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Capítulos de Camino
Santa Pureza

 

Santa Pureza

En Cem32 hay una sección claramente determinada sobre el tema: cd/125-133. Está ya en la segunda mitad del fascículo, dentro de un conjunto más amplio que podríamos llamar «Virtudes». A la hora de preparar la edición de Cuenca, el Autor decide adelantarla al lugar que actualmente ocupa y construir con ella un cap al que da el título «Santa Pureza».

Es una decisión metodológica importante. Escrivá se mueve a mi parecer desde un profundo conocimiento de la realidad existencial del sujeto humano. La docilidad al Espíritu y la vida de oración –amistad y seguimiento de Jesús–, que acaba de describir, y que es el camino por el que quiere conducir a la gente, no es posible sino en el clima de una vida limpia en la castidad . Pero también es cierto que sólo desde la docilidad al Espíritu Santo y desde la oración, se puede vivir la santa pureza. Son dimensiones de la «antropología cristiana» que se exigen mutuamente. En C, la pureza del cuerpo y del alma se va a situar, incluso estructuralmente, en el movimiento de la vida de oración. Es digno de notarse que, en el lenguaje del Autor –desde el título mismo del cap–, la pureza de que habla es siempre la santa pureza: entiendo que por la relación existencial que dice a la acción del Espíritu Santo en el sujeto humano : en el alma y derivadamente en el cuerpo.

El cap tiene veintiocho puntos: los nueve que constituían el cap de Cec más otros diecinueve elaborados después. Es una gran experiencia la que ahí se acumula. Comienza también ahora con un punto «declarativo» (p/118), que conecta el nuevo tema con el cap precedente: la oración. Se trata de la oración humilde. La pureza –dice– es un «don» de Dios al que la pide con humildad. En Cem32 la «santa pureza» estaba situada, como he dicho, en el conjunto «Virtudes» y a continuación de la caridad y de la humildad. Esto no debe olvidarse para una correcta comprensión de sus textos, y el Autor lo subraya con toda su fuerza en los dos primeros puntos del cap, procedentes de la capa más antigua del texto. Les siguen tres bloques: el primero (p/120-125) procede de Burgos, el segundo (p/126-132) recoge el resto de los puntos de Cuenca (los cinco que quedaban del bloque de Cem32, más uno de Cem33 y otro del Cuaderno VI) y el tercero ordena dentro del cap los trece restantes puntos escritos en Burgos.


118 La santa pureza la da Dios cuando se pide con humildad1.


El cap, ya desde el impreso de Cuenca, comienza con esta fundamental afirmación, que sitúa de manera muy determinada el horizonte de la castidad –de sacerdotes y laicos, de célibes y casados– en el ámbito del don de Dios y, por tanto, en el de la oración humilde del cristiano. El Autor –sin excluir evidentemente el término «castidad», que también emplea– prefería hablar de «santa pureza». Sabía por experiencia que, al hablar de castidad, se desviaba la atención de los cristianos corrientes hacia situaciones particulares en la vida de la Iglesia: la castidad se identificaba –era algo muy corriente en el lenguaje de entonces– con el «voto» de castidad de los religiosos.
El texto original es de 1930 (10 de diciembre) y está en el Cuaderno III, nº 128:
«No olviden los miembros de la Obra de Dios que la santa pureza la da El, cuando se pide con humildad».

Como se ve, en su tenor literal tiene la forma de un consejo espiritual a los fieles del Opus Dei y, al sacarlo al velógrafo, lógicamente hace extensiva a todos esta consideración. Es sin duda un decisivo principio de la ascética cristiana. La experiencia de vida reflejada en los puntos de C es, la mayor parte de las veces, experiencia personal y pastoral. En este cap así aparece, sobre todo, en los textos de los Cuadernos que nos abren la vida interior del Autor. Una anotación de su retiro espiritual de Segovia, dos años después (octubre del 32), es el mejor comentario a este punto:

«Mi pobre corazón está ansioso de ternura. Si oculus tuus scandalizat te... No, no es preciso tirarlo lejos: que no se puede vivir sin corazón. La santa pureza –lo sé, lo he visto– la das tú, Jesús, a quien la pida con humildad. Y esa ternura, que has puesto en el hombre, ¡cómo queda saciada, anegada, cuando el hombre te busca, por la ternura (que te llevó a la muerte) de tu divino Corazón!» .
El tema era constante en su predicación y buscaba apoyarlo en autoridades cuando predicaba a sacerdotes .

119 ¡Qué hermosa es la santa pureza! Pero no es santa, ni agradable a Dios, si la separamos de la caridad.
La caridad es la semilla que crecerá y dará frutos sabrosísimos con el riego, que es la pureza.
Sin caridad, la pureza es infecunda, y sus aguas estériles convierten las almas en un lodazal, en una charca inmunda, de donde salen vaharadas de soberbia.


Texto del cuaderno VI, nº 854, fechado junto con otros dos puntos de C en 27-X-1932 , e incorporados los tres a las cuartillas a velógrafo.
Pureza y oración, primero. Ahora, pureza y caridad . Ambos textos, redactados con dos años de distancia entre sí, son agrupados, uno tras el otro, para dar entrada a este cap. En ellos, con suma concisión, el Autor expone el fundamento teológico y existencial de la «santa pureza» que predicaba a los fieles: el Amor en su doble movimiento, de Dios al hombre (el don) y del hombre a Dios y al prójimo (caridad) .


120* ¿Pureza? —preguntan. Y se sonríen. —Son los mismos que van al matrimonio con el cuerpo marchito y el alma desencantada.

Os prometo un libro —si Dios me ayuda— que podrá llevar este título: «Celibato, Matrimonio y Pureza»
.


Expuesto el fundamento, el Autor interrumpe la secuencia del impreso de Cuenca para introducir seis nuevos puntos redactados en Burgos. Éste que ahora consideramos se conserva manuscrito sobre una ficha Re. Pero su redacción –la del párrafo primero– ya estaba, casi a la letra, en la citada meditación de septiembre sobre «Santa pureza»:
«¿Pureza? – Y se sonríen. –Son los mismos que van al matrimonio con el alma desencantada y el cuerpo marchito» .

El segundo párrafo, el de la promesa del libro, lo debió agregar mientras escribía la «gaitica» (es una octavilla Re), en los últimos meses de 1938. Veía una gran necesidad de clarificación en esta materia. No es de extrañar que la gente le preguntara por un libro de tanto interés. Es el caso de una señora en un coloquio multitudinario en el Club Xénon, de Lisboa, 4-XI-1972:
«Sí, hija mía. Yo no puedo repicar las campanas en la torre y estar en la procesión. ¡No paro! Me llamo Escrivá y escribo mucho. Pero no he podido escribir ese libro que hoy sería muy necesario y conveniente, porque hemos llegado a la vergüenza más repugnante del sexo. Algo que levanta el estómago. De manera que, hija mía, me puedes recriminar. No lo he hecho. Tienes razón. Debía haberlo hecho. No he tenido tiempo» .

Sin embargo, el Autor, recién acabada la guerra civil española, tenía en proyecto ese libro junto a otros. En el archivo se conserva una carpeta con notas y apuntes sobre el tema . Llegó a encargar el diseño de la portada, que, lo mismo que el libro, no llegó a realizarse .


121* Hace falta una cruzada de virilidad y de pureza que contrarreste y anule la labor salvaje de quienes creen que el hombre es una bestia.
—Y esa cruzada es obra vuestra.


Original manuscrito en octavilla Re. No he visto contextos documentales. Sobre la «virilidad», vid p/216 y com/19 y 22. En Surco, 92 pedirá también «una cruzada de reciedumbre y de alegría, que remueva hasta los corazones mustios y podridos, y los levante hacia Él».

122* Muchos viven como ángeles en medio del mundo. —Tú... ¿por qué no?


Octavilla Bl. De la impureza a la pureza. De la bestia al ángel. Esta comparación la utilizó en la citada predicación de Vergara a sacerdotes, para animarles a la fidelidad a sus compromisos con el ejemplo de laicos que llevan una vida limpia en el mundo:
« Muchos viven como ángeles en medio del mundo...» .
Vid lo dicho sobre la comparación con el ángel en com/22. Aquí hay que agregar que el «vivir como ángeles» de este punto se mueve en un horizonte diverso: es un modo de nombrar la santa pureza vivida fielmente en el celibato. En este sentido, «la vida angélica» es un tema de vieja tradición espiritual, tratado ya desde la época patrística. Por ej, San Ambrosio de Milán en su célebre De Virginibus: «Castitas etiam angelos fecit. Qui eam servavit angelus est, qui perdidit diabolus» . Después, como terminología, pasa al uso común .

