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Capítulos de Camino
Mortificación

 

Mortificación

El Autor vuelve de nuevo al orden de los caps de Cec, y ahora incluye el titulado «Mortificación», que va seguido de otro con el título «Penitencia». Ambos tienen una interna y profunda unidad. Por eso, esta Introd afecta a los dos caps. El Autor, cuando preparaba Cec, disponía, para la confección de ambos, de sendas secciones en Cem32 y Cem33, que incluyen consideraciones relativas tanto a mortificación como a penitencia: la de Cem32, más orientada a «Penitencia», la de Cem33, casi del todo a «Mortificación». Lo interesante es que en la ordenación de Cem32 –que es en realidad el primer esbozo del libro y Cem33 un complemento– la sección de que hablamos (Cem32/56-78) se sitúa inmediatamente después del «bloque» sobre la «Oración». Lo hago notar porque la secuencia «oración – mortificación (penitencia)» es clásica en la vida cristiana y es pieza fundamental en la enseñanza del Autor de C: los tres caps correspondientes del libro pueden leerse siguiendo ese orden y manifiestan así su primera disposición. El punto primero del nuevo cap (p/172) muestra el enlace: «Si no eres mortificado nunca serás alma de oración». No obstante, Escrivá –como hemos visto– decide interrumpir esta secuencia para introducir en Cec el cap «Santa Pureza» y en C el cap «Corazón». Esto es así, a mi parecer porque –como ya dije en la IntrodGen § 11, 2, b– quiere seguir un orden existencial, inmediato a la experiencia del lector, y no el que es propio de un «sistema» de teología espiritual.

Para la construcción de este cap el Autor se sirve en Cec, sobre todo, de la sección Cem33/316-327, que está ya al final del fascículo, de la que proceden diez de las consideraciones de Cec. Toma, del primer fascículo, cinco (cd/182.184-187), y del Cuaderno, al preparar el borrador de Cuenca, saca las otras seis consideraciones.
El cap de C comienza con la recepción íntegra y por su orden de estas veintiuna consideraciones de la edición de Cuenca, que ahora pasan a ser los p/172-192. A continuación el Autor inserta otros puntos elaborados en Burgos: p/193-207.
Conviene subrayar la importancia de este cap en el largo «plano inclinado» que, según su propio Autor, es este libro . Se trata de ir subiendo «por caminos de oración y de Amor», con constancia, hasta la meta, que es llegar a ser «almas contemplativas en medio de la calle», como dice al describir el «plano inclinado», o sencillamente «almas de oración», según la expresión del punto que abre este cap. Pues bien, cuando en 1932 hizo la ya citada lectura del Decenario al Espíritu Santo, al comenzar la instrucción del día sexto, en el margen –donde se lee que a la santidad sólo se llega «con el propio vencimiento y la propia mortificación»– San Josemaría escribió:
«¡Con qué claridad veo que no es otro el camino!» .

Un año antes había escrito con una hondura teológica que asume y trasciende la declaración anterior:
«Expiación: ésta es la senda que lleva a la Vida» .
De ahí que Josemaría Escrivá, de la manera más radical, considere el binomio «oración - mortificación» y sus mutuas implicaciones como una realidad unitaria insoslayable, que hay que abordar, además, desde los comienzos del camino.
Es interesante, para situar bien, en su hacerse, la terminología y la comprensión de estos caps –«Oración», [«Santa Pureza», «Corazón»], «Mortificación», «Penitencia»–, este pequeño esquema que hizo Escrivá en su ejemplar del Decenario, al terminar el «Obsequio» del día tercero, que es «la oración» :
–> Mortificación
Oración y Expiación
–> Penitencia
«Expiación» es, en efecto, una de las más antiguas palabras de la terminología espiritual que emplea San Josemaría. El binomio originario es «oración – expiación». La expiación, como vemos, se manifiesta de manera diferenciada en mortificación y penitencia . La distinción entre ambos conceptos, que da lugar a sendos caps del libro, tiene matices diversos entre los autores. En la distinción, tal como se expresa en C, se entrecruzan dos líneas. De una parte, la mortificación es entendida como el vencimiento diario, pequeño pero heroico en la constancia; la penitencia apunta en cambio a lo que en lenguaje clásico se designaría como «las grandes penitencias» . De otra, haciéndose presente ya en el cap «Mortificación» y ampliándose en el cap «Penitencia» (cfr los tres primeros puntos: 208-210), aflora la línea de fondo, que atraviesa todo el conjunto, en la que el vocablo penitencia asume en su seno a la «mortificación» y es entendido en referencia a su significado teologal pleno: «expiación»; es decir, como participación en el misterio redentor de la Cruz, que dota de sentido al dolor –desde las «pequeñas mortificaciones» cotidianas hasta la contradicción más brutal–, al situarlo en el contexto del Amor, de la aceptación de la totalidad de la existencia, en actitud de entrega amorosa al designio de Dios. Es la doctrina del p/234, que cierra ambos caps: «¡Cómo ennoblecemos el dolor, poniéndolo en el lugar que le corresponde (expiación) en la economía del espíritu!» .


172* Si no eres mortificado nunca serás alma de oración.


El punto primero del cap procede del Cuaderno VI, nº 906, de donde pasó al segundo cuadernillo a velógrafo. Es de fecha 19-I-1933 . Tenor literal idéntico, con diferencias de puntuación.
Se conserva –es algo muy excepcional– la «cuartilla» en la que el Autor escribió este punto de C, que abriría el cap «Mortificación» . Allí está, tal como pasaría al Cuaderno, el futuro punto de C.

El Autor se refiere a la «continua mortificación» de la que habla en el p/223: su experiencia personal y pastoral le dice que sin ella no hay vida contemplativa (alma de oración). Por lo demás, estamos ante la doctrina espiritual de los santos . Vid com/180.


173* Esa palabra acertada, el chiste que no salió de tu boca; la sonrisa amable para quien te molesta; aquel silencio ante la acusación injusta; tu bondadosa conversación con los cargantes y los inoportunos; el pasar por alto cada día, a las personas que conviven contigo, un detalle y otro fastidiosos e impertinentes... Esto, con perseverancia, sí que es sólida mortificación interior.


Texto procedente del Cuaderno VII, nº 1103, 5-I-1934: vid apcrít. Es el último de los futuros puntos de C que transcribió ese día . Todos pasaron después al texto impreso de Cuenca.
Una descripción, ésta, de la mortificación interior que es connatural al alma cristiana. Después de ponderar cómo es más llevadera la mortificación exterior, exaltaba San Juan Crisóstomo la mortificación interior en estos términos:
«Mas soportar una injuria, sufrir un daño, una palabra pesada, las burlas de los mismos inferiores, dichas con razón o sin ella, las censuras que nos vienen, de balde y sin propósito, de gobernantes y gobernados, sobrellevar, digo, todo eso, no es negocio de muchos» .
Y ya en tiempos recientes, Teresa de Lisieux:
«Mis mortificaciones consistían en quebrantar mi voluntad, siempre dispuesta a salirse con la suya; en callar cualquier palabra de réplica, en prestar pequeños servicios sin hacerlos valer, en no apoyar la espalda cuando estaba sentada, etc. etc.» .



174* No digas: esa persona me carga. —Piensa: esa persona me santifica.


El punto prolonga el sentido de la mortificación interior propuesto en el punto anterior. El texto original del Cuaderno VII, nº 1102, fue escrito también en 5-I-1934.
Vid com/190: hay base para pensar que se trata de la misma persona. Nótese el valor ascético del cambio «Di/Piensa» (vid apcrít).


175* Ningún ideal se hace realidad sin sacrificio. —Niégate. —¡Es tan hermoso ser víctima!


El Autor escribió este punto en el octavo aniversario de su ordenación sacerdotal, 28-III-1933 (Cuaderno VI, nº 970). Las breves notas de ese día no hacen ninguna alusión a la efemérides. El texto del Cuaderno es el mismo de C, sin el guionado.
Es ésta la única vez que aparece la palabra «víctima» (ser víctima, hacerse víctima) en el libro. Josemaría Escrivá fue distanciándose cada vez más de esa manera de hablar y de su contexto teológico-espiritual. No le gustaba esa terminología, que no ayuda a comprender la unicidad absoluta de la Víctima agradable al Padre, que es Cristo, y que podía, además, dar lugar a una psicología «dolorista» –de «victimismo»– que no se compadece con el estilo de vida y de seguimiento de Cristo que él predicaba . Su doctrina en este sentido adquiere progresivamente formulaciones netas:
«La única Víctima es Cristo. En el Opus Dei no hay víctimas, hay cruces gloriosas. Nosotros estamos gozando de su hiel y de su sangre. […]. ¡No hay víctimas! Sacerdotes míos : no llevéis a nadie por ese camino. No es de nuestro espíritu» .

Para el Autor, la Cruz –la Cruz de Cristo–, precisamente por ser de Cristo y estar Él en ella, es lugar de felicidad y de descanso. Es una Cruz sin cruz, dirá . Esta paradoja configura su comprensión de la vida cristiana. Por eso, en la Cruz hay que estar:
«sin llantos, sin miedos, sin llamarnos víctimas. Para eso está Cristo: El es la única víctima. ¿Está claro?» .
«Hijas mías, ya sabéis lo que tenéis que hacer ahora que el año empieza: pensar en Cristo Jesús y estar contentas, aceptando las pequeñas contrariedades del momento, sin sentiros víctimas. ¡No hay víctimas! ¡La víctima es El! Sin la gracia suya, nada sirve para nada. Si lo hacemos por amor, unidos al dolor y a la satisfacción de Cristo, completamos lo que falta a la Pasión del Señor. Y seremos felices» .

No deja de ser significativo que, a continuación del texto de su Cuaderno del que procede el punto que comentamos, el Autor escribe esta otra nota (y con ella se acaba lo que apuntó el día de su aniversario):
«Se hará constar en los estatutos de la Obra que ninguno puede pertenecer a ella si no trabaja: el trabajo santifica y obliga a todos, aunque tengan una gran fortuna personal» .

Esta línea del trabajo profesional responsable, y muchas veces agotador (vid p/277), vivida en Cristo, en la Cruz de Cristo (vid p/178), con todo lo que comporta de entrega y de servicio, es ciertamente el paradójico horizonte de «negación» y de «sacrificio» que contempla Josemaría Escrivá como «camino» de la vida ordinaria. Unido, naturalmente, al «Fiat, adimpleatur...» que es la plena y total aceptación de la Voluntad de Dios: enfermedades, contradicciones, envidias, calumnias, soledad, abandono... Al año siguiente escribía al Vicario General Morán, con ocasión de los comienzos de la Residencia de Ferraz:
«¿Contrariedades? Las hay. ¡Cuántas, desde aquel benditísimo 2 de octubre de 1928! Pero no pueden sobrecogernos. Nos alientan: son el sello Real de la Santa Cruz, que Jesús pone en todo lo que es suyo»21b.
Vid com/691, donde se muestra el sentido que tiene en la vida del Autor el dolor y la contradicción.


176* ¡Cuántas veces te propones servir a Dios en algo... y te has de conformar, tan miserable eres, con ofrecerle la rabietilla, el sentimiento de no haber sabido cumplir aquel propósito tan fácil!


Procede del Cuaderno III, nº 186, escrito el 27-III-1931:
«¡Cuántas veces me propongo servirte en algo, Señor mío, ...y me he de conformar, tan miserable soy, con ofrecerte la rabietilla, el sentimiento de no haber sabido cumplir aquel propósito... tan fácil! –Decididamente casi no llego a borrico..., me quedo, formando parte del montoncillo vil de trapos sucios, que desprecia el trapero más pobre».
Como se ve, el texto del Cuaderno es formalmente autobiográfico. Al pasar las fichas al velógrafo –y luego al texto impreso– no incorporó la segunda parte del texto. Para el tema del «borrico» vid p/606 y 998 con sus com.


177* No desaproveches la ocasión de rendir tu propio juicio. —Cuesta..., pero ¡qué agradable es a los ojos de Dios!


Original de 14-III-1933, escrito en el Cuaderno VI, nº 950 .


178* Cuando veas una pobre Cruz de palo, sola, despreciable y sin valor... y sin Crucifijo, no olvides que esa Cruz es tu Cruz: la de cada día1,la escondida, sin brillo y sin consuelo..., que está esperando el Crucifijo que le falta: y ese Crucifijo has de ser tú.

Es uno de los muchos puntos de C que copió en el Cuaderno VII, nº 1102, el día 5-I-1934 :
«Cuando veáis una pobre Cruz de palo, sola, despreciable y sin valor... y sin Crucifijo, no olvidéis que es vuestra Cruz, la de cada día, la escondida, sin brillo y sin consuelo..., que está esperando el Crucifijo que le falta: y ese Crucifijo has de ser tú».

