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Capítulo
Punto 146
Corazón · Punto 146

 Me das la impresión
de que llevas el corazón en la mano,
como ofreciendo
una mercancía:
¿quién lo quiere?
—Si no apetece
a ninguna criatura, vendrás a entregarlo
a Dios.
¿Crees que han hecho así los santos?
 

Comentario

El capítulo "Corazón" se inicia con este punto que lo resume por entero. Fue escrito por San Josemaría en Burgos, y recoge lo que ya predicó durante el tiempo que permaneció refugiado en la Legación de Honduras en Madrid.

«Confusionismo en el corazón. Hay personas que parecen llevar su corazón en la mano y ofrecerlo a todo el que pasa, como diciendo: ¿Quién lo quiere? […] ¿O acaso piensas darle a Dios el corazón sólo cuando los otros lo hayan gastado y pisoteado y despreciado?» [1].

En Camino, la entrega a Dios del corazón –del centro de la persona– no puede ser nunca algo residual, sino primario. Y esto, en todos los cristianos –hombres y mujeres–, casados y solteros.

Este capítulo es enteramente nuevo respecto de la edición de Cuenca: sus veintiséis puntos fueron redactados por San Josemaría, en parte durante su estancia en la Legación de Honduras en Madrid, y en parte durante su estancia en Burgos.

San Josemaría situó este capítulo a continuación de «Santa Pureza», pero el tema, aunque guarde estrecha relación con la castidad –como el propio capítulo hará patente–, es diverso y la trasciende.

Es éste uno de los capítulos más característicos del libro, que revela una rara experiencia del ser humano y la hondura con la que San Josemaría penetró en el «misterio» del hombre en su relación con Dios: el corazón como centro de convergencia «amorosa» de las potencias y los sentidos, de la persona en última instancia [3]. De esta forma, el patrimonio literario de este capítulo se constituye en parte central de la antropología del capítulo [4].

Es un capítulo sumamente original, que brota de la experiencia personal y pastoral de San Josemaría, a la vez que entronca con los análisis de la gran tradición ascética española (Francisco de Osuna, por ejemplo [5]) y con determinados aspectos de la escuela francesa de espiritualidad [6].

Aunque fue escrito en la Legación de Honduras y en Burgos, sus raíces se encuentran ya en algunas anotaciones de los primeros Cuadernos de Apuntes íntimos, como ésta:

«La guarda del corazón: Jesús, que mi pobre corazón sea huerto sellado: que mi pobre corazón sea un paraíso, donde vivas Tú: que el Angel de mi Guarda lo custodie, con espada de fuego, con la que purifique todos los afectos antes de que entren en mi pobre corazón» [7].

La experiencia espiritual de San Josemaría en la Legación de Honduras de Madrid, como muestran las notas y papeles que allí escribió, fue –a mi parecer– el «hogar» en que se forjó este capítulo . Es, ciertamente, un tema viejo en la consideración de San Josemaría, que tiene un crescendo constante en su vida personal. En julio de 1931 anotaba, con ocasión de dejar su cargo de Capellán del Patronato de Enfermos:

«bien puedo asegurar que tengo metido en esa casa Apostólica una buena parte de mi corazón... Y el corazón no es una piltrafa despreciable para tirarlo por ahí de cualquier manera» [8].

En su retiro de Segovia (1932) escribía:

«Mi pobre corazón está ansioso de ternura. Si occulus tuus scandalizat te... No, no es preciso tirarlo lejos: que no se puede vivir sin corazón» [9].

En 1935, en un documento varias veces citado, escribía San Josemaría:

«¡El corazón! Leía, en la Santa Misa de la Dominica IV después de Pascua, la oración correspondiente, y me apresuré a hacer una ficha, con el fin de repetirla más de una vez. Aquí está: ...da populis tuis id amare quod praecipis, id desiderare quod promittis: ut, inter mundanas varietates, ibi nostra fixa sint corda, ubi vera sunt gaudia; danos amar lo que mandas, desear lo que prometes: para que, en medio de las vicisitudes mundanas, allí estén fijos nuestros corazones donde están los verdaderos goces» [10].

Y desde la Legación de Honduras, con ese humor tan característico de sus cartas durante la guerra civil, escribía a Pedro Casciaro:

«¡Calma, pequeño! Mucha calma: «Alma, calma», se leía en el mote de un repostero. Y es un mote que te recomiendo. –Y a todos: siete cerrojos en el corazón. ‘¡Pobre corazón!’ ¿Pobre? ¡Que sufra y se fastidie! ¿Pobre corazón? ¡Traidor corazón! Que no se me olvide: para esto del corazón, el abuelo tiene experiencia (los años), y D. Manuel [11]... ¡tiene cada receta más eficaz!…» [12].

Son textos que señalan bien el horizonte de estecapítulo, que, por otra parte, quedó ya dibujado con la canción de los corazones partidos (punto 145), con la que se cierra el capítulo precedente.

 



[1] Predicación en la Legación de Honduras de Madrid, «Confusionismo», 15-V-1937, pg 73; X.

[3] Vid José Morales, «Introducción» a Estudios sobre ‘Camino’, 1988, pg 28-32, y José Mª Yanguas, «Amar ‘con todo el corazón’. Consideraciones sobre el amor cristiano, en las enseñanzas del Beato Josemaría Escrivá», en Romana, Bollettino della Prelatura della Santa Croce e Opus Dei,  14 (1998) 144-157.

[4] Vid Dietrich von Hildebrand, El corazón. Un análisis de la afectividad humana y divina, Palabra, Madrid 1997.

[5] Francisco de Osuna, Tercer abecedario espiritual, BAC 333, 1972, pg 196:

«Para darse el hombre a la oración, de que este Tercero alfabeto trata, es cosa muy esencial ceñir y apretar y encarcelar el corazón, y hacerle una jaula de perpetuo silencio donde le encerremos para evitar vagueaciones suyas, según aquello del Sabio: Guarda tu corazón con toda guarda, porque de él procede la vida (Pr 4, 23)».

[6] Es el tema de la «guarda del corazón». Vid por ej, J. B. Chautard, El alma de todo apostolado –tan apreciado por el Autor de C (vid com/81 nota 5 y com/108 y 961)–, que tiene un importante cap titulado así: «La guarda del corazón» (ed 1927, pgs 227-238).

[7] Cuaderno IV, nº 397, 17-XI-1931; el texto es la base de Forja, 412.

[8] Cuaderno IV, nº 207, 15-VII-1931.

[9] 9-X-1932, día 6º día del retiro de Segovia; Apínt, nº 1658.

[10] Instrucción, 9-I-1935, n 247; la cursiva es del original.

[11] Dios Nuestro Señor.

[12] Carta de San Josemaría Escrivá a Pedro Casciaro, Madrid 19-V-1937; EF 370519-1. La reflexión en torno al misterio del corazón humano era especialmente viva, en el Autor, en el periodo de la Legación Honduras. Otra carta de entonces, que toma ocasión de una escena vivida en la Legación:

«¿Os explicáis el desorden moral que supone dar huevos frescos a una gata, y pescado bueno a un perrote, mientras muchos hombres comen –beben– unos cazos de agua con arroz? El Dr. Manuel nos libre ¡siempre! de los desarreglos del corazón: porque ofuscan la cabeza y enturbian la conducta. Eso, sí: con muchas razones... sofísticas»

(Carta de Josemaría Escrivá a los fieles del Opus Dei en Valencia, Madrid 26-V-1937; EF 370526-1)