Como ya señalamos, la terminología que alude a la «vida angélica», «vivir como ángeles», o similares, muy pronto dejó de ser del gusto del Autor y comenzó a discrepar con intensidad creciente de ese modo recibido de referirse a la santa pureza y al celibato. Yo, personalmente, se lo oí explicar así en una conversación familiar en Roma, año 1957. En 1954 ya lo había comentado en estos términos:
«Hoy quizá no escribiría yo con estas palabras lo que acabo de leer , porque nosotros no somos ángeles, sino hombres. Pero en el sentido en que la Sagrada Escritura afirma que el sol se paró para que Josué pudiera derrotar a sus enemigos (cfr Jos 10, 12-13), se puede también decir de un hombre que es un ángel. No me acaba dellenar el concepto –entonces me llenaba del todo–; pero sé que vosotros, a la vuelta de los años, en vuestra actividad apostólica, pareceréis ángeles por la pureza de vuestra vida. En el lenguaje corriente se llaman ángeles a los que saben pasar por encima de todas las bajezas del corazón sensual, de todas las vilezas que se pegan al corazón» .
En una meditación predicada en Roma, año 1962, volvía sobre el tema y se expresaba así:
«Es una comparación que no me gusta; me parece que debo reconocerlo con honradez de Padre. Escribí que la pureza de los miembros de la Obra tenía que ser angelical, porque así se dice en el lenguaje corriente, lo mismo que se afirma que sale el sol o que se pone, para entendernos. Pero la comparación me repugna: nosotros hemos de comportarnos, no como ángeles, sino como hombres o mujeres limpios, fuertes, ¡normales! Quiero mucho a los ángeles, les tengo una devoción enorme; pero compararnos a ellos no me gusta, porque los ángeles tienen una naturaleza distinta a la nuestra, y esa comparación sería un desorden» .


123* Cuando te decidas con firmeza a llevar vida limpia, para ti la castidad no será carga: será corona triunfal.


Octavilla Bl. En la predicación de Vitoria se encuentra este apunte:
«–¿Carga? ¡Corona!. Alegría... Paz» .
La decisión de vivir la santa pureza –fruto de la acción del Espíritu Santo– hace que la castidad no sea carga sino corona (vid Surco, 831: «triunfante afirmación del amor»). Esta consideración llevaba al Autor a explicar una y otra vez que, en la vida de un hombre o una mujer normal, la lucha por dominar y ordenar el impulso sexual «ocupa un cuarto o un quinto lugar» .
Vid p/71 y 763.


124* Me escribías, médico apóstol: «Todos sabemos por experiencia que podemos ser castos, viviendo vigilantes, frecuentando los Sacramentos y apagando los primeros chispazos de la pasión sin dejar que tome cuerpo la hoguera. Y precisamente entre los castos se cuentan los hombres más íntegros, por todos los aspectos. Y entre los lujuriosos dominan los tímidos, egoístas, falsarios y crueles, que son características de poca virilidad».


Texto manuscrito sobre una ficha Jef. Jiménez Vargas escribe: «esto debe ser de una carta que Carlos Munárriz escribió al Padre durante la guerra» . Lo es efectivamente. El Dr. Munárriz Escondrillas, entonces un joven médico , conoció al Autor el año 1932. La ocasión del escrito reflejado en el punto fue una visita del Autor de C –acompañado por Juan Jiménez Vargas– a la familia Munárriz en Cascante (Navarra), mayo de 1938. Iba a darles el pésame por la muerte de un hermano de Carlos, Jaime, que era uno de los primeros seguidores de Escrivá y había fallecido en Cascante al inicio de la guerra civil. San Josemaría celebró aquel día la Santa Misa en el oratorio familiar en sufragio por su alma. Cuenta Carlos que en aquella visita don Josemaría se interesó por su trabajo profesional y sus proyectos. Munárriz le contó, entre otras cosas, que el Dr. Marañón y su equipo –con el que trabajaba– estaban investigando en torno a la sexualidad, y ponían de relieve el valor humano de la castidad. Don Josemaría le pidió que le escribiera algo con esas ideas que le parecían sumamente interesantes. Así lo hizo Munárriz y de esa carta procede el párrafo que terminó en este punto de C .
Sobre la «virilidad», vid 19 y 22. Vid también p/216. Sobre «chispazos» y «hogueras», vid también p/320, Surco, 834 y Forja, 9.


125* Yo quisiera —me has dicho— que Juan, el adolescente, tuviera una confidencia conmigo y me diera consejos: y me animase para conseguir la pureza de mi corazón.
Si verdaderamente quieres, díselo: y sentirás ánimos y tendrás consejo.


Texto sobre ficha Jef. Sin fuentes documentales. Interesante subrayar el clima de amistad y confianza con los Apóstoles, que se difundía en torno al Autor de C y que lleva a referirse así a San Juan, el Evangelista. La devoción de San Josemaría a este joven Apóstol venía de mucho tiempo atrás. Copio este texto de su Cuaderno III:
«Día de San Juan Evangelista — 1930: Hoy, desde por la mañana, había ofrecido mis obras al simpatiquísimo Apóstol amado de Xto... El Señor quiso compensar la miseria miserable de mis méritos, proporcionándome un enfermito de dieciséis años tísico: cuando salí de visitarle (en el nº 11 de la calle de Canarias), le brindé esa alma de niño, que sufre, al Santo Apóstol»23b.
Sobre la figura del Apóstol Juan a los ojos de San Josemaría, vid p/144 y 360; Forja 260, 422, 496, 589. Dos lugares de Es Cristo que pasa:
«El apóstol Juan, que vuelca en su Evangelio la experiencia de toda una vida, narra aquella primera conversación con el encanto de lo que nunca se olvida. Maestro, ¿dónde habitas? Díceles Jesús: Venid y lo veréis. Fueron, pues, y vieron donde habitaba, y se quedaron con El aquel día (Ioh I, 38-39)» .
«A la hora de la verdad huirán todos, menos Juan, que de veras amaba con obras. Sólo este adolescente, el más joven de los apóstoles, permanece junto a la Cruz. Los demás no sentían ese amor tan fuerte como la muerte (cfr Cant VIII, 6)» .

126 La gula es la vanguardia de la impureza.


Terminada la incorporación de los seis nuevos puntos de Burgos, el Autor transcribe, por su mismo orden, el resto del cap impreso en Cuenca. Estamos, pues, de nuevo ante textos procedentes de Apínt, con un carácter aforístico especialmente pronunciado. Este primero, brevísimo, escrito el 6-III-1932 , carece de toda variante literaria. Se encuentra en el Cuaderno V, nº 634.
La doctrina de este punto es, ante todo, un dato de experiencia. También responde a la forma clásica de enumerar los vicios capitales: gula, lujuria, avaricia, etc., que ya está en Evagrio y que sigue un orden «ascendente» en el vicio: de lo más «material» a lo más profundo y «espiritual» (la soberbia). Santa Catalina de Siena decía: «el estómago lleno no hace al espíritu casto» .


127 No quieras dialogar con la concupiscencia: despréciala.


Texto que procede del Cuaderno V, nº 683, domingo de Ramos 3-IV-1932 . El tenor del apunte es, de entrada, sorprendente:
«Niño: no quieras dialogar con Doña Cupis: despréciala».
¿Quién es esta Doña Cupis? Era, en el lenguaje del Autor, una personificación humorística de la concupiscencia («apetito desordenado de placeres deshonestos», DRAE, 21ª ed) . Vid en com/735 otra de estas personificaciones humorísticas.


128 El pudor y la modestia son hermanos pequeños de la pureza.


Texto del Cuaderno III, nº 124, de 9-XII-1930 . Está escrito de manera inmediata para la formación de los fieles del Opus Dei:

«No olviden los sujetos de la Obra de Dios que el Pudor y la Modestia son los hermanos pequeños de la Pureza».
A pesar de su juventud, una experiencia acrisolada le hacía al Autor expresar de manera tan gráfica la importancia, a la hora de vivir la pureza, de estas «pequeñas» virtudes. Las predicó durante toda su vida, con más insistencia al irse desmoronando la práctica y el aprecio social de estas virtudes. Todos los que le oían entendían perfectamente el mensaje. Incluso en las circunstancias difíciles de la guerra civil, en la Legación de Honduras, exhortaba al pequeño grupo de los que le acompañaban en el encierro a no bajar la guardia en este punto:
«Guardemos las formas que requiere la modestia, no olvidando que esta virtud y el pudor son las hermanas pequeñas de la pureza» .


