En los primeros días de abril de 2002 vio la luz la edición crítico-histórica de Camino, preparada por el Prof. Pedro Rodríguez. Era la culminación de varios años de trabajo y el cumplimiento de deseos y proyectos aún más antiguos. Recuerdo con claridad el momento en que se presentó don Pedro Rodríguez en mi despacho de Madrid, por el verano de 1997. Trabajaba yo entonces en la Oficina para las Causas de los Santos que la Prelatura del Opus Dei tiene en España. Uno de los cometidos de esta oficina fue, desde 1975, recoger documentos, cartas, testimonios y todo género de material necesario y útil para fundamentar los múltiples aspectos biográficos de Josemaría Escrivá. Pues bien, en aquel día de verano nos encontrábamos en mi despacho tres o cuatro personas y nos comunicó el comienzo de sus trabajos sobre Camino.
Era una información interesada pues, a la vez, pedía nuestra colaboración, especialmente en el campo de la documentación. Por supuesto que nos mostramos enteramente dispuestos a proporcionarle lo que estuviera en nuestra mano. En realidad, y a primera vista, había en nuestra Oficina abundante información dispersa, pero sin apenas elaborar, porque si bien es cierto que desde julio de 1975 la idea de buscar y organizar la documentación sobre Camino y sus orígenes nos había rondado las cabezas, las urgencias de lo inmediato impidieron que aquello tomara cuerpo. Algunas cosas habíamos abordado, pero se encuadraban más en el campo de los bocetos y proyectos que en el de los trabajos medianamente completos. Y todo ello, claro está, desde el punto de vista de la documentación histórica: no había nada previsto de crítica textual y apenas se había considerado la perspectiva teológica.
Durante estos años he hablado muchas veces con don Pedro, especialmente desde mi traslado a Pamplona como investigador del Centro de Documentación y Estudios Josemaría Escrivá de Balaguer y, a pesar de que me califica –en sus palabras “Al lector”– como su interlocutor habitual, nunca le he preguntado qué idea se había forjado sobre el resultado final, cuando comenzó esta tarea. Sí conozco la que yo tenía. No me detendré en ella, pues carece de interés para el lector, pero puedo afirmar que el libro va mucho más allá, con creces, de lo que yo había imaginado. Como he tenido la oportunidad de conocer esta edición desde las primeras fases de su gestación, puedo afirmar que no es que haya “sorprendido al libro en su hacerse”, sino más bien que el libro me ha ido sorprendiendo mientras se hacía.
Afirman los griegos que en el inicio de la filosofía es necesaria la capacidad de admirarse ante la realidad. Sin ese asombro no surgen los interrogantes ni la inquietud inquisitiva. Pues bien, a lo largo de estos meses he podido advertir cómo el autor recibía los nuevos aportes documentales: nunca fue una recepción fría y distante, sino cálida, con admiración, manifestada incluso al recibir materiales de menor importancia. A todo ello hay que añadir un cierto aire de gozo y entusiasmo por el progreso de la investigación. Pienso que la admiración y el entusiasmo se deben, por una parte, a la personalidad del autor; pero también –y en gran manera en esta obra– a que nunca trató el tema de este estudio, Camino, como un objeto de frío análisis de laboratorio, sino de modo interesado, con cercanía afectiva, como una realidad que era parte de su propia vida.
Considero que precisamente por eso, por ser una investigación interesada, se ha llegado a una indagación prácticamente exhaustiva de las fuentes, de los contextos históricos y de la vida que se encierra en el conjunto de los puntos del libro. Y al mismo tiempo, esa proximidad vital que se descubre a lo largo del trabajo, no le ha hecho perder la objetividad. Es más, el mismo amor al libro exigía mostrar la realidad tal como surgía, en su verdad más profunda, sin maquillar tal o cual aspecto que pudiera parecer menos positivo para el Autor de Camino, o para la imagen del libro. A esto pienso que apunta la afirmación del Dr. Martí Bonet, al decir que la historia de los grandes movimientos espirituales de estos veinte siglos de Cristianismo “conviene presentarla con toda claridad y fortaleza crítico-histórica”, basada en “fuentes históricas verdaderas”; para concluir: “la buena historia” deben hacerla historiadores implicados existencialmente en esas grandes corrientes históricas.
