Menú
Capítulo
Punto 530
Santa Misa · Punto 530

¿No es raro
que muchos cristianos, pausados
y hasta solemnes
para la vida de relación
(no tienen prisa),
para sus poco activas actuaciones profesionales,
para la mesa
y para el descanso (tampoco tienen prisa), se sientan urgidos
y urjan al Sacerdote,
en su afán de recortar, de apresurar
el tiempo dedicado
al Sacrificio Santísimo del Altar?

Comentario

 

Estos puntos 529 y 530 recogen convicciones muy profundas de San Josemaría, fruto de experiencia y estudio: la pausa, la actitud orante y adorante de celebrante y fieles en la liturgia de la Misa fue un tema vivísimo, siempre, en la historia personal del Fundador del Opus Dei

Cartuja de Miraflores

En la tarde del día 21-X-1938, estando en Burgos, fue con tres o cuatro miembros del Opus Dei a visitar la Cartuja de Miraflores.

Al volver, hicieron juntos un rato de lección espiritual, les dio una meditación y después tuvieron una prolongada tertulia. Lo que ahora nos interesa es aquella lectura, que hay que poner en relación con este punto 530. Leyeron unas páginas de un libro que San Josemaría conocía muy bien y que estaba manejando aquellos días. Me refiero a la célebre Instrucción de sacerdotes del cartujo del siglo XVI Antonio de Molina [1]. Eran los capitulos 12-15 del tratado III [2], dedicados a la pausa y gravedad con que se ha de celebrar la Santa Misa, sin apresuramiento.

«El libro y el tema –escribe Eduardo Alastrué en el Diario de ese día–, muy interesante: duración de la misa. El autor desmenuza admirablemente la cuestión y quedamos perfectamente enterados, mejor dicho, confirmados en nuestra opinión de que el barullo, la prisa, el decir y hacer todo a medias, si son en las cosas corrientes un gran defecto, en el Santo Sacrificio son intolerables» [3]. Las páginas del monje cartujo son, en efecto, piadosas, rigurosas y profundas. Así comienza el cap 12: «Es tan extremado y universal el abuso que hay en este tiempo acerca de decir la Misa acelerada y atropelladamente, que a los que lo miran con ánimos píos y religiosos les lastima mucho y quebranta el corazón» [4].

Lo que el P. Molina veía como algo tan «universal» en el siglo XVII, era igualmente una cuestión pastoral en la época del San Josemaría y así lo reflejó en este p/530, escrito por aquellos días sin duda, prolongando la preocupación reflejada en el p/529, ya incluido en la edición de Cuenca [5].

El día 23 de octubre tuvieron en la habitación del Hotel Sabadell un día de retiro espiritual, al que asistieron los tres recién llegados de la zona republicana [6] y los tres habituales. Predicaba San Josemaría. En el Diario del pequeño grupo se relata detenidamente la jornada, el plan y el contenido de las meditaciones y se nos dice –por eso se trae aquí a colación– que la lectura espiritual se hizo de nuevo con el libro del P. Molina [7].

Es muy coherente que terminaran de leer el tratado III, continuando donde se quedaron el día anterior. Ese final del tratado (cap XVI-XVIII, pgs 271-291) es una vibrante crítica al estado de abandono de muchas iglesias y al deterioro y suciedad de ornamentos y vasos sagrados. Texto digno de releerse. En esta línea se mueve precisamente el p/527.



[1] Formaba parte de la bibliografía que utilizaba para preparar un «Devocionario litúrgico» en el que entonces trabajaba a la vez que en Camino. Nombre exacto del libro: Instrucción de sacerdotes en que se les da doctrina muy importante para conocer la alteza del Sagrado Oficio Sacerdotal, y para exercitarle debidamente, sacada toda de los Santos Padres, y Doctores de la Iglesia, por el Padre Don Antonio de Molina, indigno Monge de la Cartuxa de Miraflores […] Barcelona, Por Antonio Arroque Impressor, y a su costa. Año 1744.

Libro altamente prestigioso durante siglos, del que se hicieron muchas ediciones en todas las lenguas. Escribe Pierre Pourrat, La spiritualité chrétienne. IV. Les temps modernes. II. Du Jansénisme à nos jours, Lecoffre – Gabalda, Paris 1947, pg 505s: «C'est d'Espagne surtout et un peu de l'Italie qu'est venu cette riche doctrine sur le sacerdoce qu'ont tant exploitée les réformateurs français du clergé. […] Antoine de Molina fut, en quelque sorte, le docteur de la réforme de clercs par son célèbre ouvrage sur L'Instruction des prêtres. Tous ceux qui ont écrit sur le sacerdoce, au XVIIe siècle et après, se sont inspirés de lui». La Instrucción promovía la comunión frecuente y fue muy atacada por el jansenismo. San Vicente de Paúl –dice Pourrat– combatía las «désolantes doctrines d'Arnauld sur la communion» con «les maximes du Père Molina» (ibidem, pg 507).

[2] Páginas 256-271 de la citada edición.

[3] Diario de Burgos, 21-X-1938; Eduardo Alastrué.

[4] El capítulo 15 se titula: «Si deben los sacerdotes abreviar o apresurar la Misa por conformarse con el gusto de los oyentes y no serles molestos». En la página 265 se lee: «Verdaderamente es cosa intolerable, y tentación clarísima del demonio, ver muchas personas desocupadas, y que se están muchas horas muy de espacio parlando, y jugando, murmurando, o en otras ocupaciones, o peores, y llegados a oír Misa, miden el tiempo no por horas o cuartos, sino por instantes y minutos, que parece testifican con esto, que no la van a oír sino por cumplir con el mundo».

[5] A Eduardo Alastrué, que participaba esos días en la Santa Misa que celebraba San Josemaría, le impresionó, sin duda, esta lectura por lo que vivía a diario en aquellas celebraciones. Al día siguiente, al anotar la actividad tempranera del pequeño grupo en el Diario, escribe: «Una meditación paseando, la Misa –de las que hubieran satisfecho al P. Molina– y el desayuno en las Teresianas...» (Diario de Burgos, 22-X-1938; Eduardo Alastrué).

[6] Álvaro del Portillo, Eduardo Alastrué y Vicente Rodríguez Casado. Vid com/39 nt 116.

[7] Diario de Burgos, 23-X-1938; Eduardo Alastrué.