El Autor está aludiendo a la cruz grande, de madera tosca, negra, que tenía –en la Academia DYA de la calle Luchana– en la pequeña habitación donde recibía a los estudiantes. Su sola presencia incitaba a preguntar por su significado. El punto de C es la explicación que San Josemaría daba a los que preguntaban. Vid p/277. Casi dos años después escribía en sus apuntes:
«¡La Cruz de palo! También fue motivo de escándalo, primero –según oí de labios de D. Pedro Poveda– se escandalizó un santo sacerdote que tiene verborrea; después, el escándalo trascendió –ya lo apunté, en las catalinas– hasta el palacio episcopal . ¡Con qué pena, solito en la Casa del Angel Custodio –en Luchana–, desarmé la pobre Cruz escandalosa! La envolví en papeles, y, bien acondicionada, se guardó en casa de aquel santo sacerdote, de que hablé antes […]
Ya en Ferraz, cuando no había ni una silla en el oratorio, ni podíamos soñar con que Jesús hiciera allí su Betania , me apresuré a hacer que se pusiera en la pared del oratorio (!) nuestra Cruz de palo. Y es que esa Cruz simboliza la vida del apóstol de Cristo, con un vigor y una verdad, que encantan» .

179* Busca mortificaciones que no mortifiquen a los demás.


Original manuscrito en Cuaderno VI, nº 1029, 4-VII-1933 . Texto idéntico. Fue dado a conocer en el 2º cuadernillo a velógrafo (Cem33).
Este punto y los dos siguientes son tres «declaraciones» fundamentales, basadas en la gran tradición ascética, acerca de la inserción de la mortificación en el conjunto de la vida cristiana. Son tres «máximas» o «aforismos» de corte clásico que apuntan al sentido operativo y práctico que tiene, por su propia naturaleza, el presente capítulo.


180* Donde no hay mortificación, no hay virtud.


Original manuscrito en Cuaderno VII, nº 1097, 30-XII-1933, junto a otros seis futuros puntos de C . Pasó directamente al texto impreso.
De una manera lapidaria –una auténtica «sentencia», un «aforismo»– el Autor formula un principio fundamental de la doctrina espiritual del Cristianismo. San Juan de la Cruz, por ej, lo expresaba así: «Porque, así como es necesaria a la tierra la labor para que lleve fruto, y sin labor no le lleva, sino malas hierbas, así es necesaria la mortificación de los apetitos para que haya provecho en el alma; (sin) la cual oso decir que, para ir adelante en perfección y noticia de Dios y de sí mismo, nunca le aprovecha más cuanto hiciere que aprovecha la simiente echada en la tierra no rompida» . El p/172, en estilo dialógico y en clave de oración, no de virtud, formula la misma doctrina.


181* Mortificación interior. —No creo en tu mortificación interior si veo que desprecias, que no practicas, la mortificación de los sentidos.


Original manuscrito en Cuaderno VI, nº 960, 22-III-1933 . Fue dado a conocer en el 2º cuadernillo a velógrafo. Texto idéntico, sin el guión.
La mortificación de los sentidos externos es, de hecho, un test de la mortificación «interior», de la misma manera que la caridad con el hermano, «al que ves», se transforma en test del amor a Dios, al que no ves (cfr 1 Jn 4, 20). Hay en todo esto una profunda teología de la corporalidad.


182 Bebamos hasta la última gota del cáliz del dolor en la pobre vida presente. —¿Qué importa padecer diez años, veinte, cincuenta..., si luego es el cielo para siempre, para siempre..., para siempre?
—Y, sobre todo —mejor que la razón apuntada, «propter retributionem»1—, ¿qué importa padecer si se padece por consolar, por dar gusto a Dios nuestro Señor, con espíritu de reparación, unido a Él en su Cruz, en una palabra: si se padece por Amor?...


Este punto fue dado a conocer en el primer cuadernillo a velógrafo y, como los dos siguientes, tiene su matriz en las notas del retiro espiritual de Segovia, octubre de 1932. La anotación originaria del p/182 aparece como una reflexión del Autor a partir de un libro que está leyendo en aquellos EjEsp. Así se expresa San Josemaría:
«Día octavo, martes: = La gloria de la resurrección: La alegría sucede a la tristeza, el triunfo al combate. Ya Jesús es el Dios poderoso en las batallas, siempre vencedor. Exaltare super caelos, Deus, et in omnem terram gloria tua (Ps. LVI, 6). Y San Pablo nos colma de esperanza "scientes quod sicut socii passionum estis, sic eritis et consolationis (II Cor. 1.7)... Cuanto más abatidos nos viere, por cumplir su Voluntad, más nos regalará en la felicidad y gloria que nos promete, pues ésta ha de ser proporcionada a nuestros trabajos, a nuestro celo, a nuestros sufrimientos". ¡Hermosa consideración, la que acabo de copiar a la letra del libro que empleo en este retiro!» .

Y aquí, después de punto y aparte, es donde comienza el que será p/182 de C, precedido en la nota de Segovia de esta frase, que no pasa al libro:
«No esquivemos nuestros labios: bebamos…»33b.
«Dar gusto a Dios»: vid com/152.
«Para siempre». Vid sobre el tema com/752. Gravita, sin duda, en la redacción de esta vivencia espiritual el célebre pasaje de Santa Teresa de Jesús, que Josemaría Escrivá citaba con frecuencia :

«Espantábanos mucho el decir que pena y gloria era para siempre, en lo que leíamos. Acaecíanos estar muchos ratos tratando de esto y gustábamos de decir muchas veces: ¡para siempre, siempre, siempre! En pronunciar esto mucho rato era el Señor servido me quedase en esta niñez imprimido el camino de la verdad» .

«Propter retributionem». El Autor alude al v. 112 del Salmo 119 (118), de recitación cotidiana en el Oficio de las Horas en aquellos años: «Inclinavi cor meum ad faciendas iustificationes tuas in aeternum propter retributionem» , citado también a la letra en el Decreto sobre la justificación . San Josemaría había ya usado esa expresión en los Apínt unos meses antes:
«Cuando volvía, esta mañana, de Sta. Isabel, al contemplar la cola que iba a adorar el Santo Cristo de Medinaceli, sentí el impulso de prestar esa adoración (nunca me había movido a eso), considerando que, por tradición, todos los devotos van «propter retributionem» a pedir favores, y yo debía ir, como he ido, exclusivamente «por Amor». Entré en la iglesia. He besado el pie derecho de Jesús. Dejé diez céntimos, en una bandeja y he pedido una estampa, que guardaré para recuerdo. Estoy seguro de haber consolado a mi Señor. –Me dio, en la calle, oración» .

La reflexión del Autor se eleva al motivo superior del amor puro, quizá bajo la influencia de las Enarrationes in Psalmos de San Agustín, que más que nadie en la Antigüedad cristiana pone en relación la eternidad del amor a Dios, radicalmente «desinteresado», y el sentido (aparentemente egocéntrico) de la recompensa. Es la misma actitud que San Juan Crisóstomo ve en San Pablo:
«Él no servía a Cristo como nosotros, pobres asalariados, por temor del infierno y por deseo del reino de los cielos. Otro amor mucho mejor y más bienaventurado que ése arrebataba al Apóstol, y sólo por satisfacer ese amor que tenía a Cristo lo sufría y hacía absolutamente todo» .
Esta idea, también presente en la profunda explicación que Santo Tomás hace del Espíritu Santo como Don , apunta a la superación de la célebre controversia del siglo XVII sobre el «amor puro» , que indudablemente el Autor conocía bien y que está en el trasfondo de un buen número de puntos de C. Vid p/139, 668, 669, 765, 769 y 788 con sus com. El tema del «amor desinteresado» está también presente en el Decenario de Francisca Javiera del Valle .


183* ¡Los ojos! Por ellos entran en el alma muchas iniquidades. —¡Cuántas experiencias a lo David!...1 —Si guardáis la vista habréis asegurado la guarda de vuestro corazón.


Original manuscrito en Cuaderno VI, nº 1044, 2-VIII-1933 . Tenor literal idéntico, con diferencias de puntuación.

La tradición cristiana tiene bien comprobada esa experiencia. San Ambrosio de Milán parte de los Proverbios: «Nuestros propios ojos son redes para nosotros, y por eso se ha escrito: ‘No seas atrapado por tus ojos’ (Pr 6, 25)» . Catalina de Siena lo expresa psicológicamente: «No hay miembro del cuerpo que tanto quiera dar gusto al corazón como los ojos» . El Maestro Ávila medita el episodio de David, como Josemaría Escrivá: «no es cordura mirar lo que no es lícito desear; como parece en el santo rey David, cuyos ojos se deleitaron en mirar la mujer que se lavaba en su huerto» [...] «Y creed cierto que una de las más ciertas señales del corazón recogido es la mortificación en el mirar» .

Ya en el retiro de Segovia –vid com al punto siguiente– había empleado la misma expresión. Este p/183 podía haber sido colocado perfectamente en el cap «Santa Pureza». El Autor, al situarlo aquí, señala claramente la relación entre la «guarda del corazón» y el sentido cristiano, positivo, de la pureza.

184 ¿Para qué has de mirar, si «tu mundo» lo llevas dentro de ti?


Texto de profundas resonancias agustinianas. El original se encuentra en el Cuaderno V, nº 709, 25-IV-1932 , en esta forma:
«¿Para qué has de mirar, si tu mundo lo llevas dentro?».
Hay una anotación de los EjEsp de Segovia, escrita en primera persona (examen personal en el retiro) unos meses después, en la que Escrivá vuelve a este pensamiento en el contexto de las «experiencias a lo David» del p/183:
«Día sexto, domingo: = Pureza =. La santa pureza: humildad de la carne. Señor: ¡siete cerrojos, para mi corazón! Siete cerrojos y ochenta años de gravedad. No es la primera vez que oyes esta solicitud mía. Bien: vigilar..., porque antes se apaga una centella que un incendio: huir..., porque aquí es una vil cobardía ser valiente: los ojos..., ¡cuántas experiencias tristes a lo David!, y, además, ¿para qué mirar, si mi mundo está dentro de mí?... Pero toda esta diligencia humana, con la mortificación y el cilicio y la disciplina y el ayuno, ¡qué poco valen sin ti, Dios mío!» .
La fórmula de Segovia –«mi mundo está dentro de mí»– se refleja en la redacción definitiva del texto: «’tu mundo’ lo llevas dentro de ti».
El punto de partida es sin duda la necesidad de «guardar la vista» y con ella el corazón. Pero el autor se remonta a un horizonte más amplio, de impronta agustiniana, como dije, y teresiana .


185 El mundo admira solamente el sacrificio con espectáculo, porque ignora el valor del sacrificio escondido y silencioso.


Original manuscrito en Cuaderno V, nº 730, 20-V-1932. Tenor literal idéntico. Fue dado a conocer en el primer cuadernillo a velógrafo.

En un documento de 1934, dirigido a los fieles del Opus Dei, volvía sobre el tema:
«¿No será que tienes miedo al sacrificio escondido y silencioso?... Mira: este sacrificio es el más fecundo» .
En la fase redaccional de Burgos (p/509) aparece de nuevo esta expresión en relación con la Santísima Virgen.
El fondo de este punto y de muchos otros es el ideal de «ocultarse y desaparecer», que el Autor trató de vivir siempre y propuso en su predicación. Vid sobre el tema p/647, 648, 848 con sus com e Introd a cap 41.


186 Hay que darse del todo, hay que negarse del todo: es preciso que el sacrificio sea holocausto.


Original manuscrito en Cuaderno V, nº 520, 28-XII-1931 . El Autor dice que va tomando esta nota por la calle y que le «hace ver nuestro Rey que en su ejército no caben medianías». A continuación, la consecuencia, que es el punto de C.
También en los EjEsp de Segovia vuelve sobre esta idea, con la misma formulación:
«¿Se puede desear no desagradar a Dios, y al mismo tiempo no desagradar al mundo? Son cosas antagónicas: o lo uno o lo otro. Es preciso que el sacrificio sea holocausto: hay que quemarlo todo, hasta el «qué dirán», hasta eso que llaman reputación» .
En la Antigua Ley el «holocausto» era el sacrificio en el que la víctima se consumía totalmente. El cap primero del Levítico describe minuciosamente el ritual. La tradición cristiana ha visto en el holocausto la prefiguración del sacrificio único y redentor de Cristo y, en ese sentido, para el cristiano, el ideal de la plena unión con Dios en el seguimiento de Jesús. Así lo expresaba San Josemaría en la IX estación del Via Crucis:
«¡Dios mío!, que odie el pecado, y me una a Ti, abrazándome a la Santa Cruz, para cumplir a mi vez tu Voluntad amabilísima..., desnudo de todo afecto terreno, sin más miras que tu gloria..., generosamente, no reservándome nada, ofreciéndome contigo en perfecto holocausto».
Vid p/149.