La aparición de la edición crítico-histórica de Camino ha coincidido con el Centenario del nacimiento de su autor, Josemaría Escrivá, recientemente canonizado, y estuvo precedida por la creación del Instituto Histórico Josemaría Escrivá, uno de cuyos principales proyectos es la publicación y análisis científico de sus Obras Completas. De este modo, se han dado cita, en la edición de Camino que nos ocupa, el mismo libro, el centenario y el proyecto de edición de las Obras Completas. Si se puede calificar esta edición de “obra magna”, también se puede atribuir el calificativo de magno al proyecto de las obras completas.
Tres presentaciones y una sesión académica
La presentación oficial del libro tuvo lugar el día 13 de marzo de 2002, en Madrid. Digo oficial porque es la que estuvo formalmente a cargo de Ediciones Rialp y del Instituto Histórico Josemaría Escrivá, entidades promotoras del libro. Era lógico que Madrid fuera la sede del evento. Fue en esta ciudad donde Josemaría Escrivá compuso la mayor parte de Camino y donde se imprimieron artesanalmente los dos precedentes del libro, las Consideraciones Espirituales de 1932 y 1933. La presentación tuvo lugar en el salón de actos de la Fundación Ramón Areces, institución de alto prestigio científico que, entre otros fines, fomenta la investigación y el trabajo en los fondos archivísticos y documentales de España.
En el local, cómodo y elegante, con algo más de quinientas plazas, se encontraban más de seiscientas personas, muchas de ellas de pie. Entre el público, en lugar preferente, se encontraba el Nuncio de Su Santidad en España, Mons. Antonio Monteiro. Presentaron el libro el Cardenal Alfonso López Trujillo, Presidente del Pontificio Consejo para la Familia, y el Prof. Antonio Fontán, Catedrático emérito de Filología Latina de la Complutense, ex-presidente del Senado español y actual Presidente del Real Patronato de la Biblioteca Nacional. Estuvieron acompañados por el Prof. José Luis Illanes, Director del Instituto Histórico Josemaría Escrivá, y por el responsable de esta edición, el Prof. Pedro Rodríguez. Presidía la sesión don Miguel Arango, Director General de Rialp, la casa editorial que publica el libro. El público –hombres y mujeres de cultura, muchos profesores universitarios– asistió con atención y se percibía el deseo antiguo de poder contar con una obra de estas características. Al terminar el acto, una larga fila de personas esperaba pacientemente que el Prof. Rodríguez estampara algunas palabras en los ejemplares que habían adquirido.
Valencia quiso tener su propia presentación del libro. No en balde fue la ciudad que acunó a la edición príncipe de Camino: allí se hicieron, en efecto, los trabajos de edición y allí Camino vio la luz el día 29 de septiembre de 1939. Diversas entidades “presionaban” en este sentido. Tomó la batuta el Colegio Mayor La Alameda, heredero del Cubil, aquel pequeño piso de la calle de Samaniego 9, donde se almacenaron, en un primer momento, los ejemplares de la primera edición. Cuando salió la edición príncipe no hubo acto de presentación. El libro había nacido discretamente, y de manera casi familiar comenzó también su difusión. Pasados más de sesenta años de aquel acontecimiento, se daban ahora las circunstancias para mostrarlo al público con una publicidad que entonces no tuvo y en un acto que quería ser, a la vez, homenaje al Autor y al libro. El acto tuvo lugar en el Palacio de Congresos, moderno edificio de gran capacidad, que acogió a las más de mil quinientas personas que asistieron al acto el día 18 de abril de 2002, en un ambiente de contenido tono festivo. Coordinaba y moderaba la sesión la escritora valenciana Amparo Catret.
Los ponentes fueron en esta ocasión Mons. Manuel Ureña, Obispo de Cartagena, la Prof. María Caballero, Titular de Literatura Iberoamericana de la Universidad de Sevilla, y el Prof. François-Xavier Guerra, Catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de La Sorbona (París 1), con palabras finales del Prof. Pedro Rodríguez sobre Valencia y la edición de Camino. Las intervenciones analizaron el libro desde las perspectivas antropológicas, históricas y literarias, propias de las especialidades de los ponentes.
