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Capítulo
Punto 524
La Iglesia · Punto 524

¡Hay que romper a cantar!, decía un alma enamorada,
después de ver
las maravillas
que el Señor obraba
por su ministerio.
—Y yo te repito
el consejo: ¡canta!
Que se desborde en armonías tu agradecido entusiasmo por tu Dios.
 

Comentario

 
Salve popular a la Virgen del Rocío

 Salve Regina

Pienso que esa «alma enamorada» es el propio San Josemaría en las primeras experiencias de su ministerio sacerdotal

. En Perdiguera (Aragón), donde ejerció tareas de párroco en 1925, celebraba «Misa cantada» todos los días...

Algunas notas de sus Cuadernos:

«Recibí la bendición con el Ssmo., en la iglesia de Jesús [1], y al comenzar inmediatamente la antífona y el primer salmo de Laudes, lo repetí tres veces porque era como un grito de mi alma: «Iubilate in conspectu regis Domini. Cantate Domino canticum novum» (ps. 97)...

Y entonces comprendí muchas cosas: No soy menos feliz porque me falte que si me sobrara: ya no debo pedir nada a Jesús: me limitaré a darle gusto en todo y a contarle las cosas, como si El no las supiera, lo mismo que un niño pequeño a su padre» [2].

«Hoy dije a D. Lino –y le pareció muy bien– que debe cantarse solemnemente la Salve a Nuestra Señora todos los sábados. Así se hará en las casas de la Obra de Dios sin excepción» [3].

El entusiasmo de San Josemaría por la Liturgia y el canto litúrgico se traduce en una comprensión de la oración litúrgica como fuente de oración personal: vid p/86.

«Romper a cantar». La expresión ya apareció en el punto 298. ¿Arrancarán ambos puntos de una misma experiencia?



[1] Jesús de Medinaceli, de los capuchinos, iglesia de Madrid ya aludida en comentario al punto 86.

[2] Apuntes íntimos, nº 415, 26-XI-1931.

[3] Apuntes íntimos, nº 453, 4-XII-1931. Desde entonces –sin excepción, efectivamente– el cántico del Salve Regina (o de otra antífona mariana, según el tiempo litúrgico) es una realidad los sábados en todos los centros del Opus Dei en el mundo. ―Don Lino Vea-Murguía (1901-1936) conoció al Autor en 1931. Era uno de los sacerdotes que participaban en la «conferencia sacerdotal de los lunes» (consultar el comentario al punto 386) que organizó San Josemaría en aquellos años. Don Lino murió fusilado durante la persecución religiosa, en agosto de 1936.