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Capítulo
Punto 595
Humildad · Punto 595

Si te conocieras,
te gozarías
en el desprecio,
y lloraría tu corazón ante la exaltación
y la alabanza.

Comentario

Texto del Cuaderno VI, nº 888, fechado en 3-XII-1932. Las modificaciones textuales fueron ya introducidas en las cuartillas a velógrafo. El original dice así:

«Si te conocieras, te gozarías en el desprecio, y lloraría tu corazón apenado ante la alabanza y la exaltación. –D.O.G.» [1].

Otro aspecto radical de la humildad cristiana, que el Autor recibe de la tradición. Los dos elementos que integran este punto corresponden a dos de las dimensiones de la humildad, tan sutilmente analizadas por los espirituales, que ofrecen distintas propuestas de comprensión.

Gozarse en el desprecio. San Anselmo dice de los que desean ser humildes: «ha de serles cosa familiar, al ser injuriados, recibir la afrenta con paciencia, como un gran regalo que se les hace» [2]. San Juan de Ávila: «Que en este menosprecio el hombre se alegre» [3]. Y antes, el gran maestro, San Bernardo, que hablando de «la otra manera de humildad» –para la primera cfr p/593–, escribe: «Si ilustrado por el esplendor de la verdad, que te hizo a ti mismo patente ante ti, fueses ahora captado por el Amor, desearías sin duda que todos tuvieran de ti la misma opinión que tú posees, pues responde a la verdad» [4]. Ese deseo es ya gozarse en el desprecio [5].

Llorar ante la exaltación y la alabanza. «No holgarnos –dice un autor del siglo XVII– ni tomar contentamiento cuando somos alabados y estimados de los hombres» [6]. El Autor de C es más radical: no ya no alegrarnos, sino que llore el corazón [7].

El punto de partida es, siempre, el «propio conocimiento» (vid p/609).



[1] Sobre esta sigla, vid com/11.

[2] Sexto grado de humildad según San Anselmo, De similitudinibus, cap 107; PL 149, 668 B.

[3] Cinco grados de humildad; BAC 324, 1971, pg 505, lín 4. Es el cuarto grado de humildad del Maestro Ávila.

[4] In Canticum, sermo 42, 6; BAC 491, 1987, pg 573s.

[5] Vid Alonso Rodríguez, Ejercicio de perfección, Parte 2, tratado 3º, cap 15; AP, 1950, pg 905-910: «Del cuarto escalón, que es desear ser despreciados y tenidos en poco y holgarnos con ello».

[6] Ibidem, cap 14; pg 903, que llama a este aspecto el «tercer escalón».

[7] Un apunte de su Cuaderno de unos meses después muestra cómo este consejo era realidad en la vida del Autor: «... con este motivo, fui a ver a D. P. Poveda (vid IntrodGen § 7, 3 b; pg 135), tan bueno, tan hermano siempre conmigo, y me dijo que ayer se reunieron los Rectores de todos los Patronatos que han pasado a la jurisdicción ordinaria. Y sucedió que, como trataran del personal, el Sr. Vicario de Madrid (Morán), que presidía, hizo de este pobre borrico un elogio tal que D. P. Poveda se quedó encantado. Cuando salí de la Institución Teresiana y cogí el 48 [el tranvía que iba desde Atocha, cerca del Patronato de Santa Isabel y de la casa de las teresianas, hasta la Glorieta de Quevedo, muy cerca de donde vivía el Autor], ¡qué vergüenza, qué pena más honda me hizo sentir el Señor, por esos elogios del Vicario! [Al borrico] Le faltó poco para llorar» (Cuaderno VI, nº 994s, 30-IV y 1-V-1933).