El plano de tu santidad
Cap de treinta puntos, plenamente identificado y –en su núcleo fundamental– estructurado ya en Cem32: cd/79-95. A partir de este bloque y sometiendo sus textos a una distribución nueva, construye el Autor el cap de Cec, que es sustancialmente el mismo de C: sólo seis puntos fueron agregados en la fase de Burgos.
Lo primero que hizo el Autor, al preparar el impreso de Cuenca, fue extraer del patrimonio de Cem32 el punto que sería cabecera del cap y del que procede su título: «El plano de tu santidad» (p/387). A continuación, ordenó la materia del siguiente modo: da el primer lugar a los textos de Cem32 que tratan de la «santa desvergüenza» (cd/90-94), después transcribe los relativos a la «santa intransigencia» (cd/84-87; en Burgos agregará un nuevo punto) y, finalmente, incluye tres sobre la «santa coacción» (cd/88-89, más otro del segundo fascículo: cd/296). Termina de aprovechar el bloque de Cem32 con tres consideraciones sobre «audacia» (cd/79-81), que eran precisamente sus tres primeros textos.
Como se ve, el Autor ha querido destacar en el ordo dicendi la «santa desvergüenza», que está nombrada en tercer lugar en el p/387. En Cec el cap se prolonga incorporando dos consideraciones sobre el sentido del fracaso, tomadas directamente del Cuaderno, y la breve sección de Cem32 sobre «alegría» (cd/164-166). En C, como el Autor va a introducir un cap autónomo sobre esta virtud (vid Introd al cap 31), allí irán a parar estas tres consideraciones, pero el tema del fracaso permanece y se le agrega en Burgos un nuevo punto (el p/406). El cap termina, tanto en Cec como C, con un conjunto de puntos (cinco en Cec, a los que se agregan otros cuatro en Burgos) de motivo más variado.
En síntesis: el cap de C tiene dos partes: en la primera (p/387-400) el Autor aborda los tres «puntos» del plano: «santa desvergüenza» (p/388-392), «santa intransigencia» (p/393-398), «santa coacción» (p/399-400), todos ellos, excepto el p/395, procedentes de Cec. La segunda parte sitúa en ese plano la «audacia» del cristiano (p/401-403), el «sentido del fracaso» (p/404-406) y otros temas conexos (p/407-416).
Una vez más el Autor busca transmitir su mensaje por medio del uso paradójico de los conceptos. Aquí, en concreto, para transmitir el contenido central del cap se sirve –al decir de Garrido Gallardo– de un «audaz oxímoron» en triple fase. Los tres términos con los que va a jugar en este cap significan, en sí mismos, conceptos contrarios a la santidad: un hombre, más aún un cristiano, no debe ser un desvergonzado, no debe ser una persona intransigente, no debe coaccionar a nadie. Esto es evidente para todos. Y de esa evidencia parte el Autor para invertir el sentido de los términos: hace la inversión, en los tres casos, por medio de la palabra «santa». El choque que esto provoca en el lector le hace abrirse a una nueva inteligencia de unas actitudes que pertenecen a la tradición espiritual de las virtudes cristianas.
El Autor decidió correr el riesgo de que no se comprendiera el uso paradójico de los términos y, en última instancia, no ser comprendido personalmente: y no lo fue, primero, por los censores de Cuenca, que –con la mejor intención del mundo, ciertamente– le obligaron a suprimir la expresión «santa desvergüenza»; y después, en los años 1940-41, cuando estos puntos de C fueron agitados una vez y otra contra la ortodoxia del Autor. A millones de lectores, sin embargo, la entraña evangélica de este cap se les grababa precisamente a través de lo paradójico de ese lenguaje.
387* El plano de santidad que nos pide el Señor, está determinado por estos tres puntos:
La santa intransigencia, la santa coacción y la santa desvergüenza.
En la secuencia de sus Cuadernos aparecen, primero, los temas «santa intransigencia» y «santa coacción», que son de 1931. El primer texto de «santa desvergüenza», 1-I-1932, es precisamente la falsilla de este p/387. Aparece, pues, la expresión como el «punto» que con los otros dos hará posible el «plano». Los otros cuatro textos sobre el tema serán anotados de enero a mayo de 1932, siempre en un clima de «vida de infancia» y con un intenso contenido de experiencia espiritual.
La redacción de este p/387 tiene también aspectos biográficos que deben ser reseñados. La primera redacción –la idea, la falsilla, podríamos decir– se encuentra en el Cuaderno V (nº 530) de sus Apuntes, escrita el día primero de año de 1932:
«Niño amigo: dile a Jesús que quieres para ti la santa desvergüenza. Con la santa intransigencia y la santa coacción, tienes los tres puntos que determinan el plano de santidad, que te conviene».
Pero cuando preparó el texto para las cuartillas a velógrafo, el Autor ya disponía de una redacción muy semejante a la actual, escrita en el dorso de una estampa que se encuentra entre los papeles del Archivo. Representa a Jesús con el discípulo amado y las palabras: «Qui manet in me et ego in eo hic fert fructum multum». Al dorso, como digo, se lee manuscrito de Escrivá:
«El plano de la santidad, que nos pide Jesús, se determina por estos tres puntos: la santa intransigencia, la santa coacción y la santa desvergüenza. Mayo de 1932».
Con otra pluma de trazo más delgado, pero igualmente autógrafo, se lee más abajo:
«De José Mª Somoano, 1-VIII-32».
¿Qué quiere decir esta última expresión? Evidentemente, la estampa y/o las palabras del futuro punto de C guardan relación con este santo sacerdote, un asturiano de 30 años, capellán del Hospital del Rey, que formó parte del Opus Dei desde el 5 de enero de ese año 32 y falleció, posiblemente envenenado, seis meses después (16 de julio de ese año). Somoano se incorporó desde el primer momento a la «conferencia» semanal en la que San Josemaría reunía a un grupo de sacerdotes allegados a su ideal apostólico y les iba dando a conocer su espíritu y sus proyectos.
Lo interesante es que en su agenda, uno de esos lunes, exactamente el 16 de mayo, Somoano apuntó:
«Voy a Madrid. Santa intransigencia. Santa coacción. Santa desvergüenza. Estoy en Porta Coeli».
La cosa parece clara. Somoano fue a Madrid a la «conferencia», en la que San Josemaría debió desarrollar el tema «El plano de tu santidad», que estaba muy vivo esos meses en sus Cuadernos (es decir, en su vida espiritual) y que sin duda impresionó al sacerdote asturiano, que en el Asilo de Porta Coeli lo anotó en su agenda. La relación con la estampa no es clara. Podría pensarse en que Escrivá se la regaló a Somoano con el punto de C ya escrito y después de su muerte la encuentra entre sus papeles y la recupera, haciendo notar la circunstancia: «De José Mª Somoano, 1-VIII-32».
Esta doctrina la predicó siempre y es un aspecto importante de la fisonomía espiritual del cristiano que dimana de esa predicación. El tema estaba muy vivo en la época de Honduras y después en Burgos. En una meditación del retiro predicado en Salamanca en enero de 1938 se lee escuetamente:
«La santa intransigencia, la santa coacción y la santa desvergüenza».
Por lo demás, la utilización de la calificación de santo o santa para distintas realidades de la vida cristiana no es infrecuente en los autores espirituales: piénsese, por ej, en el «santo abandono», que da título a la conocida obra del cisterciense P. Vital Lehodey (1847-1948), o en la «santa indiferencia» (vid infra com/769).
388* Una cosa es la santa desvergüenza y otra la frescura laica.
Primero de los cinco puntos de este cap dedicados temáticamente a la «santa desvergüenza». Como ya se ha dicho, en la edición de Cuenca se lee en ellos, en vez de «santa desvergüenza», «santa audacia». El texto de este p/388 estaba escrito sobre su Cuaderno V, nº 735, el 24-V-1932: el último por tanto cronológicamente. El Autor lo adelanta, sin duda para deslindar bien las ideas. ¿Qué es aquí «laica»?