187 Paradoja: para Vivir hay que morir.


Original manuscrito en Cuaderno IV, nº 398, 18-XI-1931 . El texto de C no procede en este caso de una «consideración», apuntada de forma autónoma en el Cuaderno, sino de un lance de la intimidad del Autor en su relación con Dios , del que toma para C –para el velógrafo, primero– la consecuencia final:
«18 – noviembre – 31: He sabido que una determinada persona dice de mí, sin motivo, cosas mortificantes. Me ha dolido. Esto y algo, que contaré después, me ha hecho trepidar, perder durante un par de horas la paz. Luego, he encomendado al Señor a esa pobre mujer, que tanto se preocupa de mí, y he dicho: que hablen todo lo malo de mí, no me importa..., todavía se quedarán cortos. Creo que, sin embargo de este pensamiento querido por mi voluntad, lo que más me ha dolido ha sido el desprecio que envolvían las frases de aquella pobre mujer. ¡Cuánto hay que matar en mí! ¿Cuándo me convenceré de esta otra paradoja?: para Vivir hay que morir» .
«Vivir», con mayúscula (la única vez en el libro; «Vida», en cambio, es muy abundante). El «morir» que lleva a este Vivir –vivir la vida nueva de los hijos de Dios– es el morir paulino a nosotros mismos (cfr Rm 6, 1-13; Flp 1, 21). Éste es el sentido y el mensaje del texto. Escatológicamente significa sin duda la muerte personal como camino hacia la plenitud de la Vida, tema que el cap «Postrimerías» desarrollará abundantemente. Pero el Autor aquí está viendo la anticipación escatológica en la batalla cotidiana del cristiano: para que Cristo viva en nosotros –eso es «Vivir»– hay que «morir por la mortificación»: así lo dirá con toda claridad formal en el p/199. Vid también la estación XIV del Via Crucis.
Vid p/218, casi idéntico a este otro en formulación y mensaje. Vid también com/738.


188* Mira que el corazón es un traidor. —Tenlo cerrado con siete cerrojos.


Original manuscrito en Cuaderno VI, nº 993, 30-IV-1933. Tenor literal idéntico. El tema, como hemos dicho, era recurrente en su vida espiritual. La primera vez que aparece en sus Cuadernos (en el V, nº 463, 9-XII-1931) es ésta:
«Jesús: además de los ochenta años, pon también siete cerrojos en mi corazón».

En las notas de los EjEsp de Segovia (1932), se lee esta exclamación:
«Señor: ¡siete cerrojos, para mi corazón! Siete cerrojos y ochenta años de gravedad. No es la primera vez que oyes esta solicitud mía» .
El p/188 es de 1933 y desde entonces empieza a gravitar con sus formulaciones también en la correspondencia:
«Esfuérzate en seguir las «Normas». Si las cumples, necesariamente te santificarás. Guarda el corazón: siete cerrojos..., ni uno menos, y no olvides que es un traidor» .

En el p/161, los «siete cerrojos» se nombran para la «guarda del corazón» en un contexto próximo a la «santa pureza». El «cerrojo descorrido» de que allí se habla custodiaba la «santa pureza». Pero el corazón, como centro del sujeto humano, hay que «guardarlo», no sólo en ese campo: en C connota especialmente la dimensión «amar», «querer» de ese centro de la personalidad.
Mons. Escrivá de Balaguer se pronunció de manera muy directa sobre el tema en un coloquio del año 1972. Le preguntaron por qué eran concretamente «siete» los cerrojos del p/188. Respondió:
«Pues yo puse siete, no por mis siete años actuales , sino porque son siete los pecados capitales» .

En Santiago de Chile ante una pregunta semejante respondía:
«El corazón hay que ponerlo siempre en todo, pero llevado por la cabeza. Si no, hacemos cosas inhumanas, y sería malo que un hombre obrara de una manera inhumana, pero una mujer que no ponga corazón... Te entiendo, hija mía. Tú no quieres el corazón solo porque se desboca. Muy bien. Ciérralo con los siete cerrojos que yo recomiendo: uno para cada pecado capital. Pero no dejes de tener corazón» .

El año 1975 –el año de su muerte– salía el tema en otra conversación. La cuestión planteada no era directamente el punto de C, sino la guarda del corazón en sí misma:
«El corazón hay que sujetarlo, tú lo sabes. Lo has leído en Camino: que hay que ponerle siete cerrojos, uno para cada pecado capital. Una cosa es la ternura natural y la bondad y otra cosa es lo que es mala inclinación. Todos sabemos lo que es. Huir de la ocasión» .
Esta relación con los pecados capitales ilustra a fondo el tema «corazón» en el Autor de C. El corazón hay que sujetarlo para que no se lance de manera ilegítima sobre la realidad que le rodea.

Ése es el «drama del corazón» según la predicación misma de Jesús:
«De dentro del corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, injurias: eso es lo que hace impuro al hombre» (Mt 15, 19-20).
Escrivá resumió la impureza verdadera –en contraste con la «pureza meramente legal»– en los siete pecados capitales, y la batalla ascética subsiguiente, en el símbolo de los siete cerrojos del corazón. La paradoja cristiana es que cuando esos siete cerrojos están bien cerrados, el alma cristiana adquiere la experiencia de la verdadera libertad y del amor. Por lo demás, el tema de la guarda y custodia del corazón es, en sí mismo, clásico en la espiritualidad cristiana .
La fórmula «siete cerrojos» en este contexto es propia y característica del Autor. Su sentido espiritual lo ha explicado él mismo, como acabamos de ver. La expresión lingüística tiene resonancias del dicho castellano «bajo [o debajo de] siete llaves», que indica algo «muy guardado y seguro» y es frecuente ya en los clásicos . Desde el punto de vista histórico parece que en los «siete cerrojos» hay un eco de las «siete llaves al sepulcro del Cid», que, para la «regeneración» de España, proponía otro ilustre aragonés, Joaquín Costa . Así parece deducirse de la conversación que tuvo Carlos Verdú, un joven universitario valenciano, con San Josemaría en Burjasot (Valencia), en 1939. Verdú relata aquel encuentro en estos términos:
«Recuerdo que, cuando llegamos a este punto en la confidencia que tuve con él me dio grandes ánimos diciéndome que, ‘en el matrimonio y en el mundo podría hacer mucho bien a las almas. Que me encomendase a la Virgen, y que cerrase mi corazón con siete llaves como el sepulcro del Cid hasta que llegue el momento en que el Señor me haga ver la que ha de ser compañera de mi vida en un santo matrimonio’» .
Si el recuerdo de Verdú es fiel, la relación con Costa es clara.


189* Todo lo que no te lleve a Dios es un estorbo. Arráncalo y tíralo lejos1.

Original manuscrito en Cuaderno VI, nº 944, 9-III-1933 . Texto idéntico.
El punto, como se ve, es una glosa a Mt 5, 27-30. El v. 29 –«Si tu ojo...»– lo había citado ya en el p/163, a propósito del «corazón».


190* Le hacía el Señor decir a un alma, que tenía un superior inmediato iracundo y grosero: Muchas gracias, Dios mío, por este tesoro verdaderamente divino, porque ¿cuándo encontraré otro que a cada amabilidad me corresponda con un par de coces?

Original manuscrito en Cuaderno VI, nº 1031, 7-VII-1933 . Texto idéntico. Álvaro del Portillo anota el pasaje: «Si no recuerdo mal –escribe–, me dijo nuestro Padre que se trataba de Isidoro Zorzano».
No he encontrado la expresión en la correspondencia de Zorzano con el Autor. Podría ser algo que el ingeniero le contó personalmente a San Josemaría. La misma interpretación teológico-espiritual de la relación con el «jefe» –sin nombrarlo– la hace ya el propio Zorzano en esta carta de 1931: «Por ahora no es probable que vaya a ésa y lo siento en todos conceptos, pues no me encuentro muy bien y desearía descansar unos cuantos días en mi casa; además, sigo bastante disgustado en la Oficina, haciéndoseme el trabajo insoportable; cuando se colabora con personas francamente odiosas, es el mayor castigo (expiación) que se puede imponer» .


191* Véncete cada día desde el primer momento, levantándote en punto, a hora fija, sin conceder ni un minuto a la pereza.
Si, con la ayuda de Dios, te vences, tendrás mucho adelantado para el resto de la jornada.
¡Desmoraliza tanto sentirse vencido en la primera escaramuza!

Original manuscrito en Cuaderno VI, nº 964, 23-III-1933:
«Véncete cada día desde el primer momento, (hube de interrumpir. Sigo el 24, fiesta de S. Gabriel –nuestro S. Gabriel –, vísperas de la Anunciación) levantándote en punto, a hora fija, sin conceder ni un minuto a la pereza» .
«Al leer esto –escribe Álvaro del Portillo (nt 738 a Apínt)– me comentó el Padre, sonriendo, que tenía experiencia personal de ser vencido en esa primera escaramuza: y no me cuesta ningún trabajo creerlo, porque estaba agotado». Eran aquellos años de muchísimo trabajo físico, aparte del intelectual y moral, y San Josemaría dormía muy poco tiempo. Por eso, cuando se tenía que levantar, le costaba un trabajo muy grande. Rememorando con humor aquellos tiempos primeros, contaba (yo, personalmente, se lo oí así en los años cincuenta):
«¿Sabéis lo que hacía yo, durante una época –hace años, apenas cumplidos los treinta– en que me encontraba tan fatigado que apenas conciliaba el sueño? Pues, al levantarme, me decía: antes de comer dormirás un poco. Y cuando salía a la calle, añadía contemplando el panorama de trabajo que se me echaba encima aquel día: Josemaría, te engañé» .

Escrito ya lo que precede, he encontrado entre las notas del Retiro de 1933, dirigidas a su confesor, ésta ¬–no había reparado antes en ella–, en la que San Josemaría dejó escrito, «apenas cumplidos los treinta», lo que le hemos oído contar:
«3/ Me encuentro tan inclinado a la pereza, que, en lugar de moverme a levantarme a mi hora por la mañana el deseo de agradar a Jesús, –no se ría– he de engañarme, diciendo: «después te acostarás un ratito durante el día». Y, cuando antes de las seis camino hacia Santa Isabel, bastantes veces me burlo de ese peso muerto que llevo y le digo: «borrico mío, te fastidias: hasta la noche, no vuelves a acostarte» .


192* Siempre sales vencido. —Proponte, cada vez, la salvación de un alma determinada, o su santificación, o su vocación al apostolado... —Así estoy seguro de tu victoria.

Original manuscrito en Cuaderno VI, nº 1079, 30-XI-1933 , con tenor literal idéntico, pero allí comienza con esta frase, que no pasa a Cec ni a C:
«¡Te cuesta tanto ese pequeño sacrificio!».
Como tantas otras veces, en el texto del Cuaderno no están los guiones que aparecen en C.


193* No me seas flojo, blando. —Ya es hora de que rechaces esa extraña compasión que sientes de ti mismo.

Octavilla Bl redactada en Burgos. El punto de partida bien pudo ser este párrafo de una carta enviada a Andalucía:
«Y vamos a la cuestión de nuestro amigo: dile que no me sea flojo» .
Pero en la segunda parte del punto hay una resonancia de algo que el Autor dejó escrito en sus Cuadernos que quedaron en Madrid:
«Yo quiero ser mejor, santo: pero, este desorden, esta extraña compasión de mí mismo que me ha entrado, la flojedad de mi actuación, todo lo mío, en fin, Jesús mío, ¡hay que quitarlo! ¡¡Ayúdame!! Quiero» .


194* Yo te voy a decir cuáles son los tesoros del hombre en la tierra para que no los desperdicies: hambre, sed, calor, frío, dolor, deshonra, pobreza, soledad, traición, calumnia, cárcel...

Octavilla de la serie Lh, redactada, en principio, en Honduras. Refleja perfectamente la vivencia de aquellos meses, donde todas estas formas del «tesoro de la Cruz» se habían acumulado. También pudo ser escrito en Burgos, donde llevaba de forma rigurosa una vida penitente. En todo caso, Pedro Casciaro, que junto con Francisco Botella convivía con él en Burgos, describe la mortificación y la penitencia de San Josemaría, diciendo que este p/194 es su expresión . Por lo demás, el texto es como un eco del testimonio de San Pablo en 2 Co 11, 23-29 acerca de sus penalidades.


195* Tuvo acierto quien dijo que el alma y el cuerpo son dos enemigos que no pueden separarse, y dos amigos que no se pueden ver.

Octavilla escrita en Burgos. No he conseguido identificar al autor que dijo lo que en el punto se le atribuye. Y es curioso, porque se dispone de dos transcripciones –autógrafas de Josemaría Escrivá– del texto literal que está en la base de lo que en este p/195 se dice en estilo indirecto. La primera es una adición, entrecomillada, al final del guión de predicación 117, escrita con la tinta verdosa que usó en Vergara, septiembre de 1938; la otra se encuentra en un conjunto de fichas de muy diversa naturaleza, también de ese año, con idéntico texto pero sin entrecomillar, como suele hacer cuando saca fichas de libros. En ambos casos no hay referencia al autor. El texto dice:
«El alma y el cuerpo están apretadamente trabados entre sí, y, con todo, siempre se contrarían; en una palabra, son dos enemigos que no pueden separarse, y dos amigos que no se pueden ver» .

La base teológica es la unidad de origen y de destino que tienen, en la unidad de la persona, tanto el alma como el cuerpo, en expresión de San Ambrosio:
«Es bien claro que el hombre fue redimido en sus dos partes constitutivas y ambas se han de salvar, ya que ni el alma sin el cuerpo, ni el cuerpo sin el alma recibirán el premio o el castigo separadamente, puesto que realizaron sus obras unidos» .

