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Capítulo
Punto 81
Oración · Punto 81

La acción
nada vale
sin la oración:
la oración se avalora con el sacrificio.

Comentario

El punto está ya en Consideraciones Espirituales de 1932.. Sin embargo, no he podido encontrarlo en los Cuadernos de Apuntes íntimos de Sam Josemaría –de donde procede la práctica totalidad de lo incluido en Consideraciones Espirituales–, ni en ningún otro documento.

Esto lleva a pensar que el original estaba en el Cuaderno I [1]. Ese cuaderno contenía textos, al menos desde el mismo año 1928, fecha de la fundación del Opus Dei.

Una de las primeras hojas del Cuaderno II nos brinda una idea muy próxima en clave formalmente apostólica:

«Sin la oración, sin la presencia continua de Dios; sin la expiación, llevada a las pequeñas contradicciones de la vida cuotidiana; sin todo eso, no hay, no puede haber acción personal de verdadero apostolado» [2].

Estamos ante una afirmación central de la economía salvífica –primero en Cristo, luego en los cristianos–, sobre la que San Josemaría volverá una vez y otra en Camino –y en todos sus escritos– y pasará a ser el nervio sobrenatural de su concepción práctica de la vida cristiana en el mundo.

Aquí hay –no puede no ser así– una connatural afinidad con el sentir y vivir de los santos de todos los tiempos; por ej, Teresa de Lisieux, que exclama:

«¡Ah! La oración y el sacrificio constituyen toda mi fuerza, son las armas invencibles que Jesús me ha dado» [3].

Y esto explica que San Josemaría leyera atentamente –y recomendara leer a quienes le seguían [4]El alma de todo apostolado, de Jean B. Chautard, que tanto eco tuvo en la vida espiritual de la primera mitad del siglo XX y que sostenía, con radicalidad, esta misma tesis central [5]. Ecos de la lectura de este libro se encuentran en varios puntos de este capítulo.

Unos meses después reflexionaba en su Cuaderno sobre el futuro de la Obra que el Señor le pedía y lo veía pendiente de «la oración y la expiación», que son –escribía– «la fuerza necesaria para el apostolado de la acción». Y agregaba:

«Este, absolutamente dependerá de aquel otro apostolado oculto (orar y sufrir). Y así como toda la inmensa maquinaria de docenas de fábricas se para y queda sin fuerza cuando la corriente eléctrica se interrumpe, también en la Obra de Dios dejaría de ser fecundo el apostolado de acción sin la oración y la expiación de nuestros hermanos» [6].

En septiembre de 1931 escribía:

«La Santa Cruz nos hará perdurables, siempre, sin languideces, con el mismo espíritu inicial del Evangelio, que traerá el apostolado de acción como fruto sabroso de la oración y del sacrificio» [7].

1937. San Josemaria en la Legacion de Honduras en Madrid,
donde tuvo que refugiarse a causa de la persecucion religiosa. Por esa causa aparece en esta fotografia vestido de civil, con la bandera del pais hondureño en la solapa

 

En la Legación de Honduras volvía sobre el tema, sirviéndose ya de la fórmula de Consideraciones Espirituales, que pasará a Camino:

«Jesús mío –y éste será nuestro coloquio final–, no quiero dejar mi oración sin formular un propósito. ¡Cuánto me ha costado! La oración se avalorará así, con el sacrificio. Busquemos el detalle, la ocasión justa; pero que no nos quedemos sin ofrecer hoy por esta intención que tanto nos interesa –la de nuestra evacuación [8]– una pequeña mortificación» [9].

Como se ve, las más antiguas formulaciones de esta tríada respondían al orden: Acción - Oración - Expiación, que expresaba San Josemaría en la abreviatura A.O.E [10]. La exégesis de ese ordo es la que nos ofrece el punto que comentamos: la acción brotando de la oración apoyada en el sacrificio. Muy pocos meses después, para expresar mejor el mensaje que quiere transmitir, cambia el ordo: O.E.A. Es el tema del punto siguiente.

La tríada de que nos hablan este punto 81 y el siguiente es la tríada central en la ascética cristiana desde el Sermón de la Montaña: oración, ayuno, misericordia, que se alimentan la una a la otra, como explican detenidamente los Padres de la Iglesia [11] y sintetiza aquí de manera lapidaria San Josemaría.



[1] San Josemaría, como ya se ha dicho decidió destruir este Cuaderno.

[2] Cuaderno II, nº 74, 21-VII-1930. Subrayado del Autor.

[3] Ms/C fol 24v, en MEC 5, 1996, pg 307. El subrayado es mío.

[4] Así lo dice Juan Jiménez Vargas hablando de los años treinta:

«El Padre sentía profundamente la necesidad de la oración y de la mortificación para sacar adelante los apostolados y cuidaba que arraigara en nosotros la misma convicción. Recomendaba mucho un libro de un autor cisterciense –El alma de todo apostolado– y este libro se leía mucho en los retiros, además de utilizarlo como lectura espiritual. Ya tenía escritos muchos de los puntos de Camino que tratan de esto de modo tan expresivo»

(Juan Jiménez Vargas, Relatos testimoniales, II, pg 17).

[5] El libro de Chautard es de 1914 y tiene su apogeo en la época de Pío XI. La edición francesa que he manejado es: L'âme de tout apostolat, Vitte, Lyon 1934. La traducción castellana: El alma de todo apostolado, traducido al español de la 9a ed francesa, Tipografía de Andrés Martín, Valladolid 1927. Vid Fr. Marie Godefroy, «Chautard (Jean-Baptiste)», en DSp, II (1953) col. 818-820; Jacques Gadille, «Apostolat, l'enrichissement du mot et du concept par le pape Ratti», en AA.VV. Achille Ratti pape Pie XI, École Française de Rome, Rome 1995, pgs 677-691.



Vicente Rodriguez Casado
conversa con el sacerdote Ricardo Fernández Vallespín

―«Me puso un plan de vida muy sencillo. La Misa, una parte del Rosario, cinco minutos de lectura del Evangelio, diez de un libro, que me parece fue ‘El alma de todo apostolado’, y quince minutos por la mañana y otros tantos por la tarde de oración»

(Vicente Rodríguez Casado, Relato Testimonial de octubre de 1975, pg 12; AGP, sec A, leg 100-49, carp 1, exp 7). Sobre Chautard vid también com/961.

[6] Cuaderno III, nº 135, 26-XII-1930. El Autor apunta que la comparación con la «inmensa maquinaria» la aportó Isidoro Zorzano, que era ingeniero, en la conversación que relata.

[7] Cuaderno IV, nº 277, 10-IX-1931. Este texto pasará casi a la letra a la primera de las Instrucciones que escribió: «la Santa Cruz nos hará perdurables, siempre con el mismo espíritu del Evangelio, que traerá el apostolado de acción como fruto sabroso de la oración y del sacrificio» (Instrucción, 19-III-1934, n 28).

[8] Es decir, la salida por vía diplomática a un país extranjero, para pasar desde ahí a la zona nacional.

[9] Predicacion en la Legacion de Honduras en Madrid, «Rezar todos unidos», 19-V-1937, Miércoles de las Témporas de Pentecostés, pg 87s; XII. El subrayado es mío.

[10] Vid doc transcrito en com/11, que es de 1928, y Cuaderno II, nº 81, 2-VIII-1930.

[11] San Pedro Crisologo: «Orationis anima ieiunium» (Sermo 43; PL 52, 320).