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Capítulos de Camino
Vida sobrenatural

 

Vida sobrenatural

Cap de veintidós puntos: los doce primeros constituían el cap del mismo título en Cec. Los otros diez fueron agregados por el Autor en la redacción de Burgos. Ni Cem32 ni Cem33 tienen una sección o bloque de consideraciones que sirvieran de base: sólo ofrecían materiales dispersos. El Autor tomó cinco textos de Cem32 y uno de Cem33 que, unidos a los seis que copió directamente del Cuaderno, constituyen el patrimonio del cap en Cec. Con ellos se dispuso a levantar a sus lectores, desde «una visión plana, pegada a la tierra», hacia otro horizonte que tiene una «tercera dimensión» (cd/117 = p/279).


Este cap se ha de introducir conjuntamente con el siguiente, que es de nueva creación en Burgos y prolonga la temática comenzada en «Vida sobrenatural». El tema es el mismo y el Autor lo declara en la llana sencillez del nuevo título: «Más de vida interior». En Burgos había acumulado numerosos materiales sobre el tema y procedió del siguiente modo: añadió diez de los nuevos puntos al cap «Vida sobrenatural» y con los otros veinticuatro que le quedaban confeccionó ex novo el cap 13 del libro. El conjunto de ambos caps contiene enseñanzas fundamentales de San Josemaría acerca de esos núcleos del vivir cristiano. La serie de Cuenca había situado como cabeza del cap (p/279) la consideración de la vida sobrenatural como la «tercera dimensión» que permite conocer la realidad «real» de la vida, que es la vida en Dios. Ahora, la serie añadida en Burgos comienza con el punto de la llamada universal a la santidad (p/291) y el cap nuevo, el 13, con la afirmación de que «estas crisis mundiales son crisis de santos» (p/301).


Junto con «vida sobrenatural», la expresión «vida interior» se va a generalizar a lo largo de este cap y del siguiente –que la tiene ya en el título– y en todo el libro.
Ambas son expresiones comunes en la teología de la época. Las dos ocupan un lugar destacado y constante en el discurso espiritual de San Josemaría, que, al menos en este libro, las intercambia entre sí. No obstante, el término más habitual en su pluma para designar la vida personal de relación con Dios y de correspondencia a su gracia es, sin duda, «vida interior», que aparece como la expresión y el desarrollo en el hombre cristiano de la «gracia de las virtudes y de los dones», como la llama Tomás de Aquino.
Es interesante notar que la «vida interior», que implica ciertamente interioridad, hondura, profundidad –Deus et anima mea!–, connota siempre, tal como se entiende en C, la realidad del estar en «el mundo humano», cuyo sentido profundo se capta en la fe así interiorizada. El «ten vida interior» del p/283 señala un proceso de relación del alma con Dios –el Autor habla de «endiosamiento»– que se desborda hacia fuera en fraternidad: es «un endiosamiento que, al acercarte a tu Padre, te hará más hermano de tus hermanos los hombres».


279* La gente tiene una visión plana, pegada a la tierra, de dos dimensiones. —Cuando vivas vida sobrenatural obtendrás de Dios la tercera dimensión: la altura, y, con ella, el relieve, el peso y el volumen1.


El original está escrito el día 11-III-1932 en el Cuaderno V, nº 652. Josemaría Escrivá «cuenta» al Señor una conversación entrañable que tuvo la víspera con uno de los primeros que se acercaron a la Obra de Dios, recién fundada:
«Ayer hablé un rato con él y pude darme cuenta de cómo le empujas y le ilustras. […] –Me decía anoche que, desde que Jesús le ha dado el sentido de lo sobrenatural, tiene otra dimensión. La gente –seguíamos hablando– suele tener una vida plana, pegada a la tierra, de dos dimensiones. Al sobrenaturalizarnos, nos da Dios la tercera dimensión: la altura, y con ella el relieve y el peso y el volumen...».

El punto, con este lenguaje tan peculiar, es definitorio del horizonte en que se mueve el cap. Brinda una intuitiva captación de lo que es el vivir sobrenatural del cristiano, fruto, como ha dicho en el punto anterior, de la «presencia de Dios», que ha dibujado en sus rasgos principales en el cap precedente.

A Isidoro Zorzano le impresionó este punto al leerlo en las cuartillas a velógrafo: «qué razón tienes –escribía al Autor– al considerar en tus Consejos espirituales que el poseer la gracia de Él es tener o estar dotado de una tercera dimensión».


280* Si pierdes el sentido sobrenatural de tu vida, tu caridad será filantropía; tu pureza, decencia; tu mortificación, simpleza; tu disciplina, látigo, y todas tus obras, estériles.


Original en el Cuaderno VI, nº 1045, 2-VIII-1933, con tenor literal idéntico.
El Autor declara aquí que todas las obras y virtudes de que ha venido tratando en los caps precedentes –caridad con el prójimo, pureza, mortificación, penitencia– se hacen cuerpos sin alma si falta lo que llama «sentido sobrenatural de la vida», una
expresión –«sentido sobrenatural»– que no vuelve a aparecer en C, pero que será muy frecuente en Surco y Forja y en escritos posteriores, passim. El «sentido sobrenatural», que proporciona al hombre una «visión sobrenatural», será, en efecto, un término muy característico del lenguaje espiritual de San Josemaría y equivale a la tercera dimensión de la que habla el p/279. Es, a la vez, un don del Señor y el poso que deja en la inteligencia cristiana el mirar habitualmente la realidad desde la fe.


281* El silencio es como el portero de la vida interior.


Original en el Cuaderno V, nº 786, 18-VII-1932 (precedido del p/532). Texto idéntico. Estamos ante una doctrina antigua formulada con gráfica expresión. No es este silencio el «callar» al que se alude con frecuencia en el cap 30 («Discreción»), o el «silencio» a que se refiere, por ejemplo, el p/645, que lleva a callar lo que no se debe decir. El silencio de que aquí se habla comporta ciertamente moderación de la palabra, pero al servicio del recogimiento interior, que hace posible la oración y esa vida sobrenatural que da título al cap.


282* Paradoja: es más asequible ser santo que sabio, pero es más fácil ser sabio que santo.


Punto escrito en el Cuaderno IV, nº 395, 17-XI-1931. El tenor literal del texto es idéntico al de C.
En las cuartillas a velógrafo se leía: «Otra paradoja», en vez de «Paradoja» (vid apcrít). La razón es que el punto anterior de aquellas cuartillas era el actual p/187 (vid), que comienza también con la palabra «Paradoja».
«Asequible... fácil...». Nótese que la alternativa no es «difícil – fácil». Una doctrina fundamental para aquellos universitarios llenos de ilusión cultural y científica que trataban con el Autor. La llamada universal a la santidad, precisamente por ser universal, hace que la santidad sea asequible a todos; pero, en rigor, es no ya difícil, sino imposible para el hombre a partir de sus propias fuerzas. Sólo la gracia de Dios, que acompaña a la llamada, hace «asequible» al hombre corresponder al don de Dios. Lo dirá el propio Autor en Forja 216:
«Con la gracia de Dios, tú has de acometer y realizar lo imposible».
Es, en efecto, más fácil triunfar en lo humano: teniendo condiciones y medios, ser sabio es sólo cuestión de esfuerzo personal.
El mensaje de San Josemaría, sin embargo, no contrapone ambas empresas: lo que Dios quiere –para esas personas– es buscar la santidad, a través de una realización sobrenatural, sacrificada, del trabajo cultural y científico. Ésta es la nueva paradoja. Vid p/291 y com y Surco, 125, donde el Autor vuelve al tema desde la llamada universal a la santidad.