Pero la batalla es clara:
«Desea la carne, no consiente la mente. He ahí el conflicto» .

En realidad, los Padres están glosando, a su manera, el texto de San Pablo: «la carne tiene tendencias contrarias a las del espíritu y el espíritu contrarias a las de la carne: ambos se oponen entre sí» (Ga 5, 17).

La idea, de raíz paulina, como vemos, se encuentra en la literatura espiritual del siglo XVI y, en concreto, en el Enchiridion militis christiani, de Erasmo, que tuvo un tan extenso influjo en el ámbito europeo y, concretamente, español. Al alma y al cuerpo, explica el humanista de Rotterdam, «los unió el Artista supremo en feliz armonía. Fue la serpiente, enemiga de la paz, la que los dividió con tan lamentable discordia que ya no pueden separarse una de otro sin gran tormento, ni vivir juntos sin continua guerra» . Y hablando del cuerpo –que en su antropología identifica con el «hombre viejo»– en su relación con el espíritu ya había dicho antes: «Es éste el viejo y terrenal Adán, en la conversación y amistad más que vecino y en los deseos más que enemigo» . Vid com/138 y p/202.


196* Al cuerpo hay que darle un poco menos de lo justo. Si no, hace traición.

Se trata de una octavilla Re, periodo final de la redacción de C. El fondo ascético es tradicional, muy subrayado por los santos, que dicen que al cuerpo no hay que darle caprichos, sino lo justo, lo necesario . El Autor le da una formulación acabada y práctica, en cierto sentido más exigente («un poco menos de lo justo»), que se graba en el lector.


197* Si han sido testigos de tus debilidades y miserias, ¿qué importa que lo sean de tu penitencia?

Texto redactado en Burgos o Vitoria. Octavilla Bl perteneciente a la subserie Ber (dorso en blanco y pluma fina). Casciaro, nuevamente, describe el origen autobiográfico del texto: «Al ayuno y la sed se añadían las disciplinas. No podía tomarlas en el cuarto de baño que había al fondo del pasillo [del Hotel Sabadell] porque se oían en todo el piso. Cuando alguna vez no pudo aprovechar el tiempo que estábamos fuera de la habitación, tuvo que hacerlo en su dormitorio, sin otra separación que la delgada cortina que lo aislaba muy relativamente. Y cuando yo interferí hasta en esto, tratando de que las atenuara, su contestación fue del tenor de lo que puede encontrarse en Camino 197» . Su mortificación corporal era muy rigurosa. Con su Confesor trataría la manera de llevar a la práctica a la vez lo que él mismo dice poco después en el p/202.


198* Éstos son los frutos sabrosos del alma mortificada: comprensión y transigencia para las miserias ajenas; intransigencia para las propias.

Octavilla Not. Diciembre 1938. La doctrina es antigua. La formulación ya está en la predicación de Honduras; aparece la idea en una meditación de abril del 37:
«Dame, Señor de misericordia, la gracia de que yo también sea misericordioso con los demás. Intransigencia conmigo mismo; comprensión con los que me rodean» .
Pero la redacción de la «gaitica» debió hacerla el Autor a partir de los guiones del retiro predicado a las teresianas en 25-I-1938, donde se lee este apunte:
«Fruto de la mortificación: comprensión, caridad: transigencia (para los otros) e intransigencia (para ti)» .


199* Si el grano de trigo no muere queda infecundo1. —¿No quieres ser grano de trigo, morir por la mortificación, y dar espigas bien granadas? —¡Que Jesús bendiga tu trigal!

Pasa con este punto algo parecido a lo del anterior. La octavilla se escribe muy probablemente a partir de un guión perteneciente a la predicación en Vitoria-Vergara :

«Que seamos granos de trigo, que den espigas fecundas... Y que Jesús bendiga el trigal, como yo os bendigo in nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti» .
Es doctrina tan antigua como el Evangelio mismo y es ese mensaje del Evangelio el que aquí entrega el Autor. Pero todo está teñido de la experiencia de sufrimiento y de gracia que la situación de la guerra está ofreciendo a San Josemaría. Véase en este sentido este pasaje de la predicación de Honduras. Primero, el gozo de la palabra evangélica:
«¡Con qué gusto contemplo cómo el grano de trigo se pudre en el surco, se corrompe y muere! (Cfr Ioh 12, 24). Porque muere para traer nueva vida: primero en una brizna verde de hierba, y después en una dorada y esbelta espiga, que es la plenitud en que cuaja la fuerza que latía en la simiente».
Después, la palabra del Evangelio configurando la situación presente:
«Señor: acepto con gusto mi pequeñez, mi oscuridad, mi muerte aparente; no dudo de que todo esto no ha de ser inútil y que algún día fructificará en espigas maduras y llenas de grano» .
La temática de este p/199 hay que ponerla en relación con la del p/834. Vid com. Ambos fueron escritos en Burgos meditando el pasaje de San Juan citado en apcrít.

Pero detrás de todo –de la predicación de Honduras, del guión de Vergara, del punto de C– estaba sin duda este lance espiritual que apuntó en su Cuaderno de 1935:
«Jueves, 12 de diciembre de 1935: Le decía yo al Señor, hace unos días, en la Santa Misa: ‘Dime algo, Jesús, dime algo’. Y, como respuesta vi con claridad un sueño que había tenido la noche anterior, en el que Jesús era grano, enterrado y podrido —aparentemente—, para ser después espiga cuajada y fecunda. Y comprendí que ése, y no otro, es mi camino. ¡Buena respuesta!
Efectivamente, desde octubre, aunque creo que nada he dicho, no me falta Cruz..., cruces de todos los tamaños; aunque a mí, de ordinario, me pesan poco: las lleva El» .
Esta “cristología” del sembrador y la simiente, meditada y predicada por el Autor durante toda su vida, adquiere una formulación insigne en este texto de una homilía, que es casi un aforismo:
“Jesús es simultáneamente el sembrador, la semilla y el fruto de la siembra: el Pan de vida eterna”91b.

200 No te vences, no eres mortificado, porque eres soberbio. —¿Que tienes una vida penitente? No olvides que la soberbia es compatible con la penitencia... —Más razones: la pena tuya, después de la caída, después de tus faltas de generosidad, ¿es dolor o es rabieta de verte tan pequeño y sin fuerzas? —¡Qué lejos estás de Jesús, si no eres humilde..., aunque tus disciplinas florezcan cada día rosas nuevas!

Este punto tiene dos partes redaccionales claramente diferenciadas. Vid apcrít. La primera es el texto que se lee en una octavilla de la serie Lh, que muy bien pudo ser redactada en Honduras; dice así:
«No te vences, no eres mortificado, porque eres soberbio. –¿Que tienes una vida penitente? No olvides que la soberbia es compatible con la penitencia... –Más razones: la pena tuya, después de la caída, después de tus faltas de generosidad, ¿es dolor o es rabieta de verte tan pequeño y sin fuerzas? Luego...».
Este texto es el que pasa al manuscrito que se lleva a la imprenta (Txm). Sobre el texto mecanografiado –añadiendo una tirita también escrita a máquina en la hoja 33 del manuscrito– se hace la adición de la segunda parte (vid también p/351). Se trata de una consideración de la edición de Cuenca (inserta allí en el cap «Virtudes», que sufrió fuertes alteraciones en la redacción final: vid IntrodGen § 11, 2, c), que ya no podía ser «autónoma» pues estaban configurados los 999 puntos. Había que añadirla a otro ya admitido. Éste es el origen de la última frase de este p/200, que ya circuló a velógrafo en 1932 y procede del Cuaderno V, nº 708, 25-IV-1932, con texto idéntico . El encaje con la frase anterior es, como se ve, perfecto.
Es importante la recepción de la tradicional afirmación sobre la compatibilidad de la penitencia con la soberbia . Escrivá, como bien sabemos, había leído muy detenidamente en 1932 el Decenario al Espíritu Santo de Francisca Javiera del Valle, y allí subrayó esta frase: «la penitencia sola sin la mortificación, llena de soberbia el corazón» .

«Tus disciplinas». El Autor de C alude a lo que los autores espirituales llaman «disciplina de devoción», que es una autoflagelación voluntaria en expiación de los pecados propios y ajenos y en unión espiritual a la flagelación que sufrió el Redentor. Como toda mortificación corporal busca también dominar la sensualidad. A partir del siglo XII se llamó también «disciplina» al pequeño flagelo que se usaba con este fin. El uso voluntario de las disciplinas, que comenzó en el claustro, se extendió muy pronto a los seculares (ya en el siglo X). Superadas las aberraciones provocadas por el fanatismo de los «flagelantes» –condenado por Clemente VI–, el uso de las disciplinas, recibido de la tradición ascética, fue asumido en la moderna vida de piedad y de sacrificio por impulso de San Ignacio de Loyola y de San Francisco de Sales, que lo recomendaba en ciertos días como devoción privada también a los seglares . Toda la tradición espiritual coincide en que el uso de las disciplinas, de cilicios y de toda forma de mortificación corporal debe ser moderado por un director espiritual prudente .

El sentido inmediato del punto de C subraya de la manera más radical que el uso de las disciplinas y toda mortificación corporal son en general nocivos para el alma si no están atravesados de una profunda humildad. El uso de las «penitencias externas» no decide acerca de la santidad del sujeto. También en esto es unánime la tradición desde el texto mismo del Evangelio y las palabras expresas de Jesús.

201* ¡Qué sabores de hiel y de vinagre, y de ceniza y de acíbar! ¡Qué paladar tan reseco, pastoso y agrietado! —Parece nada esta impresión fisiológica si la comparamos con los otros sinsabores de tu alma.
—Es que «te piden más» y no sabes darlo. —Humíllate: ¿quedaría esa amarga impresión de desagrado, en tu carne y en tu espíritu, si hicieras todo lo que puedes?

Octavilla de la serie Lh que conecta con otras anotaciones del pequeño Cuaderno de Honduras. El original pudo estar apuntado en alguna de las 22 páginas perdidas del cuaderno.
Sabores y sinsabores... Los sabores de los que habla el Autor dicen relación a la Pasión del Señor. Mt 27, 34: hiel; 27, 48: vinagre; Sal 102 (101), 10: ceniza .

202* ¿Que vas a imponerte voluntariamente un castigo por tu flaqueza y falta de generosidad? —Bueno: pero que sea una penitencia discreta, como impuesta a un enemigo que a la vez fuera nuestro hermano.

Octavilla 24 de la serie Lhz. Procedente, en principio, de Honduras. Me parece implícito en el texto que se trata de una penitencia corporal y que el enemigo-hermano es el «cuerpo» en relación con el «alma». Vid p/195-197.

203* La alegría de los pobrecitos hombres, aunque tenga motivo sobrenatural, siempre deja un regusto de amargura. —¿Qué creías? —Aquí abajo, el dolor es la sal de nuestra vida.

Octavilla serie Lh, escrita en Honduras. No hay interrelación documental conocida. Más adelante hay en el libro un breve cap titulado «Alegría» (p/657-666), en el que muy bien podría haber ido este p/203. El Autor, al incluirlo aquí, ha estimado a mi parecer que la dimensión dolorosa, presente incluso en el «fenómeno» de la alegría, ilumina un aspecto de este cap «Mortificación».

204* ¡Cuántos que se dejarían enclavar en una cruz, ante la mirada atónita de millares de espectadores, no saben sufrir cristianamente los alfilerazos de cada día! —Piensa, entonces, qué es lo más heroico.


Octavilla que parece haber sido escrita en Burgos. Las ideas y el símil, no obstante, ya fueron predicados en Honduras:
«¡Qué gran equivocación la de quienes aseguran estar dispuestos a hacer un sacrificio grandioso, un acto heroico, y no saben vencerse en un detalle pequeño! Se dejarían crucificar gustosos en la Puerta del Sol , ante una muchedumbre de personas y, sin embargo, no son capaces de sufrir el menor alfilerazo, la contradicción más minúscula» .
«Alfilerazos». Expresión gráfica de Teresa de Lisieux para designar las formas cotidianas de la mortificación pasiva100b. Vid com/223.

205* Leíamos —tú y yo— la vida heroicamente vulgar de aquel hombre de Dios. —Y le vimos luchar, durante meses y años (¡qué «contabilidad», la de su examen particular!), a la hora del desayuno: hoy vencía, mañana era vencido... Apuntaba: «no tomé mantequilla..., ¡tomé mantequilla!»


