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Capítulo
Punto 720
Lucha interior · Punto 720

 ¡Que cuesta!

—Ya lo sé. Pero, ¡adelante!:
nadie será premiado —y ¡qué premio!—
sino el que pelee
con bravura.

Comentario

Zurbarán: Santa Casilda.

Texto escrito por San Josemaría en Burgos sobre una octavilla blanca con grafía gruesa. El punto, como varios otros, parece construido en la etapa final de la redacción, cuando San Josemaría releía las cartas de dirección espiritual escritas a los jóvenes universitarios repartidos por los frentes de guerra.

Este punto en concreto está compuesto de dos frases que proceden de dos cartas distintas a la misma persona:

«¡Que cuesta! Ya lo sé. No hay quien no sepa hasta qué punto es duro sajar; cortar, luego; cauterizar, después» [1].

La segunda frase es de una carta escrita unos días antes:

«¡Desde esta fría meseta castellana, con todo el caluroso afecto de Padre, me tienes siempre junto a ti, haciendo compañía a tu Santo Angel Custodio... ¡Adelante!: nadie será premiado –y ¡qué premio!– sino el que pelee con bravura» [2].

San Josemaría trata de llevar a aquellos jóvenes, que están combatiendo una guerra terrena, el sentido y la meta de la pelea sobrenatural que San Pablo vivía e inculcaba a su discípulo Timoteo:

«el atleta que compite no recibe la corona si no ha competido siguiendo las reglas del juego» (2 Tm 2, 5).

Hay que combatir un buen combate (1 Tm 6, 12) –el buen combate de la fe (2 Tm 4, 7)–, apoyándonos en la potencia de Cristo (Col 1, 29), hasta alcanzar «la corona de justicia que en aquel Día me entregará el Señor, justo Juez; y no sólo a mí, sino también a todos los que hayan esperado con amor su venida» (2 Tm 4, 8).

San Agustín había recogido este «clima» del Nuevo Testamento cuando predicaba:

«Mientras llega la paz, en la que no tendremos enemigo alguno, lo nuestro es pelear larga fiel y valientemente, para merecer ser coronados por el Señor Dios» [3].



[1] Carta de San Josemaría Escrivá, Burgos 2-V-1938; EF 380502-7.

[2] Carta de San Josemaría Escrivá, Burgos 27-IV-1938; EF 380427-1.

[3] San Agustin , Sermón 87 A, 2; BAC 441, 1983, pg 417.