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Capítulo
Punto 195
Mortificación · Punto 195

 Tuvo acierto quien dijo que el alma y el cuerpo son dos enemigos
que no pueden separarse,
y dos amigos
que no se pueden ver.

Comentario

Octavilla escrita en Burgos. No he conseguido identificar al autor que dijo lo que en el punto se le atribuye. Y es curioso, porque se dispone de dos transcripciones –autógrafas de San Josemaría Escrivá– del texto literal que está en la base de lo que en este p/195 se dice en estilo indirecto.

Una es una adición al final del guión de predicación 117, escrita con la tinta verdosa que usó en Vergara, septiembre de 1938, y dice, entrecomillado:

«El alma y el cuerpo están apretadamente trabados entre sí, y, con todo, siempre se contrarían; en una palabra, son dos enemigos que no pueden separarse, y dos amigos que no se pueden ver» [1].

No hay indicación de autor ni referencia alguna. En otro conjunto de fichas de muy diversa naturaleza, también de ese año, se encuentra otra ficha manuscrita de San Josemaría, con idéntico texto, sin entrecomillar, como suele hacer cuando saca fichas de autores, sólo que aquí tampoco hay referencia.

San Ambrosio

La base teológica es la unidad de origen y de destino que tienen, en la unidad de la persona, tanto el alma como el cuerpo, en expresión de San Ambrosio:

«Es bien claro que el hombre fue redimido en sus dos partes constitutivas y ambas se han de salvar, ya que ni el alma sin el cuerpo, ni el cuerpo sin el alma recibirán el premio o el castigo separadamente, puesto que realizaron sus obras unidos» [2].

Pero la batalla es clara:

«Desea la carne, no consiente la mente. He ahí el conflicto» [3].

En realidad, los Padres están glosando, a su manera, el texto de San Pablo: «la carne tiene tendencias contrarias a las del espíritu y el espíritu contrarias a las de la carne: ambos se oponen entre sí» (Ga 5, 17).

La idea, de raíz paulina, como vemos, se encuentra en la literatura espiritual del siglo XVI y, en concreto, en el Enchiridion militis christiani, de Erasmo, que tuvo un tan extenso influjo en el ámbito europeo y, concretamente, español. Al alma y al cuerpo, explica el humanista de Rotterdam, «los unió el Artista supremo en feliz armonía. Fue la serpiente, enemiga de la paz, la que los dividió con tan lamentable discordia que ya no pueden separarse una de otro sin gran tormento, ni vivir juntos sin continua guerra» [4].

Y hablando del cuerpo –que en su antropología identifica con el «hombre viejo»– en su relación con el espíritu ya había dicho antes: «Es éste el viejo y terrenal Adán, en la conversación y amistad más que vecino y en los deseos más que enemigo» [5]. Sobre este aspecto, consultar los comentarios a los puntos 138 y 202.



[1] Ejercicios Espirituales, Plática «Espíritu de mortificación y penitencia», Vitoria 24-VIII-1938; guión nº 117.

[2] San Ambrosio, De poenitentia, lib I, XVII, 95; Biblioteca de Patrística 21, Madrid 1993, pg 84.

[3] San Agustin, Sermón 77 A, 2; BAC 441, 1983, pg 415.

[4] Erasmo, Enchiridion, cap IV: «Del hombre exterior e interior»; BAC minor 79, 1995, pg 91. Erasmo dice que al alma y al cuerpo se les puede aplicar el verso de Ovidio: «Nec tecum possum vivere nec sine te» (Amores, III, 11, 39).

[5] Ibidem, cap I, titulado «Hay que estar siempre en vela en esta vida», pg 56.