En la predicación de Honduras el Autor hace como una «exegesis» de este punto:
«Dame, Jesús mío, la santa desvergüenza. ¡Cuántas veces, cada día, se doblega mi voluntad con la contradicción, como se mueve la veleta con el viento! Concédeme, Dios mío, una entereza de acero, para que haga lo que deba hacer, aunque haya que romperse la cabeza, aunque sea preciso jugarse la vida. Porque el hombre que transige en cosas de ideal, de honra o de fe, no tiene ni ideal, ni honra, ni fe. Examinemos nuestras claudicaciones en puntos de ideal, pero sin ñoñeces, sin beaterías: como hombres maduros. Hemos de ser siempre recios. Bien entendido que la santa desvergüenza no es, sin embargo, la frescura, eso que ahora llaman caradura. No: con las formas sociales convenientes, con cortesía, con caridad, hemos de adquirir, por dentro, el temple del acero, con intransigencia y desvergüenza implacables, informadas siempre por la caridad de Cristo».
389* La santa desvergüenza es una característica de la «vida de infancia». Al pequeño, no le preocupa nada. —Sus miserias, sus naturales miserias, se ponen de relieve sencillamente, aunque todo el mundo le contemple...
Esa desvergüenza, llevada a la vida sobrenatural, trae este raciocinio: alabanza, menosprecio...: admiración, burla...: honor, deshonor...: salud, enfermedad...: riqueza, pobreza...: hermosura, fealdad...
Bien; y eso... ¿qué?
Sólo se puede entender la «santa desvergüenza» de que habla el Autor si se entiende este punto. La «santa desvergüenza» es la natural desvergüenza, la natural sencillez y desenfado de un niño pequeño, «llevada al plano sobrenatural». El origen del texto está en una notación del Cuaderno V, nº 674, de 29-III-1932, que comienza así:
«La santa desvergüenza: la veo como una característica de la vida de infancia. Al pequeño, etc.».
La santa desvergüenza, que se inscribe plenamente en la «vida de infancia» que el Autor describirá en los caps 41 y 42 del libro, es una manifestación de madurez
humana y espiritual. Por eso se expresa en un raciocinio, que el autor formula en ese conjunto de paradojas cuya conclusión es clara: un hombre o una mujer llenos de Cristo están por encima de todas esas cosas.
390* Ríete del ridículo. —Desprecia el qué dirán. Ve y siente a Dios en ti mismo y en lo que te rodea.
Así acabarás por conseguir la santa desvergüenza que precisas, ¡oh paradoja!, para vivir con delicadeza de caballero cristiano.
Texto escrito en el Cuaderno V, nº 530, inmediatamente después del texto que da origen al p/387, formando con él casi una unidad literaria. Estamos, pues, en 1-I-1932. Tenor literal idéntico al de C. El Autor, sin duda, decidió hacer dos puntos diversos del texto originalmente unitario: la primera parte, para abrir con ella el cap y situar el conjunto, y esta segunda, que traslada al bloque «santa desvergüenza». Es interesante leerlas una detrás de otra para captar la secuencia original.
Sobre el tema «caballero cristiano», vid com/393 y 683.
391* Si tienes la santa desvergüenza, ¿qué te importa del «qué habrán dicho» o del «qué dirán»?
Sigue el tema del «qué dirán». Punto transcrito en 24-I-1932, seguido del p/959. Cuaderno V, nº 580.
«Niño: si tienes la santa desvergüenza, ¿qué te importa del ‘qué habrán dicho’ o del ‘qué dirán’?».
Unos meses después anotaba sobre el Decenario de Javiera del Valle:
«Al niño, con su santa desvergüenza, le importa poco del ‘qué dicen’...».
392* Convéncete de que el ridículo no existe para quien hace lo mejor.
Punto redactado a partir de una anotación de 15-II-1932, escrita en el Cuaderno V, nº 605:
«Niño: convéncete de que el ridículo no existe».
Ya al pasar a las cuartillas a velógrafo, el Autor hizo esa importante clarificación de su pensamiento. Agregó las palabras «para quien hace lo mejor».
Como se ve, este punto y el p/391 son en realidad una glosa del p/390.
393* Un hombre, un... caballero transigente, volvería a condenar a muerte a Jesús.
Comienzan con éste los puntos dedicados a la «santa intransigencia». El p/393 está inspirado sin duda en esta reflexión del Cuaderno IV, nº 352, 26-X-1931:
«Si de nuevo hubiera de llevarse a Jesús al tribunal humano, un juez transigente diría: es un justo, no hay en El delito, pero, de una parte el pueblo lo exige y... hemos de transigir, para evitar mayores males... de otra (el hombre transigente suele ser letrado), todos los vaticinios afirman que ha de morir este Hombre-Dios, para la salvación del humano linaje... Dios lo quiere también y yo –dice con natural soberbia– yo tengo el honor y hasta el deber de no oponerme a las profecías... Dios y los hombres me quedarán agradecidos...: ¡que muera!».
Como se ve, en esta nota, el Autor funde las figuras de Pilato y de Caifás para construir su argumentación. El texto amplio del Cuaderno da mucha luz para comprender las características de la «transigencia» que censura el Autor.
Nótese el sentido tan diverso –caricaturesco– que toma, respecto del p/390, la palabra «caballero». El acento es tan acusado que el Autor no añade «cristiano». Sobre el tema, vid com/379 y 683.
394* La transigencia es señal cierta de no tener la verdad. —Cuando un hombre transige en cosas de ideal, de honra o de Fe, ese hombre es un... hombre sin ideal, sin honra y sin Fe.
Original también en el Cuaderno V, nº 502, escrito en 24-XII-1931:
«La transigencia es señal cierta de no tener la verdad. Cuando un hombre transige, en cosas de ideal, de honra o de fe, ese hombre es un rufián sin ideal, sin honra y sin fe».
Desde el punto de vista literario hay que notar la modificación del texto al pasar a las cuartillas a velógrafo: el «rufián» del Cuaderno pasa a ser «un... hombre». Ante
la triste figura claudicante que ha descrito, el Autor contiene su indignación, que ahora se expresa en unos puntos suspensivos.
La doctrina sobre la «intransigencia» se hace especialmente comprensible en el contexto cultural y social de la época, sobre todo en los países latinos (no sólo en España, sino también en Francia e Italia). Véase, por ej, con qué fuerza se explicaba Juan Bautista Montini, el futuro Pablo VI, orientando a los universitarios de la FUCI en aquellos mismos años: «Nosotros creemos –escribía en Azione fucina en 1929– que la verdadera posición para influir positivamente en el mundo es la de una neta intransigencia de ideas y costumbres: ya se trató con suficiente abundancia en el pasado número. Pero téngase bien en cuenta que esta intransigencia no es otra cosa que la pureza de la doctrina y de la práctica cristiana, la cual, como primer testimonio de sí misma, debe presentar la caridad, es decir, la preocupación solidaria y colectiva por el bien de todos, y especialmente de aquellos que no la viven».
Henri de Lubac, por su parte, escribía durante la guerra mundial: «Dado el estado actual del mundo, el cristianismo viril y fuerte debe llegar a convertirse en un cristianismo heroico […]. Consistirá, precisamente, en resistir con todo coraje, frente al mundo y quizá frente a sí mismo, ante los influjos y las seducciones de un falso ideal para mantener firmemente en su paradójica intransigencia y con humilde fiereza, los valores cristianos amenazados y escarnecidos».
El Autor de C es bien consciente de que la santa intransigencia es difícil de vivir bien, e incluso, viviéndola bien, puede ser mal interpretada. Así lo explicaba predicando años después en la Legación de Honduras:
«De las tres virtudes que determinan el plano de nuestra santidad, la santidad que Dios quiere de nosotros –la santa intransigencia, la santa desvergüenza, la santa coacción–, la intransigencia es la que más trabajo cuesta practicar, pues puede presentar como cerril a quien la ejerce».
395* Aquel hombre de Dios, curtido en la lucha, argumentaba así: ¿Que no transijo? ¡Claro!: porque estoy persuadido de la verdad de mi ideal. En cambio, usted es muy transigente...: ¿le parece que dos y dos sean tres y medio? —¿No?..., ¿ni por amistad cede en tan poca cosa?
—¡Es que, por primera vez, se ha persuadido de tener la verdad... y se ha pasado a mi partido!
Éste es el punto redactado en Burgos y agregado a esta serie sobre «santa intransigencia». Es una octavilla Bl sin interrelación documental.
396* La santa intransigencia no es intemperancia.
Estamos ante otro punto de clarificación por exclusión, como lo era el p/388 a propósito de la «santa desvergüenza». El Autor comienza así a explicar que la «santa intransigencia» hay que entenderla siempre como ejercicio de la caridad. El texto fue escrito el 15-V-1932 en el Cuaderno V, nº 729. Tenor literal exacto.