Ojalá también vivamos —tú y yo— nuestra... «tragedia» de la mantequilla.
Octavilla redactada en Burgos, avanzado ya el año 1938. Aquel «hombre de Dios» era el P. William Doyle, jesuita irlandés (1873-1917), hombre de gran celo apostólico. En 1917 se alistó voluntariamente como capellán en el ejército británico; su valor y entrega en medio de los peligros le ganaron la admiración de los que le rodeaban. Murió en agosto de 1917, en la batalla de Ypres. Después de su muerte, al conocerse sus escritos espirituales, se supieron muchos hechos de su vida penitente en cosas grandes, pero sobre todo en mil detalles pequeños. Vid Vida del P. Guillermo Doyle S.J., por el Profesor Alfredo O’Rahilly, traducida de la cuarta edición inglesa por el P. Aurelio Ubierna S.J., Valladolid, Impr. Casa Social Católica, 1929 . Este libro fue el que leyó Josemaría Escrivá en 1933, como él mismo dejó constancia en su Cuaderno VI, recogiendo la palabra que pasó años después al punto de C:

«He leído de prisa la vida del P. Doyle: ¡qué bien entiendo la tragedia de la mantequilla!» .


¿Cuál era esa tragedia de la mantequilla, con la que conectó tan vivamente Josemaría Escrivá? He aquí unos textos de la citada biografía: «Tomaba disciplinas muy duras. Además, con tomar el té sin azúcar, el pan sin mantequilla y la carne sin sal, hizo de sus comidas una serie continua de mortificaciones. Naturalmente tenía muy buen apetito y gusto fino por dulces y golosinas. De todo hizo una palestra de abnegación propia» . En efecto, el lector comprueba que lo que el Autor de C llamó «tragedia de la mantequilla» bien merecía ese nombre aplicado al P. Doyle. Realmente edifica el diario del P. Doyle sobre el tema: «Una fuerte tentación durante la Misa y la acción de gracias de quebrantar mi propósito y dar gusto a mi apetito en el desayuno. La idea de un desayuno de pan seco y té sin azúcar en el futuro, me parecía intolerable (18-IX-1913)» . «Dios me ha estado urgiendo fuertemente durante estos Ejercicios a dejar completamente la mantequilla. Lo he hecho así en muchas comidas sin ningún inconveniente; pero en parte volví atrás por respeto humano y por miedo a que otros lo notaran. Mas, aunque fuera así, ¿qué importaría? Una cosa siento que me pide constantemente Jesús y no tengo el valor para dársela: dejar completamente la mantequilla (IX-1913)» . «Por ahora tomaré mantequilla con dos bocados de pan en el almuerzo; pero no en las otras comidas (29-VII-1914)» . A esta resolución parece haberse atenido.
La primera edición inglesa de C , que respondía a la versión hecha por el irlandés Fr. Cormac Burke, traducía a la letra la «tragedia de la mantequilla» («butter tragedy»). Pero las posteriores ediciones en las Islas Británicas cambiaron esta expresión emblemática por «marmalade tragedy», primero , y «sugar tragedy», después .

Álvaro del Portillo, estando en Dublín en el verano de 1980, se dio cuenta del cambio y se interesó por su sentido. El revisor del texto, el también irlandés Dr. Michael Adams, pensaba –según él mismo explicó– que el Autor se estaba refiriendo a un personaje español y que así se comprendía una mortificación planteada en torno a la mantequilla: en Irlanda no se podía concebir que una persona no tomase mantequilla en el desayuno . Y así apareció la tragedia de la mermelada y finalmente del azúcar... Álvaro del Portillo, al escuchar esta explicación, aclaró que el protagonista era precisamente ¡un irlandés! . «O sea, que, como dicen en Italia, traduttore, traditore» . La «butter tragedy» retornó al texto inglés... .
Pero volvamos a la redacción del p/205. Unos días después de escribir en su Cuaderno la anotación arriba transcrita, Josemaría Escrivá hizo su Retiro espiritual de ese año 1933. Allí anotó algo que practicaba de tiempo atrás pero que ahora formula como uno de los propósitos del retiro, y lo expresa con los términos del futuro punto de C: una de estas «tragedias» (o «epopeyas», como aquí las llama):
«Esto último, no leer periódicos , para mí supone ordinariamente una mortificación nada pequeña; sin embargo, con la gracia de Dios, fui fiel hasta el fin de la discusión parlamentaria de la Ley (!) contra las Congregaciones religiosas . ¡Qué luchas, las mías! Estas epopeyas sólo pueden entenderlas, quienes hayan pasado por ellas. Alguna vez, vencedor; las más veces, vencido» .
La redacción del punto de C en 1938 rememora, pues, la lectura del libro hecha años atrás. Y hecha –dice– conjuntamente (o simultáneamente) con otra persona: leíamos tú y yo... Concluyo de la documentación que he podido manejar que el otro lector del libro era Juan Jiménez Vargas: hacía unos meses que se había incorporado al Opus Dei y San Josemaría le recomendó la lectura del libro. Copio un intercambio de cartas, hecho en 1938, en las que el Autor y el médico aluden con humor y afecto al santo sacerdote irlandés. Escribe Josemaría Escrivá:
«Siento una envidia enorme de los que están en los frentes , a pesar de todo. Se me ocurre pensar que, si no tuviera bien señalada mi senda, sería magnífico dejar corto al P. Doyle. Pero... eso me iría muy bien: nunca me costó gran cosa la penitencia. Sin duda, ésta es la razón de que me lleven por otro camino: el Amor» .

Jiménez Vargas le escribe en carta de octubre de ese año:

«Mandaría una especie de diario con muchas, muchísimas pequeñas tragedias de la mantequilla, pero... como no todo son tragedias ya pensaré si lo escribo. Ya sabe que me horripila escribir pringosidades» .
La ocasión concreta para redactar la octavilla bien pudo ser el repaso de sus guiones de predicación en la fase final de preparación del libro. En uno de 22 de agosto se lee:
«Práctica: ejemplos de cosas pequeñas. El minuto heroico: la tragedia de la mantequilla (Doyle)» .
Y ya antes, en el retiro de Salamanca:
«Mortificación interior y exterior. El minuto heroico: la tragedia de la mantequilla» .
Sobre la «contabilidad» y el examen particular vid p/235 y com/238.


206* El minuto heroico. —Es la hora, en punto, de levantarte. Sin vacilación: un pensamiento sobrenatural y... ¡arriba! —El minuto heroico: ahí tienes una mortificación que fortalece tu voluntad y no debilita tu naturaleza.


Todo parece indicar que esta octavilla se redactó a la vez que la anterior, sirviéndole de recordatorio los dos mismos guiones 93 y 107, que acabamos de citar.
Pero el tema y la expresión, tan característica, es anterior y se encuentra en guiones de los primeros años treinta:
«La pereza – El minuto heroico al levantarse por la mañana» .
«El minuto heroico (levantarse). No temáis al que puede matar el cuerpo...» .

Entre la gente que frecuentaba los medios de formación que impartía San Josemaría pronto se hizo «famoso» el minuto heroico... Vid p/78.


207* Agradece, como un favor muy especial, ese santo aborrecimiento que sientes de ti mismo.


Ficha Not. Diciembre del 38 o enero del 39. Redacción sugerida posiblemente por la relectura del mismo guión que inspira a los dos puntos anteriores, en el que se lee:
«Los tres caminos (Quevedo). El santo aborrecimiento de ti mismo» .
Pero el punto es sobre todo un dato autobiográfico, una experiencia personal. Ya en sus notas de los EjEsp de 1933 escribió:
«Pecados propios. Propósito: un santo aborrecimiento de mí mismo; y pedir a Dios su gracia, para purificarme con el Amor y la penitencia» .
Y en el Cuaderno VIII, nº 1236, anotaba:
«Día 2 de marzo de 1935. –Doy gracias a Dios N. Señor, porque en estos días me ha hecho sentir el santo aborrecimiento de mí mismo».
«Santo aborrecimiento». Concepto y expresión sumamente sorprendente en los parámetros de la cultura contemporánea, que ha hecho de la «autoestima» un ideal y, a veces, una meta a alcanzar como terapéutica de la autoinfravaloración patológica, hoy tan abundante. No menos sorprendente era en los años treinta, según testifica el propio Autor, que, en un guión de un círculo a estudiantes universitarios, anota:
«El santo aborrecimiento de nosotros mismos... ¡extraña frase!» .

¿De qué «aborrecimiento» habla el Autor de C, que dirá poco después: «le aconsejé, con segura conciencia, fomentar la ‘soberbia’» (p/274), «al que pueda ser sabio no le perdonamos que no lo sea» (p/332), o «tu aspiración será: […] con los demás, el primero» (p/365)?
El tema es clásico en la tradición de la espiritualidad cristiana, y la formulación literaria —«santo aborrecimiento»–, se acuña en la gran mística del Siglo de Oro . Es un lenguaje que proviene de las palabras mismas de Jesús según San Lucas: «Si alguno viene a mí y no aborrece […] aun su propia vida, no puede ser mi discípulo» (Lc 14, 26); y de aquellas otras que transmite San Juan (12, 25) y que Juan de la Cruz explicará así: el que «renunciare por Cristo todo lo que puede apetecer y gustar, escogiendo lo que más se parece a la cruz –lo cual el mismo Señor por san Juan lo llama aborrecer su alma–, ése la ganará» . San Pablo tiene su propia formulación: es el «cuerpo de muerte» (Rm 7, 24) y el «hombre viejo» (Rm 6, 6), que están ahí, que claman «por sus fueros perdidos» (p/707 y 138). El que aborrece «su propia vida», aborrece al «cuerpo de muerte», al «hombre viejo», que no están fuera de mí, sino como implicados con la «nueva criatura en Cristo», el «hombre interior», el «hijo de Dios» que soy por la gracia.
En realidad, las implicaciones de este gran tema ascético, tan central en el Cristianismo, llegan a sus modernos desarrollos mediadas por la gran tradición patrística, que se hace emblemática en la célebre expresión de San Agustín:
«Dos amores hicieron dos ciudades: el amor de sí mismo, hasta el desprecio de Dios, hizo la ciudad del mundo; el amor de Dios, hasta el desprecio de sí mismo, hizo la Ciudad de Dios» .
El «santo aborrecimiento que sientes de ti mismo» es un don, fruto de una gracia del Espíritu Santo, que permite al cristiano discernir «la servidumbre de la corrupción» (Rm 8, 21), el aguijón de la carne, el «fomes peccati» (Trento ) que, en su interior, atentan contra el «hombre nuevo». Ya tenemos ciertamente las primicias del Espíritu, pero todavía anhelamos «el rescate de nuestro cuerpo» (Rm 8, 23). Vid el citado p/707.

Lo «aborrecido» no es, pues, el hombre, criatura de Dios, sino el «hombre viejo», que está ahí y persiste, con su «voz insinuante» (p/707), en llevarnos a la perdición y apartarnos del amor de Dios. El sujeto de ese «aborrecer» es el hombre cristiano, la mujer cristiana, conscientes de su filiación divina, que es el don gratuito e inmerecido de la Trinidad al hombre. Si se capta la «verdad de las cosas», se comprende fácilmente cómo la mayor «autoestima» que cabe en el hombre es precisamente ésta: reconocerse humildemente –pero en toda su impresionante verdad– criatura de Dios e hijo de Dios en Cristo, morada de la Trinidad Santa.
Nótese que éste es el punto que cierra el cap «Mortificación» y dispone al titulado «Penitencia». Es, en efecto, el discernimiento que lleva consigo el «santo aborrecimiento», el que nos hace entender la necesidad de vivir seriamente el espíritu de penitencia y mortificación.