Unos días más tarde, el 29 del mismo mes, se presentó el libro en Barcelona. La traducción catalana de Camino, la primera en España después del original castellano, reclamaba la presentación del libro en la Ciudad Condal, referencia indiscutible en el mundo editorial de España. Ya había sido Barcelona, en 1940, un foco de la primera “distribución” de Camino y allí el libro tuvo su primera contradicción, basándose en la interpretación sesgada de algunos de sus puntos por parte de ciertos eclesiásticos. Con el paso de los años aquello se contempla como lo que fue: una providencia de Dios, que ayudó a madurar y consolidar los primeros pasos del Opus Dei, y no sólo en tierra catalana. Pero la anécdota hace simbólico el hecho de que la presentación de la edición crítica de Camino tuviese en Barcelona un contexto fundamentalmente eclesiástico: presidía el Obispo emérito de Lérida, Mons. Ramón Malla, en nombre del Cardenal Arzobispo de Barcelona, que estaba esos días en Roma; y la sesión tenía lugar en la bellísima “Pia Almoina”, sede del Archivo y del Museo diocesano, a la vera de la Catedral. En el acto, al que pudieron asistir las trescientas personas que admiten las distintas salas de la Pia Almoina –dotadas de una excelente red de grandes pantallas de televisión–, intervinieron el Dr. Josep Maria Martí Bonet, Archivero Capitular, Delegado del Patrimonio Cultural del Arzobispado y Profesor de Historia de la Iglesia de la Facultad de Teología de Cataluña, y la Dra. en Filología Guadalupe Ortiz de Landázuri. En sus intervenciones destacaron el valor historiográfico y las peculiaridades de esta edición crítico-histórica.
La Universidad de Navarra, hogar científico de la investigación que lleva a la edición crítica de Camino, quiso dedicar una solemne sesión académica, desde la perspectiva de la nueva investigación, al estudio del célebre libro de su Fundador y primer Gran Canciller. Tuvo lugar el día 13 de junio, en el Aula Magna de la Universidad y estuvo presidida por el Prof. José María Bastero, Rector Magnífico. Junto al autor de la edición, intervinieron otros tres miembros del Claustro Académico: Ignacio Arellano, catedrático de Literatura Hispánica, que estudió la edición crítico-histórica de Camino en cuanto edición de un texto; Jutta Burggraf, profesora de la Facultad de Teología, que consideró la dimensión espiritual de Camino; y José Morales, también profesor de la misma Facultad, que hizo lo propio con la dimensión formalmente teológica del libro editado.
La edición crítica de Camino y las Obras completas
Por su propia naturaleza, de las diversas sesiones que he descrito sólo han podido beneficiarse los asistentes a ellas. Y sin embargo, unas intervenciones tan cualificadas y tan finamente analíticas, como las que tuvieron lugar en esas ocasiones, tendrían que estar disponibles para muchas otras personas interesadas en el tema. Así lo han pensado, sin duda, tanto el Instituto Histórico Josemaría Escrivá como las Ediciones Rialp, al encargarme reunir y ensamblar esos textos, que presento aquí unidos bajo el título En torno a la edición crítica de Camino. Análisis y reflexiones.
No fueron, en efecto, disertaciones más o menos laudatorias del autor y de su obra. Se trata, como podrá comprobar el lector, de verdaderos estudios que orientan en el análisis y captación del contenido de la obra. Por fuerza, son breves –aproximaciones las califica el Prof. Morales–, pero señalan la naturaleza específica del trabajo, el contexto histórico, literario y teológico, y apuntan las grandes líneas de fuerza de la investigación contenida en el libro. Se constituyen por sí mismos en una guía de lectura de la edición crítica partiendo de la reflexión y del análisis de unos lectores tan cualificados como los ponentes de aquellas sesiones. Al disponerlos para la publicación, me ha parecido oportuno articularlos desde una lógica interna que facilite al lector la visión de conjunto de las cuatro sesiones.
En primer lugar, las palabras del Prof. José Luis Illanes en la presentación en Madrid. Explica en ellas el marco general del proyecto de las Obras Completas de Josemaría Escrivá: el propósito es hacer una «cuidada edición de carácter crítico, con la historia del texto y de su redacción, notas históricas o filológicas, etc.» de cada una de las obras del Fundador del Opus Dei. El conjunto de las Obras Completas se agrupará en cinco grandes Series: Obras publicadas, Obras no publicadas, Epistolario, Autógrafos y Predicación oral. Pues bien, el primer volumen de este proyecto es la edición crítico-histórica de Camino, que marca la pauta y señala el nivel de las siguientes publicaciones.
