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Capítulo
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Punto 756
La voluntad de Dios · Punto 756
Nosotros somos piedras, sillares, |
Comentario
Es el primer punto del cap en la edición de Cuenca. Proviene del Cuaderno V, nº 704, fechado en 22-IV-1932 [1], que comienza así: «Nosotros somos los sillares que Jesús quiere que se entierren en los cimientos. Sillares, que se mueven, que sienten, etc.» [2]. El tema de la edificación, de tanta raigambre bíblica y patrística para la descripción simbólica de la Iglesia, era muy querido del Autor para explicar el desarrollo del Opus Dei en la Iglesia, y lo prolongaba –siguiendo el texto bíblico (1 P 2, 5)– al ámbito directamente antropológico, como hace en este punto: las «piedras vivas» de las que habla San Pedro «se mueven, [que] sienten, [que] tienen una libérrima voluntad». Conceptos «personalistas» que integra en la imagen «física» de las piedras para presentarnos el misterio de la omnipotente Voluntad de Dios y la apertura a ella de la libertad humana. Esto que digo es objeto de un desarrollo temático en la meditación que predicó en Honduras bajó el título «Sillares» [3]. Nótese que el texto del Cuaderno tiene una frase que no pasa a C: «Nosotros somos los sillares que Jesús quiere que se entierren en los cimientos». Se entiende, del Opus Dei, que daba los primeros pasos. La frase que sigue a continuación en el Cuaderno pone de manifiesto la disponibilidad que Escrivá pedía a aquella primera generación, que debía hundirse y ocultarse en Dios y en el trabajo profesional: «¿Qué hemos de hacer, mientras llega la hora? Preparar la maleta de nuestra santificación. Dejar obrar al Espíritu Santo en nuestras almas, ser dóciles a la gracia y estudiar, trabajar cada uno cuanto pueda en su profesión, dispuestos siempre a dejarlo todo al instante en seguida que Jesús disponga». «Mientras llega la hora». El Autor está pensando, de manera inmediata, en el momento que anhelaba: cuando el Opus Dei pudiera tener sus primeras obras apostólicas: serían, al año siguiente, la Academia DYA y, en el 1934, la Residencia de Estudiantes de Ferraz, que simbolizaban la expansión e implantación del Opus Dei por todo el mundo. El criterio que el Beato Josemaría da a aquellos primeros vale, claro está, para todos los que habrían de venir después. |