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Capítulo
Punto 484
Los medios · Punto 484

Sé instrumento:
de oro o de acero,
de platino o de hierro..., grande o chico, delicado o tosco...

—Todos son útiles: cada uno tiene
su misión propia.

Como en lo material: ¿quién se atreverá a decir que es menos útil el serrucho
del carpintero que
las pinzas del cirujano?

—Tu deber es ser instrumento.
 

Comentario

Rembrandt, Lección de anatomía. Detalle

Este punto de Camino se encuentra en clara relación con este texto de la meditación que San Josemaría predicó a un grupo de miembros de la Asociación Nacional de Propagandistas el día de San Pedro en Burgos, 1938 (leer el comentario al punto 104):

«Pedro y Pablo, instrumentos; yo, instrumento. –De oro, de platino... de acero, de hierro: grandes, chicos; toscos, muy delicados... ¡todos útiles!» [1].

El tema del cristiano, «instrumento» en las manos de Dios, es continuo en Camino –leer los puntos 475 y 477– y, en general, en la palabra de San Josemaría, que predicaba, por ejemplo, durante los meses que pasó refugiado en la Legación de Honduras:

«Jesucristo parece responder a semejantes reflexiones: […] Yo necesito de toda clase de instrumentos. En mi labor, infinitamente amplia y variada, se requieren desde la herramienta grande, dura, tosca, hasta la más fina y delicada. Se emplea cada una a su tiempo, del modo que conviene.

A veces, en mi taller, es necesario desbastar un tronco, para transformarlo en tablón; me sería inútil una lima de joyero o unas pinzas de platino y, en cambio, viene bien un serrucho fuerte, de dientes firmes.

En otros momentos, hay que componer un reloj, y necesito un destornillador finísimo, una lente, ruedas muy delicadas; ¿de qué me serviría un azadón, una pala, o un martillo grande? Cada instrumento a su tiempo, para su labor» [2].

En la predicación que hizo al clero de Vitoria, como ya había hecho antes en su predicación a los Propagandistas, el tema continúa:

«Todos buenos instrumentos: mejor o peor metal: grandes, pequeños: fuertes o sutiles...» [3].

Mientras el libro entraba en la imprenta, San Josemaría enviaba esta nota de dirección espiritual a Lola Fisac, una joven del Opus Dei que se encontraba en Daimiel:



Lola Fisac

«Jesús te guarde. Quédate tranquila: vas bien. ¡Sobre la nada edifica siempre el Señor! Todos los instrumentos le hacen falta: desde el serrucho del carpintero a las pinzas del cirujano. ¡Qué más da! La «gracia» está en dejarse «emplear». Frío o fervor: lo interesante es que la voluntad «quiera»: es –debe ser– para ti indiferente el fervor o el frío. Te bendigo. Mariano» [4].

En 1966, un redactor de Le Figaro, preguntaba a San Josemaría sobre el sentido de la afirmación contenida en este punto: «Tu deber es ser instrumento». En Conversaciones, 36 se lee esta respuesta:

«Pretende [Camino] ser un libro que lleva a tratar y a amar a Dios y a servir a todos. A ser instrumento, ésa era su pregunta, como el Apóstol Pablo quería serlo de Cristo. Instrumento libre y responsable: los que quieren ver en sus páginas una finalidad temporal, se engañan. No olvide que es corriente, en los autores espirituales de todos los tiempos, ver a las almas como instrumentos en las manos de Dios» [5].



[1] Plática «Pedro y Pablo, instrumentos», predicada a los Propagandistas, Burgos 29-VI-1938; guión nº 81.

[2] Predicación de San Josemaría en la Legación de Honduras, «Instrumentos de Jesucristo», 4-VII-1937, pg 180; XXIX.

[3] Ejercicios Espirituales, Plática «Espíritu de obediencia», Vitoria 19-VIII-1938; guión nº 122.

[4] Nota de San Josemaría a Lola Fisac, Madrid 19-VI-1939; EF 390619-1.

María Dolores Fisac Serna (1907), nació en Daimiel (Ciudad Real). Conoció a San Josemaría por carta en 1937, por ser la intermediaria en la correspondencia que se cruzaban el Fundador del Opus Dei, refugiado en la Legación de Honduras, con su hermano Miguel, que estaba escondido en Daimiel. Se incorporó entonces al Opus Dei. Al acabar la guerra conoció personalmente a San Josemaría, cuando éste se presentó en Daimiel para saludar a la familia y agradecer la ayuda prestada durante la guerra.

[5] Entrevista realizada por Jacques Guillemé-Brûlon y publicada en Le Figaro (París), el 16-V-1966. Texto en Conversaciones, 36.