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Han escrito sobre Camino
Importancia de las ediciones críticas
Josep María Martí Bonet. Importancia de las ediciones críticas

Los movimientos de espiritualidad tienen, en la historiografía, unas constantes históricas en sus evoluciones. Para estudiarlos y captar el verdadero sentido de estos movimientos es preciso seguir con mucha atención sus primeros años e interpretar, e incluso criticar –en un sentido positivo–, sus fuentes. Eso mismo nos sucede a cada uno de nosotros cuando queremos evocar el recuerdo, las palabras y los hechos de alguno de nuestros queridos antepasados. Por supuesto, eso mismo sucede en la transmisión de los hechos y de la doctrina de Jesús. A mí me impresionan muchísimo aquellas palabras de Papías, finales del siglo I y principios del II, Obispo de Hierápolis de Frigia, en su libro Explicaciones de los dichos del Señor(1) Dice textualmente:

«Yo aprendí muy bien de los apóstoles [ancianos] y grabé a fondo en mi memoria los mandamientos que fueron dados por el Señor a nuestra fe. Yo preguntaba siempre qué habían dicho Andrés, o Felipe, o Tomás, o Jacobo, o Juan, o Mateo, o cualquier otro de los discípulos del Señor, o qué dicen Aristión y Juan el anciano, discípulos del Señor. Marcos fue el intérprete y portavoz de Pedro y escribió con fidelidad todo lo que recordaba [el evangelio]. Él no lo había oído personalmente al Señor ni había sido su discípulo; pero después, como he dicho, fue discípulo de Pedro. Marcos escribió lo que había escuchado de Pedro referente a las sentencias y palabras del Señor. Mateo, por su parte, ordenó en lengua hebrea las sentencias del Señor o el Evangelio»(2).

Es así como los libros inspirados y reconocidos como tales por la Iglesia tuvieron en su origen una interesante evolución: primero, los hechos y las palabras de Jesús fueron transmitidas oralmente; después, estos hechos o palabras fueron recitados o leídos oficialmente; por último, se fijaron definitivamente por escrito lo que denominamos las Sagradas Escrituras. En las comunidades cristianas de la época de los apóstoles se predicaba oralmente lo que después llamaremos el Nuevo Testamento.

La Iglesia representaba la tradición viviente y era el órgano de transmisión de este mensaje bajo la acción del Espíritu Santo, pero poco a poco se intenta fijar por escrito toda esta tradición, siempre bajo la guía y la autoría principal del Espíritu Santo.

En mis treinta y cinco años de docencia y estudios sobre la historia de la Iglesia, he podido comprobar bien que existe una analogía entre las fuentes históricas de los movimientos espirituales que constantemente germinan en la Iglesia y el origen histórico de las fuentes de los evangelios. Hay que subrayar sin embargo que en los evangelios se da la autoría divina, garantía del decisivo influjo del mismo Dios sobre los citados evangelios.

Obviamente, esta autoría divina no se encuentra en las otras fuentes, si bien siempre que estas fuentes participen del verdadero “sensus evangelii” hay que respetarlas e incluso venerarlas, especialmente si estos movimientos de espiritualidad han sido aprobados por la Iglesia, como es el caso del movimiento que sustenta el libro Camino, obra capital de Josemaría Escrivá de Balaguer.

Es muy oportuno, por tanto, que después de sesenta años se haya hecho una edición crítico-histórica. Es cosa obvia que Camino es uno de los pilares del movimiento espiritual del Opus Dei, y conviene presentarlo con toda claridad y fortaleza crítico-histórica. Los epígrafes en los que el autor de la edición crítica divide el libro son significativos del profundo calado espiritual de esta obra. He aquí el enunciado de los mismos: primer epígrafe, Seguir a Cristo (oración, expiación, examen, vida interior, trabajo y Amor); segundo epígrafe: Hacia la santidad, caminar en la Iglesia (Eucaristía, Comunión, fe, virtudes y lucha interior); tercer epígrafe: Plenamente en Cristo, vocación y misión (Voluntad y Gloria de Dios, infancia espiritual, vocación y misión apostólica).

Como se ve, los temas de Camino forman el diseño según el cual, poco a poco, se irá encarnando la espiritualidad del Opus Dei. Es muy conveniente estudiar, como lo ha hecho el presente libro, las características, misión o, si se prefiere, el carisma específico. De aquí la importancia de este estudio crítico-histórico. Así se ha hecho con otros movimientos de espiritualidad en el transcurso de la historia de la Iglesia. Recordemos por ejemplo la Regla de San Agustín, la de San Benito, las obras de San Bernardo o la vida de San Francisco de Asís...