129* Sin la santa pureza no se puede perseverar en el apostolado.


Procede a la letra del Cuaderno VI, nº 1026, 19-VI-1933 .
Este punto forma una secuencia con los tres anteriores y con el siguiente: muestra el sentido de esas tres medidas ascéticas: asegurar la santa pureza, porque sin ella –como testifica la experiencia– no se puede perseverar en el servicio de Dios. Pero en realidad esas medidas, solas, no la aseguran: la pureza hay que pedirla, como dijo en el primer punto del cap y volverá a decir en el punto siguiente.
La interna relación entre santa pureza y plena dedicación al apostolado es dimensión muy subrayada por el Autor al trazar el perfil de la «vocación cristiana»:
«La santa pureza no es ni la única ni la principal virtud cristiana: es, sin embargo, indispensable para perseverar en el esfuerzo diario de nuestra santificación y, si no se guarda, no cabe la dedicación al apostolado» .


130 Quítame, Jesús, esa corteza roñosa de podredumbre sensual que recubre mi corazón, para que sienta y siga con facilidad los toques del Paráclito en mi alma.


Texto procedente del Cuaderno V, nº 769, 7-VII-1932 , que en su redacción completa dice así:

«Que Jesús nos quite esa corteza, esa costra roñosa de podredumbre sensual, que recubre nuestro corazón, para que sintamos y sigamos con docilidad los toques del Paracleto en nuestra alma. Madre Inmaculada, San José –Padre y Señor–, interceded: para que seamos instrumentos, y no obstáculos».
Es interesante notar que en el paso del Cuaderno al libro se ha dado esta vez el fenómeno inverso al habitual: redactado en forma «colectiva» e indirecta en el Cuaderno, pasa a ser oración personalísima en el punto de Camino . La concepción de la pureza propia de San Josemaría es siempre eminentemente positiva: la pureza es «una afirmación gozosa», dijo y escribió muchas veces : una «corona triunfal» (p/123). La pureza no da razón de sí misma. Se explica desde el Amor (p/119) y como apertura a la acción del Espíritu Santo (p/130) y dimensión de la entrega apostólica (p/129).


131 Nunca hables, ni para lamentarte, de cosas o sucesos impuros1. —Mira que es materia más pegajosa que la pez. —Cambia de conversación, y, si no es posible, síguela, hablando de la necesidad y hermosura de la santa pureza, virtud de hombres que saben lo que vale su alma.


Texto original en Cuaderno VII, nº 1106, escrito en 7-I-1934 .
Nótese la omisión, al construir el punto de C, del inciso «base de todos los heroísmos» (vid apcrít). El texto es como una glosa o meditación sobre Ef 5, 3-4. El símil de la pez ya lo utilizaba San Juan de la Cruz hablando de la mortificación de la memoria:
«Y si me dijeres que bien podrá el hombre vencer todas estas cosas cuando le vinieren, digo que del todo puramente es imposible si hace caso de noticias, porque en ellas se ingieren mil imperfecciones e impertinencias, y algunas tan sutiles y delgadas, que, sin entenderlo el alma, se le pegan de suyo, así como la pez al que la toca, y que mejor se vence todo de una vez negando la memoria en todo»38b.

132 No tengas la cobardía de ser «valiente»: ¡huye!1


Es el último punto de los incluidos en la edición de Cuenca y el que cerraba allí el cap. Se encuentra en el Cuaderno VI, nº 827 y fue escrito en 28-IX-1932 , pasando enseguida, sin variantes, al velógrafo.
Josemaría Escrivá lo vivía a rajatabla:
«Siete cerrojos y ochenta años de gravedad. No es la primera vez que oyes esta solicitud mía. Bien: vigilar..., porque antes se apaga una centella que un incendio: huir..., porque aquí es una vil cobardía ser valiente» .

Esta paradoja –la valentía está en huir– es común en la tradición de la espiritualidad católica. Unos cuantos textos: «En la lucha con los sentidos vencen los cobardes» (San Felipe Neri ), es decir, «los que huyen de las ocasiones» (San Alfonso María de Ligorio ). «Madre mía amadísima, ya os he dicho que el último recurso que tengo para no ser vencida en los combates es la deserción [...] Mi última tabla de salvación, pues, era la huida» (Santa Teresita ). Entre sus contemporáneos: «En las tentaciones contra ella [la pureza] vencen los cobardes, es decir, los que huyen» (San Pedro Poveda ). Es ésta una sabiduría tradicional que ya Cervantes ponía en boca de Don Quijote: «Y en casos semejantes mejor es huir que esperar la batalla» . Y que expresaba así Calderón de la Barca: «quien le vence más valiente | es quien le huye más cobarde» .
En realidad, toda esta gran tradición que confluye en el punto de C es el eco permanente de la palabra de San Pablo citada en apcrít: Fugite fornicationem (1 Co 6, 18). En Surco, 137 encontramos como una paráfrasis de este p/132:
«No dialogues con la tentación. Déjame que te lo repita: ten la valentía de huir; y la reciedumbre de no manosear tu debilidad, pensando hasta dónde podrías llegar. ¡Corta, sin concesiones!».

133* Los santos no han sido seres deformes; casos para que los estudie un médico modernista.
Fueron, son normales: de carne, como la tuya. —Y vencieron.


Comienza aquí el segundo bloque de textos procedentes de Burgos: trece puntos. La idea de este p/133 está ya expresada en una carta del Autor de abril del 38 dirigida a un joven ingeniero, al que exhorta a la fidelidad:
«Los santos –que no eran seres deformes, sino bien conformados, como tú y como yo– sentían esa ‘natural’ inclinación» .
Pero la «gaitica» parece en dependencia directa de la meditación de Vitoria-Vergara sobre la pureza, en la que anota la misma idea, más desarrollada:
«Los santos: ¿de pasta flora? No: no han sido seres deformes; casos para que los estudie un Doctor modernista... ¡Normales! ¿De madera? ¡De carne, como la mía! Los santos eran –son– humanos» .
En realidad era una doctrina y unas expresiones que había predicado abundantemente en los años de la Academia DYA (1933-36) y que dejó escritas en 1935 en un documento sobre apostolado dirigido a los fieles del Opus Dei :
«¿Acaso has llegado a creer que los santos no tuvieron –no tienen– que vencer en peleas tan grandes, y más, que tus peleas diarias? Entonces, los santos son anormales: casos clínicos, para estudiarlos un doctor modernista o un psicólogo hambriento de deformidades» .
«Un médico modernista». Parece a primera vista aludir al prurito vanidoso de los que se dan de listos y a la moda. Pero en realidad, a la luz de los textos precedentes citados, ese «modernismo» es una forma de aludir a las corrientes psiquiátricas de cuño freudiano.

134* Aunque la carne se vista de seda... —Te diré, cuando te vea vacilar ante la tentación, que oculta su impureza con pretextos de arte, de ciencia..., ¡de caridad!
Te diré, con palabras de un viejo refrán español: aunque la carne se vista de seda, carne se queda.


Otro texto de Burgos rememorando cosas ya escritas en el citado documento:
«Otras veces la concupiscencia, vistiendo con coloridos de delicadeza, de poesía y hasta de espiritualidad […]
Aunque la carne se vista de seda, carne se queda. Ni ellos mismos se engañan: erraverunt a fide –les diré con el Apóstol– et inseruerunt se doloribus multis [...]: os habéis desviado de la fe, y os habéis sujetado a multitud de dolores […] (I Tim VI, 10-12)» .
El refrán es: «Aunque la mona se vista de seda, mona se queda». Documentado en castellano desde el siglo XVII. Tirso de Molina lo emplea en dos ocasiones con esta formulación:
«Aunque se vista de seda
la mona, mona se queda» .
El Autor tenía un notable dominio del refranero español, del que hacía abundante uso ascético.


135* ¡Si supieras lo que vales!... —Es San Pablo quien te lo dice1: has sido comprado «pretio magno» —a gran precio.
Y luego te dice: «glorificate et portate Deum in corpore vestro»1 —glorifica a Dios y llévale en tu cuerpo.


