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Punto 980
El apostolado · Punto 980
«¿Acaso no tenemos facultad de llevar |
Comentario
Los tres últimos puntos de este capítulo –que fueron redactados por San Josemaría en Burgos– tratan, como se acaba de leer, de «la mujer en el apostolado». No quiere decir esto que ahora comience San Josemaría a hablar del apostolado de la mujer, pues lo que viene tratando en todos los capítulos se refiere, indistintamente, a hombres y mujeres (con la manera de lenguaje a la que nos hemos referido en diversas ocasiones). En rigor y desde la perspectiva en que se sitúa Camino, San Josemaría no tiene nada que decir a las mujeres que no sea repetir, en femenino, lo que ha dicho para todos desde el primer punto del libro [1]. Por eso, estos tres puntos tienen, a mi parecer, una singular naturaleza: figuran no como consideración «sectorial» del apostolado peculiar hecho por las mujeres –nada dicen sobre la materia–, sino como una reflexión, apenas incoada, sobre los lugares bíblicos que presentan el «grupo de los discípulos» como formado desde los orígenes por «hombres y mujeres» en unidad de comunión con Jesús y con diversidad de ministerios. En este primer punto San Josemaría quiere mostrar, apoyándose en el célebre texto paulino, la legitimidad de una empresa apostólica que agrupe hombres y mujeres. Desde el plan de Dios sería «suicida» desdeñar esa colaboración. En un guión de predicación se lee este apunte. escrito con lenguaje casi telegráfico, donde describe los inicios del plan de Dios en la misión de la Iglesia, que toma como modelo para el momento actual:
Para San Josemaría, el esquema de la «misión cristiana» es efectivamente éste: La potencia del Padre, que por Cristo envía su Espíritu, y «el grupo de los discípulos» (hombres y mujeres), que recibe el Espíritu para poder realizar la misión. En este punto 980 San Josemaría parte del texto de San Pablo sobre la «mujer hermana» –que apunta a una situación histórica muy concreta [3]– y, apoyándose en el hecho, transciende esa situación invocada por Pablo para hablar, de manera general, de la presencia y la responsabilidad de las mujeres en la misión apostólica [4]. Por lo demás, el tenor redaccional del punto parece rememorar la época que sigue al 2 de octubre de 1928, fecha de la fundación («Yo había escrito: nunca habrá mujeres –ni de broma– en el Opus Dei» [5]) y la inspiración del Señor que le llevó a extender el Opus Dei a las mujeres, el 14 de febrero de 1930.
San Josemaría decía con humildad:
[1] Lo cual no significa que la peculiaridad femenina no pueda dar lugar –y de hecho lo ha dado– a un tratamiento de la totalidad de la vida cristiana desde la manera de ser propia de las mujeres. Pero cuando se está explicando el Evangelio a los cristianos, se habla como San Pablo: a hombres y mujeres, a siervos y a libres, a judíos y a griegos. [2] Ejercicios Espirituales, Plática «Espíritu de fe», Vitoria 18-VIII-1938; guión nº 101. [3] En esta ocasión –como en general cuando cita pasajes largos– San Josemaría toma casi a la letra la traducción usual de Petisco - Torres Amat, mediada (durante la época de Burgos) por la edición del P. Carmelo Ballester (nombrado Obispo de León) que le regaló en Pamplona don Marcelino Olaechea. Estas ediciones, como es sabido, incluían notas intercalares (glosas en cursiva dentro del texto). La «mujer hermana en Jesucristo, para que nos asista» de Torres Amat es lo que la Biblia de Jerusalén traduce por «mujer creyente» o la Biblia de Navarra por «mujer hermana». La Biblia de Jerusalén explica en nota: una «mujer cristiana que se ocupaba de las necesidades materiales de los apóstoles». [4] En las galeradas de la 1ª edición se introdujo una errata que no fue corregida y que pasó a las sucesivas ediciones: me refiero a los dos puntos (:) después de «Corintios». San Josemaría , sin embargo, tanto en la «gaitica», de su puño y letra, como en el original para la imprenta, cierra la frase y pone –con toda lógica– punto (.), pues está comunicando al lector la fuente bíblica del párrafo anterior, entrecomillado. La frase que sigue, introducida por el característico guión largo del Autor de Camino, es la conclusión que propone a partir de la doctrina del Apóstol. [5] Notas de una meditación, 14-II-1964; AGP, sec P, leg 9, pg 74. [6] Así se lo oí yo explicar personalmente en Roma, 1957. En la citada (nota anterior) meditación, concreta más:
El subrayado es mío. Se trata de la Marquesa de Onteiro, madre de Luz Rodríguez-Casanova que vivía en la calle Alcalá Galiano, 3. Vid com/12 nt 41 y vazquez de Prada, I, pgs 315-324. [7] El texto continúa: «y la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz queriéndola yo encontrar y no encontrándola. También durante la Misa» (Notas de una tertulia, Roma 14-II-1960; AGP, sec A, leg 51). En el Cuaderno V, nº 931, el Fundador se expresa así: «14 de febrero de 1933: hoy hace tres años que el Señor pidió la Obra femenina». He subrayado esa palabra –pidió–, que San Josemaría empleaba para indicar que no fue iniciativa suya sino del Señor. VAZQUEZ de Prada, I, pgs 315-324. —El Opus Dei –como su Fundador explicó muchas veces– es una única unidad apostólica de hombres y mujeres con unidad de espíritu y de régimen, y a la vez con apostolados claramente diferenciados (vid Conversaciones, 99). El Papa Juan Pablo II, cuando erigía el Opus Dei como Prelatura personal, se inspiraba en esta realidad: «quasi apostolica compages quae sacerdotibus et laicis sive viris sive mulieribus constabat eratque simul organica et indivisa». El Beato Josemaría y, después, sus sucesores en el gobierno del Opus Dei (Prelatura personal desde 1982) gobiernan la Obra con la colaboración institucional de sendos Consejos de hombres y de mujeres. Vid Estatutos de la Prelatura del Opus Dei, art. 125, 138 y 146; texto, por ej, en P. Rodríguez – F. Ocáriz – J. L. Illanes, El Opus Dei en la Iglesia, 2000, pgs 309-346. |