que a nosotros nos afecta, escribe el Autor: «Quedamos en que yo le llevara unas cuartillas –un paquete de octavillas, era–, en las que tenía anotados los detalles de toda la labor. Se las llevé. El P. Sánchez se fue a Chamartín un par de semanas. Al volver, me dijo que la obra era de Dios y que no tenía inconveniente en ser mi confesor» (Apínt, Apd XII, nº 1866, Roma 14-VI-1948). En el Cuaderno II, nº 72, ya había relatado la citada entrevista, que tuvo lugar el sábado 5 de julio de 1930; y a continuación (nº 73) se lee: «El domingo, día 6 de julio, entregué al P. Sánchez estas cuartillas, en el Patronato, cuando vino a los exámenes de la Preservación de la Fe. El lunes 21 del mismo mes, en Chamartín, me devolvió las notas».
Digo esto porque en los Cuadernos se mantiene siempre la secuencia cronológica.

13. Entiendo que fue a raíz del 21 de julio de 1930, día en que el P. Sánchez le devuelve las 235 cuartillas que le había entregado. En junio las había dado a leer a un joven estudiante de Arquitectura, José Romeo, el primero que se acercó al Opus Dei. Su testimonio, escrito en 1934, es en este sentido del máximo interés: «Cuando en junio de 1930 vine a examinarme, me quedé ya con mi padre en Madrid puesto que aquel verano trasladaron la casa de Zaragoza a la que habíamos de tener en Madrid. Me hospedé en Miguel Moya 4, donde estaba mi padre. En un cuarto de aquella casa leí las octavillas que me dio el Padre para que aprendiese más sobre el estado a que Dios me llamaba. Eran las que él llamaba «catalinas» pero que entonces no habían adoptado la forma de los Cuadernos» (José Romeo, Testimonio manuscrito, Madrid 1934, pg 4; AGP, sec A, leg 12, carp 4, exp 1). La expresión de Romeo («el estado a que Dios me llamaba») es deudora de la terminología de la época: San Josemaría le dio los papeles para que conociese mejor el Opus Dei, en el que no hay cambio de estado. ―José Romeo Rivera (1912-1985) había nacido en Zaragoza y era estudiante de arquitectura en esos años. Conoció al Autor en 1926, en Zaragoza, por medio de su hermano Manuel, compañero de Escrivá en la Facultad de Derecho. Cuando José se trasladó a Madrid, en 1929, para hacer sus estudios universitarios, volvió a ponerse en contacto con el Autor y participó en sus proyectos apostólicos. Vid Vázquez de Prada, I, pgs 446-448.

14. Apínt, nº 95, en Cuaderno II, pg 43r. Hay, pues, que distinguir, entre lo que el Autor llamará «las primitivas cuartillas» (Cuaderno IV, nº 414, 24-XI-1931), y ya antes las «primeras cuartillas» (Cuaderno II, nº 69, 16-VI-1930), que son las entregadas al P. Sánchez, y el resto de las cuartillas, las escritas desde el 21 de julio de 1930 hasta el 23 de octubre de ese mismo año: las que se pusieron «a la cola» para ser transcritas.

15. En el Cuaderno II se alude a las cuartillas números 158 (Apínt, nº 36), 165 (Apínt, nº 36) y 235 (Apínt, nº 72). Las cuartillas estaban numeradas por un solo lado: era el estilo habitual del Autor.

16. Cuaderno IV, nº 273, 8-IX-1931. La primera cursiva es mía. Sobre este pasaje del Cuaderno vid com/103 nt 82. El texto continúa: «Y después, ayer tarde, hoy mismo, cuando he vuelto a leer estas palabras (pues, –repito– como si Dios tuviera empeño en ratificarme que fueron suyas, no las recuerdo de una vez a otra) he comprendido bien que Cristo-Jesús me dio a entender, para consuelo nuestro, que «la Obra de Dios estará con El en todas las partes, afirmando el reinado de Jesucristo para siempre».

17. La adición no tiene fecha, pero por la letra, la tinta y la grafía no parece muy posterior a la del texto.

18. Álvaro del Portillo así lo explica en la Nota preliminar a los Apínt: «Después las transcribía en cuartillas con una redacción completa, y finalmente las pasaba a estos cuadernos».

19. Cuaderno VI, nº 838, 2-X-1932: «Mañana voy a Segovia, a ejercicios, junto a S. Juan de la Cruz. He pedido, he pordioseado mucha oración. Veremos»; cursiva del original. Nº 839: «Día 14 de octubre de 1932: aparte guardaré los apuntes de mis ejercicios espirituales».

20. Valentín María Sánchez Ruiz S.J. (1879-1963). Fue confesor del Fundador del Opus Dei desde 1930 hasta 1940. No tuvieron relación durante los años de la guerra civil y, antes, durante algún tiempo, con motivo de la expulsión de la Compañía en la República. El P. Sánchez hizo una labor benemérita en el mundo de las publicaciones católicas, a través de la editorial «El Apostolado de la Prensa». Fue muy conocido su Misal para uso de los fieles.