397* Sé intransigente en la doctrina y en la conducta. —Pero sé blando en la forma. —Maza de acero poderosa, envuelta en funda acolchada.
Sé intransigente, pero no seas cerril.
Con una imagen que entra por los ojos, vuelve el Autor a ilustrar cómo la «santa intransigencia» es la fortaleza atravesada por la caridad de Cristo. Ahora lo excluido son todas las formas de «cerrilismo». La idea se forjó sin duda durante los EjEsp de Segovia (2 al 10-X-1932), cuando el Autor reflexionaba sobre la conveniencia o no de mantener trato habitual con una determinada asociación apostólica, y concluía:
«No hay necesidad de publicarlo ... ni de ocultarlo tampoco, pues, si alguno viera como una razón para no darse a la Obra ese trato, no sería su integridad –que es la santa intransigencia, en la doctrina– sino su cerrilismo lo que le apartaba de nosotros... afortunadamente».
Unos días después, escribió en su Cuaderno (VI, nº 844, 14-X-1932) el futuro punto de C:
«Sé intransigente en la doctrina y en los hechos. Pero sé blando en la forma. Arma de acero poderosa, envuelta en funda acolchada. Sé intransigente, pero no seas cerril».
Como se ve, el Autor expresa con formas gráficas, una dimensión fundamental de la conducta cristiana: veritatem facientes in caritate (Ef 4, 15).
398* La intransigencia no es intransigencia a secas: es «la santa intransigencia».
No olvidemos que también hay una «santa coacción».
Termina el Autor en este punto de iluminar el tema en la perspectiva de la caridad. Ahora, subrayando el adjetivo «santa», que introduce la paradoja cristiana en toda la cuestión. La intransigencia cristiana no es «a secas», sino bañada por la caridad. El texto es antiguo, se encuentra en el Cuaderno IV, nº 234, 19-VIII-1931.
La última parte del punto sirve de introducción a los dos puntos siguientes sobre lo que el Autor llama la «santa coacción». La forma paradójica de la expresión recubre ahora el contenido de la célebre palabra de Jesús, obviamente llena de respeto a la libertad: «sal a los caminos y a los campos et compelle intrare, y empújales para que entren, y se llene mi casa» (Lc 14, 23).
399* Si, por salvar una vida terrena, con aplauso de todos, empleamos la fuerza para evitar que un hombre se suicide..., ¿no vamos a poder emplear la misma coacción —la santa coacción— para salvar la Vida (con mayúscula) de muchos que se obstinan en suicidar idiotamente su alma?
El original de este punto –en redacción extensa– lo escribió el Autor en su Cuaderno unos días después del anterior (24-VIII-1931, nº 241) y conectando con él:
«Hablé el otro día de una “santa coacción”. Yo lo entiendo así: Por humanidad, si vemos que un hombre, desesperado, se arroja a un río caudaloso para suicidarse, trataremos de salvarle. Nos arrojamos al agua, nadamos hasta él, le cogemos del pelo y ¡hala!, hacia la orilla... Si el suicida nos embaraza, con sus movimientos, para tratar de desprenderse de nosotros, con ánimo de consumar así sus propósitos cobardes y poniéndonos a la vez en peligro de ahogarnos, sin
compasión le daremos puñetazos en su dura cabeza hasta que pierda el sentido... Y entonces podremos salvarle trayéndole con vida a la orilla. Nadie nos criticará por el suceso. Hasta el interesado, cuando le pase la fiebre que le arrastró a la ignominia del crimen, vendrá en persona a agradecernos los misericordiosos puñetazos tan providencialmente administrados en su nuca... Y esto para salvar una vida terrena. ¿Y no vamos a poder emplear la misma coacción –la santa coacción– para salvar la Vida (con mayúscula) de muchos que se emperran en suicidar idiotamente su alma?».
Estamos, como dije, ante el «compelle intrare» del Evangelio (Lc 14, 23). La coacción de que habla este punto, como la palabra de San Lucas, se mueve en el plano del espíritu, del alma; en definitiva de la libertad liberada por la gracia. Precisamente por eso no es coacción «a secas» –como es la coacción física o moral–, sino «santa». Es el «argue, obsecra, increpa» del Apóstol (2 Tm 4, 2), que tiene precisamente como fin poner a la persona –un compañero, un colega, un amigo– ante el ejercicio de su propia libertad. La «santa coacción» de que habla Josemaría Escrivá es el desvelo del hombre cristiano –ante los que se empeñan «en suicidar idiotamente su alma»–, que San Agustín ha descrito en el célebre Tu vis errare, tu vis perire, ego nolo del sermón sobre los pastores de Ez 34:
«—Si estoy en el error, si estoy perdido, ¿por qué me buscas? ¿qué quieres de mí?
—Eso, precisamente: porque estás en el error, quiero que rectifiques; porque estás perdido, quiero encontrarte.
—¡Pero yo quiero vivir en el error, quiero perderme!
—¿Que quieres estar en el error y perderte? Pues yo no lo quiero. Es cierto que soy inoportuno y me atrevo a decir: Si tú quieres errar y perderte, yo no quiero. En última instancia no lo quiere Aquel que me dice: ‘No recuperaste a la que estaba descarriada, y a la que estaba perdida no la buscaste’. ¿Voy a temerte a ti más que a Él?».
La analogía «espiritual» de esa acción de salvamento «corporal» que describe el Autor es sencillamente la Palabra de Dios, «más penetrante que una espada de dos filos» (Hb 4, 12), con su fuerza soberana, que es la fuerza del Amor de Dios. Del propio Autor son estas palabras:
«Mi experiencia de hombre, de cristiano y de sacerdote me enseña todo lo contrario: no existe corazón, por metido que esté en el pecado, que no esconda, como el rescoldo entre las cenizas, una lumbre de nobleza. Y cuando he golpeado en esos corazones, a solas y con la palabra de Cristo, han respondido siempre».
Aunque el Autor no lo dice, lo que ha «golpeado» a esos corazones de los que habla es, evidentemente, la fuerza del Amor de Dios presente en su palabra de
sacerdote amigo. El Amor, cuando se hace tangible, «golpea» por dentro y arrastra tras de sí. Es el «dejad eso y venid con nosotros tras el Amor» del p/790.
400* ¡Cuántos crímenes se cometen en nombre de la justicia! Si tú vendieras armas de fuego y alguien te diera el precio de una de ellas, para matar con esa arma a tu madre, ¿se la venderías?... Pues ¿acaso no te daba su justo precio?...
—Catedrático, periodista, político, hombre de diplomacia: meditad.
El texto, de alguna manera relacionado con la temática «santa coacción», ya estaba en la edición a velógrafo. Original en Cuaderno VI, nº 1031, 7-VII-1933. Vid apcrít.
El Autor invita, a las personas que ocupan un lugar significativo en la sociedad, a plantearse la incidencia de la moral en la vida social y política. Tema de permanente actualidad. Josemaría Escrivá quería hacer pensar a los universitarios jóvenes, que se preparaban para el ejercicio de la vida profesional, en la grave responsabilidad que tenían. El enfoque de este p/400 pone de manifiesto, por otra parte, que ya en Cec el Autor tiene presente no sólo a los «jóvenes seglares universitarios» de los que habla en la «Advertencia preliminar», sino –podríamos decir– a sus profesores y maestros. El tema continúa en los puntos redactados en Burgos: vid com/63.
401* ¡Dios y audacia! —La audacia no es imprudencia. —La audacia no es osadía.
A partir de este p/401 el Autor habla de algunas características del «plano de santidad» determinado por aquellos tres «puntos»: la audacia del cristiano (401-403), el sentido cristiano del fracaso (404-406), etc. El p/401, a pesar de su brevedad, está compuesto a partir de tres lugares distintos de los Cuadernos de Apínt.
La expresión ¡Dios y audacia! se remonta a las primeras «vivencias» del apostolado que el Fundador del Opus Dei realizó a partir del 2 de octubre de 1928, fecha en que vio lo que el Señor le pedía. El 27-III-1931 escribía en el Cuaderno III (nº 186):
«Nuestros hombres y mujeres de Dios, en el apostolado de acción, tengan por lema: ¡Dios y audacia! –Se me ocurre que este grito viene admirablemente para los otros dos apostolados: de oración y de expiación».