283* Distraerte. —¡Necesitas distraerte!..., abriendo mucho tus ojos para que entren bien las imágenes de las cosas, o cerrándolos casi, por exigencia de tu miopía...
¡Ciérralos del todo!: ten vida interior, y verás, con color y relieve insospechados, las maravillas de un mundo mejor, de un mundo nuevo: y tratarás a Dios..., y conocerás tu miseria..., y te endiosarás... con un endiosamiento que, al acercarte a tu Padre, te hará más hermano de tus hermanos los hombres.


Punto escrito en el Cuaderno VI, nº 858, 3-XI-1932. Texto prácticamente idéntico, con las mínimas variantes señaladas en el apcrít.
El punto contiene la propuesta del Autor para el «recogimiento» del alma. Vid también p/946. Esta consideración, que estaba ya en el velógrafo y en el texto de Cuenca, desemboca en el tema del «endiosamiento», tan caro a los Padres griegos. La doctrina del «endiosamiento» tendrá un fuerte desarrollo en escritos posteriores de San Josemaría. Es digna de subrayarse la secuencia «conocer la propia miseria – endiosamiento», que da origen al punto 212 de Forja.


284* Aspiración: Que sea yo bueno, y todos los demás mejores que yo.


Uno de los pocos pasajes de la edición de Cuenca que no tiene su base manuscrita en uno de los Cuadernos de Apínt. Como ya se dijo en la IntrodGen, lo más probable es que estos puntos provengan del Cuaderno I que, como es sabido, fue destruido por el Autor años después. El texto podría ser un reflejo de su «aspiración» –para él y para los seminaristas que estaban bajo su tutela– en los años en que era en Zaragoza Inspector en el Seminario de San Francisco de Paula.


285* La conversión es cosa de un instante. —La santificación es obra de toda la vida.


Punto procedente del Cuaderno VI, nº 918, texto fechado en 5-II-1933.
«La conversión es cosa de un instante. La santidad es obra de toda la vida».
Nótese la propiedad en el cambio de palabras. La santificación implica no sólo el don de Dios, sino la tarea del hombre que es la dimensión que en este punto el Autor quiere subrayar.
Como se ve, usa el primer concepto –«conversión»– en un sentido muy próximo al de «justificación» en el Concilio de Trento, es decir, en su profundo sentido ontológico: el cambio de pecador a justo. Los actos que integran el llamado «proceso de justificación» tienen carácter preparatorio y dispositivo y el don de la justificación acontece en un instante. Trento afirma allí mismo que esa justificación no es sólo remisión de los pecados, sino, a la vez e inseparablemente, «santificación». Subrayo esta clásica doctrina católica para mostrar cómo el Autor utiliza el segundo término del binomio («santificación») no en el sentido ontológico de Trento, sino en sentido moral, como antes he dicho. La «santificación» del Decreto tridentino fundamenta y exige la «santificación» que «es obra de toda la vida». La Iglesia misma, que es santa, aspira a una santidad nunca alcanzada completamente en sus miembros. Por eso, «santificación», a lo largo de todo el libro, es el despliegue –posibilitado y guiado por la gracia de Dios (gratia pro gratia)– de esa «santificación» radical producida en el instante de la justificación19b.


286* Nada hay mejor en el mundo que estar en gracia de Dios.


Punto escrito en el Cuaderno VI, nº 1053, 18-IX-1933, que pasó directo al impreso de Cuenca. Tenor literal idéntico.


287* Pureza de intención. —La tendrás siempre, si, siempre y en todo, sólo buscas agradar a Dios.


Punto escrito en el Cuaderno VII, nº 1106, 7-I-1934, que pasó directo al impreso de Cuenca. Tenor literal idéntico. Las expresiones «pureza (rectitud) de intención» y «purificar (rectificar) la intención» son muy frecuentes en el lenguaje del Autor. En C es una terminología muy característica (vid p/10, 161, 215, 787, 788, 826).


288* Métete en las llagas de Cristo Crucificado. —Allí aprenderás a guardar tus sentidos, tendrás vida interior, y ofrecerás al Padre de continuo los dolores del Señor y los de María, para pagar por tus deudas y por todas las deudas de los hombres.


Punto escrito el mismo día, después del anterior. Transcrito también en el Cuaderno VII, nº 1107, 7-I-1934, e incorporado a la edición de Cuenca. Tenor literal idéntico. El Autor no está dando un consejo «doctrinal», sino que está transmitiendo vivencias y anhelos de su alma. En marzo de 1930 exclamaba:
«¡¡Señor!! Dame ser tan tuyo que no entren en mi corazón ni los afectos más santos, sino a través de tu Corazón llagado».
Al menos desde entonces buscaba así la unión con Cristo (vid p/58 y com), propósito que renueva en los EjEsp de 1934:
«Me quedaré metido cada día, cumpliendo un propósito antiguo, en la Llaga del Costado de mi Señor».
Un propósito antiguo, dice. ¿Podría estar relacionado con su lectura y meditación del Maestro Ávila, cuyo consejo y expresión es semejante? Se lee en el epistolario del santo:
«Meteos en las llagas de Cristo, que allí dice El que mora su paloma, que es el ánima que en simpleza le busca».
Pero ya San Bernardo escribía:
«¿Dónde podrá encontrar nuestra debilidad un descanso seguro y tranquilo, sino en las llagas del Salvador? En ellas habito con plena seguridad, porque sé que él puede salvarme»24b.
San Josemaría, que tenía esta devota costumbre de «meterse en las llagas de Cristo», fue agraciado con el don místico al que se refiere el com/555. La experiencia que se refleja en estos dos puntos se sitúa en el ámbito de esa «contemplación» de Cristo de matriz joánica («mirarán al que traspasaron», Jn 19, 37), en la que Cristo toma al alma y la «mete» dentro de sus Llagas.
«’Métete en las llagas de Cristo Crucificado’. Cuando proponía este camino, a quienes le pedían consejo para ahondar en la vida interior, Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer no hacía más que comunicar su propia experiencia, mostrar el atajo que iba recorriendo a lo largo de todo su caminar terreno, y que le condujo a las más altas cimas de la espiritualidad».


289* Tu impaciencia santa, por servirle, no desagrada a Dios. —Pero será estéril si no va acompañada de un efectivo mejoramiento en tu conducta diaria.