 

Cap 6 6 [Msb: 5]. Mortificación, p/172-207 [21’5 de Cec + 14’5 de Msb] C || 5. Mortificación, cd/66-86 + cd/237 [2º párrafo de p/200] Cec
Vid IntrodGen § 11, 1.
Glosas marginales al Decenario 1932, pg 60; Patmos 35, pg 77; Logos 52, pg 133.
Es el actual p/210. Vid com.
«La oración. Con ella, con qué gozo y alegría se vence uno a sí mismo en todo, por difícil que sea y por mucho que cueste el vencerse y mortificarse» (Decenario al Espíritu Santo, 1932, pg 53; Patmos 35, pg 67; Logos 52, pg 109).
Glosas marginales al Decenario 1932, pg 55.
«La diferencia entre penitencia y mortificación –escribe Manuel Diego– es típica de Francisca Javiera del Valle y seguramente le viene de su lectura de Juan de la Cruz (3 Subida 7, 2) y del P. Alonso Rodríguez (t II, lib 2, I, c 7)» (Nota al Decenario, Logos 53, pg 117). Ambos autores eran perfectamente conocidos para San Josemaría, que leyó y anotó el Decenario al Espíritu Santo con tanta devoción. Sobre la distinción entre mortificación y penitencia en Francisca Javiera del Valle, vid Decenario al Espíritu Santo, 1932, pgs 60-62; Patmos 35, pgs 73-77; Logos 53, 116-119.
Esta línea es la que sirve para diferenciar los dos caps y en ella es emblemático el p/223 en relación con el p/200. Vid com.
Para una consideración «clásica» de ambos conceptos, en el nivel propio de los manuales, vid A. Tanquerey, Compendio de Teología ascética y mística, 1930, 2ª parte, caps 2 y 3.
172 Pp Apínt Cem33/320 Cec/19.1-Ceb/66 ||| mortificado] mortificado, Apínt Cec Txm
A continuación escribió el p/16.
La «cuartilla» (AGP, sec A, leg 50-13, carp 2, exp 5) es la mitad del resguardo de haber pagado el Autor la matrícula en la asignatura de «Filosofía del Derecho» del Doctorado en la Universidad Central, que lleva fecha «agosto 1927». En ella se contienen, entre otras cosas, el texto de este punto de C y otras tres «catalinas» que se encuentran, bajo la fecha 19-I-1933, en el Cuaderno VI de Apínt, nn 906 y 907. El dorso del resguardo, que tiene arriba escrito el futuro punto de C, lo utilizó después para escribir en él un breve guión de una plática dirigida a chicas. Pienso que ésta es la razón de que guardara el papel –los guiones de charlas y meditaciones los guardaba– y no lo rompiera, como solía hacer con la «cuartilla» que llevaba en el bolsillo una vez que había pasado las notas a su Cuaderno. —Las anotaciones que preceden a ésta en el Cuaderno tienen fecha de 9 de enero. Las que comentamos comienzan así: «Día 19 de enero de 1933: Tengo muchas catalinas sin copiar. Por fuerza, perderán frescura, intimidad, al anotarlas ahora» (Cuaderno VI, nº 906). A continuación transcribe el punto de C y dos versículos de un salmo y comienza a relatar –con redacción hecha directamente sobre el Cuaderno– las cosas que tiene anotadas con una o dos palabras en la «cuartilla». Ese día se debió servir de otra «cuartilla», pues hay más «catalinas» que no proceden del resguardo.
«La causa por que le es necesario al alma, para llegar a la divina unión de Dios, pasar esta noche oscura de mortificación de apetitos y negación de los gustos en todas las cosas, es porque todas las afecciones que tiene en las criaturas son delante de Dios puras tinieblas, de las cuales estando el alma vestida, no tiene capacidad para ser ilustrada y poseída de la pura y sencilla luz de Dios, si primero no las desecha de sí, porque no pueden convenir la luz con las tinieblas» (San JUAN DE LA CRUZ, Subida, lib I, cap 4, 1; BAC 15, 13ª ed, 1991, pg 263). Cuentan los biógrafos de San Ignacio que oyendo decir de otro que era hombre de mucha oración, el Santo, «trocando las palabras, será, dijo, hombre de grande mortificación» (Pedro de RIBADENEYRA, Vida de San Ignacio de Loyola, lib V, cap 1; AP, Madrid 1942, pg 437).
173 Apínt Cec/19.2-Ceb/67 ||| el chiste que no salió] que no salió Apínt, Cec Txm || amable] amable, Apínt, Cec Txm || silencio] silencio, Apínt, Cec Txm || conversación] conversación, Apínt, Cec Txm
Son: 110, 718, 435, 983a, 386, 325, 65, 178, 174, 802, 173.
San JUAN CRISÓSTOMO, Sobre el sacerdocio, lib III, 13; BAC 169, 1958, pg 661.
Ms/A fol 68v; MEC 5, 1996, pg 214.
174 Apínt Cec/19.3-Ceb/68 ||| Piensa] Di Apínt
175 Apínt Cem33/324 Cec/19.4-Ceb/69
Compatible con que él, personalmente, se ofreciera como «víctima» al Amor Misericordioso. El Autor relata: «El día once de Agosto de 1929, según nota que tomé aquel día en una estampa que llevo en el breviario, mientras daba la bendición con el Santísimo Sacramento en la iglesia del Patronato de Enfermos, sin haberlo pensado de antemano, pedí a Jesús una enfermedad fuerte, dura, para expiación [...] y creo que el Señor me lo concedió» (Cuaderno IV, nº 432, 29-XI-1931). En 1937, en la Legación de Honduras, ponía en relación con este ofrecimiento la gran tribulación interior por la que atravesaba: «este sufrir como cuando más, creo que no es otra cosa sino consecuencia de mi ofrecimiento de víctima al Amor Misericordioso» (Apínt, nº 1380, 9-V-1937). Vid com/727. Todavía en 1938, en una época de «noche oscura», escribía: «¿Vendrá la enfermedad que me purifique?» (Apínt, nº 1588, Monasterio de Silos 28-IX-1938). Vid texto completo en com/151.
Los asistentes a la meditación eran en su gran mayoría seglares. Se dirige en ese momento a los pocos sacerdotes presentes.
Notas de una meditación predicada en Molinoviejo (Segovia), 14-XII-1948, durante un curso de retiro; AGP, sec A, leg 51. No puede ser más clara la posición del Autor. La frase entre corchetes dice: «Tengo mucha devoción a Santa Teresita, pero no seremos víctimas».
El Autor sabía que el «victimismo» –un cristianismo triste, muy extendido en ciertos ambientes– se propagaba invocando indebidamente el patrocinio de Teresa de Lisieux. Teresita, a la que conocía perfectamente el Autor de C, se ofrecía como víctima, pero con un claro sentido de la alegría en la contradicción y en la cruz, que es lo que a toda costa San Josemaría reivindicaba en su meditación de la Cruz y del dolor. Es la propia Teresa la que dice: «Nuestro Señor en el huerto de los Olivos gozaba de todas las alegrías de la Trinidad, sin embargo su agonía no era menos cruel. Es un misterio, pero le aseguro que, de lo que pruebo yo misma, comprendo algo» (Últimos Coloquios. Cuaderno amarillo, 6 de julio de 1897: Opere complete, Ciudad del Vaticano 1997, 1003; citada por JUAN PABLO II, Carta Apost Novo millennio ineunte, 6-I-2001, nº 14).
Hablando de San Luis Grignion de Monfort, con su ideal de víctima, decía el Fundador del Opus Dei –según explicaba Álvaro del Portillo (Meditación, 14-IX-1986)–: «yo en la Cruz no me siento víctima: ¡es un triunfo, es la alegría!». Vid la experiencia relatada en com/555.
Notas de un coloquio con mujeres, Colegio Mayor Goimendi, Pamplona 14-IX-1962; AGP, sec A, leg 51; también en AGP, sec P, leg 2, 1962, X, pg 17.
Homilía, Roma 1-I-1968; AGP, sec P, leg 2, 1968, pg 1-17.
Cuaderno VI, nº 970, 28-III-1933. Así se hace constar efectivamente en el nº 22 de los Estatutos de la Prelatura del Opus Dei, promulgados por la Bula Ut sit, de 28-XI-1982. Texto en P. RODRÍGUEZ – F. OCÁRIZ – J. L. ILLANES, El Opus Dei en la Iglesia, 2000, pgs 305-346.
21b Carta de Josemaría Escrivá a Francisco Morán, Madrid 22-XI-1934; EF-341122-1.
176 Apínt Cem33/321 Cec/19.5-Ceb/70 ||| algo...] algo..., Cec
177 Apínt Cem33/319 Cec/20.1-Ceb/71 ||| propio juicio Txm C] juicio propio Apínt Cem Cec
Futuros puntos de C transcritos ese día: 948, 177, 249.
178 Apínt Cec/20.2-Ceb/72 |||| 1 cfr Lc 9, 23
Son: 110, 718, 435, 983a, 386, 325, 65, 178, 174, 802, 173.
«Cruz de palo, sola». Primera redacción en el Cuaderno: «de palo, pobre». Segunda: «de palo, triste». Definitiva: «de palo, sola».
Álvaro del Portillo escribe en nt 969 a Apínt: «El Padre me dijo, al leer este pasaje: ‘Ahora me salta a la cabeza, con claridad, el nombre de la persona que promovió el escándalo. Pero, por caridad, no lo anoto’». Se entiende que se refiere a la persona que promovió la calumnia en el palacio episcopal, distinta del «santo sacerdote» al que acaba de aludir.
Don Lino Vea-Murguía. Así lo dice un poco más arriba. La cursiva es del original.
Se refiere a poder tener Sagrario con la Reserva eucarística. Vid p/322.
Apínt, nº 1285s, 3-X-1935. —Desde entonces, en todas las iglesias y en los oratorios de los Centros de la Prelatura del Opus Dei hay en una pared una Cruz de palo sin crucifijo. El Papa Pío XII concedió indulgencias, como anuncia la cartela que suele haber junto a la Cruz: «La Santidad del Papa Pío XII, por el Breve Apostólico Cum Societatis, de 28-VI-1946, se dignó benignamente conceder quinientos días de indulgencia cada vez que se besase devotamente esta Cruz de palo o delante de ella se rezase una piadosa jaculatoria».
179 Apínt Cem33/327 Cec/20.3-Ceb/73
Futuros puntos de C transcritos ese día: 224, 690, 179.
180 Apínt Cec/20.4-Ceb/74
Son: 498, 10a, 446, 637, 18, 180, 9.
Subida, lib I, cap 8, 4; BAC 15, 13ª ed, 1991, 9. 277.
181 Apínt Cem33/318 Cec/20.5-Ceb/75 ||| interior] interior, Cec Txm
Futuros puntos de C transcritos ese día: 97, 278, 412, 844, 181, 793.
182 Apínt Cem32/60 Cec/20.6-Ceb/76 ||| dolor] dolor, Apínt Cec Txm || para siempre?] ¡para siempre!? Apínt || apuntada] expresada Apínt || padecer si] padecer, si Apínt Cec Txm |||| 1 Sal 119 (118), 112
Apínt, nº 1670, 11-X-1932. En las notas de ese día está también el p/904. No he conseguido saber de qué libro se trata (vid sobre el tema com/904).
33b Ibidem, nº 1671.
«Este adverbio –siempre– ha hecho grande a Teresa de Jesús. Cuando ella –niña– salía por la puerta del Adaja, atravesando las murallas de su ciudad acompañada de su hermano Rodrigo, para ir a tierra de moros a que les descabezaran por Cristo, susurraba al hermano que se cansaba: para siempre, para siempre, para siempre» (Amigos de Dios, 200).
Libro de la Vida, 1, 5; BAC 212, 8ª ed, 1986, pg 35.
El Autor toma, como siempre, la expresión latina del Salmo de la edición Vulgata, más próxima al texto griego de los LXX. La Neovulgata lee: «in finem».
Conc de TRENTO, sess VI, Decr de iustificatione, cap 11 y can 26 (DS 1539 y 1576).
Cuaderno V, nº 631, 4-III-1932. Sobre el Cristo de Medinaceli, vid com/86 nt 30.
San JUAN CRISÓSTOMO, Sobre la compunción, Discurso I, 7; BAC 169, 1958, pg 566s.
El Espíritu Santo es Don –dice Tomás de Aquino– «quod non datur intentione retributionis, et sic importat gratuitam donationem: ratio autem gratuitae donationis est amor» (Summa Theologiae, Iª q. 38 a. 2 cor).
Sobre el tema vid Éphrem BOULARAND, «Désintéressement. 8. Le sens de la querelle du pur amour», en DSp, III, col. 577-591. Se desarrolló sobre todo en Francia entre Bossuet y Fénelon; varias proposiciones de este último fueron notadas bajo Inocencio XII. Vid DS 2351-2374.
Decenario al Espíritu Santo, Día 1º, Obsequio; Día 4º, Instrucción y Obsequio; Día 7º, Instrucción (Patmos 35, pgs 43s, 72s, 78, 98; Logos 52, pgs 85, 114s, 121, 145s). —Nótese cómo reaparece el tema de este p/182 en la predicación de Honduras: «Para cada uno, ¿qué daños vamos a temer de esta guerra [la guerra civil de España]? ¿Morir? ¿Y qué vale una vida? ¿Qué son treinta, cuarenta, noventa años, para este amor sin fin en el que después nos gozaremos? Me viene a los labios la expresión castiza de una labriega de Castilla, que no hace muchos años habló tan maravillosamente de Ti [Francisca Javiera]. Por los siglos sin fin... Son palabras de miel, con sabor de cielo. ¿Qué importa la vida, treinta, cuarenta, noventa años? ¡Yo te amo, Jesucristo, a Ti, por los siglos sin fin!» (PredicHond, «La tribulación de la guerra», 9-IV-1937, pg 37; IV.