La expresión tiene en efecto el aire de un lema heráldico, de la serie que comienza así: «Dios y...».
La segunda parte de este p/401 hay que referirla a una página del Cuaderno IV (nº 409), escrita el 22-XI-1931, donde se lee:
«Me parece que ya se anotó: la audacia no es imprudencia».
La tercera expresión de este punto es del año siguiente. La escribió en el Cuaderno VI, nº 845, el día de Santa Teresa, 15-X-1932, recién llegado a Madrid del retiro espiritual de aquel año, que hizo en Segovia, en el Convento de los Carmelitas Descalzos, donde reposan los restos de San Juan de la Cruz:
«La audacia no es osadía».
La palabra «audacia» sólo ha salido hasta ahora en C en los dos números que transcriben el lema que comentamos. ¿Qué es la audacia? Importante para la respuesta es Surco, 97, donde el Autor recoge, matiza y desarrolla este texto de C. Lo mismo que antes a propósito de la «santa desvergüenza», el Autor procede en este p/401 diciendo lo que no es: la audacia no es osadía (en Surco dirá que no es «osadía irreflexiva»). Es evidente que Escrivá contempla el atrevimiento que es propio de la audacia como parte de una virtud, algo radicalmente regulado por la prudencia (ya ha dicho que no es imprudencia) e informado por la caridad (por eso en Surco dirá que no es «simple atrevimiento»). La osadía, en su contraposición a la audacia, aparece a sus ojos en p/401 como un defecto, una forma de atrevimiento imprudente y no caritativo, que remeda a la audacia sin serlo. El DRAE, sin embargo, hace equivalentes osadía y audacia. No así, en cambio, Moliner que, describiendo la osadía, dice que «se emplea generalmente en sentido reprobatorio significando que en el
atrevimiento hay descaro o desconsideración». La osadía es una mezcla de temeridad e imprudencia.
La primera obra apostólica que Josemaría Escrivá puso en marcha (octubre de 1933) se llamó Academia DYA, es decir, «Derecho y Arquitectura», materias que allí se explicaban. Él y los más allegados sabían que en realidad la sigla significaba ¡Dios y audacia! Hablando de Don Marcelino Olaechea, que murió siendo Arzobispo de Valencia, el que fue su secretario particular, el salesiano P. Vicente Ballester, escribe esta nota a raíz de la muerte de Don Marcelino: «Cuando ya era Obispo, llevaba siempre consigo uno (un cáliz) particular, el mismo siempre. Era sencillo, con unos arabescos grabados, preciosos, que formaban la combinación de tres letras: DYA. A mí, que lo manejaba todos los días, estas letras me traían intrigado. Una vez, don Marcelino, aplacando mi curiosidad, me dijo: —Pues sí, este cáliz es regalo de don Josemaría Escrivá para mi consagración episcopal. En los años siguientes a la fundación del Opus Dei me visitaba con frecuencia en la Ronda de Atocha. Estas letras son el anagrama de una frase que don Josemaría solía repetir a los chicos que trataba: Dios y audacia».
402* No pidas a Jesús perdón tan sólo de tus culpas: no le ames con tu corazón solamente...
Desagráviale por todas las ofensas que le han hecho, le hacen y le harán..., ámale con toda la fuerza de todos los corazones de todos los hombres que más le hayan querido.
Sé audaz: dile que estás más loco por Él que María Magdalena, más que Teresa y Teresita..., más chiflado que Agustín y Domingo y Francisco, más que Ignacio y Javier.
La audacia de la que habla el Autor es primariamente audacia ante Dios, audacia en la vida de oración: es «atreverse» a lo que es imposible para la criatura humana. La
audacia así entendida es un correlato de «la vida de infancia», a la que dedicará dos caps al final del libro y que aparece sembrada por todas sus páginas, coloreando las virtudes cristianas (vid p/24) y el modo sencillo y «audaz» de relación con el Señor que propone San Josemaría.
El texto original fue escrito el día de Navidad del año 1931. Vid apcrít. Comienza con «Niño amigo: no pidas a Jesús», etc. y la última frase dice así:
«Sé audaz: dile que estás más loco por El que María de Magdala, más que Teresa y Teresita y Mercedes..., más chiflado que Agustín y Domingo y Francisco, más que Ignacio y Xavier».
El punto es interesante para conocer algunos de los santos y santas que fueron una referencia de admiración y devoción en el alma de San Josemaría. Entre las santas, «locas por Él», primero, María de Magdala, «que está loca de amor»; después el binomio entrañable para el Autor: Teresa y Teresita, al que agrega a Mercedes Reyna O’Farrill. Luego los varones. No nombra aquí a San José ni a los Apóstoles, que eran su esencial referencia (vid p/799), sino a los grandes santos cuya «chifladura» tiene conocidos elementos biográficos, también para los lectores.
Vid p/874 y com.
403* Ten todavía más audacia y, cuando necesites algo, partiendo siempre del «Fiat»1, no pidas: di «Jesús, quiero esto o lo otro», porque así piden los niños.
Este punto formaba en su texto original una unidad literaria con el punto anterior, el p/402. Se encuentran ambos en las primeras páginas del Cuaderno V (nº 505) y ambos pasaron –siempre consecutivos– al velógrafo y al impreso de Cuenca. El original de este nuevo punto, idéntico al texto de C, comienza con la expresión «Niño bobo».
«Partiendo siempre del “fiat”». ¿Qué es este «fiat» de que habla, como de cosa muy conocida, el Autor? El texto había sido escrito el día de Navidad de 1931. La víspera había anotado una conversación que tuvo con un sacerdote amigo suyo, de la que son estas palabras:
«...cómo me da gozo y paz la recitación del “hágase” o “fiat”, esa jaculatoria solidísima que nos hace identificarnos con la Voluntad de Dios»46b.
Esta plegaria es el «fiat», que se hará lenguaje habitual del Autor. La jaculatoria en cuestión da lugar al p/691 de C, en cuyo com se explica detenidamente su origen. Vid p/912 y com, com/113 y 213, p/512, 691, 763.
El «fiat» de que hablamos tiene profunda raíz cristológica y su humus literario es la Oración del Huerto según San Lucas: «que no se haga mi voluntad sino la tuya: sed tua fiat» (Lc 22, 42)46c. Pero a la vez es profundamente mariano (vid p/512). En la relación personal con Dios el punto de partida sólo puede ser el que señala la Santísima Virgen en su respuesta al Arcángel San Gabriel ante la manifestación del plan de Dios: «Fiat mihi secundum verbum tuum» (Lc 1, 38). El «fiat» de Nuestra Señora anticipa la entrega plena del «fiat» de su Hijo y se inscribe en él. Interesante considerar que es San Lucas el que testifica ambas palabras. Viniendo al texto de C: sólo asentada la plena y total disponibilidad ante Dios —«fiat!»—, cabe la vida de infancia:
«D.O.G. Propósito, muchas veces rumiado: no pedir, en concreto: exponer y fiat»46d.
Finalmente, el fiat de Jesús y de la Virgen se hace oración propia del cristiano en el Padrenuestro: fiat voluntas tua; petición de la que la jaculatoria de Escrivá es sencillamente un embolismo.
404* ¡Has fracasado! —Nosotros no fracasamos nunca. —Pusiste del todo tu confianza en Dios. —No perdonaste, luego, ningún medio humano.
Convéncete de esta verdad: el éxito tuyo —ahora y en esto— era fracasar. —Da gracias al Señor y ¡a comenzar de nuevo!
También este punto forma una unidad con el número siguiente. Ambos fueron escritos de manera consecutiva al comenzar el Cuaderno VII, 14-XII-1933 (nº 1086). El texto apareció por primera vez en la edición de Cuenca.
Este punto debe ponerse en estrecha relación con el p/711 (vid com), redactado un par de meses antes: ambos abordan el mismo tema –el fracaso: el p/404 en el terreno de la acción apostólica, el p/711 en el campo de la lucha ascética personal–, y acaban con el mismo grito: «¡a comenzar de nuevo!».
405* ¿Que has fracasado? —Tú —estás bien convencido— no puedes fracasar.
No has fracasado: has adquirido experiencia. —¡Adelante!