Punto escrito en el Cuaderno VI, nº 1080, 30-XI-1933, que pasó directo al impreso de Cuenca.
«Tu impaciencia santa por servirle, no desagrada a Dios. Pero, será estéril, si no va acompañada de un efectivo mejoramiento en tu conducta diaria».
De la más subida contemplación del misterio de Cristo (expresada –de manera contenida– en el punto anterior) el Autor salta ahora de golpe al terreno de la batalla diaria en el orden de la conducta. Es una de las características de C, expresión de la «unidad de vida» que vivió y predicó siempre San Josemaría. Vid sobre este concepto com/411 con sus referencias.


290* Rectificar. —Cada día un poco. —Ésta es tu labor constante si de veras quieres hacerte santo.


Punto escrito en el Cuaderno VI, nº 1076, 6-XI-1933, que pasó directo al impreso de Cuenca. Texto idéntico, sin el guionado, como otras muchas veces.


291* Tienes obligación de santificarte. —Tú también. —¿Quién piensa que ésta es labor exclusiva de sacerdotes y religiosos?
A todos, sin excepción, dijo el Señor: «Sed perfectos, como mi Padre Celestial es perfecto»1.


Con este punto comienza la parte de este cap incorporada en Burgos. Original sobre una octavilla Bl. La «gaitica», como tantas otras, fue escrita a finales de 1938. La doctrina que aquí se expresa fue algo central en su espíritu, como el humus de su predicación desde el 2 de octubre de 1928, cuando el Señor –según el propio Autor ha explicado– le hizo «ver» el Opus Dei. De manera lacónica se expresa en este brevísimo guión de un círculo a universitarios de 1934:
«Obligación personal de santificarnos: obstáculos. ¡Adelante! DYA [Dios y Audacia]
Porque fidelis est... [qui vocavit vos qui etiam faciet, 1 Ts 5, 24] No estamos solos. Él obrará».
Sirvan de muestra estos párrafos de una meditación en Honduras el año anterior:
«¿No señalaste Tú a todos: estote perfecti (Mt 5, 48), sed perfectos, y con perfección semejante a la del Padre celestial? Este precepto de santidad, que obliga a todos, a todos, no sólo a los Doce primeros, ni a los frailes, curas y monjas, sino a todos, hombres y mujeres del mundo, padres de familia –¡padres de familia, conscientes de que traen al mundo, no simples pedazos de carne, sino también
almas para Jesucristo!–, este precepto ¿no significa que Dios hará de su parte todo lo que no sea capaz de realizar el hombre?».
Para la redacción material del texto pudieron servirle de punto de partida algunos guiones de predicación, por ej, éstos de los EjEsp de agosto y septiembre de 1938:
«Alter Christus. –¿Sólo para algunos, la perfección?... –Estote perfecti, sicut Pater vester coelestis perfectus est. Necesidad de la perfección. Los primeros cristianos se llamaban santos».
«Necesidad de la perfección en el sacerdote. La perfección ‘en el siglo’: salutant vos omnes sancti (¡los fieles!)».
Es interesante notar que la vocación a la santidad de los fieles corrientes aparece, en los dos últimos esquemas, concentrada en el modo paulino de decir: los «santos», sinónimo de los «fieles». Pero, sobre todo, es patente –caso de que en efecto el Autor parta, al escribir la «gaitica», de los guiones de predicación– el cambio que introduce en aquellos modelos redaccionales, usuales en la literatura dirigida a religiosos y también a sacerdotes. Al hablar a los seglares, prefiere no hablar de «tender a la perfección», sino de «santificarse». Va directo al tema de la «santidad/santificación» (vid lo anotado arriba en com/285) que pone al lector en inmediata y sencilla relación con la exigencia de totalidad que vivieron los santos, totalidad que todos saben que se exige a sacerdotes y religiosos. Ahora Escrivá se vuelve a los cristianos corrientes y les dice que también ellos tienen que aspirar a eso. Cómo realizarlo, «tú también», es precisamente el objeto de C.

De la afirmación de la tesis pasa el Autor –sin rodeos, a su estilo– al célebre texto de San Mateo, que explota con plena radicalidad: todos, sin excepción. Es la
afirmación de la llamada universal a la santidad, que ya se encuentra en San Francisco de Sales, que había tenido cabida en documentos del Magisterio de la Iglesia, pero que todavía apenas había entrado en la conciencia refleja de los cristianos.
En el Decreto de la Santa Sede que declara las virtudes heroicas de Josemaría Escrivá se dice, citando este punto de C, que el Fundador del Opus Dei, «desde el inicio de su ministerio sacerdotal, se esforzó por recordar a todos, in prophetica concordia cum Concilio Vaticano II, la llamada evangélica de todos los cristianos a la santidad». Fue, en efecto, el Concilio Vaticano II el que hizo de esta doctrina una de las tesis centrales de su Constitución sobre la Iglesia y de todo su Magisterio. He aquí el texto normativo:
«Nuestro Señor Jesucristo predicó la santidad de vida, de la que Él es Maestro y Modelo, a todos y cada uno de sus discípulos, de cualquier condición que fuesen. «Sed, pues, vosotros perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto» (Mt 5, 48)».
El Autor, en efecto, propone aquí la doctrina de la llamada universal a la santidad –aquí y por todo el libro– en el horizonte espiritual y teológico que se plasma, como vemos, en el Concilio Vaticano II.


292* Precisamente tu vida interior debe ser eso: comenzar... y recomenzar.


Ficha Not. Redacción del punto: después del 6 de diciembre de 1938. Tal vez a partir de este apunte de un guión:
«Vida sobrenatural siempre. Comenzar y recomenzar. Conversación «del cielo», de dos sacerdotes (Don Pedro Poveda y yo)».
Poco después de terminada la redacción de C, el Autor, en carta a Miguel Fisac, que haría después el diseño de la portada del libro, le animaba cariñosamente:
«¿Has olvidado que la vida interior es comenzar... y recomenzar?».
En un coloquio en Madrid el año 1972 le preguntaron por qué decía eso:
«Porque ésa es mi experiencia diaria. Con mucha frecuencia tengo que hacer el papel del hijo pródigo, recomenzando. Algunos días, no una vez sola, sino muchas. No te intranquilices, si no has podido lograr el bien que pensabas llevar a cabo. Pide perdón al Señor, dile que te ayude, e insiste: ¡comenzar y recomenzar!».


293* En la vida interior, ¿has considerado despacio la hermosura de «servir» con voluntariedad actual?


Octavilla de las fases finales de la redacción. El apunte del que parte puede ser éste:«¡Mi voluntad contra la santa Voluntad de Dios! Hermosura de servir: voluntariedad actual».


294*. No se veían las plantas cubiertas por la nieve. —Y comentó, gozoso, el labriego dueño del campo: «ahora crecen para adentro».
—Pensé en ti: en tu forzosa inactividad...
—Dime: ¿creces también para adentro?


Octavilla Bl, subserie Ber. La temática «crecer para adentro» y «forzosa inactividad» aparece, bajo distintas perspectivas, en los escritos de San Josemaría en Honduras. He aquí una carta de abril del 37:
«¡Cómo añoro nuestra casita! Y no por la comodidad, ni por la rutina, sino porque, tal y como estamos, hay poquísimas probabilidades de continuar mis trabajos: y porque, en nuestra casa, puede Josemaría vivir su locura sin estar en el manicomio. Sin embargo, cuando pienso en esto, pienso también que los niños y los viejos podemos tener una vida fecunda sin actividades exteriores. Y a esta vida me dedico. Haceos niños, ya que no tenéis mis ochenta años (ni falta que os hacen), y así, al no poder echar hojas ni flores, emplead vuestra savia en las raíces –¡aplicaos!–, para que, llegado el momento, florezcáis y fructifiquéis, con frutos plenos de sazón».