Texto redactado probablemente a partir de los guiones de predicación. Éste es de 21-VIII-1938, con los dos textos paulinos en cadena:
«Vida sobrenatural. ‘Empti enim estis pretio magno. Glorificate et portate Deum in corpore vestro’ (I Cor. VI, 20). –Alter Christus! –¿Sólo para algunos la perfección?» .
Es éste el primer punto en que aparece la palabra «cuerpo» en sentido «fuerte», podríamos decir. Tanto el apunte del guión sobre «Vida sobrenatural» como el punto de C tienen gran interés para comprender el trasfondo antropológico del libro, que se inscribe en la línea paulina y derivadamente agustiniana. El texto paulino, en el guión, fundamenta todo el discurso de Escrivá sobre el horizonte de la vida sobrenatural y de la llamada a la santidad: la santidad viene considerada como glorificar y llevar a Dios en el «cuerpo», lo que es de gran importancia para una teología del hombre y de la corporalidad . Al redactar la «gaitica», el Autor va más literalmente a San Pablo –que está explicando por qué hay que huir de la fornicación (v. 18)– y se refiere a esa dimensión concreta de la presencia de Dios en el «cuerpo» del cristiano que es la santa pureza. Vid p/138 y p/195 con sus com y Via Crucis, XIV.


136* Cuando has buscado la compañía de una satisfacción sensual... ¡qué soledad luego!


Texto redactado tal vez a partir de un guión de Vergara, en el que se lee:
«El pecado de soberbia es un timo: ¡qué soledad, luego!» .
Sin duda, el Autor, al modificar el primer borrador de la «gaitica» («Tú, que has buscado»: vid apcrít) quiso delicadamente no presuponer de modo necesario en el lector esa experiencia.

137* ¡Y pensar que por una satisfacción de un momento, que dejó en ti posos de hiel y acíbar, me has perdido «el camino»!


Octavilla perteneciente a la serie Lh. Podría haber sido redactada, por tanto, en la Legación de Honduras.
Perder el camino es perder a Cristo. Pero se le puede volver a encontrar: «Te apartaste del camino, y no volvías porque te daba vergüenza. –Es más lógico que te diera vergüenza no rectificar» (p/985). Hace, pues, falta en el sujeto humano la decisión (libertad) de querer «volver». Vid p/495, donde describe el proceso de la misericordia de Dios en clave mariana: «A Jesús siempre se va y se «vuelve» por María».


138* «Infelix ego homo!, quis me liberabit de corpore mortis hujus?»1 —¡Pobre de mí!, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? —Así clama San Pablo. —Anímate: él también luchaba.


Esta octavilla y las dos siguientes parecen redactadas siguiendo el guión 126. Incluso el orden de los puntos sigue el orden del guión. Las tres octavillas –serie Bl– están como arrancadas de un bloc casero construido con dos grapas, cuyas señales se ven en las tres fichas. La base para este punto en el guión es sencillamente el texto paulino:
«San Pablo: Video autem aliam legem in membris meis repugnantem legi mentis meae et captivantem me in lege peccati, quae est in membris meis. Infelix ego homo! Quis me liberabit a corpore mortis huius? (Rom. VII, 23 y 24)» .

Como ya se ha dicho (vid com/135), la antropología de San Pablo es clave para comprender el lenguaje del Autor sobre el cuerpo . La unidad de alma y cuerpo, la comunidad de su destino en la unidad de la persona es el principio fundamental: «tu» cuerpo, «tu» alma. Pero esa unidad es una «tarea» amenazada: por una parte, en cuanto porta el fomes peccati, el cuerpo es cuerpo del «hombre viejo» que participa de sus insidias, «cuerpo de muerte» (p/138 y 707) que, por eso, se constituye en enemigo del alma (p/195 y 196); por otra, en cuanto es templo del Espíritu Santo (1 Co 6, 19), participa del destino del alma: «guardar el corazón –alma y cuerpo– para Dios» (p/164). Central en el discurso de C es el p/195 (vid com): alma y cuerpo, dos amigos que no se pueden ver (la batalla paulina), dos enemigos que no pueden separarse (comunidad eterna de destino). Esta realidad determina la actitud ascética del cristiano ante el cuerpo: hay que tratarlo con caridad, pues es una esencial dimensión de la persona humana y, por tanto, objeto del legítimo y sobrenatural «amor a sí mismo». Pero no con blandura, pues es un enemigo traidor (p/226-227). La dinámica cristiana es clara: se trata de «espiritualizar» el cuerpo –como dirá años después –, que se resiste, para que glorifique a Dios (p/135). «Di a tu cuerpo: prefiero tener un esclavo a serlo tuyo» (p/214). Pero ese señorío del espíritu sólo se logra en Cristo y por la oración: «cuando se rebele contra tu alma el pobre cuerpo, bésalo también (el Crucifijo)» (p/302). Cuando el cuerpo va caminando en la línea del espíritu, su flaqueza no es obstáculo, ya no es enemigo (p/895) . Para una reflexión sobre el tema vid los puntos citados en este párrafo con sus com.


139* A la hora de la tentación piensa en el Amor que en el cielo te aguarda: fomenta la virtud de la esperanza, que no es falta de generosidad.


Octavilla Bl. Vid com a punto anterior. El apunte del guión tiene en este caso forma interrogativa:

«¿Cómo me comporto a la hora de la tentación? Ad majora natus sum... El Amor que en el Cielo nos espera: fomentar la virtud de la esperanza, que no es falta de generosidad» .
La advertencia de que la esperanza del cielo no va contra la generosidad tiene que ver con la doctrina del «puro amor»: vid sobre el tema p/182, 668, 669, 765 y 769 con sus com.


140* No te preocupes, pase lo que pase, mientras no consientas. —Porque sólo la voluntad puede abrir la puerta del corazón e introducir en él esas execraciones.


Octavilla Bl. Vid com/138. Aquí el guión ofrece un texto más largo y prolijo, que el Autor sintetiza al redactar el punto para ir directo a la cabeza y al corazón:
«Tentación. ¿Veis la luna de un espejo? Allí se representa ingenuamente lo que está delante. Pero esto no está en el espejo. Así acaece en nuestro corazón. Es un espejo, donde el diablo puede representar, con sus artificios, todo cuanto hay de más asqueroso, infame y abominable en el infierno; pero la voluntad es la única que puede abrir la puerta e introducir en él tales execraciones» .
San Josemaría hablaba, una vez más, desde su propia experiencia , que es la experiencia de los santos .


141* En tu alma parece que materialmente oyes: «¡ese prejuicio religioso!»... —Y después la defensa elocuente de todas las miserias de nuestra pobre carne caída: «¡sus derechos!».

Cuando esto te suceda di al enemigo que hay ley natural y ley de Dios, ¡y Dios! —Y también infierno.


El original está escrito sobre una ficha Re, segunda mitad de 1938. No he encontrado otros documentos paralelos. El Autor describe en dos pinceladas el permanente acoso –que toma forma de interior tentación– que los creyentes sufren en tantas cuestiones de moral natural y de respeto a la dignidad de la propia persona. La cultura dominada por lo que hoy llaman algunos el «pensamiento único» presenta esas cuestiones, en continuidad con el «pensamiento ilustrado», como «prejuicios religiosos».
El horizonte de este p/141 es la doctrina de la Iglesia y de su Magisterio sobre la dignidad de la persona humana entendida en toda su profundidad.


142* «Domine!» —¡Señor!— «si vis, potes me mundare» —si quieres, puedes curarme1.
—¡Qué hermosa oración para que la digas muchas veces con la fe del leprosito cuando te acontezca lo que Dios y tú y yo sabemos! —No tardarás en sentir la respuesta del Maestro: «volo, mundare!» —quiero, ¡sé limpio!


Ficha de la serie Lh, redactada probablemente en Honduras a partir de la predicación del 1-VII-1937:
«Yo no me contento con eso; de mi boca tumefacta, de mi garganta podrida, sale una súplica ardiente: ¡Señor, si quieres, puedes curarme! . Ansío verme libre de mi miseria, deseo purificarme; me interesa, ante Jesús, encontrarme limpio y sano. Y escucho ahora, lleno de inmenso agradecimiento, la voz de mi Maestro: Volo; mundare . Quiero, sé limpio» .
Unos días después, volvía sobre el mismo pasaje evangélico:
«Ya está ante El: sabe que no ha de rechazarle. Su voz se oye claramente, llena de fe, expresando las ansias de su corazón: Domine, si vis, potes me mundare . Señor, si quieres, puedes limpiarme. El Maestro extiende hacia aquel montón de podredumbre su mano y, tocándolo, pronuncia las palabras de salvación: Volo, mundare ; quiero, sé limpio» .