El punto, transcrito en el Cuaderno, como he dicho, a continuación del anterior, apareció también uno tras otro en el impreso de Cuenca. Sin embargo, no es un texto unitario desglosado en dos puntos, sino que ya en el Cuaderno están escritos como unidades autónomas. Esto me lleva a pensar que fueron anotados en la cuartilla en momentos diferentes. El clima de las anotaciones de ese día, que refleja, como se ha dicho, el de los quince días precedentes, está lleno de gozo: había sido inaugurada y bendecida la Academia DYA. Por eso, la recurrencia del tema del fracaso en las notas, que podría ser el reflejo de una cuestión personal purificada en la oración, parece más bien, en este caso, el ánimo y el impulso sobrenatural dado por Dios a un alma que se veía fracasada.
Este punto, con el anterior y el siguiente, forman la unidad temática dedicada al «fracaso» en la vida del cristiano, fracaso que sólo puede entenderse y asimilarse desde la humildad: ésta es la tesis del Autor. El fracaso solamente hunde al que se mueve por orgullo. Para el que confía en el Señor, el fracaso se hace «éxito», porque nos hace humildes y nos lleva a aprender y a rectificar. De ahí que el «fracaso» no provoque hundimiento, sino acción de gracias «y ¡a comenzar de nuevo!». La doctrina del Autor es como una glosa a la palabra paulina: «cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Co 12, 10).
406* Aquello fue un fracaso, un desastre: porque perdiste nuestro espíritu. —Ya sabes que, con miras sobrenaturales, el final (¿victoria?, ¿derrota?, ¡bah!) sólo tiene un nombre: éxito.
Inserción de una octavilla de la serie Lh, redactada probablemente en la Legación de Honduras. El texto es como el contrapunto de los dos anteriores. Allí se afirmaba que «no fracasamos nunca».
Ahora se dice que «aquello fue un fracaso». La tesis es exactamente la misma. El éxito pende de la «confianza en Dios» (p/404). Viene el hundimiento –«fracaso», «desastre», dice el Autor con palabras fuertes– cuando se introducen «miras humanas» (vid apcrít). El punto vuelve a afirmar que no hay «fracaso» nunca, pero si se tiene «visión sobrenatural». En Honduras predicó sobre este tema:
«Hay, sin embargo, quien después de haber implorado la ayuda de Dios y puesto su coraje y sus fuerzas en el combate, es vencido una y otra vez. Algunos terminan, después de sucesivas derrotas, por desanimarse, y se sienten invadidos por el deseo de no afrontar la pelea. ¿Es que Dios no tiene calculado hasta el último grado de resistencia y fuerza de nuestros músculos? ¿Es que no nos conoce plenamente? Luchemos, pues, llenos de perseverancia y de confianza, sin desalentarnos por no poder desarraigar de nosotros tal defecto o acostumbrarnos a la práctica de tal virtud, sabiendo que Dios no permitirá que nuestras fuerzas se agoten sin lograr lo que sólo por su gloria emprendimos. ¿Acaso cuando estamos más desalentados, no vamos ya alcanzando la victoria? Si hemos respondido a la prueba, que quería contrastar nuestra paciencia o nuestra esperanza, y nos hemos esforzado lo que podíamos, el triunfo, sin duda, se acerca ya a nuestras manos».
Parece esta predicación un reflejo de la noche oscura de San Josemaría en Honduras con las tentaciones acuciantes de desaliento y pérdida de la esperanza. Vid p/151 y com con los puntos allí citados.
407* No confundamos los derechos del cargo con los de la persona. —Aquéllos no pueden ser renunciados.
Un pasaje del Cuaderno V, nº 738, con fecha 26-V-1932. El tenor literal es idéntico. Este punto, que señala un interesante criterio de moral social, inicia un bloque (p/407 a 412) con algunas características importantes para los hombres y mujeres que han de santificarse en el ejercicio de su trabajo profesional ordinario. La sustancia del mensaje es clara: es una viva exhortación a conocer y ejercer la responsabilidad que comporta el cargo o puesto profesional o político que cada persona tiene en la sociedad. El huir de esta responsabilidad, muchas veces so capa de «humildad» y «comprensión», es un mal social innegable.
408* Santurrón es a santo, lo que beato a piadoso: su caricatura.
Un pasaje del Cuaderno IV, nº 366, con fecha 30-X-1931. Tenor literal idéntico.
El punto es una manera gráfica de explicar el horizonte secular de la santidad vivida en medio del mundo. La sociología, podríamos decir, de la «beatería» era en la época un resultado de una concepción deformada –«caricatura», dirá el Autor– de la piedad cristiana. En su acepción popular o coloquial, el beato es un hombre o una mujer «que afecta virtud, que frecuenta mucho los templos y se dedica a todo tipo de devociones». Por supuesto, en el lenguaje coloquial, beato o beata son palabras que se aplican a seglares. Que un sacerdote o una religiosa vayan mucho al templo y tenga muchas devociones, no parece cosa extraña al pueblo: se diría que es lo suyo. Con todo, esa descripción se queda en el «fenómeno» y no va a la raíz, a la razón teológica del tema. Ésta se encuentra –podríamos decir– en una falta de verdadera relación «personal» con Dios, o en una relación con Dios de tipo «sentimental». Desde ahí se asumen, e incluso se exageran y deforman, ciertas acciones o formas externas de la piedad, tomadas con preferencia de la vida eclesiástica o conventual, que se repiten mecánicamente (= rutina, «sepulcro de la verdadera piedad», p/551). La beatería implica siempre quedarse en exterioridad: cosas de gran profundidad religiosa pueden transformarse en caricatura de sí mismas al ser asumidas por un sujeto de manera no auténtica (es decir, no desde una «relación personal con Dios» = piedad) y al margen de la realidad palpable.
Se desconecta así con la vida ordinaria del cristiano, que es la que ha de llenarse de sencilla piedad de hijo de Dios y de la práctica de las virtudes cristianas, como subrayará el Autor en el punto siguiente. Decía en 1967:
«La beatería no es más que una triste caricatura pseudo-espiritual, fruto generalmente de la falta de doctrina, y también de cierta deformación en lo humano: resulta lógico que repugne, a quienes aman lo auténtico y lo sincero»51b.
La temática era de gran vigencia en la época en que se escribía C. Como tema teológico-espiritual es una cuestión permanente. Vid en p/551, 691 y 856 contrapuntos de esta «caricatura».
409* No pensemos que valdrá de algo nuestra aparente virtud de santos, si no va unida a las corrientes virtudes de cristianos.
—Esto sería adornarse con espléndidas joyas sobre los paños menores.
Un pasaje del Cuaderno V, nº 794, con fecha 28-VII-1932 (y seguido del p/952). Después de copiar el texto, agregó: «Virtus tantum nobilitas».
En el fondo es la misma doctrina del punto anterior. Allí el concepto positivo era «santidad», «piedad». Aquí, «las corrientes virtudes de cristianos», entendidas como la expresión cotidiana de la caridad, en contraste con cosas «extraordinarias», «aparentes» y, en todo caso, ininteligibles sin la hermenéutica de las virtudes tangibles del hogar y del trabajo.
El contraste que establece el Autor no es entre «virtudes sobrenaturales» y «virtudes humanas», sino entre «extraordinario y llamativo», de una parte, y «ordinario y corriente», de otra. Eso ordinario y corriente es auténtica vida sobrenatural –la santidad, la piedad, de que se habla en el punto anterior–, que asume en la caridad el contenido de las virtudes humanas.
«Espléndidas joyas sobre los paños menores». Una vez más la afinidad, la resonancia, el eco de los clásicos del Siglo de Oro. Ahora es el Quijote de Cervantes. El Caballero del Verde Gabán, hablando de su hijo, que es poeta, declara: «Vivimos en siglo donde nuestros reyes premian altamente las virtuosas y buenas letras; porque letras sin virtud son perlas en el muladar» (Parte II, cap XVI).
La doctrina de este punto se completa en la del que sigue a continuación.
410* Que tu virtud no sea una virtud sonora.
Un pasaje del Cuaderno VI, nº 954, con fecha 19-III-1933. El tenor literal es idéntico. Ese mismo día transcribió cinco puntos de C, que pasaron a las cuartillas a velógrafo. La «sonoridad» de la virtud equivale en este punto a la «apariencia» del punto anterior. La virtud, ciertamente, no puede dejar de manifestarse, pero el Autor quiere subrayar el carácter escondido del auténtico «vivir en Cristo» (cfr Col 3, 3): la sencillez y la humildad del cristiano. Vid p/187 y com.