De una meditación de julio:
«Quizá asalte nuestra mente la idea de que negociar con los talentos que hemos recibido de Dios supone actividad, movimiento. ¡Y mi vida es ahora tan monótona! ¿Cómo conseguiré que fructifiquen los dones de Dios en este forzoso descanso, en esta oscuridad en la que me encuentro? No olvides que puedes ser como los volcanes cubiertos de nieve, que hacen contrastar con el hielo de fuera el fuego que devora sus entrañas. Por fuera, sí, te podrá cubrir el hielo de la monotonía, de la obscuridad; parecerás exteriormente como atado. Pero, por dentro, no cesará de abrasarte el fuego, ni te cansarás de compensar la carencia de acción externa, con una actividad interior muy intensa. Pensando en mí y en todos nuestros hermanos, ¡qué fecunda se tornará la inactividad nuestra! De nuestra labor en apariencia tan pobre surgirá, a través de los siglos, un edificio maravilloso».

Otro texto de temática próxima, agosto de 1937:
«La revolución nos sorprendió absortos en nuestro trabajo, preocupados únicamente por el anhelo de servirle; después, quizá ha habido desorientaciones; pero falta de rectitud, no: de esto estoy seguro. Si permanecemos fieles, ¿no nos
preparará el Señor un porvenir fecundo, y más si hemos cubierto el terreno, donde ha de nacer la cosecha, con el abono de nuestros sufrimientos? Ya sabemos que ése es nuestro papel: nosotros, que somos estiércol miserable, tierra vil y sucia, hemos de agruparnos en torno a las plantas que el Señor ha plantado para llenarlas de savia nueva, de lozanía, de vigor. Que el Señor nos lleve adonde quiera y como quiera».
La expresión «crecer para adentro» y la doctrina de este punto parecen, en efecto, emblemáticas de la situación histórica y del talante espiritual con que Escrivá y sus acompañantes vivieron aquellos meses de encierro en la Legación. Sin embargo, la octavilla no fue redactada, a mi parecer, en Honduras sino en el periodo de Burgos. Tal vez el motivo inmediato de la «gaitica» fuera una carta de Álvaro del Portillo –escrita desde la Legación– a Isidoro Zorzano y que éste pudo haber hecho llegar a Burgos, como hacía con otras. En ella, reforzado por una carta que se ha recibido de San Josemaría, del Portillo habla de un «relanzamiento» de la entrega:
«Desde el primer día, siguiendo el ejemplo vuestro, empezamos a leer la historia de Mateo, charlando los tres sobre lo que leemos y teniéndoos muy presentes a todos. Esto ya es muy suficiente, de por sí, para que estuviésemos muy contentos. Y ahora viene la carta del abuelo: ¿qué más podríamos pedir? Ya perdonarás, en vista de todo esto, que me expansione en unas letras. […] ¡Cuánto hay que hacer; y seremos capaces de quejarnos de nuestra forzosa inactividad! Qué bien claro veo ahora eso de que más hace el que quiere que el que puede! Aun cuando parece que toda acción es imposible, al que quiere se le presenta una actividad inmensa a realizar. Todo está en querer».
Puede también pensarse que, como tantos otros puntos, saltara a la octavilla en la relectura final de los guiones de predicación. En uno de mayo del 38 se lee:
«3). Piedad. Crecer para adentro».
El tema del labriego aparece en otro de agosto de ese mismo año:
«No se ve la planta cubierta por la nieve. Labriego: ‘crece para adentro’».
Aquí está la raíz, podríamos decir, «histórica» de la temática «crecer para adentro» en Honduras. La anécdota del labriego no parece un recurso literario, sino
–como es normal en el libro– una experiencia del Autor, o de su entorno. El tema está ya apuntado en una Instrucción que escribe en 1934, donde, hablando del Opus Dei, naciente, dice:
«Su labor apenas se ve sobre la tierra: está debajo, crece hacia dentro. ¡Ya llegará la hora de subir!».
En todo caso, estamos ante una vivencia suya siendo ya sacerdote, según predicaba en los EjEsp de 1940 a los seminaristas de Valencia al hablarles del misterio de la Encarnación del Verbo:
«Discreción [de María]: a nadie cuenta el misterio. ¿Tú eres como la Virgen? La mayor parte de la eficacia de tu trabajo se te va por la boca: si no lo cuentas, crees que no has hecho nada. Se ha verificado el suceso portentoso que esperaban los siglos: Verbum caro: sólo la Virgen lo sabe y sabe callar, no lo dice. ¿Tú callarás? Hay lenguas que son espada de dos filos. Tu Madre calla, y de Ella has de aprender. El silencio es fecundo, muy fecundo... Una vez había nevado mucho en una población. Un sacerdote se apenaba al ver aquellos tres palmos de nieve. Lo manifestó a un labrador. No se apure, contesta éste, esto es bueno. Aunque no se ven las plantas, ahora crecen para adentro. Si tú sabes callar, crecerás para adentro, echarás raíces. ¿Tú has visto que sin raíces se obtengan flores y frutos? Sin el silencio, será algo superficial».
Vid p/697 y com.


295* Si no eres señor de ti mismo, aunque seas poderoso, me causa pena y risa tu señorío.


Octavilla Re sin interrelación documental. Resuena en esta sentencia no sólo la tradición de la ascética cristiana, sino la antigua sabiduría estoica. Es Séneca, el que en el De beneficiis escribía: «¿A quién admirarás en mayor medida que al que se gobierna a sí mismo, al que se tiene bajo su propio señorío? Es más fácil regir naciones bárbaras e indóciles a cualquier yugo ajeno, que contener la propia alma y entregarla a uno mismo».


296* Es duro leer, en los Santos Evangelios, la pregunta de Pilato: «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, que se llama Cristo?» —Es más penoso oír la respuesta: «¡A Barrabás!»1
Y más terrible todavía darme cuenta de que ¡muchas veces!, al apartarme del camino, he dicho también «¡a Barrabás!», y he añadido «¿a Cristo?... ‘Crucifige eum!’ —¡Crucifícalo!»2


Octavilla Drv, en cuyo dorso hay un trozo de una carta de Álvaro del Portillo a Eugenio Vallarino, Burgos 4-I-39. «Gaitica» escrita, por tanto, después de ese día y antes del 22 de enero en que el Autor, terminada la redacción, comienza a pasar a máquina el conjunto.
No he encontrado interrelación documental. Tiene un acento personal la identificación del terrible drama de la Cruz con el clamor actual frente a Cristo: «¡a Barrabás!», «¡Crucifícalo!». El Autor medita la Pasión siguiendo la tradición cristiana.


