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Capítulo
Punto 173
Mortificación · Punto 173

 Esa palabra acertada, el chiste
que no salió de tu boca; la sonrisa amable para quien te molesta;
aquel silencio ante
la acusación injusta;
tu bondadosa conversación
con los cargantes
y los inoportunos;
el pasar por alto
cada día, a las personas que conviven contigo,
un detalle y otro fastidiosos
e impertinentes...
Esto,
con perseverancia,
sí que es sólida mortificación interior.

Comentario

Texto procedente del Cuaderno VII, nº 1103, 5-I-1934. Es el último de los futuros puntos de Camino que transcribió San Josemaría ese día [1]. Todos pasaron después al texto impreso de Cuenca [2].

Una descripción, ésta, de la mortificación interior que es connatural al alma cristiana. Después de ponderar cómo es más llevadera la mortificación exterior, exaltaba San Juan Crisóstomo la mortificación interior en estos términos:

«Mas soportar una injuria, sufrir un daño, una palabra pesada, las burlas de los mismos inferiores, dichas con razón o sin ella, las censuras que nos vienen, de balde y sin propósito, de gobernantes y gobernados, sobrellevar, digo, todo eso, no es negocio de muchos» [3].



[1] Son: 110, 718, 435, 983, 386, 325, 65, 178, 174, 802, 173.

[2] «Mis mortificaciones –escribe Teresa de Lisieux– consistían en quebrantar mi voluntad, siempre dispuesta a salirse con la suya; en callar cualquier palabra de réplica, en prestar pequeños servicios sin hacerlos valer, en no apoyar la espalda cuando estaba sentada, etc. etc.» (Ms/A fol 68v; MEC 5, 1996, pg 214).

[3] San Juan Crisostomo, Sobre el sacerdocio, lib III, 13; BAC 169, 1958, pg 661.