183 Apínt Cec/21.1-Ceb/77 ||| vista] vista, Apínt Cec Txm |||| 1 cfr 2 S 11, 2-5
Futuros puntos de C transcritos ese día: 433, 183, 280, 835.
San AMBROSIO, De poenitentia, lib I, XIV, 73; Biblioteca de Patrística 21, Madrid 1993, pg 73.
El Diálogo, cap 89; BAC 415, pg 210.
Audi, filia, cap 56; BAC 302, 1970, pg 698; lín 5744-5746 y 5759-5761.
184 Apínt Cem32/75 Cec/21.2-Ceb/78
Ese día escribió primero la segunda parte del futuro p/200.
Apínt, nº 1658, 9-X-1932 (6º día del retiro de Segovia); la cursiva es del original. Este texto es la matriz de Surco, 834.
«Noli foras ire, in te ipsum redi: in interiore homine habitat veritas» (San AGUSTÍN, De vera religione, 39, 72; BAC 30, 2ª ed, 1956, pg 158). «Sero te amavi, pulchritudo tam antiqua et tam nova, sero te amavi! Et ecce intus eras et ego foris et ibi te quaerebam et in ista formosa, quae fecisti, deformis irruebam. Mecum eras, et tecum non eram» (Confessiones, lib 10, 27, 38; BAC 11, 4ª ed, 1963, pg 410). A esta experiencia de Agustín se refería Teresa de Jesús cuando escribía: «¿Pensáis que importa poco para un alma derramada entender esta verdad y ver que no ha menester para hablar con su Padre Eterno ir al cielo, […] sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí...?» (Camino de Perfección, autógrafo de Valladolid, cap 28, 2; BAC 212, 8ª ed, 1986, pg 350). Y el propio Autor de C escribirá después en Surco, 660: «¿Cómo vas a vivir la presencia de Dios, si no haces más que mirar a todas partes?... —Estás como borracho de futilidades».
185 Apínt Cem32/78 Cec/21.3-Ceb/79
Instrucción, 1-IV-1934, nº 79.
186 Apínt Cem32/77 Cec/21.4-Ceb/80 ||| del todo:] del todo, Apínt
Futuros puntos de C transcritos ese día: 920, 268, 5, 944, 186.
Tanto en el texto del Cuaderno como en el de esta cuartilla, se lee, después de «sea», «de», tachado.
Apínt, nº 1666, 10-X-1932; la cursiva es mía. Futuros puntos de C transcritos ese día: 213, 734, 186, 214. —Este pasaje de los Apínt es también la matriz de Surco, 34.
187 Apínt Cem32/26 Cec/21.5-Ceb/81
Futuros puntos de C transcritos ese día: 187, 596, 443, 762.
El texto se encuentra en el nivel b, no el d, de los Apínt (vid IntrodGen § 3, 1, b).
Álvaro del Portillo, en nota a este pasaje de los Apínt, escribe: «Éste fue el modo constante de reaccionar de nuestro Padre siempre, cuando el Señor permitió que hubiera grandes contradicciones contra la Obra y contra su persona: ‘Por mucho malo que digan de mí –decía– siempre se quedarán cortos’».
188 Apínt Cem33/282 Cec/21.6-Ceb/82
Apínt, nº 1658. Día sexto, domingo, 9-X-1932.
Carta de Josemaría Escrivá a Rafael Roldán, Madrid 24-VII-1933; EF 330724-1; la cursiva es del original.
El Autor, cuando cumplió 70 años, comentaba divertido que no eran 70 sino 7 y que no quería cumplir más, sino ser siempre un niño a los sumo de siete años... Vivió toda su vida como «vida de infancia». Vid com/852.
Notas de una tertulia, Pozoalbero (Cádiz) 9-XI-1972; AGP, sec A, leg 51; la cursiva es del original. Ya San Juan de la Cruz daba este consejo: «Tenga fortaleza en el corazón contra todas las cosas que le movieren a lo que no es de Dios» (Dichos de Luz y Amor, nº 94; BAC 15, 13ª ed, 1991, pg 166).
Notas de una tertulia, Santiago de Chile 30-VI-1974; AGP, sec A, leg 51.
Notas de una tertulia, La Lloma (Valencia), 7-I-1975; ibidem.
Santa Catalina de Siena, en una de sus «elevaciones» dedicada al tema, dice al Señor, que viene como luz a su alma: «Haces libre el corazón, porque tu luz ha conocido cuánta libertad nos has dado arrancándonos de la servidumbre del demonio, en la cual el linaje humano había caído por su crueldad. Por eso odia [el alma] la causa de la crueldad, esto es, la compasión para la sensualidad propia, y, por lo mismo, se vuelve compasiva con la razón, y cruel contra la sensualidad, cerrando las potencias del alma. Cierra la memoria a las miserias del mundo y a los vanos deleites, apartando voluntariamente de ellas el recuerdo y la abre a tus beneficios, rumiándolos con diligencia. Cierra la voluntad de modo que no ame nada fuera de ti, sino que te ame a ti sobre todas las cosas, y todas ellas en ti según tu voluntad. Solamente quiere seguirte a ti» (Elevaciones, XII; BAC 143, 1955, pg 593s; la cursiva es mía).
MOLINER, I, voz «llave», pg 203. ―«Debaxo de siete llaves. Tras siete llaves: Por lo ke está mui zerrado i guardado» (Gonzalo CORREAS, Vocabulario de refranes y frases proverbiales, año 1627; ed. Louis COMBET, Institut d’Études Ibériques et Ibéro-Américaines de l’Université de Bordeaux, Burdeos 1967, pg 689. Jacinto BENAVENTE, La losa de los sueños. Comedia en dos actos en prosa, Librería Sucesores Hernando, Madrid 1914, pg 129, dice: «Como no quisiera usted que hubiera tenido encerradas a mis hijas bajo siete llaves...».
Fray Antonio de GUEVARA, en su Reloj de príncipes (1529-31), lib III, cap XXIV (Emilio BLANCO [ed.], Turner, Madrid 1994), recomienda tener muy en la memoria esta palabra: «que, por muy guardado y encerrado que tenga un hombre el dinero, muy más guardado y encerrado lo tiene de sí mismo; porque si echa dos llaves al tesoro para lo guardar, a su coraçón echa siete llaves por no lo gastar».
«En esa ridícula literatura [regeneracionista] caímos casi todos los españoles, unos más y otros menos, y se dio el caso de aquel archiespañol Joaquín Costa, uno de los espíritus menos europeos que hemos tenido, sacando lo de europeizarnos y poniéndose a cidear mientras proclamaba que había que cerrar con siete llaves el sepulcro del Cid y... conquistar África» (Miguel de UNAMUNO, Del sentimiento trágico de la vida, Pedro CEREZO-GALÁN [ed.], Espasa-Calpe, Madrid 1996). También es fórmula de Costa: «Doble llave al sepulcro del Cid, para que no vuelva a cabalgar» (Joaquín Costa, Reconstitución y europeización de España y otros escritos, Sebastián MARTÍN-RETORTILLO [ed.], Instituto de Estudios de Administración Local, Madrid 1981, pg 20). —Joaquín Costa (1846-1911), jurisconsulto y sociólogo aragonés, nacido en Monzón (Huesca), cuya obra sin duda conocía bien el Autor, aunque tenía en tantos aspectos una valoración de la vida y de la historia bien distinta de la del Autor de C. Vid sobre ambas expresiones J. M. IRIBARREN, El porqué de los dichos, 10ª ed, 1997, pg 234.
Carlos Verdú, Testimonio, Valencia julio de 1975; AGP, sec A, leg 100-58, carp 1, exp 13; la cursiva es mía.
189 Apínt Cem33/290 Cec/21.7-Ceb/83 |||| 1 cfr Mt 5, 27-30; 18, 7-9; Mc 9, 41-49
Futuros puntos de C transcritos ese día: 922, 522, 738, 258, 259, 941a, 949, 265, 80, 79, 189, 559, 90.
190 Apínt Cem33/316 Cec/21.8-Ceb/84
Futuros puntos de C transcritos ese día: 794, 400, 190, 840, 709, 684, 598, 926.
Carta de Isidoro Zorzano a los fieles del Opus Dei en Madrid, Málaga 15 IX 1931; IZL Epistolario, 21; la cursiva es mía. J. M. PERO-SANZ, Isidoro Zorzano, 1997, pgs 131s aporta otros datos sobre las dificultades de Zorzano con su jefe en Málaga: «Las relaciones de Isidoro con su jefe van de mal en peor. Anselmo Alonso, antiguo conocido de Madrid, trabaja en el mismo departamento y ve a su amigo pasar ‘un calvario’: broncas injustas, humillaciones... Recordará que Zorzano ‘no murmuraba de nadie’, aunque Alonso sabe ‘tantas cosas, que se podría escribir una novela’ [Anselmo Alonso Gómez, Testimonio, Madrid 15-II-48; IZL, sec T, exp 353]. El superior, tal vez debido a mala conciencia por el asunto de las electrificaciones, se muestra cada vez más grosero. Y Anselmo observa cómo Isidoro, pensando no ser visto se santigua disimuladamente antes de entrar al despacho del jefe».
191 Apínt Cem33/317 Cec/22.1-Ceb/85 ||| a hora fija] a la hora fija Cec
«Nuestro S. Gabriel». Cuando el Fundador del Opus Dei hace este apunte, los tres Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael eran ya Patronos de los diversos apostolados que realiza el Opus Dei. Cómo fue eso lo cuenta él mismo en un documento posterior: «Eran los primeros días de octubre de 1932, cuando, haciendo un retiro espiritual en el Convento de los Carmelitas Descalzos de Segovia, con un aislamiento completo según era mi costumbre, sin que nadie me acompañara ni me diera conversación o plática alguna, pasaba largos ratos de oración en la capilla donde se guardan los restos de San Juan de la Cruz: y allí, en esa capilla, tuve la
moción interior de invocar por vez primera a los tres Arcángeles y a los tres Apóstoles –cuya intercesión pedimos cada día todos los socios de la Obra en nuestras Preces–, teniéndoles desde aquel momento como Patronos de las tres obras que componen el Opus Dei» (Instrucción, 31-V-1936, n 9). La «labor de San Gabriel» designa las tareas de formación y apostolado dirigidas a personas ya adultas, célibes y casadas, de todo tipo y condición social.
El texto continúa con un tenor idéntico. «a hora fija» es un añadido interlineal en el Cuaderno. Hasta que la reforma litúrgica que sigue al Vaticano II agrupó la celebración de los tres arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael en el 29 de septiembre, a San Gabriel se le honraba el 24 de marzo, víspera de la Anunciación.
La nota está en AGP, sec P, leg 1, 1955, V, pg 9 y 1973, pgs 590s. Copio algunas notas sobre el tema tomadas de los Cuadernos. En el año 1934 escribía: «¡Cuántas preocupaciones y cuántas noches a medio dormir! Aunque, en general, duermo bien, porque mi paz es, gracias a Dios, honda y fuerte» (Apínt, nº 1206, 20-XII-1934). En 1935, después de una visita al P. Sánchez, anotaba en su Cuaderno: «hemos tratado de puntos de dirección de mi alma — no me consiente grandes penitencias: lo de antes, nada más, y dos ayunos, miércoles y sábados, y dormir seis horas y media, porque dice que, si no, a la vuelta de dos años estoy inutilizado» (Apínt, nº 1221, 19-II-1935). Éstos son unos propósitos que hizo en el retiro espiritual de Pamplona, durante la guerra civil: «’ser fiel al horario, en la vida ordinaria’, y, si me lo permite el confesor, ‘dormir sólo cinco horas, menos la noche del jueves al viernes que no dormiré’: concretos y pequeños son estos propósitos, pero creo que serán fecundos» (Apínt, nº 1429; 20-XII-1937).
Apínt, nº 1727, junio 1933. Iba todos los días, antes de las 6 de la mañana, desde Viriato (o Martínez Campos 4) hasta Atocha.
192 Apínt Cec/22.2-Ceb/86 ||| Así] Así, Cec Txm
Futuros puntos de C transcritos ese día: 192, 227, 10b, 289, 644, 691, 896.
193 Msb ||| que sientes] , que sientes, Msb Txm
Carta de Josemaría Escrivá, Burgos 2-V-1938; EF 380502-7.
Apínt, nº 1129, 3-II-1934. A continuación dentro de este mismo párrafo se encuentra el texto que da origen a p/577 (vid).
194 Msb ||| en la tierra] , en la tierra, Msb Txm || calor, frío Msb add
Pedro Casciaro, Relación testimonial, 26-VI-1979, Parte II, cap 2, pg 126, escribe: «La mortificación no se paraba en el ayuno. Por temporadas no se le veía tomar nunca agua. Este otro punto de Camino lo delata: [transcribe a continuación el 194]. A veces, pues, le tocaba el turno a la sed. Botella me daba el parte: ‘me parece que hoy tampoco ha bebido agua’; se le notaba porque al hablar tenía la boca y la garganta resecas».
195 Msb
EjEsp, Plática «Espíritu de mortificación y penitencia», Vitoria 24-VIII-1938; guión nº 117.
San AMBROSIO, De poenitentia, lib I, XVII, 95; Biblioteca de Patrística 21, Madrid 1993, pg 84.
San AGUSTÍN, Sermón 77 A, 2; BAC 441, 1983, pg 415.
ERASMO, Enchiridion, cap IV: «Del hombre exterior e interior»; BAC minor 79, 1995, pg 91. Erasmo dice que al alma y al cuerpo se les puede aplicar el verso de Ovidio: «Nec tecum possum vivere nec sine te» (Amores, III, 11, 39).
