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Capítulo
Punto 668
Otras virtudes · Punto 668

 Hazlo todo
con desinterés,
por puro Amor,
como si no hubiera premio ni castigo. —Pero fomenta
en tu corazón
la gloriosa esperanza del cielo.

Comentario

Camino, en lengua bahasa

Despues de aludir a las tres virtudes, San Josemaría considera en este punto 668 la virtud de, la esperanza. Este texto procede del Cuaderno de Apuntes íntimos VII, nº 1123, transcrito el 27-I-1934.

El tenor literal del texto del Cuaderno es idéntico al de Camino, con alguna variante. Ese mismo día San Josemaría había transcrito la consideración que da origen al punto 93.

San Josemaría propone con profundidad y sencillez la relación entre las virtudes de la caridad y de la esperanza en la vida del cristiano.

Todo en Camino está dominado por la idea del Amor con mayúscula («No hay más amor que el Amor», «El Amor bien vale un amor», etc.: leer el comentario a los puntos 171 y 417).

Aquí San Josemaría emplea la expresión «puro amor», que inmediatamente recuerda al concepto –pur amour – que se hizo célebre en la teología espiritual del siglo XVII [1], pero con una comprensión teológica y antropológica realista, en la que el «amor amicitiae» (amor desinteresado) referido a Dios (Amor con mayúscula) atrae hacia sí, integra e ilumina al «amor concupiscentiae» (amor interesado), por la capacidad beatificante de ese mismo Amor en cuanto poseído. Dios quiere ser amado... y deseado [2].

El fomento de la esperanza que aconseja San Josemaría en oración adversativa, quiere descartar la exageración unilateral del «amor puro». Vid sobre el tema los puntos 139, 182, 669, 765 y 769 con sus comentarios.

En la literatura clásica española había una pieza poética –que San Josemaría tendría seguramente en la memoria y en el corazón–, que fundamenta plenamente la primera parte de este punto. Me refiero al célebre soneto anónimo del siglo XVI «A Cristo Crucificado» [3].

La segunda parte del punto es pura doctrina bíblica y patrística: «Gaudete in spe aeternitatis» [4].



[1] Vid el comentario al punto 182 de Camino.

[2] Vid Santo TOMAs de Aquino, Summa Theologiae, Iª q. 60 aa. 3 y 5; IIª-IIae qq. 23 a.1 y 26 a.3.

[3] Dice así este soneto:

«No me mueve, mi Dios, para quererte |
el cielo que me tienes prometido: |
ni me mueve el infierno tan temido |
para dejar por eso de ofenderte. |

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte | clavado en una cruz y escarnecido; |
muéveme ver tu cuerpo tan herido; | muévenme tus afrentas y tu muerte. |

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera | que aunque no hubiera cielo, yo te amara, |
y aunque no hubiera infierno, te temiera. |

No tienes que me dar porque te quiera: |
pues aunque cuanto espero no esperara, |
lo mismo que te quiero te quisiera».

Texto y análisis en Torcuato Luca de Tena, La mejor poesía cristiana, Martínez-Roca, Barcelona 1999, pgs 17 y 201-204, que ve la autoría en Teresa de Jesús o Juan de la Cruz. Un estudio crítico-histórico: Francisco Lopez Estrada, «En torno al soneto 'A Cristo Crucificado'», en Boletín de la Real Academia Española, enero-abril de 1953, pgs 95-106.

[4] «Gozad con la esperanza de la eternidad»: San Agustin, Sermón 171, 5; BAC 443, 1983, pg 688.