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Capítulo
Punto 852
Infancia espiritual · Punto 852

 Procura conocer
la «vía de infancia espiritual»,
sin «forzarte»
a seguir ese camino. —Deja obrar
al Espíritu Santo.

Comentario

El primer punto de este capítulo 41 sobre la Infancia espiritual asienta el principio fundamental, según San Josemaría, de la libertad interior del cristiano; una libertad espiritual que es apertura a la acción del Espíritu Santo.

Al hablar del «conocimiento y práctica de la vida de infancia espiritual, no es mi intención –puntualiza– uniformar las almas de los 'hombres de Dios'».

El texto recoge de manera sencilla la experiencia de San Josemaríay las luces que le dio el Señor, reflejadas en este texto de su Cuaderno:

«Lo que veo es:

1º/ hay que dar a conocer a todos y cada uno de los socios la vida de infancia espiritual:

2º/ nunca se forzará a ningún socio a seguir este camino, ni ninguna otra vía espiritual determinada.

Esta es la buena doctrina de la Obra de Dios»
[1].

A San Josemaría Dios le llevaba claramente por el camino de infancia; pero él nunca quiso que esa vía, ni ninguna otra, fuera preceptiva para la vida de oración de los fieles del Opus Dei.

Tres meses antes de escribir este punto había anotado en el Cuaderno IV de sus Apuntes íntimos, con ocasión del tercer aniversario de la fundación del Opus Dei:

«Indudablemente Santa Teresita –a quien invoco a diario tanto como a Mercedes [2]– quiso anticiparme algo por su fiesta y logró de mi Angel Custodio que me enseñara hoy a hacer oración de infancia» [3].

Al entrar en estos dos capítulos de Camino, nos estamos introduciendo en una de las zonas de máxima intensidad en la experiencia cristiana de San Josemaría, cuya vida espiritual está existencialmente fundida con su dedicación total a la tarea de hacer y configurar el Opus Dei.

El texto que hemos transcrito más arriba muestra su esfuerzo de discernimiento y cómo veía claro que no se puede «forzar» a los cristianos a seguir el camino de infancia, ni ningún otro.

Asentado este principio de libertad, hay que decir a continuación que ambos capítulos, desde este primer punto 852, constituyen una atractiva descripción y al mismo tiempo, una invitación y una incitación al lector a aventurarse por el camino de ser y vivir como un niño delante de Dios.

Se percibe en cada punto cómo San Josemaría habla de lo que vive y cómo de continuo «tira» –del lector– hacia la «niñez» espiritual de los hijos de Dios.

San Josemaría combatió esta batalla por comportarse con la sencillez y humildad de un niño delante de su Padre Dios hasta el último momento de su vida. Decía tres meses antes de su muerte:

«A la vuelta de cincuenta años, estoy como un niño que balbucea. Estoy comenzando, recomenzando, en cada jornada. Y así hasta el final de los días que me queden: siempre recomenzando. El Señor lo quiere así, para que no haya motivos de soberbia en ninguno de nosotros, ni de necia vanidad. Hemos de estar pendientes de El, de sus labios: con el oído atento, con la voluntad tensa, dispuesta a seguir las divinas inspiraciones» [4].

Juan Pablo II se hizo eco de estas palabras en la Audiencia Pública que siguió a la Beatificación de Josemaría Escrivá :

«Dio prueba –decía el Papa– de una humildad extraordinaria, hasta el punto de que, al final de su existencia, se veía 'como un niño que balbucea'» [5].



[1] Cuaderno V, nº 535, 2-I-1932 . Ese día San Josemaría escribió también el futuro punto 100 de Camino.

[2] Mercedes Reyna. Leer a este propósito el comentario a los puntos 152, 402, 662, 862, y la Introducción al capítulo 41.

[3] Cuaderno IV, nº 307, 2-X-1931. Era la fiesta de los Ángeles Custodios. Al día siguiente, 3 de octubre, se celebraba la fiesta de Santa Teresa de Lisieux.

[4] Notas de una meditación, Roma 27-III-1975, Jueves Santo; AGP, sec A, leg 51.

[5] Juan Pablo II, Discurso, Audiencia, 18-V-1992; Insegnamenti di Giovanni Paolo II, XV,1 (1992), p. 1480.