411* Muchos falsos apóstoles, a pesar de ellos, hacen bien a la masa, al pueblo, por la virtud misma de la doctrina de Jesús que predican, aunque no la practiquen.
Pero no se compensa, con este bien, el mal enorme y efectivo que producen matando almas de caudillos, de apóstoles, que se apartan, asqueadas, de quienes no hacen lo que enseñan a los demás.
Por eso, si no quieren llevar una vida íntegra, no deben ponerse jamás en primera fila, como jefes de grupo, ni ellos, ni ellas.
Texto del Cuaderno V, nº 740, fechado en 28-V-1932.
En las cuartillas a velógrafo este punto era la cd/5, lo que de alguna manera indica la significación espiritual tan primaria y configurante que el Autor daba a lo expresado en el texto. La fuerte censura aquí contenida –la contradicción entre vida vivida y religión profesada y, en este caso, además proclamada y enseñada– no parece moverse sólo en el ámbito del criterio pastoral y apostólico, sino en el de la constatación de realidades de la época que hacían sufrir al Autor. La doctrina positiva, el mensaje cristiano que en este punto anuncia, se inscribe en lo que él mismo llamaría la «unidad de vida» del cristiano, que –sin emplear esta expresión– es en C, como ya hemos dicho, una de las dimensiones fundamentales de la «imagen del cristiano» que en él se propone.
Punto en íntima relación con los p/342 y 371. Los tres abordan el problema del «hacer» y del «enseñar» en la existencia cristiana. Sobre el término «caudillos», vid com/16.
412* Que el fuego de tu Amor no sea un fuego fatuo. —Ilusión, mentira de fuego, que ni prende en llamaradas lo que toca, ni da calor.
Texto del Cuaderno VI, nº 960, fechado en 22-III-1933. Tenor literal idéntico. Es otra forma de expresar el mismo mensaje del punto anterior, ahora no en clave de «doctrina», sino de «amor». Del binomio doctrina – praxis pasa el Autor a este otro: fuego – calor.
413* El «non serviam» de Satanás1 ha sido demasiado fecundo. —¿No sientes el impulso generoso de decir cada día, con voluntad de oración y de obras, un «serviam» —¡te serviré, te seré fiel!— que supere en fecundidad a aquel clamor de rebeldía?
Comienzan aquí los cuatro puntos de nueva creación que el Autor agregó en Burgos al final de este cap. Octavilla de trazo fuerte, serie Bl, cuyo texto posiblemente fue redactado a partir de esta nota de su predicación en Vitoria:
«Non serviam!, gritó el enemigo. Serviam!!... Creatura liberabitur a servitute corruptionis in libertatem gloriae filiorum Dei (Rom. VIII, 21): ¡libres! ¡hijos! ¡servir a Dios o a la criatura!...».
Si bien el guión de Vitoria pudo sugerirle escribir la «gaitica», la vivencia y la expresión «Serviam!» eran, en la vida de Josemaría Escrivá, no ya antiguas, sino fundacionales. El 2 de octubre de 1930, en el segundo aniversario de la fundación del Opus Dei, meditaba ante el Sagrario esta gran tensión de la historia humana y la anotó en su Cuaderno en estos términos:
«También hoy, después de acompañar un rato al Rey Sacramentado, vine a considerar que ahora, de un modo especial entre la juventud […], no es la carne solamente la que se subleva: es la rebelión de las inteligencias. A esa rebelión de los que se llaman intelectuales, a ese non serviam!, preciso es que otros intelectuales respondan con un decidido ¡serviré! ¡Te serviré, oh Dios!».
Los elementos de entrega y ternura contenidos en el texto expresan, partiendo de la nota transcrita, la idea de servicio filial, de libertad gloriosa de los hijos de Dios, que está en el texto de San Pablo.
414* ¡Qué pena, un «hombre de Dios» pervertido! —Pero ¡cuánta más pena, un «hombre de Dios» tibio y mundano!1
Octavilla Bl, trazo delgado, probablemente redactada en los primeros meses de Burgos. Sin interrelación documental.
Gradación paradójica, porque objetivamente un hombre pervertido está en más grave situación que un hombre tibio y mundano. Y sin embargo al Autor le da «más pena» este último. En realidad, está sacando consecuencias de las tremendas palabras
del Señor a la Iglesia de Laodicea: «No eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero, como eres tibio y no frío ni caliente, estoy para vomitarte de mi boca» (Ap 3, 15s). Quiere el Autor de C mostrar con dos pinceladas la esencial contradicción que hay entre tibieza y entrega a Dios, y al daño que hace a las almas la tibieza y la mundanidad cuando se advierten en quien se estima que debería ser un «hombre de Dios». También puede estar, tras esa pena acrecida, el espíritu del p/675 (vid).
415* No hagas mucho caso de lo que el mundo llama victorias o derrotas. —¡Sale tantas veces derrotado el vencedor!
Octavilla con dorso en blanco y trazo delgado perteneciente a la serie Lh, probablemente redactada en Honduras. El contexto de Honduras –la vida cotidiana en la Legación– mostraba con frecuencia la actitud de un tipo de personas que suspiraban por la «victoria» –en la guerra civil, se entiende– desde una perspectiva meramente humana. Late en el texto, a mi parecer, la preocupación de que la «victoria» en la guerra civil podría ser «derrota», si faltaba generosidad y espíritu cristiano en los «vencedores». Desde esas experiencias inmediatas el Autor escribe una consideración que las trasciende y universaliza.
Creo que Escrivá, al ordenar sus fichas en Burgos, no situó esta ficha, intencionadamente, en el grupo «éxito o fracaso», en el que hablaba de las peripecias de la vida espiritual y apostólica del sujeto. Aquí estamos más bien ante una relativización del juicio acerca de los acontecimientos profesionales y sociales en general, de mayor o menor envergadura. Es como una invitación a traspasar la superficie de las cosas y mirar la vida –las batallas de la vida– en oración, «con los ojos de Dios».
416* «Sine me nihil potestis facere!»1 Luz nueva, mejor, resplandores nuevos, para mis ojos, de esa Luz Eterna, que es el Santo Evangelio.
—¿Pueden extrañarme «mis»... tonterías?
—Meta yo a Jesús en todas mis cosas. Y, entonces, no habrá tonterías en mi conducta: y, si he de hablar con propiedad, no diré más mis cosas, sino «nuestras cosas».
Octavilla con dorso en blanco perteneciente a la serie Lh, probablemente redactada en Honduras. En el texto resuena, ante todo, un acontecimiento que hacía casi seis años había escrito en su Cuaderno:
«Hoy, mientras venía haciendo oración por la calle, entendí muy claramente, como una confirmación de nuestra nada y como una seguridad de que El estará
con nosotros y, por tanto, de que con El lo podremos todo: Sine me nihil potestis facere».
Esa seguridad se le renueva con fuerza en aquel encierro de la Legación. También desde allí escribe a Pedro Casciaro unas letras, en las que resuena la segunda parte de este número:
«Que os acordéis del abuelo. Que le ayudéis, como podáis. ¿Os he dicho que el pobre Josemaría –sigue tan loco– va decidido a trabajar intensamente, en su profesión, persuadido de que pronto adquirirá clientela selecta, que avergüence –dice– a la que tenía hasta aquí? ¡Cosas suyas! Y me hace poner: «¿Mías? Míos, los desaciertos profesionales, las flaquezas de corazón (¡ay!), las tonterías, en una palabra. No, cosas mías: sino, cosas del Otro y mías». Hasta aquí Mariano, que tiene la monomanía de que él sólo colabora, y esto malamente».
Este p/416, elegido por el Autor para cerrar este importante cap, fue escrito en aquella Legación donde tuvo una tan intensa purgación del espíritu. En él expresa el Autor su agradecido entusiasmo ante Jesús, que no le abandona y ante el Evangelio, Luz de Cristo. Se siente como el ciego de Jericó, que, en total gratuidad, recibe de Cristo «resplandores nuevos, para mis ojos».
«Nuestras cosas»: vid p/533. Sobre este texto de San Juan está también construido el p/781. Vid com.
Cap 17 17 [Msb: 12]. El plano de tu santidad, p/387-416 [24 de Cec + 6 de Msb] C || 12. El plano de tu santidad cd/145-162.167-172 Cec
En la sección de Cem32 había dos números que el Autor reenvió a otros caps de Cec: Cem32/82, que pasó al cap «Carácter» (Cec/7.1 = C 11); y Cem32/95, que pasó a ser el punto Cec/31.3 = C 281 en el cap «Vida sobrenatural».