143* Por defender su pureza San Francisco de Asís se revolcó en la nieve, San Benito se arrojó a un zarzal, San Bernardo se zambulló en un estanque helado... —Tú, ¿qué has hecho?


Ficha Re, redactada probablemente a partir de la meditación en Vitoria-Vergara sobre «Santa Pureza». El guión dice así:
«San Francisco de Asís revolcóse en la nieve; San Benito, en un zarzal; San Bernardo se zambulló en un estanque helado... San Jerónimo, viejo ya...» .
Estos episodios hagiográficos eran proverbiales, emblemáticos en la tradición católica. Se narraban en el Año Cristiano y en el Breviario . San Juan de Ávila, sin nombrar a los santos, relata los hechos de San Benito y San Bernardo en su Audi, filia .
Las fuentes históricas de estas tradiciones son las siguientes. En las «leyendas» de San Francisco y en general en la historiografía franciscana se recoge abundantemente el episodio referente al santo: de Tomás de Celano pasa a San Buenaventura . La tradición sobre San Benito procede del libro II de los Diálogos de San Gregorio Magno .

Del episodio de San Bernardo tenemos noticia por Guillermo de Saint Thierry . Todos ellos reflejan la peculiar sensibilidad de aquellos siglos, pero su mensaje, que es el que quiere señalar el Autor, es claro, evangélico.


144* La pureza limpísima de toda la vida de Juan le hace fuerte ante la Cruz. —Los demás apóstoles huyen del Gólgota1: él, con la Madre de Cristo, se queda2.
—No olvides que la pureza enrecia, viriliza el carácter.


Texto escrito sobre una octavilla Bl. Pudo ser redactado en la fase final de la redacción en Burgos a partir de un guión de predicación, que tiene este apunte:
«Celibato: San Juan... Fecundidad de la pureza...» .
Es una constante en la meditación de San Josemaría sobre la figura del Apóstol Juan subrayar la tradición de la Iglesia que lo contempla célibe y poner en relación su «pureza limpísima» con la reciedumbre y la valentía ante la Cruz. Sobre el término «virilidad», vid com/19 y las referencias allí señaladas. Vid también com /22 y p/216.
En C, cuando el Autor se refiere a los Doce, escribe la palabra «Apóstoles» con mayúscula. Sólo aquí y en p/588 hay una excepción (en ambos casos desde el mismo borrador).


145 Frente de Madrid. Una veintena de oficiales en noble y alegre camaradería. Se oye una canción, y después otra y más.
Aquel tenientillo del bigote moreno sólo oyó la primera:
Corazones partidos
yo no los quiero;
y si le doy el mío,
lo doy entero.
«¡Qué resistencia a dar mi corazón entero!»1 —Y la oración brotó, en cauce manso y ancho.


La «gaitica» está escrita en una octavilla de la serie Bpr (serie redactada sobre octavillas hechas con folios de una especie de boletín de prensa, sin fecha). Como en general todos los puntos redactados en octavillas con dorsos de texto impreso, debe éste ser situado en los últimos meses de la redacción de C: octubre-diciembre 1938 y enero 1939. Pero en este caso, lo sabemos de manera inequívoca. La anécdota que relata el Autor –con emoción contenida– tiene como protagonista a Ricardo Fernández Vallespín, arquitecto, que era, hasta que estalló la guerra civil, el director de la Residencia de Estudiantes de Ferraz. Prácticamente todo el año 1938 estuvo como teniente de Artillería en el célebre «frente de Madrid», a las puertas de la capital de España, cerca de Carabanchel. Tenía entonces 25 años. Era uno de los hombres en que «se apoyaba» Josemaría Escrivá para hacer el Opus Dei (a esto alude en el punto p/314). El 18 de diciembre escribía al Autor:
«El día de la Inmaculada después de la Santa Misa, nos invitaron a comer los infantes. El Alférez fue al Majuelo (una posición) y Parera y yo nos quedamos en el pueblo. Eramos unos veinte oficiales. El Comandante del Tabor es de lo mejorcito de su clase. De sobremesa –vino abundante– se cantaron canciones de todos tonos y colores. Entre ellas una se me quedó grabada:
‘Corazones partíos
yo no los quiero
y si lo [sic] doy el mío
lo doy entero’.
¡Qué resistencia a dar el corazón entero!» .
La carta debió conmover a San Josemaría, que veía cómo Cristo «tiraba» de los suyos –«omnes traham ad meipsum» (Jn 12, 32)– en medio de las circunstancias

más dispares y adversas. La oración que brotó «en cauce manso y ancho» fue sin duda, como indica el Autor, la de Ricardo Fernández Vallespín, que renovaba al Señor su entrega fustigado por una canción, pero es imposible no ver a Escrivá haciendo oración con la carta en la mano y apuntando en un medio papel roto las misericordias del Señor . Vid com/155. Así se cierra este cap de C y se abre el que tiene por título «Corazón».

