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Capítulo
Punto 161
Corazón · Punto 161

 Haces un derroche de ternura.

—Y te digo: caridad con tus prójimos, sí: siempre.

—Pero —óyeme bien, alma de apóstol—,
es de Cristo,
y sólo para Él,
ese otro sentimiento que el Señor mismo
ha puesto en tu pecho.

—Además..., ¿no es cierto que al descorrer algún cerrojo
de tu corazón —siete cerrojos necesitas— más de una vez
quedó flotando en tu horizonte sobrenatural la nubecilla
de la duda...,
y te preguntas, atormentado
a pesar de tu pureza
de intención: no habré ido demasiado lejos
en mis manifestaciones exteriores de afecto?

Comentario

camino 161

Texto escrito por San Josemaría sobre la octavilla nº 7 de la serie redactada durante el periodo en el que estuvo refugiado en la Legación de Honduras de Madrid.

San Josemaría expone una doctrina de la máxima importancia. Antes se dijo que no cabía partición «mecánica» entre cosas de Dios y cosas de las criaturas. Es semejante esta pareja de términos al binomio paulino «cosas de arriba – cosas de abajo»: la distinción no es material, sino valorativa o cualitativa: porque las criaturas, las cosas de la tierra («quae super terram»), y en primer lugar las personas, también son de Dios (vid el punto 147).

La tesis de San Josemaría es: no hay que despreciar, hay que querer a las personas y a las cosas de la tierra, que son de Dios, pero con un corazón entregado a Dios y «desprendido».

Por tanto, no se debe esperar de las cosas de la tierra lo que ellas no pueden dar. Esto ocurre cuando uno las «quiere» con el afecto que sólo es de Dios.

Aquí se inscribe el mensaje de este punto: en todo corazón humano, cualquiera que sea el ámbito de sus afectos, hay algo –«un sentimiento», dice San Josemaría– «que es de Cristo, y sólo para Él», puesto que el Señor mismo es el que lo ha metido en el corazón.

Cuando ese sentimiento, que es sólo de Dios, se dirige a personas y cosas, la relación con «las cosas de la tierra», del mundo, se deforma, y cosas y hombres se hacen «mundanos», en el sentido que el término tiene en el punto 939, o «venenosos», como dirá San Josemaría poco después.

El clima de fondo de este punto 161 es la vida cotidiana en la Legación de Honduras, donde unas mismas personas permanecían recluidas, a causa de la Guerra Civil, en el pequeño espacio de unas cuantas habitaciones, durante meses y meses .

Dos textos de la predicación de San Josemaría durante el mes de Mayo de 1937 abordan este tema en términos clásicos, de fuerte exigencia cristiana:

«Corazón, tú has de ser siempre libre, esclavo sólo de tu Dios. Apégate firmemente a la obediencia, con voluntariedad, y ciérrate para siempre con cerrojos muy firmes contra las sugestiones venenosas, contra los afectos, las influencias, las seducciones mentirosas de las cosas mundanas.

Guárdate todo para tu Dios y enciende para El, ¡sólo para El!, bien reunidas, todas tus llamas, que ahora están dispersas y solicitadas por bienes engañosos y pasajeros» [1].

«¿Adónde irás a parar con esa sensiblería loca, con esa poesía necia y ñoña que mueve a risa? ¿No es tu corazón de Jesucristo? Pues ciérralo bien, consérvalo sólo para El, firmemente guardado con siete cerrojos» [2].

El tema de los siete cerrojos era ya entonces muy antiguo en las notas San Josemaría que tenía entonces 35 años.


San Josemaría en los años veinte

Seis años atrás, cuando tenía 29 años, escribía:

«Jesús: además de los ochenta años [de gravedad], pon también siete cerrojos en mi corazón» [3].

Vid el punto 188 y su comentario.



[1] Predicación de San Josemaría en la Legación de Honduras, «El verdadero Amor», 13-V-1937, pg 69; IX.

[2] PredicHond, «Confusionismo», 15-V-1937, pg 72; X.

[3] Predicación de San Josemaría en la Legación de Honduras, Cuaderno V, nº 463, 9-XII-1931. Sobre el tema «ochenta años de gravedad» leer el punto 72.