El resto de las intervenciones van ya directamente a este libro y a sus aspectos más específicos, que corresponden a los tres grandes campos: histórico, filológico y teológico.
La edición crítica en perspectiva histórica
Abre este apartado la breve pero enjundiosa disertación del Dr. Martí Bonet, cuyo título, La importancia de las ediciones críticas, sirve para encuadrar y valorar el trabajo del Prof. Rodríguez. Insiste el Dr. Martí Bonet en la gran utilidad, demostrada por la historia, de documentar los movimientos y corrientes de espiritualidad que jalonan la vida de la Iglesia –y en ese contexto hay que encuadrar Camino y el Opus Dei– en fuentes históricas verdaderas. «Así se ha hecho con otros movimientos de espiritualidad en el transcurso de la historia de la Iglesia». La edición crítico-histórica de Camino logra holgadamente estas expectativas según el historiador catalán.
El Prof. Xavier Guerra, a continuación y desde la condición que le proporciona ser especialista en Historia Contemporánea, considera esta edición como un trabajo irreemplazable –así titula su exposición–, se muestra sorprendido por «la abundancia de las fuentes», por el trabajo inquisitivo «sobre estos materiales para rastrear el origen de cada punto» y por la «reconstrucción extremadamente detallada del contexto de redacción». Por todo ello afirma que estamos ante «una verdadera obra histórica de consulta» para toda ulterior investigación sobre Josemaría Escrivá y el Opus Dei. Y desde el punto de vista del estudioso de la historia, se adentra en la génesis e historia del texto, en el trabajo de “despersonalización” que el autor efectúa sobre sus textos, y en el resultado, que califica de paradójico: un libro universal y atemporal que, al mismo tiempo, está profundamente enraizado en la realidad española de aquella época. También analiza el ambiente cultural y las corrientes de espiritualidad que se deducen del estudio de las fuentes y señala, junto con los puntos comunes a la espiritualidad católica de los años treinta, la originalidad del mensaje espiritual y del apostolado que llevó a cabo Josemaría Escrivá.
Finalmente, el Prof. Antonio Fontán. Afronta su exposición desde su particular relación personal con Camino y con su autor, que se remonta a comienzos de los años cuarenta; el mismo título de su exposición –«Camino de siempre, Camino novedoso»– insinúa que el tema va a ser tratado sin despojarse de su experiencia personal. Filólogo, lingüista e historiador, su exposición está muy determinada por su formación académica. Pero su larga trayectoria en la vida pública hace que su exposición trascienda límites y adquiera rasgos propios de un intelectual de amplia visión. El Prof. Fontán, tras analizar las distintas fases de Camino, hasta la edición de 1939, hace una valoración primera de las fuentes para resaltar la relación de Camino con la vida espiritual del autor, y afirmar que es un «libro vivido», no «sacado de otros libros o de la cabeza de alguien». Esa realidad se manifestará en la arquitectura del libro, que es, a su vez, un programa de vida; en su escritura, predominantemente dialógica, con dotes de gran comunicador; y en su lenguaje, que manifiesta una familiaridad con Jesús y los personajes evangélicos y establece con inmediatez la conexión entre la doctrina evangélica y la vida del cristiano corriente. Tras unos comentarios sobre «la gente, los trabajos y la naturaleza» concluye su exposición con unas palabras que son como una glosa del título: «el Camino que se lee en la presente edición es un Camino explicado, que no deja de ser el Camino de siempre, pero que al mismo tiempo resulta un Camino novedoso».
La perspectiva filológica
Comienza la tarea el Prof. Ignacio Arellano, Catedrático de Literatura Hispánica, con un trabajo de precisión conceptual: explica el significado y la finalidad de las ediciones críticas desde el punto de vista filológico para señalar, acto seguido, que esta edición de Camino «va mucho más allá de la sola tarea textual», de fijación del texto, que es lo específico de toda edición crítica. Esta edición levanta «el plano de la construcción del libro» y coloca «las señales indicadoras» para penetrar en el contexto vital e histórico del texto y ayudar a la comprensión de su enseñanza. Tras señalar algunos ejemplos clarificadores del valor del trabajo, termina con una observación sobre el valor y la calidad de la Introducción General, cuyas páginas no son, en este caso, sólo para especialistas de crítica textual y, por tanto, de árida condición, sino más bien apasionantes, a la vez que mantienen en todo momento el nivel técnico que este tipo de trabajos exigen.
