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Capítulo
Punto 152
Corazón · Punto 152

 ¿No presientes
que te aguarda más paz y más unión
cuando hayas correspondido a esa gracia extraordinaria que te exige un total desasimiento?

—Lucha por Él,
por darle gusto: pero fortalece tu esperanza.
 

Comentario

camino 152

Octavilla de la serie escrita San Josemaría en la Legación de Honduras en Madrid, durante la guerra civil española. El fondo de la expresión «dar gusto a Dios» [1] y, sobre todo, el «clima» del punto son paulinos:

«Así pues, estamos llenos de buen ánimo y preferimos salirnos de este cuerpo y volver junto al Señor. Por eso, tanto ahora en el cuerpo como fuera de él, nos empeñamos en agradarle (eujcavrestoi aujtw'/ ei\nai, placere illi)» (2 Co 5, 8-9).

Pero «dar gusto a Dios», en su sentido familiar y coloquial, es expresión «moderna» en espiritualidad. La usaba ya San Alfonso María de Ligorio [2] y, antes, en la mística española, Alonso de Madrid [3].

Se encuentra con frecuencia en el Decenario de Francisca Javiera del Valle [4]. «Dar gusto a Dios» se inscribe en el horizonte de la «vida de infancia» que vivió y predicó San Josemaría, aun antes de conocer los escritos de Santa Teresa de Lisieux [5], de la que es muy característica esta expresión. Dios llevó siempre a San Josemaría por este camino, pero de manera muy intensa en los años 1931-32 y en la Legación de Honduras de Madrid. Algunos pasajes de los Cuadernos de esos años lo reflejan (en todos la cursiva es mía):

«Día 20 de marzo de 1931: ¿Todos esos pequeños consuelos del Amo, no serán para que yo me fije, sirviéndole, en las cosas pequeñas, ya que no soy capaz de servirle en las grandes? Santa Teresita y mi Santa Merceditas me ayuden a cumplir el propósito firme que hago, ahora mismo, de dar gusto al buen Jesús en los detalles minúsculos de la vida» [6].

Unos días después del pasaje que acabo de citar, escribía:

«Sobre estas consolaciones, voy a hacerme una advertencia. Las deseé... Ahora ya no. Si El las envía... vengan. No las pediré nunca. No quiero hacer nada –según la doctrina de Teresita y Mercedes– por ganar méritos, ni por miedo a las penas del purgatorio: todo, lo mínimo inclusive, quiero, desde ahora para siempre, hacerlo para dar gusto a Jesús» [7].

Y en noviembre de ese mismo año:

«Siento que el Señor me pide más oración: quiere, sin duda, que le dedique exclusivamente, ad hoc, más tiempo. Trataré de darle gusto» [8].

«No por soberbia, al sentir la falta de toda virtud en mí, sino por la pena de pensar que ni en eso sé dar gusto a Jesús [9].

En 1938, en la predicación de Vitoria se encuentra este apunte:

«Santa Teresita: dar gusto a Jesús. Es cuestión de Amor. Reparación» [10].

En síntesis: el clima paulino y la vida de infancia dan, en efecto, el temple a este punto. Vid punto 182.



[1] Que también aparece en el punto 182, procedente de Consideraciones Espirituales (Cuenca, 1934). Vid también p/669, redactado en Burgos.

[2] Escribe San Alfonso:

«No basta hacer obras buenas, es preciso hacerlas bien. Y para que nuestras obras sean buenas y perfectas, es necesario hacerlas con el solo deseo de dar gusto a Dios: col puro fine di piacere a Dio»(San Alfonso MarIa de Ligorio, Pratica di amar Gesù Cristo, VII, 3).

«La única y más agradable ocupación de todos los santos ha sido el desear ardientemente padecer toda suerte de trabajos, y desprecios y dolores, para dar gusto a Dios» (San Alfonso MarIa de Ligorio, Reflexiones devotas sobre diversos puntos de vida espiritual para guiar a las almas devotas que desean progresar en el amor divino, El Perpetuo Socorro, Madrid 1932, pg 207).

[3]

«Y para declarar esto es de notar que el siervo de Dios que a su señor desea placer debe plantar en su alma una fuerte voluntad o hábito de querer, engendrado de muchas veces quererlo la voluntad […]

Y entonces el gozo de Dios está en nosotros, como San Agustín declara, cuando le servimos como El quiere, y ninguna manera hay que tanto le contente como esta que ahora acabamos de decir. Y es que el siervo de Dios quiera tanto lo que Dios quiere, y quiera tanto emplear todo lo que es y puede, y todas las fuerzas interiores y exteriores en servicio de su Dios, que en cada obra que hiciere no sienta otro fin que le mueva sino querer placer a Dios»

(Fray Alonso de Madrid, Arte para servir a Dios, 1521, I, Notable 2; Neblí 25, 1960, pgs 43s).

[4] «Hasta el respirar sea por su amor y por darle gusto y contento en todo» (Decenario al Espíritu Santo, Día 2º, Instrucción; Patmos 35, pg 55; Logos 52, pg 97. Vid también Advª 3ª, Obseq. 4º y 7º; Patmos 35, pg 29, 78, 105; Logos 52, pg 68s, 121, 153).

[5] Vid la Introduccion al capítulo 42: «Vida de Infancia».

[6] Apuntes íntimos, nº 177. La cursiva de Santa es de San Josemaría, la otra es mía. «Merceditas» es Mercedes Reyna O’Farrill, Dama Apostólica del Sagrado Corazón. Nació en La Habana el 11-IX-1889, de antigua familia profundamente cristiana, que se trasladó a Madrid a raíz de la pérdida de Cuba.

En 1925, por consejo de San José María Rubio S.J, Mercedes se unió al grupo de señoras que preparaban la futura Congregación de Damas Apostólicas del Sagrado Corazón, fundada por Luz Rodríguez-Casanova, y que llevaban el Patronato de Enfermos.

Tomó el hábito la víspera de Navidad de 1928 y entregó su alma al Señor un mes después, 23-I-1929, en olor de santidad.

Patronato de Enfermos

 

San Josemaría Escrivá, capellán entonces del Patronato, que la conoció profundamente en vida y la atendió en el lecho de muerte, le tuvo una gran devoción personal. Él preparó los textos que figuran en la estampa para la devoción privada. Sobre Mercedes Reyna, leer los puntos 402, 662, 852, 862 y la Introducción al capítulo 41; VAzquez de Prada, I, pgs 313-315 y 419 nota 215; y, sobre todo, Asunción MuÑoz GonzAlez, «Testimonio», en Testimonios sobre el Fundador del Opus Dei, 1994, pgs 371-378.

[7] Apuntes íntimos, nº 185, 25-III-1931; la cursiva es mía.

[8] Apuntes íntimos, nº 380, 4-XI-1931; la cursiva es mía.

[9], Apuntes íntimos, nº 399, 18-XI-1931; la cursiva es mía.

[10] Ejercicios Espirituales, Meditación «Tres binarios», Vitoria 22-VIII-1938; guión nº 103; la cursiva es mía.