Menú
|
Capítulo
|
Punto 267
Presencia de Dios · Punto 267
Es preciso convencerse de que Dios está junto a nosotros de continuo. —Vivimos como |
Comentario
Se encuentra en el Cuaderno IV, nº 281, 12-IX-1931, fiesta del Dulce Nombre de María. Es uno de los puntos más extensos de Camino y, tal vez, uno de los más característicos del hondo sentido de la filiación divina que tuvo San Josemaría y que se manifiesta en todas las páginas del libro. Condensa este punto, en efecto, la predicación del Autor sobre la relación del cristiano con Dios, basada en la proximidad e intimidad amorosa del Señor [2], cimentada en que ese Dios –interior intimo meo [3]– es Padre lleno de Amor misericordioso al hombre. Esa predicación, a la vez que recogía el meollo de la tradición cristiana, reflejaba su propia experiencia espiritual. Al año siguiente, al comenzar su retiro en Segovia, escribía:
El tenor espiritual del punto se inscribe, por otra parte, en una consideración del Padre de las misericordias hecha desde el «niño», desde la «vida de infancia», y desde la analogía que brinda a San Josemaría su gozosa experiencia de hijo en relación al amor de sus padres. Esto que decimos cobra un sentido aún más hondo si se tiene presente que este punto está escrito en medio de una contradicción y sufrimiento que se recrudece en aquellos meses. Tres días antes escribía:
En medio del abatimiento, la fuerza de Dios. Y San Josemaría redacta esta consideración, que es por completo autobiográfica. El «es preciso convencerse...» testimonia ante todo la batalla de la fe. El Espíritu se abre paso en San Josemaría, concediéndole, de manera escalonada, una experiencia de la paternidad amorosa de Dios, que tendrá un momento importante en la oración del 22 de septiembre y culminará en el evento místico del 17 de octubre. El 22-IX-1931 anota en el Cuaderno IV, nº 296:
Esta meditación de la paternidad de Dios –San Josemaría pone su inteligencia y su corazón en ese «considerar»– es como una preparación espiritual de lo ocurrido el día 17-X-1931, que narrará con las siguientes palabras (en el mismo Cuaderno, nº 334):
Nada escribió en su anotación sobre el contenido de esa «oración de afectos, copiosa y ardiente». Pero lo ha dicho al rememorar en muy diversas ocasiones este acontecimiento:
Solía decir que fue una de las veces en que el Señor le concedió más alta oración. Iba en el tranvía y después a pie, hasta su casa, lleno de Dios, como borracho, diciendo en voz alta: Abba, Pater! «Me debieron tomar por loco», escribió años más tarde, rememorando el evento [11]. Unos meses después leemos en su Cuaderno esta escueta información:
De esa cuartilla y de la anunciada serie no sabemos nada. Vid comentario 435. [1] En el Cuaderno antes de «a la par» había escrito y después corregido: «a la vez» (posiblemente al releer y darse cuenta de que acababa de usar la expresión «la voz»). [2] J. B. Chautard, El alma de todo apostolado, 1927, pg 173 nt 4, subraya el aspecto de proximidad de Dios en la oración: «El éxito de la oración depende muchas veces del cuidado puesto en considerar al Interlocutor como presente y viviente y no como un ser alejado y pasivo, es decir, como un ser abstracto. Hay que convencerse firmemente que Dios no quiere ni exige para esta conversación que se ha de tener con Él, otra cosa que la buena voluntad. El alma que, asediada por las distracciones acude todos los días paciente y filialmente a su divino Interlocutor, hace una excelente oración. Dios suple todo lo demás». El Autor de C subraya la presencia paternal de Dios no sólo en la oración sino siempre y en todas partes. [3] San AgusTIn, Confessiones, lib 3, cap 6, 11; BAC 11, 4ª ed, 1963, pg 136. [4] Es la primera anotación de sus Ejercicios Espirituales de 1932 (Apuntes íntimos, nº 1637, 4-X-1932); la cursiva es del original. [5] Ya sabe que va a dejar el Patronato de Enfermos –lo dejará en octubre– y, como consecuencia, queda sin la contribución económica de esa capellanía. Sin horizonte seguro de otra «colocación» eclesiástica (sin resolver la posibilidad, que terminará saliendo, de la capellanía del Patronato de Santa Isabel). Con la familia –madre y dos hermanos– a su cargo, pendientes de sus ingresos... Y con la decisión en aquellos meses de no «pedir» al Señor, sino abandonarse en sus brazos... [6] Cuaderno IV, nº 274. La cursiva es del original [7] La del Patronato de Santa Isabel, en Atocha. [8] Vivía entonces con la familia en la calle Viriato, 24. [9] «Sentir, ver, admirar». Son palabras que corresponden a una verdadera experiencia mística. Lo de septiembre era «consideración» llena del gozo del Espíritu, pero lo de aquel 17 de octubre fue una efusión trinitaria que le puso en la más alta contemplación. [10] Notas de una meditación, Roma 24‑XII‑1969; AGP, sec A, leg 51. [11] Carta 9‑I‑1959, n 60; AGP, sec A, leg 53-4, carp 2, exp 1. En esas rememoraciones San Josemaría ponía en relación la experiencia del 17 de octubre del 31 con la captación del sentido de la filiación divina en cuanto fundamento de la vida espiritual de los fieles del Opus Dei. Así se lo oí personalmente explicar en diversas ocasiones. He aquí algunos textos:
(Carta 8‑XII‑1949, n 41; AGP, sec A, leg 53-3, carp 8, exp 1).
(Notas de la citada meditación, Roma 24‑XII‑1969; AGP, sec A, leg 51). Vid VÁzquez de Prada, I, pgs 388-392. [12] Cuaderno V, nº 566, 16-I-1932. |