La filóloga Ortiz de Landázuri recoge el tema en el lugar donde lo dejó el Prof. Arellano y se explaya en explicar por qué esta obra va más allá de lo que se considera una edición crítica: porque «amplía enormemente el estudio de campo» pues abarca también «la vida del autor en tanto en cuanto ha podido influir en la redacción del libro y de cada frase del libro». Es el sorprender al texto en su hacerse. A esto se añade la gran memoria histórica, que se manifiesta en el número sorprendente de documentación archivística que incluye el estudio. Tras unas consideraciones sobre el trabajo que llama de interpretación y sobre la disposición de los materiales, concluye con unas reflexiones, breves pero de gran densidad, acerca del valor literario de Camino. La calidad literaria no es, afirma, un valor añadido al texto, sino algo substancial, aunque la voluntad del autor no sea hacer literatura.
La Prof. María Caballero, experta en Literatura Iberoamericana, anuncia desde el comienzo cuál es su intención: enjuiciarlo desde una óptica lingüístico-literaria, y dejar apuntadas unas líneas directrices que configuran las peculiaridades formales del libro. La autora indica que, con vistas a su publicación, se ha permitido desarrollar algunos aspectos y añadir notas de documentación sobre el texto originalmente expuesto en la presentación de Valencia. En verdad, estas aportaciones aumentan la calidad científica del trabajo y le otorgan un carácter de monografía. La Prof. Caballero hace una primera consideración sobre el valor de los contextos –sociales, políticos, eclesiológicos, literarios, culturales, etc.– que se encuentran en la génesis de los puntos del libro. Todo ese material queda articulado en esta edición bajo la forma de “glosa”: «un comentario que ilumina el sentido [...], que se adapta como el guante a la mano a lo que pide cada punto». A continuación, la autora analiza el epígrafe del Género literario de Camino, contenido en la Introducción General para pasar a relacionar, en un epígrafe posterior la conexión que descubre, en el Autor de Camino, entre la secularidad y los recursos retóricos empleados. Después de estudiar cómo lo autobiográfico se transforma en dialógico, se detiene en un amplio y sugerente estudio que lleva por título: «la relación con el “tú”: distintas estrategias apelativas». Por último, califica el estilo de Camino de «conciso, directo, abierto a lo universal», para concluir que es «el libro de un hombre de Dios».
La perspectiva teológico-espiritual
Esta edición crítica lo es de un libro de profunda densidad espiritual y, por tanto, teológica. Es la tercera perspectiva de los textos aquí reunidos. Cuatro de ellos van directos al tema.
En primer lugar al Cardenal Alfonso López Trujillo, que inicia la comunicación recordando su experiencia personal del encuentro con Camino en los días de su juventud. Este punto de partida da a la disertación un tono personalista: en la lectura meditada del libro se percibe «cabalmente cómo se establece un circuito dialéctico» entre tres personas: el Señor, por medio del mensaje vital, «repleto, penetrado de Dios»; el autor que presenta el mensaje con premura; y el lector que se siente interpelado. Sobre el mensaje, «se tiene la sensación de un mensaje ‘trasvasado’ desde la abundancia de Dios, que llega hasta nosotros en la comunidad eclesial». Del autor afirma que deja circular «la experiencia de su intimidad con Dios», haciéndose cauce porque esas experiencias «pasan por él, pero no culminan en él, sino que remiten al Señor». Como consecuencia, el lector se siente llamado «a las puertas de su corazón» y herido «con algún pensamiento». Como síntesis feliz de estas ideas puede servir esta frase: «sólo los santos son contemporáneos de Dios y de los hermanos». Concluye su exposición con unas reflexiones, en perspectiva pastoral, sobre la «intuición doctrinal que refleja un modo específico de mirar a Dios y también al mundo». Esta intuición, ya presente en Camino, es la vocación a la santidad en la dimensión peculiar secular, que implica la realidad del trabajo, la coherencia entre la fe y la vida, la insistencia en el bautismo como fundamento de la llamada radical a la santidad.
