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Capítulo
Punto 103
Oración · Punto 103

 Esas palabras,
que te han herido
en la oración,
grábalas en tu memoria y recítalas pausadamente
muchas veces
durante el día.

Comentario

San Josemaría redactó este punto en el segundo semestre de 1938. Propone aquí a los lectores una práctica de alto valor espiritual, por lo demás bien conocida en la tradición -tanto oriental como occidental- de la oración cristiana.

Nos «hiere» un versículo del Evangelio que meditamos, unas palabras de un libro de espiritualidad que leemos, etc. En ese caso, aconseja memorizarlas o apuntarlas para recitarlas luego pausadamente..

La «pausa» es la que da carácter meditativo, sabroso, a esta repetición vocal.

San Josemaría Escrivá traslada con discreción su propia experiencia, que en su vida muchas veces era estrictamente sobrenatural. La palabra que le «hería», frecuentemente no la estaba leyendo, ni considerando, sino que le brotaba en el corazón sin saberlo ni pensarlo: como el Espíritu Santo que clama en el corazón (Rm 8, 26) –locución intelectual– y la palabra que viene a los labios [1].

Estas palabras, casi siempre de la Escritura, con el mensaje espiritual que a ellas iba unido, quedaban no ya memorizadas, sino grabadas para siempre en el alma. Vid el comentario al punto 12 [2]. Por lo demás, este punto hay que ponerlo en relación con la «cuartilla» de que se habla en el comentario al punto 97. Allí, ciertamente, se trata de la dificultad en la oración; aquí en cambio, de la oración «sabrosa». En ambos casos, San Josemaría se servía no sólo de la memoria, sino de la «cuartilla».



[1] Y con frecuencia también, era fuera del acto formal de hacer oración en lugar sagrado.

[2] Vid, por ej, en Cuaderno IV, nº 273 la narración del episodio de 7-IX-1931 a propósito del pasaje del libro de Samuel: «et fui tecum in omnibus ubicumque ambulasti [2 S 7, 9], firmans regnum tuum in aeternum [cfr 2 S 7, 13s]». Como se ve el texto no es literal de la Escritura. Esta expresión sintética procede del Liber responsorialis de San Gregorio Magno (PL 78, 832) y se leía, a la letra, en el Breviario, en el responsorio de la III Lectura del viernes de la segunda semana «post octavam Pentescostes» (Totum, pg 634).

San Josemaría la leyó, pues, el 12 de junio. En septiembre fue cuando se le venía con ímpetu a los labios.