Cap 4 4. Santa pureza, p/118-145 [9 de Cec + 19 de Msb] C || 4. Santa pureza, cd/57-65 Cec
Formalmente lo expresa el Autor en el p/130. Es ésta, según Chadwick, la experiencia que lleva a San Agustín a la conversión (Henry CHADWICK, Agustín, Cristiandad, Madrid 2001, pg 49).
Lo explicó el propio Autor después: «Al tratar de la virtud de la pureza, suelo añadir el calificativo de santa. La pureza cristiana, la santa pureza, no es el orgulloso sentirse puros, no contaminados. Es saber que tenemos los pies de barro (Dan II, 33), aunque la gracia de Dios nos libre día a día de las asechanzas del enemigo» (Homilía «Vocación cristiana», Roma 2-XII-1951, primer domingo de Adviento, en Es Cristo que pasa, 5).
118 Apínt Cem32/130 Cec/17.1-Ceb/57 ||| Dios] Dios, Cec Txm |||| 1 Sb 8, 21 (Vulg)
9-X-1932, domingo, día 6º del retiro de Segovia; Apínt, nº 1658. —El fundamento bíblico tradicional es la lección vulgata de Sb 8,21, que ya utilizaba San Agustín: “Creía que la continencia dependía de las propias fuerzas, las cuales no sentía en mí; siendo tan necio que no entendía lo que estaba escrito (Sb 8, 21): que nadie puede ser continente, si tú no se lo das. Y cierto que tú me lo dieras si con interior gemido llamase a tus oídos, y con fe sólida arrojase en ti mi cuidado” (Confessiones, lib 6, 11, 20; BAC 11, 4ª ed, 1963, pg 253; traducción mía).
En la predicación de Vitoria-Vergara, al hablar de este tema, copia a la letra este texto de Ligorio, tomado de un libro que ya ha aparecido en nuestro comentario: «La castidad es una
[virtud para cuyo ejercicio somos impotentes, si Dios no nos da su] gracia; y esta gracia Dios la da sólo a los que se la piden, pero todo el que la pide la consigue con seguridad» (el Autor omite la frase entre corchetes). El Autor cita así: S. ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, Obras completas, tomo 3º, Del gran medio de la oración, cap I, par. 2. No hemos podido identificar ninguna edición en castellano con tres tomos: todas son de dos. El texto, con traducción diversa, puede verse en: ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, El gran medio de la oración (edición castellana de Brepols, Turnhout, Bélgica, 1927), pg 30. La cita de Ligorio se encuentra en EjEsp, Plática «Santa Pureza», Vergara IX-1938; guión nº 112. Este guión es complementario del 126, que tiene la estructura de la predicación sobre el tema en aquellos EjEsp. En este guión expone en esquema la doctrina de este punto: «Medios para vivir la pureza: […] Sobre todo, oración: pedirla con humildad».
119 Apínt Cem32/126 Cec/17.2-Ceb/58 ||| semilla] semilla, Apínt Cem
Futuros puntos de C transcritos ese día: 667, 266, 119.
Inmediatamente antes del pasaje transcrito anota el Autor en la misma página de su Cuaderno: «La caridad efectiva entre los hermanos será la manifestación constante del espíritu fraterno. Y, con la caridad, la pureza. No estimo la pureza sin caridad: porque entonces no es virtud cristiana, es un hábito de decencia».
En alguna ocasión oí al Autor referirse, en este contexto de pureza, humildad y caridad, a lo que se decía de las monjas de Port-Royal: «puras como ángeles y soberbias como demonios». Henri DANIEL-ROPS, Histoire de l’Église. V-2. L’Église des temps classiques, Le grand siècle des âmes, Librairie Arthème Fayard, Paris 1958, pg 419, pone esta frase en boca del entonces Arzobispo de París, Monsieur Hardouin de Péréfixe, después de su visita a las monjas, el 9-VI-1664.
120 Msb ||| llevar Msb] praec titular Msb del
EjEsp, Plática «Santa Pureza», Vergara IX-1938; guión nº 112.
Notas del coloquio en AGP, sec A, leg 51.
AGP, sec A, leg 50-4, carp 4: «Celibato, matrimonio y pureza».
El título del libro figura en una cuartilla con cinco títulos que pasó a Miguel Fisac para que diseñara las portadas de los correspondientes libros. Vid descripción de la misma en IntrodGen § 6 nt 74.
121 Msb ||| pureza que] pureza, que Msb Txm
122 Msb ||| ángeles] ángeles, Msb Txm || qué] qué, Msb Txm
EjEsp, Plática «Santa Pureza», Vitoria VIII-1938; guión nº 126.
SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, I, 8, 52; Domingo RAMOS-LISSÓN (ed.), Ciudad Nueva («Fuentes patrísticas», 12), Madrid 1999, pg 104. San Bernardo, por su parte, se dirigía a la Santísima Virgen diciendo: «Quae lex […] hortatur in carne non carnaliter vivere, et in terris angelicam ducere vitam?» (De laudibus Virginis Mariae, hom. 3, 7 [PL 183, 74]; BAC 452, 1987, pg 648s). Vid también San ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, Las glorias de María, III, 6; BAC 78, 1952, pg 915. Sobre el tema en la antigüedad cristiana, vid Jean LECLERCQ, La vida perfecta, Herder, Barcelona 1965, pgs 23-38 y 41-53; Karl Suso FRANK, ‘Angelikos bios’: Begriffsanalytische und begriffsgeschichtliche Untersuchung zum ‘engelgleichen Leben’ im frühen Mönchtum, Aschendorffsche Verlagsbuchhandlung, Münster 1964; García M. COLOMBÁS, Paraíso y vida angélica: Sentido escatológico de la vocación cristiana, Abadía de Montserrat [Biblioteca Vida Cristiana, 3], Barcelona 1958, pgs 151-165.
San Juan de la Cruz, por ejemplo, explica cómo a la auténtica mortificación «se le sigue la espiritual limpieza de alma y cuerpo, esto es, de espíritu y sentido, y va teniendo conveniencia angelical con Dios, haciendo a su alma y cuerpo digno templo del Espíritu Santo» (Subida del Monte Carmelo, III, 23, 4; BAC 15, 13ª ed, 1991, pg 442; la cursiva es mía).
El Autor no se refería directamente a este punto de C, sino a este texto del Codex del Opus Dei de 1953, n 158: «diligentissime custodient castitatem, quæ homines angelis facit simillimos», custodien con amor la castidad, que hace a los hombres como ángeles.
Notas de una meditación, Roma 15-IV-1954; texto en AGP, sec A, leg 51.
Notas de una meditación, Roma 8-III-1962; texto en AGP, sec A, leg 51. Y de nuevo al año siguiente: «No me convence, porque los miembros del Opus Dei son hombres y mujeres normales, no ángeles; con sentimientos, con pasiones, ¡con defectos!, que procuran encauzar a Dios». El Fundador del Opus Dei añade a continuación: «Lo que yo pretendía señalar con esa comparación, que ahora no me parece muy afortunada, es que no existe labor de apostolado que prosiga adelante si no somos limpios, si no somos castos, aunque se experimente el peso de la carne» (AGP, sec P leg 18, pg 118). Como se ve el sentido de lo expresado es, casi a la letra, el p/129. Vid com. —El Dr. José Antonio Núñez-Ladeveze, sacerdote, que residía en Roma con el Autor de C en ese año 1962, me escribe a raíz de la 1ª edición de este libro (Cartas a Pedro Rodríguez, Maastricht 18 y 23 de julio de 2002) confirmando todo lo arriba dicho y agrega que él recuerda que en conversación de un grupo con San Josemaría éste les dijo que había redactado ese texto así “porque así lo utilizaban los Padres de la Iglesia”. Después, en los primeros años 70, ya en Holanda, escribió a San Josemaría dándole noticia de una monografía en la que se exponía detalladamente el concepto patrístico de “vida angélica” y la significación en este contexto de la “pureza” (Edward Schillebeeckx, Het cielibaat in de branding). A vuelta de correo, sigue diciendo el Dr. Núñez-Ladeveze, San Josemaría me pidió que le enviase el libro.
123 Msb ||| Cuando] Hijo mío: cuando Msb del
EjEsp, Plática «Santa Pureza», Vitoria VIII-1938; guión nº 126.
Vid Amigos de Dios, 179.
124 Msb ||| Me escribías, médico apóstol Msb add] Me escribía un joven doctor en Medicina Msb del || frecuentando los Sacramentos Msb add || pasión sin] pasión, sin Msb Txm || sin dejar que tome cuerpo Msb add] no dejando tomar cuerpo a Msb del || Y entre los lujuriosos] Y, entre los lujuriosos, Msb Txm || características Msb add] precisamente atributos Msb del
Relato del 77, pg 6.
He podido tratar durante muchos años en Pamplona al Dr. Carlos Munárriz y a su familia. Era Supernumerario del Opus Dei. Nació en Tudela, en 1909, y conoció al Autor en los años treinta, por medio de su hermano Jaime, que se dirigía con el Fundador del Opus Dei. Falleció en 1996.
