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Punto 836
Táctica · Punto 836
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Comentario
Este punto es el resultado de la fusión de dos textos de origen diverso. El texto original corresponde a la primera frase, que es el punto tal como se lee en las cuartillas a velógrafo y en la edición de Cuenca, que a su vez procedía, a la letra, del Cuaderno V, nº 634, fechado en 6-III-1932 [1].
San Josemaria, en la redacción final de este punto que hizo durante su estancia en Burgos, lo completó con un texto que es idéntico a la segunda frase del punto que comentamos.
El mensaje de este punto 836 ofrece un criterio de fondo –que los católicos no faciliten, no hagan eco a las actividades que van contra la Iglesia, lo cual pertenece al «sentido común cristiano»– expresado en los términos del tremendo enfrentamiento intelectual y espiritual –con sus secuelas políticas– que se vivía en Europa, y concretamente en España, aquellos años. Una de las más antiguas ilusiones de San Josemaría era fomentar el mutuo conocimiento de la actividad cultural, científica y social de los católicos de unos países en otros. Le impresionaba el desconocimiento casi total que había en esta materia y el hecho de que los intelectuales racionalistas y laicistas eran militantes a la hora de «ignorar» a los católicos [2]: también en este ámbito se daba la «conspiración del silencio» de la que hablaba Pío XI [3]. Cuando San Josemaría habla de enemigos, no son nunca enemigos personales. Las expresiones bíblicas «enemigos de Dios», «enemigos de la Iglesia» ( Mt 13, 28.39, St 4, 4), en aquellos momentos dramáticos de la vida civil y religiosa de Europa, eran usuales en el lenguaje del Papa y de los Obispos. Con un cambio de acentos –o de formas, si se quiere–, en la vida pública y cultural de este siglo que comienza el tema sigue teniendo una viva actualidad. San Josemaría fomentó siempre, por lo demás, el espíritu de convivencia amistosa entre las personas: ten sólo amigos, no tengas enemigos, dirá más abajo, en el punto 838. Y acuñó esta fórmula para el programa de vida de sus seguidores, a los que recomendaba que fueran : «sembradores de paz y de alegría» [4]. |