297* Todo eso, que te preocupa de momento, importa más o menos. —Lo que importa absolutamente es que seas feliz, que te salves.


Texto sobre octavilla Re, que podría estar relacionado con el esquema de carta circular a los fieles del Opus Dei que anotó en su pequeña agenda recién llegado a Burgos:
«Amor. No estoy solo. Mi gozo y mi paz. Mis ambiciones. Mi felicidad terrena está unida a mi salvación, a mi felicidad eterna: feliz aquí y feliz allí».
Interesante poner la última frase en relación con el p/32. La afirmación absoluta de la primacía de la propia felicidad (identificada, claro está, con la salvación personal) se proyecta en «ansias de hacer feliz a la muchedumbre» (p/32). Vid supra p/217 y com.


298* ¡Luces nuevas! —¡Qué alegría tienes porque el Señor te hizo descubrir otro Mediterráneo!
—Aprovecha esos instantes: es la hora de romper a cantar un himno de acción de gracias: y es también la hora de desempolvar rincones de tu alma, de dejar alguna rutina, de obrar más sobrenaturalmente, de evitar un posible escándalo en el prójimo...
—En una palabra: que tu agradecimiento se manifieste en un propósito concreto.


Octavilla que podría ser considerada dentro de la serie Lh y redactada en Honduras. En este caso sería anterior la «gaitica» a este apunte del guión 97:
«¿Ideas nuevas? El agua de siempre, lluvia del Cielo: gracia de Dios. Descubrir Mediterráneos».
«Otro Mediterráneo». Sintagma frecuente en la pluma y en la palabra de Josemaría Escrivá. Ejemplos: «Descubrí un Mediterráneo —otro—, a saber: que, si soy hijo de mi Padre Dios, lo soy también de mi Madre María» (Apínt, nº 820, 5-IX-1932); «¡Jesús es mi Amigo entrañable! (otro Mediterráneo), que me quiere con toda la divina locura de su Corazón» (Apínt, nº 1637, 4-X-1932; Forja, 2); «mi P. Sánchez me
ha descubierto ‘otro Mediterráneo’. Me ha dicho: ‘tenga amistad con el Espíritu Santo. No hable: óigale’» (Apínt, nº 864, 8-XI-1932; vid com/57 nt 9). «Otro Mediterráneo» implica un juego lingüístico relacionado con la expresión coloquial castellana (de ligero matiz peyorativo) «descubrir el Mediterráneo» (pongo yo la cursiva), equivalente –dice el Drae– a «dar como novedad algo que era generalmente sabido». El Autor –con ese trasfondo lingüístico que el lector tiene en la mente– afirma que en la vida interior se dan verdaderos descubrimientos, que cabe «descubrir Mediterráneos» (no el Mediterráneo, sino otro Mediterráneo). El nuevo Mediterráneo –así parece inducirse de los textos– son las «luces nuevas» que permiten ver en su profundidad el Mediterráneo de siempre, es decir, el misterio de Dios revelado en el rostro de Cristo: «luz nueva, mejor, resplandores nuevos, para mis ojos, de esa Luz Eterna, que es el Santo Evangelio»57b. Ya se ve que el sintagma, como tal, es intraducible a las otras lenguas, que no tienen la expresión coloquial que sirve al Autor de referencia paradójica57c.
«Romper a cantar». La expresión de nuevo en p/524.


299* Cristo ha muerto por ti. —Tú... ¿qué debes hacer por Cristo?


Octavilla Re. En un esquema de la predicación de agosto de 1938 en Vitoria, se lee:
«Cristo muere por mis pecados. Yo... ¿qué he hecho, qué hago, qué debo hacer por Cristo?».
Una muestra más del modo de expresarse que tiene el Autor de C: al redactar la octavilla, el texto del guión se transforma en dialógico –«por ti», «tú»– y, al mecanografiar el original del libro, prescinde de la gradación (vid apcrít) y sitúa al lector
directamente ante el futuro, de manera similar al interrogante de San Cirilo de Jerusalén a los neófitos:
«Jesús, que no tenía pecado, ha sido crucificado por ti. ¿Y tú no te dejarás crucificar por el que por ti se dejó clavar en la cruz?».
Vid com/211, 422 y 596.


300* Tu experiencia personal —ese desabrimiento, esa inquietud, esa amargura— te hace vivir la verdad de aquellas palabras de Jesús: ¡nadie puede servir a dos señores!1


«Gaitica» escrita en diciembre del 38 en una octavilla Not y a partir de la meditación sobre «Principio y fundamento» predicada en Vergara, septiembre de ese año:
«Nuestra experiencia personal...: inquietud, desabrimiento, amargura... Nemo potest duobus dominis servire (Matth., VI, 24)».
«Tu experiencia personal». Una de las expresiones más características del horizonte espiritual y teológico del Autor de C y de C en cuanto tal. La palabra «experiencia» es muy frecuente en el libro (hasta ahora ha aparecido en los p/124 y 183). La experiencia no es sólo escuela de aprendizaje humano. Para Escrivá designa además el «lugar», el «ámbito» en el que el Señor habla, se manifiesta y confirma su Palabra eterna.

 

 