21. Apínt, Apd XII, nº1866, Roma 14-VI-1948.

22. «Quemé uno de los cuadernos de apuntes míos personales –hace años–, y los hubiera quemado todos, si alguien con autoridad y luego mi propia conciencia no me lo vedaran» (Ibidem, nº 1862).

23. Desde luego, no antes de 1935. Hay en el AGP un paquete de fichas manuscritas sacadas de los Cuadernos por el propio Josemaría Escrivá (en cada una pone el Autor la referencia al Cuaderno y a la página), en las que hay textos de los ocho cuadernos escritos hasta entonces, incluido el primero. La confección de estas fichas hay que situarla, como digo, en torno a 1935.

24. Y la razón de los dos o tres que se conservan es muy clara. Por ej, porque el Autor aprovechó el dorso para hacer el guión de una meditación, y los guiones los guardaba. Vid la «cuartilla» descrita en com/172.

25. Apínt, Apd XII, Roma 14-VI-1948, nº1862.

26 Notas del coloquio de Caracas, 9-II-1975; texto en AGP, sec P, leg 4, 1975, pg 142. El gran reencuentro con los Cuadernos fue al regresar a Madrid al término de la guerra civil. Los había conservado su madre y los releyó. Puede ser ésa la fecha, abril de 1939, en la que quemó el Cuaderno I y la colección de cuartillas.

27. Cuaderno IV, nº 409, 22-XI-1931.

28. Cuaderno V, nº 805, 12-VIII-1932.

29. Cuaderno IV, nº 230, 15-VIII-1931.

30. Cuando el lector se encuentre en el Comentario los pasajes de Apínt que consideramos fuente de puntos de C, distinguirá fácilmente en cuál de estos cuatro sectores o niveles encaja el texto de que se trate. De ordinario no hemos estimado necesario hacerlo constar.

31.Sebastián Cirac Estopañán (1903-1969), nacido en Caspe (Zaragoza). Sacerdote, canónigo de Cuenca y catedrático de Griego en la Universidad de Barcelona. Conoció y trató al Autor en los años treinta, llegando a ser uno de los primeros sacerdotes que se asociaron al apostolado del Fundador del Opus Dei, antes de la guerra. En 1934 se trasladó a Alemania, por motivo de estudios. Mantuvo el trato, la amistad y la confianza con San Josemaría hasta el final de su vida.

32. Carta de Sebastián Cirac a Josemaría Escrivá, Toledo 13-vi-1940; AGP, sec A, leg 55, carp 3, doc 9. Ese encuentro con el Autor de C, al que se refiere Cirac, tuvo lugar a finales de

 33.   1930. Cuartillas, papeletas, octavillas... ¿Se trata de lo que el Autor llamará después las «cuartillas primitivas»? En todo caso, las «primitivas cuartillas» son las que el Autor señala muy exactamente en el nº 73 de sus Apínt, cuando, transcrita la hoja 233, explica en la 234 –con fecha sábado 5 de julio de 1930– cómo el domingo entregó este material al P. Sánchez en el Patronato de Santa Isabel. Vid supra, en este mismo § 3, la nt 11.
La historia de la redacción de Camino es en gran parte fruto de esta riqueza espiritual: primero, la edición a velógrafo de Consideraciones Espirituales en dos fascículos; luego, el opúsculo del mismo título; finalmente, el libro que nos ocupa. —Un dato sobre este crescendo. Las consideraciones que contiene el fascículo proceden: 6 tal vez del Cuaderno I de Apínt (el que quemó), otras 6 del Cuaderno II, 10 del III, 44 del IV, 112 del V, 8 del Apd I (sus notas de los EjEsp en Segovia) y 61 del Cuaderno VI, que era en el que iba escribiendo cuando puso punto final y mandó mecanografiar el texto. Vid infra nt 42.

34. Apínt, nº 263, 2-IX-1931; cursiva del Autor.

35. Apínt, nº 167, 23-II-1931.

36. Apínt, nº 446, 3-XII-1931.

37. Apínt, nº 713, 10-V-1932.

38. Esto lo entendió muy bien don Leopoldo Eijo Garay, entonces Obispo de Madrid. Cuando hacía alguna sugerencia a Escrivá, enseguida añadía: «pero yo no puedo meterme; eso es cosa suya con Dios» (cfr Nota autógrafa del Fundador, 19-III-1941; AGP, sec A, leg 4, carp 12, doc 5). —Esta clara distinción es la que aplicaba personalmente San Josemaría, con toda delicadeza, en su tarea de dirección espiritual de personas que pertenecían o estaban en relación con instituciones de la Iglesia: «En 1927, tenía yo unos 25 años, me confesaba con el P. Rubio, S.J., Director del Patronato de Enfermos que llevaban las Damas Apostólicas. […] Me parece que mi hermana María Luisa, cuando no estaba el P. Rubio, se confesaba con don Josemaría y me comentó, en alguna ocasión, cómo le había impresionado su humildad: cuando le consultaba algún asunto que pudiera relacionarse con el Patronato, le contestaba siempre que le orientaría mejor el Director del Patronato [San José María Rubio]» (Emilia Zabaleta Corta, Testimonio, Las Palmas 19-VIII-1975; AGP, sec A, leg 100-59, carp 1, exp 9, doc 1).

39. Nt 759 a Apínt.