La Prof. Jutta Burggraf enfoca su ponencia desde la teología espiritual, como indica el título de su intervención: «Dimensión espiritual de Camino». En el preludio de su ponencia nos brinda lo que denomina «observación previa»: lo que no fue Josemaría Escrivá –catedrático de universidad, arquitecto o brillante teólogo– porque decidió dedicar su vida a otra misión, «mostrar un camino hacia una felicidad profunda y duradera, un camino hacia Cristo». Por la perseverancia en esta tarea, se convirtió en «un maestro espiritual». Desde esta perspectiva, desglosa el itinerario hacia Dios en las cuatro realidades mencionadas en el Prólogo de Camino –«camino, oración, amor y alma de criterio»–, que le brindan las cuatro partes de su intervención, sirviéndose para ello –dice– de la «reconstrucción de la intención originaria del Autor de Camino» y de «las claves de interpretación que emergen de la Edición crítica del profesor Pedro Rodríguez». El trabajo de la Dra. Burggraf adquiere los rasgos de una meditación teológica muy personal. Las cuatro “realidades” que encuentra nombradas en el prólogo le permiten focalizar en torno a ellas el mensaje de Camino. La realidad “camino”, para Burggraf leyendo Camino, es Cristo alcanzado en la fe, que está al principio y al final del “camino”. La otras dos “realidades” (“oración” y “amor”) le llevan a una sencillísima e interesante lectura de los “caminos de oración y de Amor”, la frase del prólogo que le sirve de guía: “oración” es la relación cristiana (de amor) con Dios y “amor” es la proyección de esa relación en la relación con los hombres. La dinámica de esa doble relación va configurando al cristiano con Cristo hasta hacerle un “alma de criterio”, la cuarta “realidad” que Jutta Burggraf ve realizarse en Camino de manera prototípica en el itinerario del Apóstol Pedro. Sin perder la visión de conjunto, se detiene en aspectos que, en una lectura menos atenta, podían pasar inadvertidos. Ella, sin embargo, aumenta el detalle hasta darle un cierto aire de sustantividad a realidades que, de hecho, sólo tienen vida en el conjunto. Así se entiende mejor, a mi parecer, la conclusión de su trabajo: si seguimos el camino que Josemaría Escrivá «nos señala, estamos abiertos para las sorpresas divinas. [...] Tenemos los pies en la tierra, la mirada en el cielo y una gran esperanza en el corazón. Si andamos es para llegar».
Si en la intervención anterior he hablado de la capacidad de aumentar el detalle, el Prof. José Morales, Ordinario de Teología Dogmática de la Universidad de Navarra, compara esta edición a una visión del libro «en pantalla gigante», pues nos permite leerlo en varias dimensiones. Asienta desde el comienzo «la naturaleza estrictamente espiritual de Camino», compatible, a su vez, con unas dimensiones teológicas latentes en todas sus páginas. Es un libro de espiritualidad, pero no es una obra ajena a la teología, pues «el valor propiamente teológico de Camino se subordina a su valor espiritual». Por otra parte, aun siendo un libro teológico, «no puede llamarse libro de teología». Es teológico porque «se asienta en la coherencia y alta inteligibilidad del misterio cristiano que lo fundamenta», lo que permite extraer líneas de reflexión teológica. Entre esas líneas de reflexión teológica posibles, el Prof. Morales destaca en primer lugar, las consideraciones sobre la «fe pensada»: «Camino presta, desde Dios, un homenaje a la razón humana, sin someterse a ella en ningún momento ni hacerle concesiones indebidas». Después, con ocasión de exponer la estructura teológico-espiritual de Camino que señala el autor de la edición crítica, aporta su propia manera de comprensión, no de esa estructura, sino de la teología que subyace a Camino. Ésta tendría dos focos, a modo de elipse: la gloria y el amor de Dios, de un lado; y la gracia cristiana como sanadora y elevante de la persona humana hacia su destino eterno. Los presenta como dos centros siempre en relación, que permiten tomar el pulso teológico del libro, como se comprueba en la parte central de su exposición. La conclusión es que «la dinámica de las ideas y de las vivencias que han construido Camino lleva afirmar [...] el principio siguiente: cuanto más humano el hombre, más cristiano; y viceversa: cuanto más cristiano, más humano».