Cap 12 12 [Msb: 101]. Vida sobrenatural, p/279-300 [12 de Cec + 10 de Msb] C || 10. Vida sobrenatural, cd/117-128 Cec
Vid p/87, 278, 279, 389, 889.
Vid p/59, 281, 283, 288, 292, 293, cap «Más de vida interior», p/330, 341, 560, 697, 961, 998. J. B. Chautard, El alma de todo apostolado, 1927, comienza su libro definiendo lo que es vida interior. Sobre Chautard vid com/81 nt 5 y com/961.
El Autor usa menos «vida espiritual» (p/325 y 854), pero con sentido equivalente.
Ejemplos tomados de títulos de obras muy conocidas: las revistas de la escuela dominicana La Vida Sobrenatural, fundada por el P. Arintero en 1921, y La vie spirituelle, de los dominicos de París, fundada en 1919; dos obras célebres: La vie intérieure de Joseph Tissot (Beauchesne et Fils, Paris 1894) y La vie intérieure del Cardenal Mercier (Beauchesne, Paris 1919), ya citada.
El término proviene, en su sentido técnico, de la Escuela francesa del siglo XVII. El Cardenal de Bérulle y Jean-Jacques Olier tienen como modelo «la vida interior del alma de Jesús, que de la Cabeza deriva a los miembros de su Cuerpo Místico». Vid Pierre Pourrat, La spiritualité chrétienne. III. Les temps modernes. I. De la Renaissance au Jansénisme, Lecoffre – Gabalda, Paris 1947, pgs 517-567; cita en pg 534. De Olier es el Catéchisme chrétien pour la vie intérieure. La raíz de la idea y de la terminología es claramente agustiniana, y más radicalmente paulina («interior homo»: Rm 7, 22; Ef 3, 16). El término se ha generalizado. En el DSp, VII, col. 1889-1903, el excelente artículo de Maurice Nédoncelle sobre el tema «vida interior», no se titula así, sino «Intériorité et vie spirituelle». El más reciente DESp, III, pgs 2652-54, retiene en cambio la voz «vita interiore». No podemos entrar en las implicaciones antropológicas de todas estas opciones, ni es necesario para nuestro objeto.
Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, IIIª q. 62 a. 2, passsim: «gratia virtutum et donorum». «Acerca de lo espiritual –dice San Juan de la Cruz– dos maneras hay de vida». La primera que describe es la propia de la visión beatífica (el Cielo), a la que apunta aquí en la tierra «la otra» –la «vida sobrenatural» y la «vida interior», de que se habla en estos caps–, a la que el Autor de C va introduciendo a los lectores. San Juan de la Cruz la describe así: «La otra es vida espiritual perfecta, que es posesión de Dios por unión de amor, y ésta se alcanza por la mortificación de todos los vicios y apetitos y de su misma naturaleza totalmente; y hasta tanto que esto se haga, no se puede llegar a la perfección de esta vida espiritual de unión con Dios» (Llama de amor viva, 2, 32; BAC 15, 13ª ed, 1991, pgs 963s).
279 Apínt Cem32/4 Cec/31.1-Ceb/117 ||| sobrenatural] sobrenatural, Cec Txm || el relieve, el peso] el relieve y el peso Cem || volumen. Txm C] volumen... Cem Cec |||| 1 cfr Sb 11, 21: omnia mensura et numero et pondere disposuisti
Futuros puntos de C transcritos ese día: 419, 732, 279, 221.
Este plural es el modo humilde de decir que tiene con frecuencia en sus Cuadernos cuando es él el que habla en la conversación: busca, siempre que puede, despersonalizar compartiendo.
Carta de Isidoro Zorzano a Josemaría Escrivá, Málaga 3-III-1933; IZL, Epistolario, 32.
280 Apínt Cec/31.2-Ceb/118 ||| vida, Txm C] vida Cec || látigo,] látigo; Cec Txm
Futuros puntos de C transcritos ese día: 433, 183, 280, 835.
«todas» aparece interlineado en el Cuaderno.
Ya antes había aparecido en sus Apínt: «Nosotros –se lee en el Cuaderno V, 12-VIII-1932, nº 806– hemos de hacerlo todo con sentido sobrenatural».
Surco, 501, 536, 801; Forja, 53, 327, 369, 530, 709, 1013, 1046.
281 Apínt Cem32/95 Cec/31.3-Ceb/119
282 Apínt Cem32/27 Cec/31.4-Ceb/120 ||| Paradoja] Otra paradoja Cem
283 Apínt Cem32/74 Cec/31.5-Ceb/121 ||| exigencia C9ss] exigencias Cem Cec Txm C1-C8 || con color] con calor Cec
Futuros puntos de C transcritos ese día: 368, 283, 218, 782, 902.
Vid, por ej, la homilía «La conversión de los hijos de Dios» en Es Cristo que pasa, 57-66.
284 Apínt Cem32/119 Cec/32.1-Ceb/122 ||| Que sea] que sea Txm || sea yo] yo sea Cem
Sobre el tema vid Ramón Herrando, Los años de seminario de Josemaría Escrivá en Zaragoza (1920-1925). El seminario de S. Francisco de Paula, Rialp, Madrid 2002, pgs 177-187.
285 Apínt Cem33/278 Cec/32.2-Ceb/123 ||| santificación] santidad Apínt
Futuros puntos de C transcritos ese día: 378, 893, 285.
Conc de Trento, sess VI, Decr de justificatione, cap 4; DS 1524.
Ibidem, cap 5-7; DS 1526-1528.
19b En una nueva lectura de «Es Cristo que pasa», mientras preparaba esta 3ª edición, he podido comprobar que allí el propio Autor de C explicó el sentido de este punto. El texto dice así: «La conversión es cosa de un instante; la santificación es tarea para toda la vida. La semilla divina de la caridad, que Dios ha puesto en nuestras almas, aspira a crecer, a manifestarse en obras, a dar frutos que respondan en cada momento a lo que es agradable al Señor. Es indispensable por eso estar dispuestos a recomenzar, a reencontrar –en las nuevas situaciones de nuestra vida– la luz, el impulso de la primera conversión» (Es Cristo que pasa, 58).
286 Apínt Cec/32.3-Ceb/124
a continuación escribió el p/790.
287 Apínt Cec/32.4-Ceb/125
En ese día transcribió nueve futuros puntos de C. Son: 441, 954b 693, 287, 131, 288, 440, 715, 436.
288 Apínt Cec/32.5-Ceb/126
Cuaderno II, nº 15, 13-III-1930. El texto es la matriz de Forja, 98.
Apínt, nº 1763, 19-VII-1934. El texto pasa a Forja, 934.
San Juan de Ávila, Epistolario, Carta 47; BAC 313, 1970, pg 273, lín 90-92. Sobre el tema vid Francisco Gallego, «Paralelismo doctrinal entre San Juan de Ávila y el Beato Josemaría Escrivá de Balaguer», en Revista Agustiniana 41 (2000) 669-688, que se propone «mostrar la concordancia, en diversos puntos de doctrina espiritual, entre dos sacerdotes diocesanos españoles: San Juan de Ávila y el Beato Josemaría Escrivá de Balaguer» (pg 669).
24b San Bernardo, In Canticum, sermo 61, 3; BAC 491, 1987, pg 769.
