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Capítulo
Punto 758
La voluntad de Dios · Punto 758

 La aceptación rendida de la Voluntad de Dios trae necesariamente
el gozo y la paz:
la felicidad en la Cruz.

—Entonces se ve
que el yugo de Cristo
es suave
y que su carga
no es pesada.

Comentario

Actitud de Benedicto XVI
ante la lesión que había sufrido, fruto de una caida

Texto del Cuaderno IV, nº 392, fechado en 15-XI-1931 [1]. El tenor literal es idéntico al de Camino, con sólo variantes de puntuación.

La doctrina que San Josemaría expone en este punto es como la consecuencia de la recitación de la jaculatoria del punto 691. Vid com. San Pablo sitúa el gozo y la paz, en segundo y tercer lugar respectivamente, entre los «frutos» del Espíritu Santo en el alma (Ga 5, 22). Vid el punto 68 y los comentarios a ese punto. San Agustín hablaba con el mismo tenor de espíritu:

«Tan ligera es la carga de Cristo, que no sólo no oprime, sino que alivia. Conviene que la lleves para sentirte aligerado; si te la quitas de encima te encontrarás oprimido» [2].

El punto que comentamos subraya que esa alegría se da «en la Cruz», en «su dulce Cruz» (punto 658). Es un tema central en la predicación de San Josemaría. Vid punto 555 y com. La «carga» de Cristo (la Cruz) –de nuevo Agustín– es incluso el vuelo hacia Dios:

«La carga de Cristo es tan leve que levanta; no serás oprimido por ella. Piensa que esta carga sea para ti tal cual es el peso de las alas para las aves; si las aves tienen el peso de las alas, se elevan; si lo pierden, quedarán en tierra» [3].

«Felicidad en la Cruz». «Muchas veces los Santos han vivido algo semejante a la experiencia de Jesús en la cruz en la paradójica confluencia de felicidad y dolor» [4].



[1] En ese día antes había escrito el p/764.

[2] San AgustIn, Sermón 112 A (= Caillau, 2, 11), 6; BAC 441, 1983, pg 809.

[3] San AgustIn, Sermón 68, 12 (= Mai 126); BAC 441, 1983, pg 291.

[4] Juan Pablo II, Carta Apost Novo millennio ineunte, 6-I-2001, nº 27, que continúa: «En el Diálogo de la Divina Providencia Dios Padre muestra a Catalina de Siena cómo en las almas santas puede estar presente la alegría junto con el sufrimiento: «Y el alma está feliz y doliente: doliente por los pecados del prójimo, feliz por la unión y por el afecto de la caridad que ha recibido en sí misma. Ellos imitan al Cordero inmaculado, a mi Hijo Unigénito, el cual estando en la cruz estaba feliz y doliente» (n 78). Del mismo modo Teresa de Lisieux vive su agonía en comunión con la de Jesús, verificando en sí misma precisamente la misma paradoja de Jesús feliz y angustiado: «Nuestro Señor en el huerto de los Olivos gozaba de todas las alegrías de la Trinidad, sin embargo su agonía no era menos cruel. Es un misterio, pero le aseguro que, de lo que pruebo yo misma, comprendo algo» (Últimos Coloquios. Cuaderno amarillo, 6 de julio de 1897: Opere complete, Ciudad del Vaticano 1997, 1003)». Vid Lucas F. Mateo-Seco, «Sapientia Crucis. El misterio de la Cruz en los escritos de Josemaría Escrivá de Balaguer», en Scripta Theologica 24 (1992) 419-438.