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Capítulo
Punto 708
Lucha interior · Punto 708

 El mundo, el demonio y la carne son unos aventureros
que, aprovechándose de la debilidad
del salvaje
que llevas dentro, quieren que, a cambio del pobre espejuelo
de un placer
—que nada vale—,
les entregues el oro fino y las perlas
y los brillantes
y rubíes
empapados en la sangre viva y redentora de tu Dios,
que son el precio
y el tesoro
de tu eternidad.

El Sueño del Caballero, Detalles

Comentario

El Sueño del Caballero, Antonio Pereda, 1670

Texto del Cuaderno VI, nº 904, 9-I-1933 [1]. El tenor literal del texto es idéntico al de Camino [2]. Es un punto que guarda una íntima relación con el anterior.

El mundo, el demonio y la carne son, en la catequética tradicional, «los enemigos del alma». Esta «trilogie malfaissante» (André Combes), bien discernida por San Agustín [3] y San Bernardo [4], entra en la gran catequética del XVI.

El Catecismo del Concilio de Trento (1566) habla de esos «enemigos» en relación con el sacramento de la Confirmación: en el que «se nos da el Espíritu y unas nuevas energías con las que podemos resistir y rechazar valientemente a la carne, al mundo y al demonio (carni, mundo, et Satanae), que son nuestros perpetuos enemigos» [5].

La doctrina y la fórmula llega hasta nuestros días [6]. Todo, en realidad, es una glosa y una catequesis sobre la doctrina de San Pablo.

San Josemaría supone que el lector concoe esta doctrina catequética. Por eso no habla de los «enemigos del alma», sino de los «aventureros» dispuestos al asalto y del «salvaje que llevas dentro» –algo muy próximo al «cuerpo de muerte» del punto 707–, que es al que hay que vencer para que los aventureros no tengan cómplices, como ya decía San Agustín:

«No temáis a ningún enemigo exterior: véncete a ti mismo y el mundo está vencido: te vince et mundus est vinctus» [7].

La imagen que emplea San Josemaría no está tomada de la naturaleza, sino de la historia: los engañosos trueques entre los conquistadores españoles y los indígenas del Nuevo Mundo, que cambiaban oro por vidrios de colores. A este propósito, Ibáñez Langlois ha señalado que la imagen manifiesta, con interna propiedad teológica, una esencial dimensión del pecado: el pecado como estafa [8].

El punto es una forma vivencial y gráfica de designar esa realidad que permanece «dentro» del hombre justificado en Cristo –personificada en el «salvaje»– y que el Concilio de Trento llama «concupiscencia» o fomes peccati, porque del pecado procede y al pecado incita [9].

El Concilio de Trento dice que permanece en el hombre ad agonem, para el combate por seguir a Cristo. Hay que repetir aquí el «Te basta la gracia» del punto anterior.



[1] Escrito a la vez que los futuros puntos 615 y 22.

[2] En el Cuaderno decía primero «brillantes» y después intercaló el artículo: «los».

[3] De agone christiano, 6 (PL 40, 294); BAC 121, 1955, pg 486.

[4] In Canticum, sermo 1, 9 (PL 183, 788 D); BAC 491, 1987, pg 84s.

[5] Catechismus Romanus, II, 1, 28; ed. P. Rodríguez, Città del Vaticano/Pamplona 1989, pg 173 lín 451-453.

[6] Los célebres Catecismos de Astete (1576) y Ripalda (1591), en los que aprendieron la doctrina cristiana durante siglos los niños españoles, tienen sendas secciones sobre el tema (Catecismos de Astete y Ripalda, Luis Resines (ed.), BAC 493, Madrid 1987) Astete: «Los enemigos del alma, de que hemos de huir, son tres: Mundo, Demonio y Carne» (pg 178); Ripalda: «Los enemigos del alma son tres: Mundo, demonio y carne» (pg 363).

[7] San AGUSTIN , Sermo 57, 9; BAC 441, 1983, pgs 139-140.

[8] Cfr J. M. IBAÑEZ Langlois, Josemaría Escrivá como escritor, (2002), pg 21.

[9] ConcILIO de Trento, sess V, Decr de peccato originali, DB 1515; Catechismus Romanus, II, 2, 43.