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Punto 200
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Mortificación · Punto 200
No te vences, no eres mortificado, porque eres soberbio.
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Comentario
Este punto tiene dos partes redaccionales claramente diferenciadas. La primera parte es el texto que se lee en una octavilla de la serie que muy bien pudo ser redactada por San Josemaría en la Legación de Honduras en Madrid, y dice así:
Este texto es el que pasa al manuscrito que se lleva a la imprenta. Sobre el texto mecanografiado –añadiendo una tirita también escrita a máquina en la hoja 33 del manuscrito– se hace la adición de la segunda parte (vid el punto 351). Se trata de una consideración de la edición de Cuenca (inserta allí en el capítulo «Virtudes», que sufrió fuertes alteraciones en la redacción final, que ya no podía ser «autónoma» pues estaban configurados los 999 puntos. Había que añadirla a otro ya admitido. Éste es el origen de la última frase de este punto 200, que ya circuló a velógrafo en 1932 y procede del Cuaderno V, nº 708, 25-IV-1932, con texto idéntico [1]. El encaje con la frase anterior es, como se ve, perfecto. Es importante la recepción de la tradicional afirmación sobre la compatibilidad de la penitencia con la soberbia [2]. San Josemaría había leído muy detenidamente en 1932 el Decenario al Espíritu Santo de Francisca Javiera del Valle, y allí subrayó esta frase: «la penitencia sola sin la mortificación, llena de soberbia el corazón» [3]. «Tus disciplinas».San Josemaría alude a lo que los autores espirituales llaman «disciplina de devoción», que es una autoflagelación voluntaria en expiación de los pecados propios y ajenos y en unión espiritual a la flagelación que sufrió el Redentor. Como toda mortificación corporal busca también dominar la sensualidad. A partir del siglo XII se llamó también «disciplina» al pequeño flagelo que se usaba con este fin. El uso voluntario de las disciplinas, que comenzó en el claustro, se extendió muy pronto a los seculares (ya en el siglo X). Superadas las aberraciones provocadas por el fanatismo de los «flagelantes» –condenado por Clemente VI–, el uso de las disciplinas, recibido de la tradición ascética, fue asumido en la moderna vida de piedad y de sacrificio por impulso de San Ignacio de Loyola [4] y de San Francisco de Sales, que lo recomendaba en ciertos días como devoción privada también a los seglares [5]. Toda la tradición espiritual coincide en que el uso de las disciplinas, de cilicios y de toda forma de mortificación corporal debe ser moderada por un director espiritual prudente [6]. El sentido inmediato del punto de Camino subraya de la manera más radical que el uso de las disciplinas y toda mortificación corporal son en general nocivos para el alma si no están atravesados de una profunda humildad. El uso de las «penitencias externas» no decide acerca de la santidad del sujeto. También en esto es unánime la tradición desde el texto mismo del Evangelio y las palabras expresas de Jesús. [1] Ese día transcribió también, a continuación, el punto184.
[3] Decenario al Espíritu Santo, 1932, pg 60; Patmos 35, pg 74; Logos 52, pg 116. Vid comentario al punto 57 y 223. [4] Sobre el cilicio y las disciplinas en San Ignacio, vid Ejercicios, 85-87; BAC 86, 2ª ed, 1963, pg 217. Ignacio llamaba a este tipo de mortificación «penitencias externas» (Ejercicios, 87). [5] «La disciplina encierra eficacia maravillosa para despertar el deseo de la devoción cuando se toma moderadamente» (San Francisco de Sales, Introducción a la vida devota, III, 23; BAC 109, 1953, pg 180). [6] Vid Émile Bertaud, «Discipline (instrument de pénitence)», en DSp, III, col. 1302-1311. |