Gregorio Marañón y Posadillo (1887-1960), ilustre médico y humanista español. Sobre la investigación de Marañón en la materia vid Los estados intersexuales en la especie humana (1929); Estudios de fisiopatología sexual (1931); y en plan de divulgación, Tres ensayos sobre la vida sexual (1929). Libros conexos de investigación histórica, con aplicación de sus conocimientos sobre la materia: Enrique IV de Castilla (1930), Tiberio (1939), Don Juan (1940). Vid Marino GÓMEZ-SANTOS, Vida de Gregorio Marañón, Taurus, Madrid 1971.
Carlos Munárriz escribió en Pamplona, en 1985, un breve y sustancioso testimonio sobre sus encuentros con el Autor de C; AGP, sec A, leg 100-38, carp 3, exp 6. En él no habla de esta cita de su escrito en C. Los datos que hemos ofrecido en el texto proceden del testimonio escrito de Rafael Fracés, sacerdote (Valencia 26-III-1999; AGP, sec A, leg 100-21,
carp 3, exp 12), relatando una conversación suya en Pamplona con el Dr. Munárriz. La carta de la que procede el texto no he podido encontrarla. Las cartas de Munárriz se encuentran en AGP, sec N-2, leg 149, carp A, exp 15. Hay allí dos cartas a Jiménez Vargas: 6-I-1938 y 9-VI-1938. Consta en el registro de la correspondencia que llevaban en Burgos que se recibieron otras cartas de él en: 5-IX-1938, 17-X-1938 y 13-I-1939, que tampoco se conservan.
125 Msb ||| animase] animase, Msb Txm || díselo] seq confiadam Msb del
23b Cuaderno III, nº 140, 27-XII-1930.
Es Cristo que pasa, 108.
Es Cristo que pasa, 2.
126 Apínt Cem32/125 Cec/17.3-Ceb/59
Futuros puntos de C transcritos ese día: 836a, 126, 226.
EVAGRIO, Tratado práctico («Practiké»), nº 6; «Sources Chrétiennes», 171, pgs 506, 509; «Biblioteca de Patrística», 28, pg 136. Su enumeración es: gula, fornicación, avaricia, tristeza, cólera, acedia y orgullo.
El Diálogo, cap 125; BAC 143, 1955, pg 430.
127 Apínt Cem32/131 Cec/17.4-Ceb/60
Futuros puntos de C transcritos ese día: 983b, 127, 831.
Nota de Álvaro del Portillo (Cuaderno V, nt 531): «Doña Cupis: así llamaba nuestro Padre a la concupiscencia». Y así llamaban en la Residencia de Ferraz, 50 –sigue diciendo–, a una persona que hurtaba buena parte de la carne que se compraba. «Era la ‘concupiscencia de la carne’, decíamos en broma». Como se ve, al rasgo humorístico del Autor correspondían los residentes de Ferraz en el mismo tono.
128 Apínt Cem32/127 Cec/17.5-Ceb/61 ||| hermanos] los hermanos Cem
Futuros puntos de C transcritos ese día: 939, 128, 551.
PredicHond, «Cosas pequeñas», 19-VI-1937, pg 116; XVIII.
129 Apínt Cem33/259 Cec/17.6-Ceb/62
Ese día transcribió a continuación el p/733.
Homilía «Vocación cristiana», Roma 2-XII-1951, primer domingo de Adviento, en Es Cristo que pasa, 5.
130 Apínt Cem32/128 Cec/18.1-Ceb/63 ||| Jesús, esa corteza roñosa] Señor, esa corteza, esa costra roñosa Cem || sensual] sensual, Cec Txm || Paráclito] Paracleto Cem
Va precedido del futuro p/817.
Ibáñez Langlois considera que la prosa sapiencial de C tiene en este punto un momento prototípico de «la energía de su penetración verbal, de su capacidad de herir para curar» (J. M. IBÁÑEZ LANGLOIS, Josemaría Escrivá como escritor, (2002), pg 37).
Vid Forja, 92; Conversaciones, 121; Amigos de Dios, 177, 182, 189; Es Cristo que pasa, 5: «La pureza es consecuencia del amor con el que hemos entregado al Señor el alma y el cuerpo, las potencias y los sentidos. No es negación, es afirmación gozosa».
131 Apínt Cec/18.2-Ceb/64 ||| pureza,] seq base de todos los heroísmos, Apínt |||| 1 cfr Ef 5, 3-4
Futuros puntos de C transcritos ese día: 441, 954b, 693, 287, 131, 288, 440, 715, 436.
38b Subida al Monte Carmelo, 3, 3, 4; BAC 15, 13ª ed, 1991, pg 242.
132 Apínt Cem32/133 Cec/18.3-Ceb/65 |||| 1 cfr 1 Co 6, 18
Futuros puntos de C transcritos ese día: 452, 132, 225, 450, 943, 14, 960.
Anotación en el 6º día de sus EjEsp de Segovia, 9-X-1932; Apínt, nº 1658. Este texto de Segovia está en la base de Surco, 834. —Sobre los «ochenta años de gravedad» vid p/72 y com/161 nt 42.
«Il santo era solito di dire: ‘Alla guerra del senso, vincono i poltroni’» (Pietro BACCI, Vita di San Filippo Neri, II, 13, 18; In Roma: Appresso Vitale Mascardi, 1646).
Las glorias de María, III, 6; BAC 78, 1952, pg 917.
Ms/C fol 14v-15r; MEC 5, 1996, pg 291s.
Pedro POVEDA, En provecho del alma, 1938, pg 82. La primera edición es de 1909.
Miguel de CERVANTES, Don Quijote de la Mancha, Parte II, cap 48; pg 1016.
Pedro CALDERÓN DE LA BARCA, El día mayor de los días, versos 1924s, en Obras completas, III, Autos sacramentales, ed. Ángel Valbuena Prat, Aguilar, Madrid 1952, pg 1656.
133 Msb ||| Los santos] seq , hijo, Msb del || médico Msb add] doctor Msb del
Carta de Josemaría Escrivá, Burgos 8-IV-1938; EF 380408-6.
EjEsp, Plática «Santa Pureza», Vitoria VIII-1938; guión nº 126.
No puede excluirse que, entre los fieles del Opus Dei que estaban en la zona nacional, alguno tuviera una copia de esta instrucción y que de esta manera el Autor pudiera utilizarla
en Burgos. Desde luego, el original autógrafo –que se conserva (AGP, sec A, leg 48, carp 2, exp 1)– quedó en Madrid, en el famoso «baúl» de documentación antigua que custodiaba Doña Dolores Albás, madre de San Josemaría. Una detenida información sobre la «historia del baúl» que contenía el archivo del Opus Dei es la que da Isidoro Zorzano en Diario de Madrid, 10-IV-1939; la víspera había sido trasladado de casa de González Barredo al Patronato de Santa Isabel; Josemaría Escrivá puntualiza en anotaciones marginales a esa narración alguna afirmación menos exacta de Zorzano. Vid también sobre el tema Juan Jiménez Vargas, Relatos testimoniales, XI.
Instrucción, 9-I-1935, n 294.
134 Msb ||| con palabras de Msb add] plagiando Msb del
Ibidem, n 288s.
«Aunque se vista de seda / la mona, mona se queda, / y assi essa buena persona / es mona de hipocresias, / y se quedarà por tal, / y vos por vn animal, / si creeys sus monerias» (Marta la piadosa, acto 2º, escena 6ª). Cfr J. M. IRIBARREN, El porqué de los dichos, 10ª ed, 1997, pg 311. —Mi colega y amigo Fr. Richard Stork (Carta, London 27-XII-2002) y la historiadora Isabel Salcedo (aquí, en la Universidad de Navarra) me han hecho notar que el «proverbio español» proviene de la tradición grecolatina recogida por Erasmo y editada por Manucio, ofreciéndome copiosos datos. Expresión latina: «simia simia est, etiam si aurea gestet insignia» (Adagia quaecumque ad hanc diem exierunt, Paulli Manutii studio atque industria […] vindicata, Aldo Manutius, Florentiae 1575, col. 288s). El proverbio griego, ya en Luciano de Samosata, Oratio contra ineruditum. El mensaje del proverbio clásico es éste: «fortunae ornamenta non mutare hominis ingenium». Las cosas son lo que son...
135 Msb ||| Y luego te] Y, luego, te Msb Txm |||| 1 1 Co 6, 20
EjEsp, Plática «Vida sobrenatural», Vitoria 21-VIII-1938; guión nº 121.
El Autor hizo una detenida meditación de este tema en la homilía que pronunció en el campus de la Universidad de Navarra, el 8-X-1967. Texto en Conversaciones, 121-122. Allí se lee: «La oración contemplativa surgirá en vosotros cada vez que meditéis en esta realidad impresionante: algo tan material como mi cuerpo ha sido elegido por el Espíritu Santo para establecer su morada..., ya no me pertenezco..., mi cuerpo y mi alma –mi ser entero– son de Dios... Y esta oración será rica en resultados prácticos, derivados de la gran consecuencia que el mismo Apóstol propone: glorificad a Dios en vuestro cuerpo (1 Cor 6, 21)» (Conversaciones, 121).
136 Msb ||| Cuando Msb add] Tú, que Msb del || soledad luego] soledad, luego Msb Txm
EjEsp, Plática «Humildad de los Apóstoles», Vergara 5-IX-1938; guión nº 124.
137 Msb ||| posos Msb add] un poso Msb del
138 Msb |||| 1 Rm 7, 24
EjEsp, Plática «Santa Pureza», Vitoria VIII-1938; guión nº 126.
Sobre el tema de la corporalidad en C vid José MORALES (dir.), «Introducción» a Estudios sobre ‘Camino’, 1988, pgs 21-28.
Que no es sólo el alma: «mi alma y yo no somos lo mismo», decía ya Tomás de Aquino en un pasaje de hondo significado antropológico: «anima cum sit pars corporis hominis, non est totus homo, et anima mea non est ego; unde licet anima consequatur salutem in alia vita, non tamen ego vel quilibet homo. Et praeterea cum homo naturaliter desideret salutem, etiam corporis, frustraretur naturale desiderium» (Santo TOMÁS DE AQUINO, Super I Cor., cap 15, l.2; Marietti, nº 924). «El alma no es la persona», dice en la Summa, pues es «parte» de la especie humana: «manus vel pes non potest dici hypostasis vel persona; et similiter nec anima, cum sit pars speciei humanae» (Summa Theologiae, Iª q. 75 a. 4 ad 2).