Ibidem, cap I, titulado «Hay que estar siempre en vela en esta vida», pg 56.
196 Msb
Por ej, San Antonio Mª CLARET, Escritos espirituales, BAC 471, 1985, pg 184, donde, glosando la idea de que el cuerpo es un potro indómito, dice que fácilmente se desboca, «de suerte que por poco que se le suelte la brida, no sólo exigirá lo justo y lo que racionalmente debemos concederle como necesario, sino que nos arrastrará a la pasión».
197 Msb
Pedro Casciaro, Relación testimonial, 26-VI-1979, Parte II, cap 2, pg 126.
198 Msb ||| transigencia] transigencia, Msb Txm || intransigencia] intransigencia, Msb Txm
PredicHond, «Confianza en Dios», 10-IV-1937, pg 44; V.
Salamanca, Retiro espiritual, Meditación titulada «Espíritu de sacrificio», 25-I-1938; guión nº 93.
199 Msb ||| no muere] no muere, Msb Txm || morir Msb add] que muere Msb del || bien granadas Msb add] fecundas Msb del |||| 1 cfr Jn 12, 24s
Así lo da a entender la variante notada en el apcrít: «espigas fecundas» es la lección original.
EjEsp, Plática «Espíritu de mortificación y penitencia», Vitoria 24-VIII-1938; guión nº 117.
PredicHond, «El trigo y la cizaña», 20-VII-1937, pg 219; XXXV.
Cuaderno VIII, nº 1304. Leer, en el horizonte de este punto, Surco, 617.
91b Es Cristo que pasa, 151
200 Msb Apínt Cem32/110 Cec/56.6-Ceb/237 ||| No te vences ... sin fuerzas? Msb || Más razones] seq . Dime Msb del || —¡Qué lejos ... rosas nuevas! Cec Txm add] —Luego... Msb Txm del || tus disciplinas] en tus disciplinas C27
Ese día transcribió también, a continuación, el p/184.
Cfr San JUAN DE LA CRUZ, Noche oscura, lib I, cap 6, 2; BAC 15, 13ª ed, 1991, pg 497: «Estos son imperfectísimos, gente sin razón, que posponen la sujeción y obediencia –que es penitencia de razón y discreción, y por eso es para Dios más acepto y gustoso sacrificio que todos los demás– a la penitencia corporal […] y en esta manera de proceder éstos hacen su voluntad, antes van creciendo en vicios que en virtudes; porque, por lo menos, ya en esta manera adquieren gula espiritual y soberbia, pues no va en obediencia (lo que hacen)». «Si haces alguna mortificación extraordinaria, procura preservarte del veneno de la vanagloria, que destruye a menudo todo su mérito» (J. PECCI -León XIII-, Práctica de la humildad, pg 34).
Decenario al Espíritu Santo, 1932, pg 60; Patmos 35, pg 74; Logos 52, pg 116. Vid com/57 y 223.
Sobre el cilicio y las disciplinas en San Ignacio, vid Ejercicios, 85-87; BAC 245, 1965, pgs 37s. Ignacio llamaba a este tipo de mortificación «penitencias externas» (Ejercicios, 87).
«La disciplina encierra eficacia maravillosa para despertar el deseo de la devoción cuando se toma moderadamente» (San FRANCISCO DE SALES, Introducción a la vida devota, III, 23; BAC 109, 1953, pg 180).
Vid Émile BERTAUD, «Discipline (instrument de pénitence)», en DSp, III, col. 1302-1311.
201 Msb ||| fisiológica] fisiológica, Msb Txm
«El pan que como es la ceniza, mi bebida mezclo con mis lágrimas» (Sal 102 [101], 10).
202 Msb ||| castigo] castigo, Msb Txm
203 Msb ||| ¿Qué creías?] praec Hijo mío, Msb del
204 Msb ||| Cuántos] Cuántos, Msb Txm
Nombre de una célebre Plaza de Madrid. En ella está situado el km. 0 de todas las carreteras radiales de España. En la época en que escribe el Autor era el punto de referencia urbanístico de los madrileños.
PredicHond, «La gloria de Dios», 6-IV-1937, pg 21; I.
100b Sobre el «martirio a alfilerazos» de Santa Teresita vid com/885 nt 14. En el trasfondo del punto que comentamos podría estar el «antes de morir a espada, muramos a alfilerazos» de la carta 86 (A Celina, 15-III-1889; MEC 5, 1996, pg 410 y la nt de pg 1092).
205 Msb ||| también Msb add || nuestra...] nuestra..., C21 ss
El original en inglés es: Alfred O’RAHILLY, Father William Doyle S.J., Longmans, Green and Cº, London 1920; he consultado la 4ª edición, Londres 1922. Vid también Hugh KELLY, «Doyle», en DSp, III, col. 1702-1704. Al publicar la edición inglesa de 1932, O’Rahilly puso la siguiente dedicatoria: «I dedicate this new impression of the life of an Irish Jesuit to his despoiled and exiled Spanish brothers» (Camino/The Way, pg 86 nt 50).
Apínt, nº 1023, 13-VI-1933. El 22-XI-1933 en una meditación en el Instituto Católico Femenino ya hablaba de la «tragedia de la mantequilla»; vid guión nº 19.
Father William Doyle, pg 149; 4ª ed ingl., pg 127.
Ibidem, pg 151; 4ª ed ingl., pg 128.
Ibidem, pg 151; 4ª ed ingl., pg 129.
Ibidem.
Mercier, Cork, 1953.
Scepter, London, 1958.
Ediciones 3ª a 8ª, 1961-1981. No así las ediciones hechas en Estados Unidos (1965) y Filipinas (1975), que traducían: «our ‘drama’ of the butter».
Tan inconcebible que ya el propio O’Rahilly, en el original inglés de su biografía, puso esta nota para aclararlo: «Como este punto de la mantequilla se toca tantas veces en las páginas que siguen, téngase presente que en Irlanda no es artículo de lujo o de regalo, como pudiera serlo en otros países» (Father William Doyle, pg 149).
Así lo comentaba meses después en Zurich, 23-I-1981; AGP, sec P, leg 2, 1981, pg 213.
Notas de otro coloquio en Dublín 13-XII-1985.
9ª edición, Dublin, Four Courts Press, 1985. Las modernas ediciones hechas en Inglaterra han tomado, de las ediciones de USA y Filipinas, la expresión: «our ‘drama’ of the butter». Vid London, Scepter, 1995 (no hace constar el número de edición).
Uno de los propósitos que hace en aquel Retiro.
Ley sobre las Confesiones y Congregaciones religiosas, que aprobaron las Cortes Constituyentes de la República en desarrollo de la Constitución y fue promulgada el 2-VI-1933. El Autor la llama espontáneamente Ley «contra» las Congregaciones. Fue, en efecto, el golpe culminante contra la Iglesia en aquellos momentos dramáticos de la historia de España, y el debate de la Ley, un periodo de tensión y angustia para los católicos. Se nacionalizaban todos los bienes de la Iglesia, desde las iglesias hasta los vasos sagrados, y se obligaba a las instituciones de la Iglesia a cerrar sus colegios y cesar en toda actividad de enseñanza, incluida la enseñanza primaria, aunque el Estado –decía expresamente la Ley– no estuviera en condiciones de hacerse cargo de esa instrucción. Al día siguiente de la promulgación, el Papa Pío XI hacía pública la Encíclica Dilectissima nobis, sobre la situación de la Iglesia en España (texto en AAS 25 [1933] 261-274), en la que calificaba a la ley de «inhumana». Con fecha 25 de mayo, aprobada ya la ley en Cortes, pero aún no promulgada, el Episcopado español había dado a conocer una Pastoral colectiva sobre la grave situación del país y de la Iglesia. Sobre el tema vid Antonio FONTÁN, Religión y política en la II República. Apuntes españoles (1931-1936), Madrid 1998, pgs 189-196 (edición no comercial); Fernando DE MEER, La cuestión religiosa en las Cortes Constituyentes de la II República Española, Eunsa, Pamplona 1975.
Apínt, nº 1726, 22-VI-1933; la cursiva es del original.
Se refiere a los sacerdotes que están de capellanes.
Carta de Josemaría Escrivá a Juan Jiménez Vargas, Burgos 6-VI-1938; EF 380606-1.
Carta de Juan Jiménez Vargas a Josemaría Escrivá, Muela de Villastar (Teruel) 12-X-1938; AGP, sec N-2, leg 148, carp B, exp 1. «Pringosidades», expresión frecuente en las cartas de Jiménez Vargas para designar cosas tiernas, edificantes, con un punto de sentimiento, que eran lo más contrario a su carácter. El propio Jiménez Vargas, en su Relato del 77, pg 8, recuerda también la redacción de este p/205: «La anécdota que da pie a este punto está tomada de la biografía de un jesuita irlandés, el P. Doyle, capellán del ejército en la guerra del 14, sugestiva y un poco novelada. Parecía que podría utilizarse para la lectura espiritual, y se utilizó un tiempo, que no duró mucho». La realidad es que, aparte de la mortificación en la línea de la tragedia de la mantequilla, el P. Doyle hacía otras penitencias terribles y extrañas, quizá adecuadas a la vida religiosa, pero que podían ser un tanto deformantes a la hora de comprender la santificación de la vida corriente.
EjEsp, Plática «Perfección en las cosas pequeñas», Vitoria 22-VIII-1938; guión nº 107.
Retiro espiritual, Meditación titulada «Espíritu de sacrificio», Salamanca 25-I-1938; guión nº 93.
206 Msb ||| mortificación] mortificación, Msb Txm
EjEsp, Plática sobre «Modestia», Madrid, Instituto Católico Femenino, 22-XI-1933; guión nº 19.
EjEsp, Plática sobre «Oración», Madrid diciembre de 1935; guión nº 69.
207 Msb
Retiro espiritual, Meditación titulada «Espíritu de sacrificio», Salamanca 25-I-1938; guión nº 93. El Autor se refiere a Los Sueños, de Quevedo, y en concreto al «Sueño del Infierno», donde se describen los dos caminos, el que lleva al Cielo y el que lleva al Infierno, y un tercer camino, que parece que es el mismo que lleva al Cielo pero desemboca también en el Infierno: es el de los hipócritas (Francisco de QUEVEDO Y VILLEGAS, Los Sueños; Alianza Editorial, Madrid 1983, pgs 100-105).
Apínt, nº 1709, 21-VI-1933; la cursiva es del original.
AGP, sec A, leg 50-13, carp 4, exp 2.
Vid Fray ALONSO DE MADRID, Arte para servir a Dios, 1521, II, cap 2: «Del propio aborrecimiento»; Neblí 25, 1960, pgs 97-111, donde la expresión «santo aborrecimiento» adquiere un carácter técnico. Estamos ante un libro –una cumbre de la mística española del siglo XVI (vid prólogo de José María Casciaro, pg 11)–, que el Autor de C había leído con atención.
Subida del Monte Carmelo, II, 7, 10; BAC 15, 13ª ed, 1991, pg 309.
San AGUSTÍN, La Ciudad de Dios, lib 14, cap 28; BAC 171-172, 1958, pg 985. El tema está en Santa Catalina de Siena: «Siempre están en lucha la conciencia, por una parte, y la sensualidad, por otra. Pero desde el momento en que con odio y desprecio de sí mismo, decide virilmente y dice: ‘Yo quiero seguir a Cristo crucificado’ quebranta inmediatamente la espina y experimenta una dulzura inestimable, en mayor o menor escala según la disposición y solicitud de cada uno» (El diálogo, cap 44; BAC 143, 1955, pg 269); también en Santa Teresa (Libro de la Vida, 29, 10; BAC 212, 8ª ed, 1986, pg 157): «Bien entiende [el alma] que quiere a Dios, y que la saeta parece traía hierba para aborrecerse a sí por amor de este Señor, y perdería de buena gana la vida por Él»; y en San Juan de la Cruz, que aconsejaba: «Consideren cómo han menester ser enemigas de sí mismas» (Dichos de Luz y Amor, nº 84; Obras completas, BAC 15, 13ª ed, 1991, pg 165). «Santo aborrecimiento» aparece ya como término acuñado en la escuela ignaciana. «Si deseas, alma mía, de andar mucho en Dios, trabaja primero de andar mucho en ti. Si deseas alcanzar su amor, trabaja de alcanzar tu aborrecimiento. Si tu aborrecimiento deseas, ejercítate en considerar tus obras» (San FRANCISCO DE BORJA, Breve tratado de la confusión, I; Tratados espirituales, Cándido de DALMASES [ed.], Flors [«Espirituales Españoles. Serie A. Textos», XV], Barcelona 1964, pgs 154s). Vid por ej P. Alonso RODRÍGUEZ, Ejercicio de perfección, Parte 2, tratado 1, cap 4; AP, 1950, pgs 684-686, libro al que tuvo mucho aprecio el Autor de C desde su época de seminarista. En los EjEsp que predicó en el Seminario de Valencia en 1941, San Josemaría decía a los alumnos: «Yo entiendo que para hacer labor en las almas, es preciso
repetir, insistir, ‘machacar’. Hay un autor espiritual [el P. Alonso Rodríguez] que mucho insiste en sus cosas, y le llaman Padre Machaca: ¡ha hecho mucho bien a las almas!» (EjEsp, Plática del día 4, Valencia 6-XI-1940; notas tomadas por Vicente Moreno, sacerdote; AGP, sec A, leg 100-38, carp 1, exp 18). La cursiva en estos textos es mía.
Conc de TRENTO, sess V, Decr de peccato originali, 5; DS 1515. Vid también DS 1453.