Álvaro del Portillo, «Prólogo» al Via Crucis del Autor (23ª ed, pg 11). —Ese «atajo» de que habla del Portillo tiene en la homilía «Hacia la santidad» esta profunda expresión: «Al admirar y al amar de veras la Humanidad Santísima de Jesús, descubriremos una a una sus Llagas. Y en esos tiempos de purgación pasiva, penosos, fuertes, de lágrimas dulces y amargas que procuramos esconder, necesitaremos meternos dentro de cada una de aquellas Santísimas Heridas: para purificarnos, para gozarnos con esa Sangre redentora, para fortalecernos. Acudiremos como las palomas que, al decir de la Escritura (Cant. II, 14), se cobijan en los agujeros de las rocas a la hora de la tempestad. Nos ocultamos en ese refugio, para hallar la intimidad de Cristo: y veremos que su modo de conversar es apacible y su rostro hermoso (cfr. Cant. II, 14), porque los que conocen que su voz es suave y grata, son los que recibieron la gracia del Evangelio, que les hace decir: Tú tienes palabras de vida eterna (S. Gregorio Niseno, In Canticum Canticorum homiliae, 5 [PG 44, 879])». Texto en Amigos de Dios, 302. —Sobre el tema «llagas de Cristo» en C vid además p/555 con su com; también p/58 y 93. Vid también Forja, 5, 98, 755 y 894; Via Crucis, passim, sobre todo, 12ª Estación, 2.
289 Apínt Cec/32.6-Ceb/127 ||| santa,] santa Apínt || Pero] Pero, Apínt || estéril] estéril, Cec Txm
En ese día transcribió siete futuros puntos de C: 192, 227, 10b, 289, 644, 691, 896.
290 Apínt Cec/33.1-Ceb/128 ||| constante] constante, Cec Txm
Futuros puntos de C transcritos ese día: 471, 552, 553, 455, 23, 290, 942.
«tu labor». Primera redacción en el Cuaderno: «la labor».
291 Msb |||| «Sed ... perfecto»] Sed ... perfecto Msb Txm || perfectos, Txm] perfectos Msb ||||1 cfr Mt 5, 48: vuestro Padre Celestial
AGP, sec A, leg 50-13, carp 4, exp 2.
PredicHond, «Zaqueo», 12-IV-1937, pg 49; VI.
EjEsp, Plática «Vida sobrenatural», Vitoria 21-VIII-1938; guión nº 121.
EjEsp, Plática «Espíritu sacerdotal», Vergara 6-IX-1938; guión nº 82. La predicación era a sacerdotes. Nótese que se sirve de la terminología entonces usual en los ambientes eclesiásticos, que no usa en otras partes: ‘el siglo’. En Vitoria predicaba a las teresianas: «Lo de siempre: perfección en las cosas pequeñas. Comunión de los santos. ¡Santos! Primeros
cristianos» (Vitoria, Meditación titulada «Stabant iuxta Crucem (Joann. XIX, 25)», 19-IX-1938; guión nº 114).
Vid A. Tanquerey, Compendio de Teología ascética y mística, 1930, § 335. El Autor de C no desconoce la terminología «perfección» en el sentido de santidad. Vid p/20, 305, 326, 926, pero en el libro tiene un uso no significativo.
Al escribir el texto bíblico, el Autor, ya en el borrador (la «gaitica»), hizo una peculiar lectura, que encontramos en todas las fases de la redacción: puso «mi Padre Celestial» en vez de «vuestro Padre Celestial», como dice el pasaje que está citando. El Autor hizo sin duda una refundición de Mt 5, 48 («vuestro Padre») con los otros textos de san Mateo que hablan de «mi Padre» (Mt 15, 13; 18, 35); refundición que ha pasado a la tradición textual de C y forma parte, por tanto, del texto. Con todo, es interesante notar que tanto en el «borrador» como en el «original» no entrecomilló la frase (vid apcrít) y que, si tenía delante el guión citado supra, en nt 31, allí tenía, en su tenor exacto, el texto de Mt.
Éste es el fondo de su Introducción a la vida devota, como subraya Pío XI en la encíclica citada en la nota siguiente. Vid especialmente I, 3: «Que la devoción conviene a toda suerte de estados y profesiones» (BAC 109, 1953, pgs 51-53). Vid también San Alfonso María de Ligorio, Práctica del amor a Jesucristo, VIII, 3; Rialp (Neblí 17), 8ª ed, Madrid 1999, pg. 111.
Pío XI, en la Encíclica «Rerum Omnium» con ocasión del tercer centenario de san Francisco de Sales (26-I-1923), 2-3, escribe: «La tarea de la santificación es la verdadera tarea de la Iglesia, desde que ella fue hecha santa por su Fundador no sólo en sí misma, sino fuente de la santidad para los demás. Todos los que aceptan la guía de su ministerio deben, por mandamiento divino, hacer cuanto esté en sus manos para santificar sus propias vidas. Como dice San Pablo: ‘Ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación’ (1 Ts 4, 3). Cristo mismo ha enseñado en qué consiste esta santificación: ‘Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto’ (Math. 5, 48). Nos no podemos aceptar la opinión de que este mandamiento de Cristo se dirija sólo a un grupo selecto y privilegiado de almas, y que todos los demás pueden pensar que agradan a Dios si han alcanzado un nivel más bajo de santidad. Exactamente lo contrario es lo verdadero, como se deduce de la patente universalidad
de Sus palabras. La ley de la santidad abraza, pues, a todos los hombres y no admite excepción». Vid José Escudero, «El difícil Pontificado de Pío XI», en Josep Ignasi Saranyana, Cien años de Pontificado Romano, Eunsa, Pamplona 1997, pgs 91-92, que remite a Amato Pietro Frutaz, «Inviti di Pio XI alla santità», en Pio XI nel trentesimo della morte (1939-1969), Milano 1969, pgs 414-415.
Texto del Decreto en AAS 82 [1990] 1450-55; cita en 1450-51.
Conc Vaticano II, Const Lumen Gentium, nº 40. Vid Álvaro del Portillo, «Significado teológico-espiritual de ‘Camino’», en Estudios sobre ‘Camino’, 1988, pg 53.
Sobre el tema vid William G. May, «Santidad y vida ordinaria», en Santidad y mundo, 1996, pgs 55-90.
292 Msb ||| Precisamente] Precisamente, Msb
Retiro espiritual, Plática «Vida sobrenatural», Salamanca 25-I-1938; guión nº 91. Predicaba a las teresianas y les contaba la última conversación que el Autor tuvo con San Pedro Poveda (vid IntrodGen § 7, 3 b), antes de que lo asesinaran. Se había desencadenado ya la persecución religiosa y era inminente la guerra civil. Sabiendo que tal vez ya no volverían a encontrarse –podrían ser asesinados en cualquier momento–, hablaban del «cielo» que les aguardaba, donde la mutua amistad sería todavía más fuerte. Esa conversación está relatada en Á. del Portillo, Entrevista, 1993, pg 175s.
Carta de Josemaría Escrivá a Miguel Fisac, Burgos 24-II-1939; EF 390224-6.
Notas de una tertulia, Madrid 24-X-1972; AGP, sec A, leg 51; también en AGP sec P, leg 4, 1972, pg 717. En Forja, 384 retoma el punto de C para remacharlo: «La vida espiritual es –lo repito machaconamente, de intento– un continuo comenzar y recomenzar. —¿Recomenzar? ¡Sí!: cada vez que haces un acto de contrición –y a diario deberíamos hacer muchos–, recomienzas, porque das a Dios un nuevo amor». Vid también Forja, 119.
293 Msb ||| «servir»] «servir», Msb Txm
EjEsp, Meditación «Pecados», Vitoria 18-VIII-1938; guión nº 130. Vid Forja, 396.
294 Msb ||| plantas] plantas, Msb Txm || en ti:] en ti, hijo mío; Msb
Carta de Josemaría Escrivá a los fieles del Opus Dei en Valencia, Madrid 17-IV-1937; EF 370417-1. Los subrayados son míos. Con todo, el más antiguo testimonio sobre el tema es el que hemos transcrito en com/89 (vid).
PredicHond, «Fiel en lo poco», 6-VII-1937, pg 189; XXX. Los subrayados son míos.