El Autor podría haber cambiado el orden de los tres puntos del plano para ser coherente con la nueva ordenación. Pero no suele proceder así: redistribuye las consideraciones, reordena, pero normalmente no cambia el texto.
M. A. Garrido Gallardo, pg 640. Otro célebre oxímoron de Josemaría Escrivá es el que treinta años después usará en su homilía en el Campus de la Universidad de Navarra: «materialismo cristiano», que sirvió al editor francés de la homilía como título para la misma. Sobre el tema vid Pedro Rodríguez, «Vivir santamente la vida ordinaria. Consideraciones sobre la homilía pronunciada por el Beato Josemaría Escrivá de Balaguer en el campus de la Universidad de Navarra (8.X.1967)», en Scripta Theologica 24 (1992) 397-419.
El tema ya tenía precedentes en la literatura espiritual. Por ej, San Jerónimo y San Juan de Ávila utilizaban la expresión «santa soberbia». Vid los textos supra en com/274. Entre los contemporáneos, don Manuel González hablaba del «apostolado de la santa curiosidad» (Apostolados menudos (1927), en D. Manuel González. Obras completas, Tomás Álvarez (ed.), Monte Carmelo, III, Burgos 1998, pg 695). En tiempos más recientes Dietrich von Hildebrand dedica a «la santa tristeza» el cap 26 de su conocida obra Nuestra transformación en Cristo, Rialp [«Patmos», 19-20], Madrid 1954; Encuentro [«Ensayos», 96], Madrid 1996 (el original alemán es de 1948).
Vid apcrít y, sobre todo el asunto, IntrodGen § 3, 5, c.
Se decía que éstas eran las «nuevas virtudes» que predicaba el P. Escrivá... Sobre el tema, Juan Bautista Torelló, Testimonio, Viena 1976; texto autógrafo en AGP sec A, leg 100-55, carp 3.
387 Apínt Cem32/83 Cec/37.1-Ceb/145 ||| santidad C9ss] santidad, Cem Cec Txm C1-C8 || desvergüenza Cem Ceb add Txm C] audacia Cec
Es el primero de los cuatro puntos que escribió ese día: 387, 390, 898, 269.
AGP, sec A, leg 12, carp 4, exp 4.
Los subrayados son del Autor.
Vid José Miguel Cejas, José María Somoano. En los comienzos del Opus Dei, Rialp, Madrid 1995.
El 22-II-1932, lunes anterior a San Matías, comenzaron estas «conferencias», según anotó el propio Autor: «El lunes pasado nos reunimos por primera vez cinco sacerdotes. Seguiremos reuniéndonos: semanalmente, para identificarnos. A todos entregué la primera meditación, de una serie sobre nuestra vocación, para hacerla en la noche del jueves al viernes» (Apínt, nº 613). El lunes 11-VII-1932, pocos días antes de la muerte de Somoano, escribía: «Esta tarde acordaremos, con mis hermanos sacerdotes, una forma más provechosa de tener nuestras conferencias de los lunes» (Apínt, nº 771).
El Hospital del Rey estaba en el término municipal de Chamartín de la Rosa, entonces municipio distinto del de Madrid, y muy cerca de Fuencarral.
Porta Coeli era el nombre de un Asilo para niños abandonados que se encontraba en la calle García de Paredes, del que Somoano había sido capellán.
Retiro espiritual, Plática «Vida sobrenatural», Salamanca 25-I-1938; guión nº 91.
388 Apínt Cem32/90 Cec/37.2-Ceb/146 ||| desvergüenza Cem Ceb add autogr Txm C] audacia Cec
El Autor, como se ve, relaciona íntimamente la «santa desvergüenza» con la «santa intransigencia». Vid nº 394.
PredicHond, «Zaqueo», 12-IV-1937, pgs 48-49; VI.
389 Apínt Cem32/91 Cec/37.3-Ceb/147 ||| desvergüenza Cem Ceb add autogr Txm C] audacia Cec
390 Apínt Cem32/92 Cec/37.4-Ceb/148 ||| desvergüenza Cem Ceb add autogr Txm C] audacia Cec
Es el segundo de los cuatro puntos que escribió ese día: 387, 390, 898, 269.
391 Apínt Cem32/93 Cec/38.1-Ceb/149 ||| desvergüenza Cem Ceb add autogr Txm C] audacia Cec
Glosas marginales al Decenario 1932, pg 108; Patmos 35, pg 118; Logos 52, pg 168.
392 Apínt Cem32/94 Cec/38.2-Ceb/150
Futuros puntos de C transcritos ese día: 428, 392.
393 Apínt Cem32/84 Cec/38.3-Ceb/151
Futuros puntos de C transcritos ese día: 659, 426, 417, 393.
394 Apínt Cem32/85 Cec/38.4-Ceb/152 ||| transige] transige, Cec
Sigue el texto que dará origen al p/947.
FUCI: Federación de Universitarios Católicos de Italia. Azione fucina era la revista de la Federación.
G. B. Montini, «La distanza dal mondo», en Azione fucina, 10 febbraio 1929, n 3. «La intransigencia de la Iglesia –ya había escrito en 1927– es la seguridad de la verdad. Admitir que la Iglesia pueda hacer pactos sobre la integridad de la fe es suponer que la Iglesia haga pedazos la túnica inconsútil de su doctrina divina» (G. B. Montini, «La Chiesa una», en La Sapienza, 1927, n 2, 15 gennaio). Vid Angelo Maffeis, «Giovanni Battista Montini e il problema ecumenico», Brescia 25-IX-1998, Istituto Paolo VI, pgs 5 y 9.
Henri de Lubac, El drama del humanismo ateo, Epesa, Madrid 1949, pg 92 (original francés de 1944). —Es interesante notar que un joven y ya prestigioso escritor español haya podido expresarse en estos términos: «Hay que empezar a reivindicar la intransigencia como virtud; porque la transigencia ha dejado de ser aquella capacidad para consentir en parte con lo que se cree justo, razonable y verdadero, y se ha convertido en sinónimo de tragaderas, de lasitud ideológica, de sincretismo moral, de mistificación y endeblez, de papanatismo y sumisión a las modas que convienen» (Juan Manuel de Prada, «Adecuarse a los tiempos», en ABC, Madrid, 12-V-2001).
PredicHond, «La santa intransigencia», 12-V-1937, pg 60; VIII.
395 Msb ||| amistad] amistad, Msb Txm || se ha persuadido de tener la verdad... y se ha pasado a mi partido! Msb add] quizá, ha visto la verdad... y se ha hecho intransigente! Msb del
396 Apínt Cem32/86 Cec/38.5-Ceb/153
397 Apínt Cem32/87 Cec/38.6-Ceb/154 ||| la conducta] tu conducta Cec
Apínt, nº 1677. Subrayado del Autor.
Futuros puntos de C transcritos ese día: 753, 730, 676, 214, 397, 685.
398 Apínt Cem32/88 Cec/38.7-Ceb/155 ||| No olvidemos] No olvidar Apínt
Futuros puntos de C transcritos ese día: 367, 332, 946, 398.
399 Apínt Cem32/89 Cec/39.1-Ceb/156 ||| fuerza] fuerza, Cec Txm || muchos] muchos, Cec Txm || obstinan] emperran Cem
San Agustín, Sermón 46, 14; BAC 53, 1981, pg 629.
Amigos de Dios, 74. La cursiva es mía.
400 Apínt Cem33/296 Cec/39.2-Ceb/157 ||| esa] esta Apínt Cem || justo precio] precio justo Apínt Cem
Futuros puntos de C transcritos ese día: 794, 400, 190, 840, 709, 684, 598, 926.
401 Apínt Cem32/79 Cec/39.3-Ceb/158
Pocos días después, el 5 de abril, redacta el futuro p/11 (vid), donde se recoge también este grito de fe. Con esa exclamación acabará también el punto 96 de Surco.
El Marqués de Santillana, don Íñigo López de Mendoza, incorporó a su estandarte la leyenda «Dios e vos». Según confesó a su capellán don Pero Díaz de Toledo, la palabra «vos» se refería a la Virgen. Cfr Rafael Lapesa, La obra literaria del Marqués de Santillana, Ínsula, Madrid 1957, pg 235.
