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Capítulo
Punto 435
Amor de Dios · Punto 435

«Timor Domini sanctus».

—Santo es
el temor de Dios.

—Temor que es veneración
del hijo para su Padre, nunca temor servil, porque tu Padre-Dios no es un tirano.

Comentario

Este punto y el siguiente fueron escritos San Josemaría en 1934: pasaron, pues, directamente a Consideraciones Espirituales. El punto 435 está fechado en 5 de enero y se encuentra en el Cuaderno VII, nº 1099 [1], con tenor literal idéntico.

La vivencia espiritual que recoge San Josemaría en este punto se remonta al otoño de 1931, a aquellos meses en los que Dios le concedió un desbordante sentido de su filiación divina en Cristo [2].

Leer en este sentidos los comentarios a los puntos 267 y 430.

La definitiva experiencia del temor de Dios como dimensión del Amor y de la filiación que se refleja en este punto, culmina de alguna manera aquella secuencia sobrenatural.

Encontramos en su Cuaderno palabras relevantes en relación con la historia o prehistoria de este punto que comentamos.

Había tenido el 28 de octubre de aquel año 1931 diversas contradiccionesy sufrimientos. Escribía San Josemaría:

«Como una respuesta del Cielo al clamor mío de esta noche, anticipadamente y porque sí, esta mañana a las nueve, cuando iba a coger el tranvía para Chamartín [3], me encontré con que estaba yo recitando un versículo, que también porque sí o por costumbre (desde luego, creyendo que era de Dios) apunté en mi cuartilla: timor Domini sanctus, permanens in saeculum saeculi; iustitia Domini vera iustificata in semetipsa (Ps. 18, 10). Altos y justificados son tus juicios, Señor: santo es el temor del Señor, pero, acatando, con toda mi alma, tus juicios, Jesús mío, llévame por caminos de Amor» [4].

En contra de lo que tenía sabido y experimentado –especialmente desde diez días antes (leer la experiencia del 17 de octubre en el comentario al punto 267)– el Señor permitió que se le ofuscara el pensamiento y el timor del salmo 18 le apareciera, como vemos, contrapuesto al Amor, como temor que angustia y paraliza.

Fue una jornada durísima para él aquella del 28 de octubre. En la oración de la noche –escribe San Josemaría – encontró paz. y pudo dormir.

Al día siguiente, pasada la prueba, experimentó de nuevo la efusión del Espíritu. Escribía al anochecer:

«¡Qué alegría, qué gozo más grande y sobrenatural me ha dado hoy Jesús, después de las congojas de ayer! Porque ayer sufrí mucho. […] Cuántas veces han salido hoy estos afectos encendidos de mis labios y de mi corazón.» [5].

Había ido a ver a su confesor, que le explicó lo que él ya tantas veces había gozado y meditado: que el timor Domini no es temor, miedo, sino respeto y veneración. Al día siguiente escribía:

«Hoy me encuentro algo cansado, indudablemente como consecuencia de la conmoción espiritual de estos dos días últimos, de ayer sobre todo. –No comprendo mi obcecación al traducir el timor, pues otras veces, p.e., en la frase 'initium sapientiae timor Domini', siempre por temor entendí reverencia, respeto. –Jesús, en tus brazos confiadamente me pongo, escondida mi cabeza en tu pecho amoroso, pegado mi corazón a tu Corazón: quiero, en todo, lo que tú quieras» [6].

Este lance espiritual es el que está en la trastienda del punto que comentamos y del sentido del temor en clave del Amor a que nos referíamos comentando el punto 431. Esta realidad, tan central en la vida interior, se remacha en este punto desde el don de la filiación divina del cristiano: «veneración del hijo para su Padre».

El fondo como siempre, es la tradición de los Padres:

«El temor de Dios repele el temor del infierno porque hace que el hombre huya del pecado y multiplique sus buenas obras. Tras lo cual llegará a aquel temor que se llama santo y permanece para siempre (Sal 18, 10), porque está fundado en el amor» (San Agustín).

Como vemos, San Josemaría pone siempre el acento de ese amor en la conciencia de la paternidad de Dios y de la filiación divina del cristiano [7].



[1] Futuros puntos de Camino transcritos ese día: 110, 718, 435, 983, 386, 325, 65, 178, 174, 802, 173.

[2] Vid punto 267 y su comentario; VAZquez de Prada, I, pg 392.

[3] Chamartín estaba entonces en un extremo de Madrid. El tranvía en el que San Josemaría tuvo la experiencia del 17 de octubre (leer el comentario al punto 267) era el 48, que iba de la estación de Atocha hasta la Glorieta de Quevedo, en el barrio de Chamberí, cerca de la calle Viriato, donde vivía San Josemaría con su madre y sus hermanos Carmen y Santiago..

[4] Apuntes íntimos, nº 357; la cursiva es del original.

[5] Apuntes íntimos nº 359, 29-X-1931.

[6] Apuntes íntimos nº 364, 30-X-1931.

[7] Vid especialmente los puntos 267 y 274.