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Capítulo
Punto 145
Santa Pureza · Punto 145

 Frente de Madrid. Una veintena de oficiales
en noble y alegre camaradería.
Se oye una canción,
y después otra y más.
Aquel tenientillo
del bigote moreno
sólo oyó la primera:
Corazones partidos
yo no los quiero;
y si le doy el mío,
lo doy entero.
«¡Qué resistencia a dar mi corazón entero!» —Y la oración brotó, en cauce manso y ancho.
 

Comentario

La «gaitica» está escrita en una octavilla de la serie redactada sobre octavillas hechas con folios de una especie de boletín de prensa, sin fecha. Como en general todos los puntos redactados en octavillas con dorsos de texto impreso, debe éste ser situado en los últimos meses de la redacción de Camino: octubre-diciembre 1938 y enero 1939. Pero en este caso, lo sabemos de manera inequívoca.

La anécdota que relata San Josemaría –con emoción contenida– tiene como protagonista a Ricardo Fernández Vallespín, arquitecto, que era, hasta que estalló la guerra civil, el director de la Residencia de Estudiantes de Ferraz.

Prácticamente todo el año 1938 estuvo como teniente de Artillería en el célebre «frente de Madrid», a las puertas de la capital de España, cerca de Carabanchel. Tenía entonces 25 años. Era uno de los hombres en que «se apoyaba» San Josemaría para hacer el Opus Dei (a esto alude en el punto punto 314). El 18 de diciembre escribía a San Josemaría :

«El día de la Inmaculada después de la Santa Misa, nos invitaron a comer los infantes. El Alférez fue al Majuelo (una posición) y Parera y yo nos quedamos en el pueblo. Eramos unos veinte oficiales. El Comandante del Tabor es de lo mejorcito de su clase. De sobremesa –vino abundante– se cantaron canciones de todos tonos y colores. Entre ellas una se me quedó grabada:

'Corazones partíos
yo no los quiero
y si lo [sic] doy el mío
lo doy entero'.

¡Qué resistencia a dar el corazón entero!» [1].

La carta debió conmover a San Josemaría, que veía cómo Cristo «tiraba» de los suyos –«omnes traham ad meipsum» (Jn 12, 32)– en medio de las circunstancias más dispares y adversas.

La oración que brotó «en cauce manso y ancho» fue sin duda, como indica San Josemaría, la de Ricardo Fernández Vallespín, que renovaba al Señor su entrega fustigado por una canción, pero es imposible no ver a San Josemaría haciendo oración con la carta en la mano y apuntando en un medio papel roto las misericordias del Señor [2]. Vid el comentario al punto 155. Así se cierra este capítulo de Camino y se abre el que tiene por título «Corazón».



[1] Carta de Ricardo Fernández Vallespín a San Josemaría Escrivá, Frente de Madrid 16-XII-1938; AGP, sec N-2, leg 147, carp D, exp 1; la cursiva es del original. Nótese la expresión popular «corazones partíos» que San Josemaría admitió primero y finalmente no recibió en su texto.

[2]Al transcribir el comentario que hace Vallespín en su carta, pone el acento personalista, característico de Camino: «¡Qué resistencia a dar mi corazón entero!». Es casi seguro que el «tenientillo» no tendría conciencia de que la canción le interpelaba, casi a la letra, con el texto de Pr 23, 26: «Praebe, fili mi, cor tuum mihi, et oculi tui vias meas custodiant».

 

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