En las páginas precedentes de los cuadernos esta anotación no aparece. A no ser que la anotación estuviera en el Cuaderno I, que el Autor, como sabemos, quemó años después; aunque no es probable, pues cuando el Autor utiliza una expresión de ese tipo, suele ser que el texto se encuentra en páginas no muy anteriores.
Esta expresión va precedida de la siguiente información, del máximo interés: «Sta. Teresa es, desde hoy, mi particular patrona y protectora». El Autor siempre había tenido especial admiración y afecto a la Santa de Ávila, cuyas obras leía y meditaba desde sus años en el Seminario. Era devoción particular suya, que se refleja en sus Cuadernos, donde la menciona con frecuencia después de invocar a la Santísima Virgen y a San José, a los Arcángeles y Apóstoles Patronos del Opus Dei y a su Ángel Custodio.
De «audacia» dice que es: «osadía, atrevimiento». De «osadía»: «atrevimiento, audacia, resolución». El punto de Surco parece escrito, se diría, teniendo a la vista la definición del DRAE. Texto de Surco, 97: «Audacia no es imprudencia, ni osadía irreflexiva, ni simple atrevimiento. | La audacia es fortaleza, virtud cardinal, necesaria para la vida del alma».
Moliner, II, pg 522; voz «osar2».
Así lo ha entendido, a mi parecer con justeza, el traductor inglés: «recklessness». También la traducción francesa va directa al tema: «témérité».
A la Academia DYA suelen dedicar el cap correspondiente las biografías de San Josemaría. Vid Vázquez de Prada, I, cap VIII, § 2. La Academia DYA.
Testimonios sobre el Fundador del Opus Dei, 1994, pg 295. Don Marcelino, que celebraba con él ordinariamente, lo donó a iglesias pobres durante la guerra y unos meses después vino de nuevo a sus manos. Lo cuenta detenidamente San Josemaría en su Cuaderno de la época de Pamplona-Burgos (Apínt, 23-XII-1937, nº 1443). —Vicente Ballester Domingo (1902-1984), ordenado sacerdote en 1930, era secretario particular de don Marcelino entre 1937-1939. Vid lo que se dice en com/250 nt 7.
402 Apínt Cem32/80 Cec/39.4-Ceb/159 ||| toda la fuerza Cec add] la fuerza Apínt Cem || corazones de todos los hombres Apínt Cec add ] corazones Cem || Magdalena] de Magdala Apínt Cem
Cuaderno V, nº 505, 25-XII-1931; la cursiva es mía. Ese día escribió tres puntos: 402, 403 y 868.
No están todos, claro está. En Apínt hay distintas enumeraciones de santos de su devoción. Vid com/250 nt 9.
Santo Rosario, misterios gloriosos, misterio 1º.
Sobre Mercedes Reyna vid com/152 nt 30, y también com/662, 852 e Introd a cap 5 nt 30.
403 Apínt Cem32/81 Cec/40.1-Ceb/160 |||| 1 Lc 1, 38
Sin embargo, en el Cuaderno están también escritos como consideraciones autónomas. Quiero decir que no es una consideración única original desglosada en dos.
«Niño bobo». El Autor también usa esa expresión, que introduce en el clima de infancia espiritual que vivió habitualmente, en p/862 y 875 (caps sobre infancia espiritual) y en Santo Rosario, 10.
46b Apínt, nº 501; 24-XII-1931.
46c Había escrito el Autor, continuando el texto del Cuaderno que da origen al p/213 (vid): «Será [el sufrimiento] la señal cierta de mi filiación, porque será tratarme como a su Hijo divino. Y entonces, como El, podré gemir y llorar a solas en mi Getsemaní; pero, postrado en tierra, reconociendo mi nada, subirá hasta el Señor un grito salido de lo íntimo de mi alma: Pater mi [Mt 26, 42], Abba, Pater [Mc 14, 36], ...fiat! [Lc 22, 42]...» (Apínt, nº 1663, Segovia 10-X-1932). —Poco antes de la guerra civil, ante «las insidias que por ahí se deslizan» a propósito de su persona y el Opus Dei, anota: «Fiat..., pero, si vis, transeat a me!... —R.Ch.V.» (Apínt, nº 1347; 3-VI-1936. El Autor escribe con el trasfondo del texto de San Lucas: «si vis transfer calicem istum a me, verumtamen non mea voluntas sed tua fiat»).
46d Apínt, nº 639; 8-III-1932.
404 Apínt Cec/40.2-Ceb/161 ||| éxito tuyo] éxito Apínt
Futuros puntos de C transcritos ese día: 496, 492, 640, 643, 819, 404, 405, 899. Así dice la primera anotación del Cuaderno: «Diciembre, 14 de 1933: Por no tener cuaderno, he dejado de escribir catalinas. Ahora anotaré lo que recuerde». La última anotación del Cuaderno VI es de 30 de noviembre. Los puntos que transcribe en esa jornada son, pues, fruto de anotaciones de sus cuartillas de casi 15 días.
405 Apínt Cec/40.3-Ceb/162 ||| ¿Que has] ¿Has Apínt
406 Msb ||| desastre:] seq porque tuviste miras humanas: Msb
PredicHond, «Militia est vita», 21-VI-1937, pgs 120-121; XIX.
407 Apínt Cem32/24 Cec/41.3-Ceb/167
Futuros puntos de C transcritos ese día: 861, 875, 407.
408 Apínt Cem32/40 Cec/41.4-Ceb/168 ||| santo,] santo Apínt Cem
DRAE, voz Beato, acepciones 4ª (fig.) y 6ª (fam.), que son idénticas en las ediciones 15ª (1925) y 19ª (1970). Las he sintetizado en la que he llamado acepción coloquial o popular.
Y no completo. Para la gente, el beato, la beatería tiene siempre algo que repele o que al menos no hace grato el camino de la virtud o de la religión.
51b Conversaciones, 102
409 Apínt Cem32/55 Cec/41.5-Ceb/169 ||| virtud] piedad Apínt Cem
En vez de «joyas» en el Cuaderno escribió primero «alhajas».
Lo «aparente» en el sentido de lo «que aparece y se muestra a la vista», según el DRAE, voz «Aparente», 2ª acepción en las dos ediciones citadas: 15ª ed (1925) y 19ª ed (1970).
Un libro de Georges Chevrot escrito en los años 50, titulado Las pequeñas virtudes del hogar (traducción española: Barcelona, Herder, 1957), se mueve en el horizonte espiritual al que apunta el Autor de C.
410 Apínt Cem33/275 Cec/41.6-Ceb/170
Son: 453, 796, 913, 860, 410.
411 Apínt Cem32/5 Cec/41.7-Ceb/171 ||| a pesar de ellos] seq mismos Apínt Cec Txm del || virtud misma] virtud Cem || este] ese Apínt Cem || hacen] practican Cem || ponerse jamás] jamás ponerse Apínt Cem
El criterio ha sido siempre neto en la tradición: «Quien tiene la misión de decir cosas grandes –escribía Gregorio Magno– está igualmente obligado a practicarlas» (Regula pastoralis, 2, 3; La regla pastoral, Alejandro Holgado Ramírez y José Rico Pavés [eds.], Ciudad Nueva [Biblioteca de Patrística, 22], Madrid 1993, pg 192).
Vid introducción al cap «Estudio» y Pedro Rodríguez, «’Camino’ y la espiritualidad del Opus Dei», en Teología Espiritual 9 (1965) 212-245.
412 Apínt Cem33/276 Cec/42.1-Ceb/172
Ese mismo día transcribió seis futuros puntos de C: 97, 278, 412, 844, 181, 793.
413 Msb |||| 1 Jr 2, 20
EjEsp, Meditación «Principio y fundamento», Vitoria 18-VIII-1938 (27-VIII-1938); guión nº 98.
Cuaderno II, nº 89, 2-X-1930.
414 Msb |||| 1 cfr Ap 13, 15s
415 Msb
416 Msb ||| mis cosas] «mis cosas» Msb Txm |||| 1 Jn 15, 5
Cuaderno IV, nº 406, 20-XI-1931.
Su profesión y la clientela: su tarea sacerdotal y el desarrollo de la labor apostólica. El abuelo, Josemaría y Mariano son la misma persona: el Autor.
Carta de Josemaría Escrivá a Pedro Casciaro, Madrid 1-VI-1937; EF 370601-1.
Vid p/151 y com con los puntos allí citados.