En este punto enlaza la intervención de Mons. Ureña. En su exordio reseña el carácter poliédrico de Camino y la consiguiente dificultad de individuar los aspectos teológicos. Seguidamente, resalta con fuerza «la perfecta estructura católica del pensamiento de Josemaría Escrivá», que concreta en dos características. La primera es la antropología realista, que acentúa, «a la vez, la autonomía y la heteronomía del hombre». El hombre es autónomo «porque no está encadenado a priori por una serie de mecanismos psicofísicos [...] que impedirían que el hombre buscase la verdad y se religase a ella». No hay en Camino ningún asomo de nihilismo, antes bien, se encuentra en sus páginas una constante incitación «al hombre a que se conozca a sí mismo, a que cobre conciencia de su autonomía». Asentado este extremo, entran las matizaciones: la autonomía no es absoluta, sino relativa; el referente es Dios; por consiguiente hay que afirmar a la vez una radical heteronomía, cuyas manifestaciones son la apertura a Dios, el dejarse interpelar por Dios, el acoger a Dios a través de Cristo y por medio de la acción del Espíritu Santo. La consecuencia es que el hombre, por sí mismo, no puede nada, pero con la gracia lo puede todo. La segunda característica señalada por Mons. Ureña es «la concepción actualista del ser humano, que es fruto de una antropología de sesgo marcadamente personalista». Los actos son expresión de la persona humana, y es en el acto, «donde se dirime el problema [...] de la salvación del hombre. [...] Es en el acto, no sólo en la intención, donde se libra la batalla humana». Esa intuición es la que se encuentra en la base de otra intuición, característica del mensaje de Josemaría Escrivá: la santificación de la vida a través de los actos de la vida ordinaria. En esos actos, el hombre se perfecciona a sí mismo, porque en ellos Dios «actúa en el hombre que actúa», convirtiendo los actos del hombre en fuente de salvación.
Después de la intervención de Mons. Ureña sólo queda leer las palabras del autor de esta edición de Camino, el Prof. Pedro Rodríguez. Considero que no procede hacer presentación alguna ni del autor ni de su exposición. Que sea el lector quien haga la valoración. Sí considero necesario advertir que el texto tiene presentes todas las intervenciones del editor en los distintos actos de presentación, aunque está especialmente articulado sobre la disertación que realizó en el acto académico de la Universidad de Navarra.
A la hora de ordenar los materiales del presente libro, me ha parecido interesante para el lector anteponer, a los “análisis y reflexiones” que he descrito, la conferencia que pronunció el autor de la edición crítica el 28 de junio 2001 en el Congreso “Hacia el Centenario del nacimiento del Beato Josemaría Escrivá (1902 – 2002)”, celebrado en Buenos Aires, titulada “Camino”, de Josemaría Escrivá: génesis, historia, mensaje. De hecho fue una anticipación de algunas de las líneas maestras de la edición crítico-histórica –ya entonces prácticamente terminada–, que aparecería al año siguiente. Introduce bien el ámbito de reflexión en que se mueven los demás textos.
Con la publicación de estos escritos reunidos se completa, como dije, la presentación de la edición crítico-histórica de Camino y se ofrecen, al alcance de todos, los textos que los ponentes de los distintos actos elaboraron. Desde estas líneas va mi agradecimiento a cada uno de ellos por las facilidades que me han dado. Sale este libro de “presentación” cuando ya hace meses que está en las librerías la segunda edición de la edición crítica. Un número crecido de lectores va, pues, por delante, como realizando lo que Mons. Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei, pedía a la Santísima Virgen en el prólogo de la edición crítica: «que la meditación sosegada de estas páginas se convierta en instrumento –como sucede desde hace más de sesenta años con los puntos de Camino– para acercar muchas almas a Dios».
No puede faltar, en la conclusión de estas líneas, una súplica a San Josemaría Escrivá, que fue canonizado, en la Plaza de San Pedro de Roma, el 6 de octubre de 2002, ante cientos de miles de personas procedentes de los cinco continentes, para que, desde el Cielo, ayude a todos los cristianos a iluminar «los caminos de la tierra con la luminaria de la fe y del amor».