«No hay otro camino, hijos míos: o sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca. Por eso puedo deciros que necesita nuestra época devolver –a la materia y a las situaciones que parecen más vulgares– su noble y original sentido,
ponerlas al servicio del Reino de Dios, espiritualizarlas, haciendo de ellas medio y ocasión de nuestro encuentro continuo con Jesucristo» (Homilía pronunciada en la Eucaristía celebrada en el campus de la Universidad de Navarra, 8-X-1967; Conversaciones, 114).
Cuando el Autor oyó por vez primera –Roma, años cuarenta– el refrán «quando il corpo sta bene, l’anima balla», se extrañó, y le molestó, pero luego vio que reflejaba una verdad importante para la vida espiritual: «no es –decía– sino un modo gráfico de expresar esa conveniencia de estar sanos, para servir a Dios en el trabajo ordinario» (Álvaro del Portillo, nota a Instrucción, 31-V-1936, nº 91; AGP, sec A, leg 49, carp 1). «El cuerpo está bien –aunque esté enfermo– y el alma baila, si se tiene sentido sobre la vida sobrenatural» (Notas de un coloquio con mujeres, 29-IV-1969; texto en AGP, sec A, leg 51). Sobre esa relación de la salud corporal con la vida espiritual vid p/706.
139 Msb ||| tentación] tentación, Msb Txm || aguarda Msb add] espera Msb del
EjEsp, Plática «Santa Pureza», Vitoria VIII-1938; guión nº 126. Ad majora nati sumus (M. Tullius CICERO, De finibus bonorum et malorum, V, 21; Jules MARTHA (ed.), II, Les Belles Lettres, París 1999, pg 120).
140 Msb ||| pase lo que pase, Msb add
EjEsp, Plática «Santa Pureza», Vitoria VIII-1938; guión nº 126.
Vid en com/302 nt 13 la nota tomada en su Retiro espiritual de 1935.
Es conocido el episodio de la vida de Santa Catalina de Siena, en el que la Santa, de una baraúnda de tentaciones contra la santa pureza es consolada por el Señor que le explica cómo, en medio de la tentación, Él estaba en el centro de su alma: «Yo estaba en tu mismo corazón» (Cfr Raimondo da CAPUA, S. Caterina da Siena Legenda maior, cap 11, 109-110; Cantagalli, Giuseppe TINAGLI (ed.), 5ª ed, Siena 1994, pgs 122-123; vid El diálogo, cap 43; BAC 143, 1955, pg 265).
141 Msb ||| En tu alma] praec Prejuicios. Msb del || suceda] suceda, Msb Txm
142 Msb ||| !Qué hermosa] praec Hijo mío: Msb del |||| 1 Mt 8, 2 | 2 Mt 8, 3 | cfr Mc 1, 40-41; Lc 5, 12-13
Mc 1, 40.
Mc 1, 41.
PredicHond, «En casa de Lázaro», 1-VII-1937, pg 175; XXVIII.
Mt 8, 2.
Mt 8, 3.
PredicHond, «Curación de un leproso», 12-VII-1937, pg 207; XXXIII.
143 Msb ||| pureza] pureza, Msb Txm || Tú, Txm] Tú Msb
EjEsp, Plática «Santa Pureza», Vitoria VIII-1938; guión nº 126.
El de San Benito se leía en el Oficio de su fiesta (21 de marzo), II Nocturno, lección IV: «Dum igitur ei quodam die ardentes ad libidinem faces a diabolo subjicierentur, se in vepribus tamdiu volutavit, dum, lacerato corpore, voluptatis sensus dolore opprimeretur» (Breviarium Romanum, tertia editio typica, Romae MCMXVII, pg 1001).
«Y este modo leemos haber tenido los santos pasados, uno de los cuales se desnudó y revolcó por unas espinosas zarzas, y con el cuerpo lastimado y ensangrentado cesó la guerra que contra el ánima había. Otro se metió en tiempo de invierno en una laguna de agua muy fría» (Audi, filia, cap 10; BAC 302, 1970, pg 578, in 946-950).
«Mas como ve que las disciplinas no ahuyentan la tentación, y a pesar de tener todos los miembros cárdenos, abre la celda, sale afuera al huerto y desnudo se mete entre la mucha nieve. Y, tomando la nieve, la moldea entre sus manos y hace con ella siete bloques a modo de monigotes. Poniéndose ante éstos, comienza a hablar así el hombre: ‘Mira, este mayor es tu mujer; estos otros cuatro son tus dos hijos y tus dos hijas; los otros dos, el criado y la criada que se necesitan para el servicio. Pero date prisa –continúa– en vestir a todos, porque se mueren de frío. Y, si te molesta la multiplicada atención que hay que prestarles, sirve con solicitud al Señor sólo’. El diablo huye al instante confuso y el Santo se vuelve a la celda glorificando al Señor. Un hermano piadoso que estaba en oración a aquella hora, fue testigo de todo gracias a la luz de la luna, que resplandecía más aquella noche. Mas el Santo, enterado después de que el hermano lo había visto aquella noche, le mandó que, mientras él viviese, no descubriera a nadie lo sucedido» (TOMÁS DE CELANO, Vida segunda, 116-117, BAC 399, 1978, pgs 298-99 [y ya antes en BAC 4, pgs 157s]; editio critica: Fontes franciscani, a cura di Enrico MENESTÒ e Stefano BRUFANI, Apparati di Giovanni M. BOCCALI, Edizioni Porziuncula, Assisi 1995, pgs 550s).
«... siguióle una tentación de la carne tan violenta cual nunca la había experimentado el varón santo. Efectivamente, había visto antaño a una mujer que representó ahora vivamente el maligno espíritu a los ojos de su alma; y de tal modo inflamó su hermosura el ánimo del siervo de Dios, que a duras penas cabía en su pecho la llama del amor, y vencido por la pasión pensó
casi ya en abandonar el desierto. Pero, iluminado súbitamente por la gracia de lo alto, volvió en sí, y divisando un espeso matorral de zarzas y ortigas que allí cerca crecía, se despojó de sus vestidos y se arrojó desnudo sobre aquellos aguijones de espinos y ardores de ortigas; y habiéndose revolcado allí mucho tiempo, salió de ellas con todo el cuerpo llagado. Así por las heridas del cuerpo curó la herida del alma, pues trocó el deleite por el dolor. Y al abrasarse en el sufrimiento exterior, extinguió el fuego ilícito que ardía en su alma. De esta suerte venció al pecado, porque mudó el incendio. Desde entonces, según solía después contar él mismo a sus discípulos, de tal modo quedó en él amortiguada la tentación de la voluptuosidad, que jamás sintió en sí mismo nada semejante» (S. GREGORII MAGNI Dialogorum, II, 2; San Benito. Su vida y su Regla, García Mª COLOMBÁS (ed.), BAC 115, 2ª ed, Madrid 1968, pgs 178-181).
«Fallecida su madre, empezó Bernardo a vivir en libertad y por su cuenta. Joven, bien parecido, con rostro llamativamente hermoso, de exquisita educación, de palabra fácil y de una inteligencia poco común, todos le aseguraban un brillante porvenir. […] No faltaron, por cierto las asechanzas del demonio, esa taimada serpiente que acechaba a su calcañal. Así, habiendo fijado sus ojos en una joven con un cierto detenimiento, avergonzado de sí mismo, se impuso la terrible penitencia de sumergirse hasta el cuello en un estanque cercano, hasta que, casi helado, no sólo se disipó la tentación, sino que se afianzó más en su propósito, adquiriendo por la castidad el mismo amor que profesaba quien dijo: ‘he hecho un pacto con mis ojos: no mirar codiciosamente a ninguna doncella’ (cfr Jb 31, 1)» (GUILLERMO DE SAINT THIERRY, «Vida de San Bernardo ‘Vita prima’» en Cistercium 46 [1994] 535). Debo agradecer a los PP. Tarsicio de Azcona OFMCap y Manuel Garrido OSB, y al Abad del Monasterio de la Oliva, R. P. Francisco Sánchez Alías, el rico material científico enviado para fijar estas tradiciones.
144 Msb ||| fuerte Msb add] recio Msb del |||| 1 Mt 26, 56 | 2 Jn 19, 25-27
EjEsp, Plática «Santa Pureza», Vergara VIII-1938; guión nº 112; la cursiva es del original.
145 Msb ||| Frente ... oficiales] Un grupo de jóvenes C28-C36 || tenientillo] muchacho C28-C36 || partidos Msb add] partíos Msb del || y si le] Y, si le Msb Txm |||| 1 cfr Pr 23, 26
Carta de Ricardo Fernández Vallespín a Josemaría Escrivá, Frente de Madrid 18-XII-1938; AGP, sec N-2, leg 147, carp D, exp 1; la cursiva es del original. Nótese la expresión popular «corazones partíos» que el Autor de C admitió primero y finalmente no recibió en su texto.


El Autor al transcribir el comentario que hace Vallespín en su carta, pone el acento personalista, característico de C: «¡Qué resistencia a dar mi corazón entero!». Es casi seguro que el «tenientillo» no tendría conciencia de que la canción le interpelaba, casi a la letra, con el texto de Pr 23, 26: «Praebe, fili mi, cor tuum mihi, et oculi tui vias meas custodiant».