Texto del Cuaderno VI, nº 1046, fechado por San Josemaría el 2-VIII-1933 [1]. El tenor literal es idéntico al de Camino, con sólo variantes de puntuación. Pero la idea y el símil era dos años anterior, según leemos en el Cuaderno IV:

«La Obra de Dios, su apostolado, no será una estrella, que brilla en lo alto del firmamento, lejos de los muchos que admiran su parpadeo luminoso, pero estéril... Será una antorcha, que irá junto al suelo, vista por muy pocos, pero encendiendo las almas todas con el fuego que Cristo vino a traer a la tierra» [2].

Este punto 835 hay que ponerlo en interna relación con el punto 459. El uno es la inversión del otro, ofreciendo en ambos San Josemaría el mismo mensaje. Se trata de un binomio dialéctico construido con diversos elementos: luz – brillo – altura – lejanía, de una parte, y fuego – calor – cercanía – silencio, de otra.

La matriz redaccional de ambos tiene dos meses de diferencia: septiembre (punto 459) y noviembre (punto 835) de 1931. El primero está inspirado en la caricatura japonesa (según se lee en el punto 459), y el segundo está fermentado –como el punto 801– por la meditación del «ignem veni mittere in terram» (Fuego he venido a traer a la tierra, Lc 12, 49) [3].

Esta manera «escondida y silenciosa» –que no es secreta– de propagar el «incendio» del Espíritu de Cristo en la vida ordinaria es uno de los rasgos más decisivos de Camino y de la espiritualidad de San Josemaría.