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Capítulo
Punto 411
El plano de tu santidad · Punto 411

Muchos falsos apóstoles,
a pesar de ellos,
hacen bien a la masa,
al pueblo, por la virtud misma de la doctrina
de Jesús que predican, aunque no la practiquen.
Pero no se compensa, con este bien, el mal enorme y efectivo que producen matando almas de caudillos,
de apóstoles,
que se apartan, asqueadas, de quienes no hacen lo que enseñan a los demás.
Por eso, si no quieren llevar una vida íntegra, no deben ponerse jamás en primera fila, como jefes de grupo,
ni ellos, ni ellas.

Comentario

Texto del Cuaderno V, nº 740, fechado en 28-V-1932.

En las cuartillas a velógrafo este punto era la consideración espiritual 5, lo que de alguna manera indica la significación espiritual tan primaria y configurante que San Josemaría daba a lo expresado en el texto.

La fuerte censura aquí contenida –la contradicción entre vida vivida y religión profesada y, en este caso, además proclamada y enseñada– no parece moverse sólo en el ámbito del criterio pastoral y apostólico [1], sino en el de la constatación de realidades de la época que hacían sufrir al Autor de Camino.

La doctrina positiva, el mensaje cristiano que en este punto anuncia, se inscribe en lo que él mismo llamaría la «unidad de vida» del cristiano, que –sin emplear esta expresión– es en Camino, como ya hemos dicho, una de las dimensiones fundamentales de la «imagen del cristiano» que en él se propone [2].

Este punto se encuentra en íntima relación con los puntos 342 y 371. Los tres abordan el problema del «hacer» y del «enseñar» en la existencia cristiana. Sobre el término «caudillos», vid el comentario al punto 16.



[1] El criterio ha sido siempre neto en la tradición: «Quien tiene la misión de decir cosas grandes –escribía Gregorio Magno– está igualmente obligado a practicarlas» (Regula pastoralis, 2, 3; La regla pastoral, Alejandro Holgado Ramírez y José Rico Pavés [eds.], Ciudad Nueva [Biblioteca de Patrística, 22], Madrid 1993, pg 192).

[2] Vid introducción al capítulo «Estudio» y Pedro Rodríguez, «’Camino’ y la espiritualidad del Opus Dei», en Teología Espiritual 9 (1965) 212-245.