Permítanme una pequeña digresión sobre el concepto de la pobreza y la vida de San Francisco, pilares fundamentales de la espiritualidad franciscana. Fue San Francisco de Asís la figura capital del movimiento reformador espiritual del siglo XIII y, nos atreveríamos a decir, el personaje que mejor captó el significado de los consejos evangélicos en la historia de la Iglesia. Fue un auténtico don de Dios con el que Cristo obsequió a su Iglesia. Sin embargo es paradójico que en la figura sencilla, humilde y pacificadora de San Francisco se oculte uno de los enigmas más complejos y contradictorios de la historiografía. El motivo de este enigma y de la enmarañada lucha posterior tiene, en buena parte, su raíz en el hecho de que no se elaboró en el momento oportuno un estudio histórico crítico de su vida. Lo cual no ocurrió hasta 1894 cuando el protestante Paul Sabatier presentó un estudio crítico de la biografía de San Francisco.

La dificultad se podría resumir en las presentaciones contradictorias –rigoristas y moderadas– de una vida del Santo y del concepto de pobreza. Ambas tendencias querían imponerse en la Orden. Los rigoristas, por ejemplo, exigían que los franciscanos practicasen una pobreza total basándose en la vida de San Francisco. En cambio los moderados estaban convencidos de la necesidad de adaptar el gran ideal de la pobreza a la evolución de una Orden cada vez más numerosa. El enfrentamiento basado en estas dos interpretaciones de la vida de San Francisco aconsejó que se escribiese una biografía oficial y así se podría conseguir la paz interna. Efectivamente, el capítulo general de 1260 –treinta y cuatro años después de la muerte de San Francisco– confió a San Buenaventura la tarea de escribir una vida oficial. Se llamó a esta biografía Legenda Major. Una vez aceptada esta biografía las anteriores fueron quemadas pro bono pacis. Fue un gran absurdo pues la Legenda Major también era partidista y la paz interna de la Orden no llegó. Comenzaron las conocidas luchas, tan lastimosas, entre los observantes y los fraticelli, con gran peligro para la unidad de la Iglesia(3).

Nos dice, pues, la historia que es necesario que la historia de estos movimientos espirituales se base en unas fuentes históricas bien constratadas. Pero la buena historia deben hacerla los propios miembros de estos movimientos. “La verdad os hará libres”. Por eso es tan importante que se haya hecho esta edición crítico-histórica de Camino, a cargo del profesor Pedro Rodríguez. Es la base para estudiar el auténtico carisma. Carisma que se manifiesta en unos rasgos bien claros, como hemos expuesto más arriba al presentar sus epígrafes fundamentales.

Entre estos rasgos que constituyen el carisma del Opus Dei cabe subrayar –según mi opinión– la santificación a través del trabajo. Es un tema de gran interés actual.

Permitidme hacer una nueva y última digresión. Querría referirme a la gran persona y genial arquitecto que es Antonio Gaudì, de quien este año celebramos su centenario. Afirma:

«Dios continúa la creación por medio del hombre. El artista –el trabajador– no ha de considerarse un creador, sino un humilde continuador de la obra del gran Arquitecto. No se trata de copiar superficialmente las formas o los colores. Los copistas no colaboran. Se trata de colaborar con Dios acercándose cada vez más a su inteligencia y a su Amor. Por eso la originalidad del buen artista consiste en volver al origen, en retornar a las soluciones divinas. Es muy bueno, por tanto, que el artista busque la iluminación de la auténtica y original Belleza creadora. Con nuestro trabajo colaboramos con Dios, continuando la obra divina de la creación».

Son éstas unas frases que coinciden muy bien con muchas expresiones de Camino y que indican uno de los rasgos fundamentales de la espiritualidad de Josemaría Escrivá de Balaguer. No sólo es necesario que Camino se difunda a los largo del ancho mundo, con más de 5 millones de ejemplares, sino que se estudie históricamente y críticamente el libro que tenemos el gusto de presentar. Por eso, sólo me queda felicitar al autor de esta edición crítico-histórica, el Dr. Pedro Rodríguez, y augurar que con sinceridad, entusiasmo y fidelidad prosigamos todos el camino iniciado por Jesucristo, del cual Camino es un espejo a en el que mirarse.

¡Jesucristo es el camino, la verdad y la vida!

Enhorabuena y gracias.

Notas

(1) J. M. MARTÍ BONET, Història de l’Església Antiga: la seva fe és la nostra, ed. Arxiu Diocesà de Barcelona, Barcelona, 2001, p. 63.

(2) Ibidem, p. 347.

(3) J. M. MARTÍ BONET, Història de l’Església Medieval, ed. Arxiu Diocesà de Barcelona, Barcelona, 2000, p. 489-491.