PredicHond, «Fiat, adimpleatur», 24-VIII-1937, pg 247; XL. El tema quedó grabado en los que quedaron en la Legación después de la salida de San Josemaría, como se ve en la carta de Álvaro del Portillo a Zorzano que se transcribe en el texto.
Carta de Álvaro del Portillo a Isidoro Zorzano, Madrid sin fecha, pero 6-III-1938; AGP, sec B-1, leg 1, C-380206. Muy bien pudo esta carta llevar a San Josemaría a estampar de un plumazo el texto de la octavilla, pensando en sus hijos, que seguían en el encierro de Honduras...
Plática a las teresianas, Zaragoza 13-V-1938; AGP, sec A, leg 50-13, carp 2, exp 8.
EjEsp, Meditación «La Encarnación del Señor», Vitoria 20-VIII-1938; guión nº 90.
Tal vez de alguno de sus profesores. Eran numerosas, por ej, las experiencias que recordaba y contaba del que fue su Profesor de Derecho Canónico en el Seminario de Zaragoza, don Elías Ger Puyuelo, y de don Antonio Moreno, Vicerrector del Seminario de Sacerdotes de San Carlos (Álvaro del Portillo, Entrevista, pg 175).
Instrucción, 19-III-1934, nº 2.
EjEsp, Meditación 2.4ª, Valencia 4-XI-1940; notas tomadas por Vicente Moreno, sacerdote; AGP, sec A, leg 100-38, carp 1, exp 18. Sobre este documento, vid com/704 nt 52.
295 Msb
«Quem magis admiraberis, quam qui imperat sibi, quam qui se habet in potestate? Gentes facilius est barbaras impatientesque arbitrii alieni regere, quam animum suum continere et tradere sibi» (Lucius Annaeus Seneca, De beneficiis, v, vii, 5; François Préchac (ed.), vol II,
Les Belles Lettres, París 1961, pgs 9-10). Séneca ponía como ejemplo de esta degradación a Alejandro Magno: «Alejandro devastaba y ponía en fuga a los persas, a los hircanos, a los indios y a todos los pueblos que se extendían por el Oriente hasta el océano, pero él mismo, unas veces por haber matado a un amigo, otras por haberlo perdido, yacía en las tinieblas, lamentando ya su crimen, ya su soledad, y el vencedor de tantos reinos y pueblos sucumbía a la ira y a la tristeza. Porque se había comportado de modo que tenía en su potestad todas las cosas, pero no sus pasiones. En qué gran error están los hombres que desean llevar su dominio más allá de los mares y se consideran muy felices si obtienen guerreando muchas provincias y añaden otras nuevas a las antiguas, sin saber cuál es el reino más grande e igual al de los dioses. Dominarse a sí mismo es el mayor de los imperios» (Ad Lucilium Epistulae Morales, cxiii, 29-30; François Préchac (ed.), vol V, Les Belles Lettres, París 1964, pgs 25-26).
296 Msb ||| Pilato] Pilatos C1-C17 || —Es más penoso Msb add] Y más duro, Msb del |||| 1 Mt 27, 17.21 | 2 Mc 15, 13; Jn 19, 6
San Alfonso María de Ligorio acentuaba el «¡a Barrabás!»: «Jesús fue de nuevo presentado a Pilatos, y el gobernador lo presentó al pueblo para preguntarle a cuál de los dos quería que librase en aquella Pascua: a Jesús o a Barrabás, el homicida. El pueblo a gritos contestó: No a éste sino a Barrabás. Replicóles Pilatos: ¿Pues qué he de hacer con Jesús? Dicen todos: Sea crucificado. Y el Presidente: ¿Pero qué mal ha hecho? Mas ellos comenzaron a gritar diciendo: Sea crucificado. ¡Ah, Dios mío!, que la mayor parte de los hombres prosiguen hoy gritando: no a éste, sino a Barrabás, cada vez que menosprecian a Cristo por un placer carnal, por puntillos de honra, por un desahogo de cólera» (Amor del alma o Reflexiones y afectos sobre la Pasión de Jesucristo, VII, 6; San Alfonso María de Ligorio, Meditaciones sobre la Pasión, Palabra, Madrid 1996, pg 61). El «¡Crucifícalo!» destaca en la narración del P. La Puente: «¿A cuál quieres más, a Cristo o a Barrabás? ¿A Dios o a la criatura? ¿Al cielo o a la tierra? ¿A la honra de Dios o a la tuya? Y cuando ando vacilando y dudando sobre lo que escogeré, llegan el demonio y la carne a persuadirme con sugestiones y razones que deje a Cristo. Y, finalmente, cuando consiento, es como abalanzarme y escoger a Barrabás, a la criatura y al deleite sensual o a la honra vana, con grande injuria de Dios y con gran desprecio de Cristo […] Mis pecados. Ellos son los que dan voces y dicen: Crucifícale, crucifícale» (L. de La Puente, Meditaciones, Parte IV, Meditación 34, punto 2º [«Cristo, pospuesto a Barrabás»]; AP, II, 1950, pgs 283-285).
297 Msb
Cuadernillo-agenda 1º de Burgos, enero de 1938, hoja 4v.
Este par de líneas forman parte del esquema –que estaba en el cuadernillo– de una Carta circular a los fieles del Opus Dei, que el Autor escribió en Burgos 9-I-1938; EF 380109-1.
298 Msb ||| tienes] tienes, Msb Txm || esos instantes Txm] los instantes Msb
EjEsp, «Plática preparatoria», Vergara 4-IX-1938; guión nº 97.
57b El propio Autor lo explicaría en Forja, 540: «En la vida interior, como en el amor humano, es preciso ser perseverante. | Sí, has de meditar muchas veces los mismos argumentos, insistiendo hasta descubrir un nuevo Mediterráneo. | —¿Y cómo no habré visto antes esto así de claro?, te preguntarás sorprendido. —Sencillamente, porque a veces somos como las piedras, que dejan resbalar el agua, sin absorber ni una gota. | —Por eso, es necesario volver a discurrir sobre lo mismo, ¡que no es lo mismo!, para empaparnos de las bendiciones de Dios».
57c Las versiones italiana y portuguesa han optado por convertir el «Mediterráneo» en «América», perdiendo el trasfondo lingüístico. Las versiones inglesa, alemana y francesa renuncian a la «geografía» y tratan de afrontar directamente el qué del «descubrimiento».
299 Msb ||| ¿qué debes Txm] ¿qué has hecho, qué haces, qué debes Msb
EjEsp, Meditación «Pecados», Vitoria 18-VIII-1938; guión nº 130. La anotación de Vitoria tiene como fondo redaccional el coloquio de la primera meditación de los pecados que hace San Ignacio de Loyola en el libro de los Ejercicios: «Imaginando a Cristo nuestro Señor delante y puesto en cruz, hacer un coloquio:[...] lo que he hecho por Cristo, lo que hago por Cristo, lo que debo hacer por Cristo» (Ejercicios, 53; BAC 86, 2ª ed, 1963, pg 208).
San Cirilo de Jerusalén, Catecheses, 13, 22; PG 33, 802; Las Catequesis, Aspas, trad. de Albino Ortega, II, Madrid 1945, pg 47.
Para San Juan Crisóstomo (Sobre la compunción, Discurso I, 7; BAC 169, 1958, pg 565), la respuesta al interrogante es evidente desde el amor, desde Pablo, «el ardiente enamorado de Cristo»: «Y no es de maravillar. Porque si la amistad entre los hombres ha hecho muchas veces desafiar la muerte, ¿qué no haría la amistad de Cristo? ¿Qué dificultad no haría fácil?».
300 Msb |||| 1 Mt 6, 24
EjEsp, Meditación «Principio y fundamento», Vergara 5-IX-1938; guión nº 99.