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Punto 382
Formación · Punto 382

Al regalarte aquella Historia de Jesús, puse como dedicatoria: «Que busques a Cristo: Que encuentres a Cristo: Que ames a Cristo».
—Son tres etapas clarísimas. ¿Has intentado, por lo menos, vivir la primera?

Comentario

 

Este texto podría situarse dentro en la serie que escribió san Josemaría cuando estuvo refugiado, durante la guerra civil, en la Legación de Honduras en Madrid. Es una hermosa historia ésta que apenas asoma en el brevísimo relato del Autor.

El que la cuenta es Ricardo Fernández Vallespín, de quien ya se ha hablado con ocasión de anotar otros puntos de C [1]. El futuro Director de la Academia DYA relata su primera visita a San Josemaría Escrivá, que vivía entonces en la calle Martínez Campos, 4 [2]. Era el 29-V-1933:

«El Padre me habló de las cosas del alma, no de los problemas políticos; me aconsejó, me animó a ser mejor; pienso que también recibió mi confesión en el sacramento de la Penitencia. Recuerdo perfectamente, con una memoria visual, que antes de despedirme, el Padre se levantó, fue a una librería, cogió un libro que estaba usado por él y en la primera página puso, a modo de dedicatoria, estas tres frases:

+ Madrid – 29-V-33.

Que busques a Cristo

Que encuentres a Cristo

Que ames a Cristo.

El libro era ‘La Historia de la Pasión’ del Padre Luis de la Palma» [3].

camino 382

El Autor de Camino escribió esta «gaitica» en la Legación de Honduras, probablemente cuando Fernández Vallespín ya había logrado pasarse a la otra zona [4]. Recuerda en ella el comienzo de la historia que llevó al joven arquitecto (leer el comentario al punto 145) a la entrega total a Jesucristo.

Pero no es sólo relato, sino propuesta al lector, invitación a recorrer esas «tres etapas clarísimas».

San Josemaría, personalmente, las recorría, desde años atrás, en clave mariana. En el Cuaderno III, en diálogo con la Santísima Virgen, dejó escrito el día de la Inmaculada Concepción, año 1930:

«No me dejes, ¡Madre!: haz que busque a tu Hijo: haz que encuentre a tu Hijo: haz que ame a tu Hijo... ¡con todo mi ser! Acuérdate, Señora, acuérdate» [5].

En 1967, en una homilía titulada «Hacia la santidad», San Josemaría se expresaba sobre el tema hablando de cuatro escalones:

«En este esfuerzo por identificarse con Cristo, he distinguido como cuatro escalones: buscarle, encontrarle, tratarle, amarle. Quizá comprendéis que estáis como en la primera etapa. Buscadlo con hambre, buscadlo en vosotros mismos con todas vuestras fuerzas. Si obráis con este empeño, me atrevo a garantizar que ya lo habéis encontrado, y que habéis comenzado a tratarlo y a amarlo, y a tener vuestra conversación en los cielos (Cfr Phil III, 20)» [6].

San Josemaria, treinta años después de la redacción del punto de Camino, hace una concentración de la relación con Cristo en la primera etapa: buscarle con sinceridad es ya, de alguna manera, encuentro, trato y amor.

Estas tres etapas de las que habla el punto de Camino o los cuatro escalones de Amigos de Dios (como en general las etapas de la vida interior que señalan los autores de teología espiritual) no son propiamente etapas cronológicas. sino dimensiones del progresivo encuentro del alma con el Señor.

Estamos dentro de la gran tradición de la piedad y de la vida cristiana. San Josemaría había meditado muchas veces, como todos los buenos sacerdotes de su época, la oración de San Buenaventura incluida en el Misal Romano y en el Breviario para la acción de gracias después de la Misa [7]. En ella había recorrido las etapas que el Santo formula con estas palabras:

«Te semper ambiat, te quaerat, te inveniat, ad te tendat, ad te perveniat, te meditetur, te loquatur, et omnia operetur in laudem et gloriam nominis tui».



[1] Vid los puntos 94, 145, 311, 314.

[2] San Josemaría y Fernández Vallespín habían sido presentados unos días antes en casa de un amigo común. Ese día (14 de mayo) Vallespín apuntó en su agenda:

«Hoy he conocido a un sacerdote, joven y entusiasta, que no sé por qué pienso que va a tener una influencia grande en mi vida».

[3] Testimonio escrito de Ricardo Fernández Vallespín, Madrid 7-VII-1975, pgs 3-4; AGP, sec A, leg 100-20, carp 2, exp 6. El P. La Palma es un clásico de espiritualidad del siglo XVII y Escrivá era un lector asiduo de este libro, que recomendaba vivamente en los medios de formación que impartía. Había numerosas ediciones. Regaló a Vallespín la que él usaba, que es ésta: Historia de la Sagrada Pasión sacada de los cuatro Evangelios por el P. Luis de la Palma, Provincial de la Compañía de Jesús en la Provincia de Toledo y natural de la misma ciudad. IHS. Madrid, Apostolado de la Prensa, San Bernardo 7, 1929, 592 páginas.

— Fernández Vallespín, que perdió el libro durante la guerra, lo encontró al cabo de los años en la biblioteca familiar y hoy puede verse en una vitrina de la «Galleria di sotto», junto a la Iglesia Prelaticia de Santa María de la Paz, en la Sede de la Prelatura en Roma.

[4] A principios de junio de 1937. Vid Diario de Isidoro, 4-VI-1937. Debió ser unos días antes.

[5] Apuntes íntimos, nº 122. En Forja, 157 se reproduce a la letra este texto.

[6] Amigos de Dios, 300.

[7] Entre las «Orationes pro opportunitate sacerdotis dicendae» (por ej, Breviarium Romanum, Ratisbonae 1927, Pars aestiva, pg 15).