Procede de una ficha redactada por San Josemaría en Burgos. Este texto, escrito sobre una octavilla Bl, pluma de trazos fuertes, está inspirado en una vieja caricatura japonesa, que San Josemaría contempló durante su juventud y le quedó fuertemente grabada.
Dejó constancia en su Cuaderno IV, 2-IX-1931, nº 259:
«Y voy a terminar: todo esto me recuerda cierta curiosa caricatura japonesa: el hombre práctico (el apostólico, diríamos aquí) coloca su único farol a poca altura, para alumbrar en la noche a su familia, que se entretiene y charla iluminada por la llama humilde: el hombre presuntuoso (el seudoapóstol) coloca la lámpara en lo alto de un palo de veinte metros, para que desde lejos piensen: ¡hermosa luz tienen allá arriba!: pero ni ilumina a los extraños, ni calienta el hogar de los suyos, a quienes además deja a oscuras. Jesús mío: que el apostolado fecundo de tus hijos de la Obra de Dios sea la consecuencia de la luz y calor superabundantes de sus almas y de sus hogares: que nuestro apostolado sea un apostolado sin paradojas».
En el guión de predicación para una meditación que dio a los sacerdotes en Vitoria se encuentra el apunte que pudo sugerirle la redacción del punto que comentamos:
«Caricatura japonesa: el hombre discreto y el hombre presuntuoso».
En 30-V-1970, en un encuentro con mujeres en México le preguntaron sobre este asunto y comentó:
«Es que hay unas personas que efectivamente tienen una especie de efusión grande de religiosidad, que se ve –desde lejos atrae–, pero después se acerca uno a ellos y las obras no responden, están muy por debajo de aquella luz.
–Te voy a contar que hace muchos, muchos años, vi una caricatura japonesa. ¿Hay aquí alguna japonesa? Pues en aquella caricatura había dos dibujos. En una decía: el hombre presuntuoso; y estaban alrededor de la mesa el papá, la mamá y una colección de niños con los ojillos hasta aquí [rasgados]), y en lo alto de una pértiga –¿pértiga se dice aquí?–, en lo alto de un palo de veinte metros, tenían puesta una luz, que no servía más que para llamar la atención.
Decían: ahí está la familia de fulano, y la familia de fulano estaba a oscuras. En el otro dibujo ponía: el hombre prudente. En aquella otra familia estaba el papá, la mamá y una colección de críos, ¡bien!; y la luz estaba colocada en medio de la mesa, de modo que todos tenían luz y calor.
¿Has comprendido ahora? Esa que llama la atención y después no tiene obras, realmente tiene el corazón sin luz; por eso no tiene caridad, no tiene finura de amor con las almas. Ya me has entendido».